Fábulas de Esopo

per Francisco Gallardo darrera modificació 2020-03-25T15:36:25+02:00
Algunas de las fábulas más conocidas de Esopo

Algunas fábulas de Esopo

Fábulas adaptadas para el alumnado de ESO

 

1. La zorra y las uvas

Había una vez una zorra que caminaba hambrienta por el campo. En un huerto vio colgando de una parra un delicioso racimo de uvas negras, gordas, maduras y olorosas. Empezó a pensar que esas uvas tendrían un sabor delicioso y, saltando una y otra vez durante un buen rato, quiso atraparlas con su boca. Pero las uvas quedaban muy altas y la zorra no llegaba a alcanzarlas. Cansada de dar tantos saltos en vano, se dio cuenta de que nunca podría alcanzarlas y se alejó del huerto diciendo:

—No me gustan esas uvas son pequeñas y, además, ¡están tan verdes... ! ¿Para qué perder el tiempo intentando coger unas uvas agrias que me sentarían mal?

Y, muy satisfecha de su decisión, se fue por el camino con la cabeza levantada.

Nunca eches la culpa a los demás de lo que tú no eres capaz de alcanzar.


2. El águila, el cuervo y el pastor

Un águila divisó desde la cima de una montaña un corderillo que pastaba en el prado apartado del rebaño, se lanzó contra él y consiguió atraparlo con sus garras. Un cuervo que la había visto pensó que él podría hacer lo mismo, y se lanzó sobre un enorme carnero, pero como era la primera vez que lo hacía, sólo consiguió que sus garras se le enredaran en la espesa lana del animal. El pastor del rebaño, al ver lo que pasaba, atrapó al cuervo, le cortó las puntas de sus alas y se lo llevó a sus hijos para que jugaran con él.
Los niños le preguntaron que qué clase de ave era aquella, y el pastor les contestó:

—Para mí, sólo es un cuervo; pero él cree que es un águila.

Dedica tu esfuerzo para lo que estás más preparado y no para lo que no te corresponde.

 

3. La zorra y la liebre

Un día, en el campo, una liebre se encontró con una zorra, y como era muy curiosa, le preguntó:

— ¿Podrías decirme si es cierto que ganas tanto y que por eso te llaman "la ganadora"?

—Si quieres saberlo —contestó la zorra—, vente a cenar conmigo.

Aceptó la liebre y la siguió; pero al llegar a la casa de la zorra vio que allí no había nada para cenar, y comprendió que había sido tonta, pues ella era la cena para la zorra. Entonces dijo la liebre:

—¡Ahora comprendo para mi desgracia de dónde te viene el nombre: no te llaman ganadora por lo que ganas, sino por lo que engañas!

Nunca le pidas explicaciones a un tramposo, pues acabarás cayendo en su trampa.

 

4. El águila, el cuervo y el escarabajo

Habia una vez una liebre que iba corriendo perseguida un águila que volaba a poca altura, y viéndose perdida, le pidió ayuda a un escarabajo suplicándole que la salvara. El escarabajo le pidió al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando al escarabajo por ser tan pequeño, atrapó a la liebre y la devoró delante del escarabajo.

El escarabajo prometió vengarse y fue buscando los nidos en que el águila ponía sus huevos. Los echaba a rodar montaña abajo y hacía que se rompieran contra el suelo. Como el águila no podía poner huevos en ningún sitio sin que se los rompiera el escarabajo, le pidió a Zeus un lugar seguro donde criar futuros aguiluchos.

Zeus le ofreció su regazo y el águila, muy tranquila, fue poniendo allí los huevos. El escarabajo, por su parte, hizo una bola de estiércol como acostumbra, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Como Zeus quiso quitarse de encima aquella porquería, se levantó muy nervioso y tiró al suelo los huevos sin darse cuenta y se hicieron añicos. Las águilas, desde entonces, aprendieron la lección y, por si acaso, no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda ser peligroso.

5. El águila del ala cortada y la zorra

Un día, un campesino capturó a un águila, le cortó las alas y la soltó en el corral con todas las gallinas. Apenada, el águila, que había sido tan poderosa, bajaba la cabeza, se apartaba en un rincón y pasaba los días sin comer, pues se sentía como una reina apaleada.
Pasó un caminante por allí cerca y cuando la vio, como le gustó, decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las dejó crecer de nuevo. Cuando el águila recuperó la fuerza de sus alas, alzó el vuelo y apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su salvador.
La vio una zorra y empezó a darle consejos maliciosos:

—No le lleves la liebre al que te salvó, sino al que te cazó; pues el que te liberó es un hombre bueno y no busca recompensa. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.

Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y por prudencia mantente alejado de los malvados que insinúan hacer lo incorrecto.

