Chet Baker - Like Someone In Love

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sábado, 28 de julio de 2018

Letrilla - Luis de Góngora - España


La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola,
ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escucha su mal:

dejadme llorar
orillas del mar.

Pues me distes, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivastes
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad:

dejadme llorar
orillas del mar.

En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz:

dejadme llorar
orillas del mar.

No me pongáis freno
ni queráis culpar;
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fuera
morir y callar:

dejadme llorar
orillas del mar.

Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?

Dejadme llorar
orillas del mar.

Váyanse las noches,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse y no vean
tanta soledad,
después que en mi lecho
sobra la mitad:

dejadme llorar
orillas del mar.
Dejadme llorar - Manzanita

miércoles, 1 de marzo de 2017

Beatus ille/ 14 - Ándeme yo caliente y ríase la gente - Luis de Góngora - España


    A partir de este refrán popular Góngora desarrolla una letrilla en la que reformula el beatus ille. Frente al idealismo de la versión de Fray Luis, aquí destaca la enumeración elogiosa de los sencillos placeres materiales de la vida de aldea, casi todos vinculados al buen comer (mantequillas y pan tierno; naranjada y aguardiente; morcilla; bellotas y castañas, etc.). 

Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla
el príncipe mil cuidados
como píldoras dorados,
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas
de plata y nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió1 me cuente,
y ríase la gente.

Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena2
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente.

Pase a media noche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama3;
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente4,
y ríase la gente.

Pues Amor es tan cruel,
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada,
do se junten ella y él5,
sea mi Tisbe un pastel,
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.
Introducción y notas de David López del Castillo

1 Personaje de la tradición oral.
2 El ruiseñor.
3 Leandro cruzaba el mar todas las noches para encontrarse con su amada Hero; sobre su trágica historia de amor (uno se ahogó y la otra se arrojó de un monte al saberlo) escribieron Boscán, Garcilaso y el mismo Góngora, entre otros.
4 El vino tinto o blanco, que prefiere pasar, es decir, tragar.
5 La historia de Píramo y Tisbe inaugura la tradición de los amantes desdichados, sólo unidos por la muerte, que ejerce de lecho nupcial (tálamo); Píramo se mató cuando creyó muerta a Tisbe y ésta hizo lo propio ante el cadáver de su amado.

martes, 31 de marzo de 2015

Memento mori/ 2 - De la brevedad engañosa de la vida - Luis de Góngora - España


Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.

¿Confiésalo Cartago y tu lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas, que limando están los días,
los días, que royendo están los años.
Luis de Góngora

    Memento mori es una locución latina que viene a significar "Recuerda que morirás". Esta frase, que seguramente tiene origen sabino y que, según el testimonio de Tertuliano, procede de la expresión Respice post te! Hominem te esse memento! ("¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre"), se convirtió enseguida en tópico literario y artístico para poner de relieve la vanidad de la existencia y la fugacidad de la vida. Está directamente emparentada, por tanto, con otro lugar común literario, cual es Tempus fugit.
    Parece que el tópico tiene su origen en una muy conocida costumbre romana: cuando un general (leamos César, por ejemplo) desfilaba por las calles de Roma tras una victoria, se hacía acompañar de un siervo que le avisaba constantemente "Recuerda que eres mortal", en un intento de evitar que incurriese en la soberbia de creerse un dios y utilizar su recién adquirido poder para saltarse las leyes a su conveniencia. Esto a César, por cierto, no le sirvió de nada.

    Memento mori es uno de los tópicos más utilizados en el Barroco, tanto en la literatura (Góngora, Quevedo...) como en la pintura (pintura de vanitas), donde son comunes los cráneos humanos acompañados de flores marchitas, frutas podridas, relojes de arena...

jueves, 19 de marzo de 2015

Literatura satírica y burlesca/ 37 - Dineros son calidad - Luis de Góngora - España


Dineros son calidad
                ¡Verdad!
Más ama quien más suspira
                ¡Mentira!

Cruzados hacen cruzados,
Escudos pintan escudos,
Y tahúres muy desnudos
Con dados ganan condados;
Ducados dejan ducados,
Y coronas majestad,
                ¡Verdad!

