Yo era un puente I

per Institut Puig Castellar darrera modificació 2020-04-24T20:18:59+02:00
Homenaje a Kafka

El puente

 

Yo era rígido y frío, yo era un puente;

tendido sobre un precipio estaba yo.

Franz Kakfa

 

Yo era un puente… ¿Sabes por qué digo que era un puente? Porque en la Guerra de Vietnam yo era el único puente y los soldados se refugiaban debajo de mí.

Pero llegó un día en que los Estados Unidos de Norteamérica lanzaron una bomba, por eso ahora estoy destruido. Tengo una grieta que nadie puede ni podrá reparar. Y por eso dije que era, porque la gente de Vietnam se refugiaba bajo mis muros, pero creo que siempre me tendrán en su mente, porque era lo único que seguía en pie, y espero que no me olviden fácilmente después de tantos años que han pasado, pero yo todavía sigo allí, con la grieta, y me doy cuenta de que todos se han olvidado del viejo puente.

Marvin Erazo Astudillo

 

Lo que ahora os contaré es la odisea más grande de mi vida. Yo, Eusebio, a mis diez años, iba un día tranquilo por la calle cuando, de pronto, me encontré con un hombre de traje blanco que me dijo:

—La vida de muchas personas de este pueblo depende de ti.

—Oiga, ¿pero me puede decir quién es? ¿Por qué debería creerle?

—Bueno, allá tú si, poco a poco, el viejo puente se derrumba…

—¿Cómo? ¿Qué el viejo puente se va a derrumbar?

—Sí, ya hace más de cien años que se construyó y está viejo, ¿quieres ser la mayor parte de tu vida un puente o prefieres que centenares de personas mueran por tu cabezonería?

—Pero, ¿y mi vida? ¿Cuánto tiempo será eso? Mis padres, mis hermanos, todos… no me verán.

—Tú decides: ser un desaparecido y matar a tu pueblo o ser feliz en tu casa.

—Acepto, pero sólo por veinticinco años de mi valiosa vida. ¿Vale?

Y así fue como Eusebio siguió su vida de puente, pero la siguió.

Carlos Barcos Sánchez

 

Hola, me llamo Montserrat, pero mis amigos me llaman Montse. Quiero explicaros mi historia de cuando me sentí como un puente.

Todo empezó cuando mi madre se separó de mi padre y se juntó con otro hombre, mi padrastro. Él era muy bueno, lo que pasa es que tenía poderes mágicos. Él se quería casar con mi madre y mi madre con él, pero yo no quería porque tenía la esperanza de que mi madre volviera con mi padre, pero no fue así. Fue todo lo contrario.

Así que, en la boda, lo quise arruinar todo porque yo, como os he dicho al principio, no quería que se casaran. Pero no me salió bien. Mi madre me hizo abandonar la boda y entonces me sentí como un puente viejo, roto y pisoteado por las personas y los animales.

Recapacité y pensé que si mi madre era feliz, no le iba yo a arruinar el matrimonio. Al fin y al cabo ella tiene que rehacer su vida con otro hombre, igual que mi padre con otra mujer. Fui para casa y me recibieron con los brazos abiertos.

Moraleja: no hagáis nunca lo mismo que yo.

Cristina Lapiedra Gea

 

 

Yo era un puente italiano, muy pequeño y estrecho. Las personas tenían que pasar por mí de una en una. Sólo medía cuatro metros. Era el puente más seguro de la ciudad. En cuanto a mi nombre, me llamaban así porque me había construido un italiano.

A los tres meses de construirme el italiano, dos niños empezaron a jugar encima de mí con una pelota. Entonces me partí por la mitad. No sé cómo se salvaron los niños pero parecían esperarlo. Lo cierto es que ahora soy historia, o sea, escombros. Me están recogiendo para quemarme porque era un puente de madera.

Manuel Menacho Cárdenas

 

Yo era un puente malvado. Cuando vienen forasteros, los echo y no pueden pasar al pueblo de Villa Vacía. El pueblo se llamaba así porque sólo había tres personas y mi familia de puentes, claro. Se me acabó el turno y vino mi hermano puente. Vi que pasaba un coche y le quise pegar, pero se me escapó. Resulta que ese coche iba a mi casa. Fui y, al ver a una chica que resulta que era amiga de mis padres, me enamoré de ella.