 

6. El cuervo y la zorra

Un cuervo que había robado un trozo de carne se posó en la rama de un árbol dispuesto a comer tranquilamente, cuando una zorra hambrienta que andaba por el campo en busca de algo que llevarse a la boca, de repente, al levantar la vista, lo vio con la carne en el pico. La zorra pensó que ese trozo de carne era justo lo que ella necesitaba: seguro que sería delicioso hincarle el diente.

Así que urdió un plan para satisfacer su hambre. La zorra se sentó al pie del árbol y empezó a mirar el cuervo como si hubiera quedado hechizada por su belleza.

—¡Eres la criatura más hermosa del mundo! —exclamó, zalamera—. ¡Tus plumas son brillantes como la seda y tus alas son tan negras como la noche! ¡Y qué ojos tan negros y relucientes tienes! ¡Es una pena que no sepas cantar! Si supieras cantar, serías la criatura más perfecta de todas las que existen.

El cuervo empezo a creerse todo lo que estaba oyendo y empezó a ahuecarse lleno de vanidad. "Es verdad, la zorra tiene razón", se dijo a sí mismo. "Mis plumas relucen al sol y mis ojos vuelven locas a todas las pajarillas del bosque. Pero ¿por qué dirá que no sé cantar? ¡Por supuesto que sé cantar y ahora lo va a comprobar".

Y, para demostrárselo, abrió el pico, dejó caer la carne y empezó a soltar graznidos tan espantosso, que a todos los animales que los oyeron se les heló el corazón. La zorra se abalanzó sobre la carne y se la comió en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Gracias por el almuerzo, amigo mío! —le dijo el cuervo—. Ya veo que tu voz es potente como el trueno, pero tu inteligencia es más bien escasa.

No te fíes de quien te halaga en demasía porque sus palabras algún engaño encierran.


7. El águila y la zorra

Un águila y una zorra, que eran muy amigas, decidieron vivir juntas con la idea de que eso reforzaría su amistad. Entonces el águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos, mientras que la zorra, confiada, soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del mismo árbol.
Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, como no había cazado nada y estaba hambrienta, cayó sobre las zarzas, se llevó a las crías del zorro a su nido para comérselas con sus aguiluchos.
Regresó la zorra y, cuando vio lo que había pasado, se sintió más dolida por no poder vengarse que por saber que sus pequeños habían sido devorados por la que hasta entonces había sido su amiga.
¿Cómo podría ella, siendo un animal terrestre incapaz de volar, perseguir a uno que vuela tan alto? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a la que era ahora su enemiga declarada.
Pero no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su enemiga.

Nunca traiciones la amistad sincera, pues si lo hicieras, tarde o temprano del cielo llegará el castigo.

8. El águila y la flecha

Estaba acechando un águila en el pico de un peñasco la llegada de las liebres. Pero la vio un cazador que iba armado con un arco, le disparó una flecha que le atravesó el cuerpo. Cuando estaba agonizando el águila, como se fijó en que  flecha estaba construida con plumas de águila, exclamó:

—¡Qué tristeza terminar mis días por causa de mis  plumas!

Más profundo es nuestro dolor cuando nos vencen con nuestras propias armas.

9. El águila y los gallos

Dos gallos discutían por ver a quién de ellos preferían las gallinas; y al fin uno puso en fuga al otro.  Resignadamente se retiró el vencido detrás de unos matorrales y se ocultó allí. En cambio, el vencedor, orgulloso, se subió a una tapia y empezó a cacarear con todas sus fuerzas. Pero no tardó en divisarlo un águila que, volando, se lanzó hacia él y lo capturó con sus garras. A partir de entonces, el otro gallo se quedó con todo el gallinero.

A quien hace alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle quien se los arrebate.

10. Las zorras a la orilla del río Menandro

Se reunieron un día las zorras a orillas del río Meandro con el fin de calmar su sed; pero como las aguas bajaban muy turbulentas, aunque se animaban unas a otras, ninguna se atrevía a ser la primera en entrar. Entonces una de ellas, para humillar a las otras y burlarse de su cobardía, dándoselas de valiente, se echó al agua. Pero la fuerza de las aguas la arrastró dentro del río, y sus compañeras, siguiéndola desde la orilla, le gritaban:
—¡No nos dejes, hermana, vuelve y dinos cómo  podremos beber agua sin peligro!
Pero la imprudente, arrastrada por la corriente, y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó:
—¡Ahora llevo un encargo para Mileto; cuando vuelva os diré cómo hacerlo!

No presumas de valiente, que te puede costar caro.