Pensar que uno sólo es dueño
De puerta de muchas llaves,
Y afirmar que penas graves
Las paga un mirar risueño,
Y entender que no son sueño
Las promesas de Marfira,
                ¡Mentira!

Todo se vende este día,
Todo el dinero lo iguala;
La corte vende su gala,
La guerra su valentía;
Hasta la sabiduría
Vende la Universidad,
                ¡Verdad!

En Valencia muy preñada
Y muy doncella en Madrid,
Cebolla en Valladolid
Y en Toledo mermelada,
Puerta de Elvira en Granada
Y en Sevilla doña Elvira,
                ¡Mentira!

No hay persona que hablar deje
Al necesitado en plaza;
Todo el mundo le es mordaza,
Aunque él por señas se queje;
Que tiene cara de hereje
Y aun fe la necesidad,
                ¡Verdad!

Siendo como un algodón,
Nos jura que es como un hueso,
Y quiere probarnos eso
Con que es su cuello almidón,
Goma su copete, y son
Sus bigotes alquitira
                ¡Mentira!

Cualquiera que pleitos trata,
Aunque sean sin razón,
Deje el río Marañón,
Y entre al río de la Plata;
Que hallará corriente grata
Y puerto de claridad
                ¡Verdad!

Siembra en una artesa berros
La madre, y sus hijas todas
Son perras de muchas bodas
Y bodas de muchos perros;
Y sus yernos rompen hierros
En la toma de Algecira,
                ¡Mentira!

jueves, 6 de junio de 2013

Romancillo - Luis de Góngora - España


    Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.
    Pondráste el corpiño
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega,
    y a mí me pondrán
mi camisa nueva,
sayo de palmilla,
media de estameña;
    y si hace bueno
trairé la montera
que me dio la Pascua
mi señora abuela,
    y el estadal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria.
    Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.
    Compraremos de él
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;
    y en la tardecica,
en nuestra plazuela,
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas
    con las dos hermanas,
Juana y Madalena
y las dos primillas,
Marica y la tuerta;
    y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto de ello
bailar en la puerta;
    y al son del adufe
cantará Andrehuela:
"no me aprovecharon,
madre, las hierbas";
    y yo de papel
haré una librea
teñida con moras
por que bien parezca,
    y una caperuza
con muchas almenas;
pondré por penacho
las dos plumas negras
    del rabo de gallo
que acullá en la huerta
anaranjeamos
las Carnestolendas;
    y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus tranzaderas;
    y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos por riendas,
    y entraré en la calle
haciendo corvetas;
yo, y otros del barrio,
que son más de treinta,
    jugaremos cañas
junto a la plazuela
por que Barbolilla
salga acá y nos vea:
    Bárbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme
tortas con manteca,
    porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta.
Luis de Góngora

Hermana Marica - Paco Ibáñez

   Hacia 1580, un jovencísimo Góngora alcanzó celebridad con este romancillo de tono apicarado. Relata, en primera persona y con notables detalles costumbristas, las andanzas de un niño, y esas características lo hicieron tan famoso en su tiempo, que siete años después don Luis se autorretrataría en otro romancillo: Hanme dicho, hermanas, / que tenéis cosquillas / de ver al que hizo / a Hermana Marica. FRANCISCO RICO

