El esperpento en la poesía de Valle-Inclán
FIN DE CARNAVAL
Es Miércoles de Ceniza.
Fin de Carnaval.
Tarde de lluvia inverniza
reza el Funeral.
Con ritmos destartalados
lloran en tropel,
mitrados ensabanados,
mitras de papel.
Lloran latinos babeles,
sombras con capuz.
Lleva al arroyo rieles
la taberna en luz.
Los pingos de Colombina
derraman su olor
de pacholí y sobaquina.
¡Y vaya calor!
Un Pierrot junta en la tasca
su blanco de cinc,
con la pintada tarasca
de blanco y carmín.
Al pie de un farol, sus flores
abre el pañolón
de la chula: Sus colores
alegrías son.
¡Cómo la moza garbea
y mueve el pay-pay!
¡Cómo sus flecos ondea
en el guirigay!
El curdela narigudo
blande un escobón:
—Hollín, chistera, felpudo,
nariz de cartón—.
En el arroyo da el curda
su grito soez,
y otra destrozona absurda
bate un almirez.
Latas, sartenes, calderos,
pasan en ciclón:
La luz se tiende a regueros
sobre el pelotón.
Y bajo el foco de Volta,
da cita el Marqués
a un soldado de la Escolta.
¡Talla de seis pies!
Juntan su hocico los perros
en la oscuridad:
Se lamentan de los yerros
de la Humanidad.
Por la tarde gris y fría
pasa una canción
triste. La melancolía
de un acordeón.
Los faroles de colores
prende el vendaval.
Vierte el confetti sus flores
en el lodazal.
Absurda tarde. Macabra
mueca de dolor.
Se ha puesto el Pata de Cabra
mitra de prior.
Incerteza vespertina,
lluvia y vendaval:
Entierro de la Sardina,
fin de Carnaval.
RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN, La pipa de kif