11. La zorra a la que se le llenó el vientre

Una zorra hambrienta encontró en un hueco del tronco de una encina unos pedazos de carne y de pan que unos pastores habían dejado escondidos, se metió en la cavidad y se lo comió todo.
Pero tanto comió y tanto se le hinchó el vientre, que luego no podía salir. Empezó a gemir y a lamentarse del problema en que había caído.
Por casualidad pasó por allí otra zorra, y oyendo sus quejidos se le acercó y le preguntó qué le ocurría. Cuando se enteró de lo que le había pasado, le dijo:
—¡Hermana, quédate tranquila ahí hasta que vuelvas a ponerte como estabas al entrar, y así saldrás más fácilmente!

Con paciencia y con tiempo se resuelven muchas dificultades.

12. La zorra y la zarza

Una zorra que corría por unos cerros, resbaló y estuvo a punto de caerse. Para evitar la caída, se agarró a una zarza espinosa, pero como las espinas le lastimaron las patas, sintiendo mucho dolor, le dijo a la zarza:
—¡Buena las has hecho, acudí a ti para que me ayudaras y me has herido las patas!
A lo que respondió la zarza:
—Tú tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí; ya sabes que yo soy muy buena para enzarzar a la gente, pero contigo no he querido ser diferente.

Nunca pidas ayuda al que acostumbra a hacer el daño.


13. La zorra y el leñador

Una zorra que iba huyendo de unos cazadores se encontró con leñador y le suplicó que la escondiera. El hombre le aconsejó que se escondiera en su cabaña. Poco después llegaron los cazadores y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra. El leñador, con la voz, les dijo que no, pero con la mano, disimuladamente, les señalaba hacia la cabaña donde se había escondido la zorra. Los cazadores no se dieron cuenta del gesto de la mano y creyeron lo que el leñador les decía con sus palabras. La zorra, cuando vio que se marchaban, salió sin decir ni una palabra.
Como el leñador le echó en cara que no le diera las gracias por haberla salvado, respondió la zorra:
— Yo te daría las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo mismo.

No niegues con tus actos, lo que pregonas con tus palabras.

14. La zorra y la serpiente

Se encontraba una higuera a la orilla de un camino, y una zorra vio junto a ella una serpiente dormida.
Envidiando aquel cuerpo tan largo, y pensando en que podría igualarlo, se echó la zorra a tierra al lado de la serpiente e intentó estirarse cuanto pudo. Tanto esfuerzo hizo, hasta que al fin, por vanidosa, se reventó.

No imites a los más grandes, si aún no tienes las condiciones para hacerlo.

15. La zorra y el cocodrilo
Discutían un día la zorra y el cocodrilo sobre la nobleza de sus antepasados.
Por largo rato habló el cocodrilo acerca de la alcurnia de sus ancestros, y terminó por decir que sus padres habían llegado a ser los guardianes del gimnasio.
-No es necesario que me lo digas -replicó la zorra-; las cualidades de tu piel demuestran  muy bien que desde hace muchos años te dedicas a los ejercicios de gimnasia.

Recuerda siempre que lo que bien se ve, no se puede ocultar con la mentira.

 

16. La zorra y el leopardo

Un día una zorra y un leopardo discutían por su belleza. El leopardo, sobre todo, destacaba el color de su pelaje, y la zorra replicó diciendo: "¡Por delante de ti voy yo en belleza, pues soy más variada que tú no en pelaje sino en espíritu!".

La belleza de la inteligencia está por encima de la belleza corporal.

17. La zorra y el mono coronado rey
En una junta de animales, bailó tan bonito el mono, que ganándose la simpatía de los espectadores, fue elegido rey.
Celosa la zorra por no haber sido ella la elegida, vio un trozo de comida en un cepo y llevó allí al mono, diciéndole que había encontrado un tesoro digno  de reyes, pero que en lugar de tomarlo para llevárselo a él, lo había guardado para que fuera él personalmente quien lo cogiera, ya que era una prerrogativa real.
El mono se acercó sin más reflexion, y quedó prensado en el cepo.
Entonces la zorra, a quien el mono acusaba de tenderle aquella trampa, repuso:
-¡Eres muy tonto, mono, y todavía pretendes  reinar entre todos los animales!

Nunca te lances a una empresa, si antes no has reflexionado sobre sus posibles éxitos o peligros.

18. La zorra y el perro
Penetró una zorra en un rebaño de corderos, y arrimando a su pecho a un pequeño corderillo, fingió acariciarle.
Llegó un perro de los que cuidaban el rebaño y le preguntó:
-¿Qué estás haciendo ?
-Le acaricio y juego con él -contestó con cara de inocencia.
-¡Pues suéltalo enseguida, si no quieres conocer mis mejores caricias!

A quien no está peparado lo delatan sus actos.
Estudia y aprende con gusto y tendrás éxito en tu vida.


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