jueves, 3 de enero de 2013

Fragmento de Soledades - Luis de Góngora - España


Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa,
media luna las armas de su frente,
y el Sol todo los rayos de su pelo,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado sobre ausente,
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar; que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arión dulce instrumento.
Del siempre en la montaña opuesto pino
al enemigo Noto,
piadoso miembro roto,
breve tabla, delfín no fue pequeño
al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino
fió, y su vida a un leño.
Del Océano, pues, antes sorbido,
y luego vomitado
no lejos de un escollo coronado
de secos juncos, de calientes plumas,
alga todo y espumas,
halló hospitalidad donde halló nido
de Júpiter el ave.
Besa la arena, y de la rota nave
aquella parte poca
que lo expuso en la playa dio a la roca,
que aun se dejan las peñas
lisonjear de agradecidas señas.
Desnudo el joven, cuanto ya el vestido
Océano ha bebido,
restituir le hace a las arenas,
y al sol lo extiende luego,
que, lamiéndolo apenas
su dulce lengua de templado fuego,
lento lo embiste, y con suave estilo
la menor onda chupa al menor hilo.
No bien, pues, de su luz los horizontes
que hacían desigual, confusamente,
montes de agua y piélagos de montes,
desdorados los siente,
cuando, entregado el mísero extranjero
en lo que ya del mar redimió fiero,
entre espinas crepúsculos pisando,
riscos que aun igualara mal, volando,
veloz, intrépida ala,
menos cansado que confuso, escala.
Vencida al fin la cumbre,
del mar siempre sonante,
de la muda campaña
árbitro igual e inexpugnable muro,
con pie ya más seguro
declina al vacilante
breve esplendor de mal distinta lumbre;
farol de una cabaña
que sobre el ferro está, en aquel incierto
golfo de sombras, anunciando el puerto. [...]
Luis de Góngora

Era aquella florida estación del año en que el Sol entra en el signo de Tauro (signo del Zodíaco que recuerda la engañosa transformación de Júpiter en toro para raptar a Europa). Entra el Sol en Tauro por el mes de abril, y entonces el toro celeste (armada su frente por la media luna de los cuernos, luciente e iluminado por la luz del Sol, traspasado de tal manera por el Sol que se confunden los rayos del astro y el pelo del animal) parece que pace estrellas en los campos azul zafiro del cielo.
Pues en este tiempo, un mancebo, que por su belleza pudiera mejor que el garzón Ganimedes ser el copero de Júpiter, náufrago en medio del mar, y, a más de esto, ausente de la que ama y desdeñado por ella, da dulces y lagrimosas querellas al mar, de tal suerte que, condolido el Océano, sirvió el mísero gemido del joven para aplacar el viento y las ondas, casi como si el doloroso canto del mancebo hubiera repetido el prodigio de la dulce lira de Arión. (Navegando de Italia a Corinto quisieron los marineros, por apoderarse de las riquezas del músico Arión, arrojar a éste al agua. Solicitó Arión cantar antes de morir, y, habiéndosele concedido, a la música de su lira acudieron los delfines. Visto que no podía obtener gracia de los que le querían matar, se arrojó al agua; pero un delfín lo tomó sobre su lomo y condujo a tierra. Del mismo modo la lastimosa canción de nuestro náufrago hizo que el mar se condoliera de él y le salvó la vida).
Una piadosa tabla de pino (árbol opuesto siempre en la montaña al viento Noto, su enemigo),  una rota y pequeña tabla de la naufragada embarcación, sirvió como de "delfín" suficiente a nuestro peregrino, fue suficiente para salvar la vida del mancebo, tan inconsiderado, que se había atrevido a confiar su camino a un desierto de olas, al mar, y su vida a un leño, a una nave.
Y habiendo sido primero tragado por el mar, y luego devuelto por el oleaje a la costa, fue a salir a la orilla, no lejos de donde se levanta un escollo, coronado de nidos de águila, hechos de juncos secos y de abrigadas plumas. Y así nuestro naúfrago, que salía de la mar cubierto de espumas y de algas, halló hospitalidad entre las mismas altas rocas en que anidan las águilas, aves dedicadas a Júpiter.
Besa el joven la arena y ofrece a la roca, como un exvoto, aquel pequeño tablón de la destrozada nave, que le había llevado hasta la playa: porque aun las mismas peñas son sensibles a las muestras de agradecimiento. Después se desnuda y retuerce sus ropas de modo que todo el "océano" que habían bebido -toda el agua de que estaban empapadas-, bien exprimida, salga del tejido y caiga a la arena. Y por fin las extiende a secar al sol, el cual las va lamiendo ligeramente con su dulce lengua de templado fuego, y del tal modo con su suave calor las acomete parte por parte y enjuga, que llega hasta evaporar y hacer desaparecer delicadamente la menor gota de agua de la menor partícula, de la más diminuta hebrilla del vestido.
No bien siente nuestro desgraciado extranjero que la dorada luz desaparece del horizonte (de tal suerte que ya el crepúsculo finge a la vista, allá en la lejanía, sólo una desigual confusión de espacios de agua que parecen montes y de montes que semejan mares), cuando, reintegrado en aquellas prendas que había redimido de la furia del mar -puestos otra vez sus vestidos-, escala, caminando entre abrojos a la dudosa luz crepuscular (y no con tanto cansancio como asombro), unos riscos, tan elevados, que con dificultad los coronaría en su vuelo el ave más veloz y atrevida.
Vencida por fin la cumbre, que sirve de exacta separación y muralla inexpugnable entre el mar siempre rumoroso y el silencioso campo, con paso ya más seguro camina nuestro joven hacia el pequeño y vacilante resplandor de una luz, apenas visible a causa de la lejanía, probablemente farol de una cabaña, que, anclada como un navío, está mostrando el puerto en medio de aquel incierto golfo de sombras. [...]

