“Hemos olvidado que la democracia es mortal”

Tengo 72 años y estoy lleno de proyectos, ergo de vida. Nací en México: historia prodigiosa, presente desgarrador, futuro incierto. Las dictaduras son escuelas de democracia, pero su lección se olvida pronto. El populismo avanza cuando tenemos miedo de pagar el precio de decir la verdad y ser impopulares

Enrique Krauzehistoriador y editor de 'Letras Libres'; publica 'El pueblo soy yo' (Debate)

Qué nos cuenta la historia de la democracia sobre su futuro?

Que hemos olvidado que la democracia es mortal. Hoy nos parece la manera más natural y lógica de go­ber- narnos, pero desde una perspectiva universal y milenaria veríamos que ha sido una preciosa y frágil excepción en el tiempo y en el espacio.

¿Por qué?

Porque exige renuncias: responsabilidad y madurez al ciudadano para elegir a sus líderes y para pedirles cuentas por lo gobernado. Requiere reflexión y racionalidad y sólo prospera al conciliar renuncias y frustraciones mutuas.

¿Qué sistemas de gobierno han sido los más habituales, entonces?

El populismo está en eterno retorno, porque hemos evolucionado como humanos para preferir una idea mesiánica y un salvador que la encarne frente a un enemigo al que culpar de todo. Y ahora Occidente vuelve a caer en él.

¿Cómo sé que mi voto es populista?

Cuando fundé Letras Libres en México acababa el siglo XX y era uno de los momentos más ­felices de la historia de la humanidad, que parecía destinada al progreso y la democracia tras el fin de los totalitarismos. Entonces escribí un decálogo del populismo, que me temo que sigue teniendo vigencia.

¿Cuál es el primer síntoma de populismo?

Empieza cuando los más lúcidos renuncian a decir la verdad frente a las fantasías ideológicas que halagan a la mayoría por miedo a ser impopulares y que les señalen con el dedo.

¿Cómo progresa?

Con movilización continua. El populismo moviliza permanentemente a sus bases.

¿De forma obsesiva y durante años?

Porque su poder emana de ocupar todos los espacios hasta reducirlos a altavoces de su programa. Hace suya la plaza pública y en ella se manifiesta su majestad el pueblo: la masa vociferante que grita día y noche: “¡El poder para los que gritan! ¡El poder para el pueblo!”.

¿Con eso basta?

El populismo, además, necesita un enemigo obsesivo y omnipresente al que culpar de todas las desgracias y cuya derrota supondrá el advenimiento de la plenitud popular.

Fantasías ideológicas, movilización permanente; un enemigo omnipresente y...

El populismo desprecia el orden legal democrático vigente para sustituirlo por una supuesta voluntad popular directa que emana de la indiscutible legitimidad de su causa. Por eso no dudan en usar de modo discrecional los fondos públicos que controlan.

¿Sustituye la legalidad por su legalidad?

Abomina de los límites racionales a su fantasía ideológica e ignora a quienes no la profesan. Considera cualquier freno a su acción oligárquico, aristocrático y contrario a la voluntad popular. Y acaba por entregar el poder a un solo pueblo, un régimen, una idea y un solo líder.

Hoy millones de europeos votan a partidos que quieren acabar con las elecciones.

Porque han interiorizado que la democracia es indestructible y se permiten votar contra ella, pero la historia demuestra que, en realidad, es frágil y enfermiza.

Sin ir más lejos, la española.

Eso me desconcierta. Que España hoy dé la democracia por descontada y no la aprecie como un bien precioso que hay que cuidar es algo que en América Latina nos descoloca.

¿Por qué?

Porque la transición española demostró que los latinos no estábamos genética o culturalmente incapacitados para la democracia.

¿Alguien lo dudaba?

Millones de personas y grandes intelectuales creían que los latinos por cultura, historia e incluso temperamento no podíamos llegar a ser demócratas y la demostración eran las guerras civiles y dictaduras que una y otra vez se repetían en España y América Latina.

De hecho, la democracia apenas ha arraigado fuera de Occidente.

Tampoco ha sido habitual en Occidente. Piense que la democracia no sólo nació en Atenas. En realidad, hubo toda una constelación de pequeñas democracias en la Grecia clásica y todas desaparecieron sustituidas por populismos.

¿Por qué?

Porque los ciudadanos sólo echan de menos la democracia cuando no la tienen. En cambio, cuando la disfrutan, suelen contribuir a su degradación populista.

¿Cómo?

Stalin, Hitler, Mussolini, Mao... También en América Latina los ciudadanos entregan el poder como en un sacrificio bíblico a una persona y su régimen, como a Chávez o Perón; o a una legitimidad violenta, como la de Castro. El resultado han sido millones de muertos.

No menciona a Franco, Pinochet, Videla...

Porque dieron golpes de Estado por las armas. Lamentables, sí, pero hoy el peligro y lo que me preocupa es que los populistas antidemocráticos lleguen al poder abusando de la democracia, como en Venezuela, o como los que amenazan a Europa y España.

En España, el franquismo duró 40 años, pero hoy vuelve a sumar más de 50 escaños.

En España y en toda la Unión Europea, porque las dicta­duras son escuelas de democracia, ­pero su lección se olvida pronto.

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