Versión en prosa de Dámaso Alonso

Estudiosos de la poesía española sostienen que Soledades habría sido el mejor poema jamás escrito si Góngora lo hubiese terminado. No lo hizo. El proyecto debía constar de cuatro poemas, cuatro silvas, de las que D. Luis sólo completó la primera y no llegó a acabar la segunda.
Una silva es una sucesión de versos endecasílabos y heptasílabos combinados a gusto del poeta, así que no hay estrofas. La soledad primera consta de 1.091 versos, más otros 37 que conforman la dedicatoria al duque de Béjar. Aquí presentamos un pequeño fragmento de esa primera silva.
El culteranismo a ultranza de Góngora, llevado al límite en esta composición, hace muy difícil la comprensión del poema, de modo que no viene mal la interpretación en prosa del erudito y buen poeta Dámaso Alonso, siempre que no se olvide la extraordinaria musicalidad original.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Carpe Diem/2 - Mientras, por competir por tu cabello... - Luis de Góngora - España

Sin títuloMientras, por competir por tu cabello,
oro bruñido, el sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira a tu blanca frente el lirio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente marfil tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fué en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, marfil luciente,

no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Literatura satírica y burlesca/ 4 - Cultismo vs. Conceptismo - Góngora vs. Quevedo - España

Luis de Góngora y Francisco de QuevedoEs proverbial en la Historia de la Literatura el enfrentamiento de unos escritores con otros por cuestiones de concepción creadora.
El pique entre Góngora y Quevedo ha quedado como uno de los más enconados de las letras, y ya en su tiempo estaba en boca de todos. Dos enormes poetas que no dejaban pasar la ocasión de zaherirse, muchas veces con auténtica saña, mofándose incluso de los defectos físicos del otro, como cuando Góngora, refiriéndose a la cojera de Quevedo, le espeta: ya que vuestros pies son de elegía (de lejía).
Quevedo a su vez acusa a Góngora de judío (Siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega), algo totalmente falso. Ambos se acusan de desconocer la lengua griega.
Y todo provocado por el distinto concepto que tenían de la poesía: Góngora desarrolla el gusto por la poesía cultista de Garcilaso y Fray Luis de León llevándolo al extremo, a base de metáforas desbordadas, hipérbaton exagerado, latinismos gramaticales..., haciendo de su poesía un producto elitista, difícil de entender. Quevedo da más importancia al concepto que a la forma, y aunque alaba la poesía de Garcilaso y Fray Luis, se opone radicalmente a la manera de entenderla de Góngora.
Sin embargo, la poesía de Góngora bebe del conceptismo al igual que Quevedo se siente influido por el cultismo gongorino: Quevedo utiliza un latinismo erudito en muchos de sus versos, al lado de un léxico deliberadamente vulgar. Por otra parte, Góngora es tan conceptista, ingenioso y agudo como Quevedo (Ande yo caliente, ríase la gente...). El enfrentamiento entre Quevedo y Góngora, entonces, resulta más personal que literario.
En realidad, yo creo que se admiraban mutuamente.

GÓNGORA A QUEVEDO

Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.
QUEVEDO A GÓNGORA

Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;

Apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin christus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.