Era rubia, de ojos azules, alta, ni delgada ni gorda. Mi corazón latía a cien por hora, era la chica de mis sueños, aunque supongo que por ser yo un puente, ella no querría salir conmigo. No le dije nada, pero ella sí que me dijo algo. Me dijo que era muy guapo y que cualquier puente chica caería rendido a mis pies. Fuimos a dar un paseo, y yo se le dije. Ella sabía, me dijo, que como no podíamos ser novios, seríamos amigos. Me daría su dirección y nos comunicaríamos por carta.

Yo me morí a los ochenta años. Me convertí en chico y ella se convirtió en puente. Seguimos siendo amigos, aunque ella sea un puente y yo un chico.

Diego Lucía Lladós

 

Érase un hombre llamado Henry. Vivía en Los Ángeles, era profesor de Literatura. Sus clases eran divertidas. Siempre que Henry soñaba despierto era muy fantasioso, se imaginaba cosas y en las clases se las contaba a todos los niños, y a ellos les gustaba. Al profesor lo llamaban el fantasioso.

Una noche, Henry estaba soñando que era un puente. Lo estaba pasando muy mal, creo que era su peor pesadilla. Al día siguiente, se fue a su clase. Los alumnos le dijeron al profesor si iba a contar lo que esa noche había soñado. Él les contestó que no les contaría nada de lo que esa noche había soñado,  pero sus pequeños alumnos insistieron tanto, que les contó lo sucedido, porque al fin y al cabo a él le encantaba contar sus sueños, porque, como ya he dicho, era muy fantasioso.

Empezó a contar su pequeño relato, pero sus pequeños alumnos estaban muy asustados de la impresión de aquel relato tan fantástico.

Cuando Henry acabó de contar su historia, les reveló que había sido su peor sueño. Todos se rieron  y entre ellos comentaban lo que su profesor les había contado. Les hacía mucha gracia todo su relato, pero, sobre todo, el hecho de que en el sueño él se hubiese convertido en un puente.

Sandra Romero Morey

 

Yo era un puente muy viejo y como era viejo, tenía muchos baches. Y todos los que pasaban por encima de mí se quejaban de que me tendrían que arreglar porque tenía muchos baches.

Pero, bueno, yo me aguantaba, porque como sabía que hacía bien a las personas, me daba igual que se quejaran o no. Cuando algún loco venía y hacía algo, me daba igual, porque sabía que estaba haciendo que las personas pudieran cruzar el puente. Pero como se quejaban tanto, decidieron arreglarme. Dije: “Menos mal, así dejarán de quejarse y de hacerme daño cuando pasan.” Porque cuando pasaban, con los baches que tenía, me hacían daño. Cuando vi que me iban a arreglar, me puse muy contento.

Cuando me arreglaron, estaba fresco el cemento que me habían puesto, y una listilla quería pasar. Pero yo la vi y me puse muy furioso. No la dejé pasar. Era la primera vez que me ponía furioso, pero me fue bien hacer eso para que no pudiera pasar. Al final, cuando pasaban, no se enfadaban, y yo, con eso, también me puse muy feliz. Desde ese día estaba muy contento, porque nadie se quejaba de mí.

Estefanía Martínez Núñez

 

Hace tiempo, iba yo por el bosque. Iba a buscar setas. Me adentré en un bosque negro pero tupido y verde a la vez. Se veía en un bosque triste, pero había muchas setas. Fui por un camino marcado por flechas rojas. Lo seguí hasta llegar a algo muy extraño.

Había un río de agua oscura, cubierto de hojas, con un puente viejo y podrido. Parecía estar desierto. No se escuchaba ningún ruido, ni siquiera llegaba la luz del sol allí. El río era muy grande, pero ese río no figuraba en ningún mapa. Subí al puente y, de repente, se partió y me caí al agua. Me cayó encima una inmensa piedra y me ahogué.

Al cabo de los años, desperté. Me intenté mover, pero no pude, ¡yo era el puente! ¡Qué horror! Me puse a llorar y, entonces, abrí los ojos. El bosque ya no estaba, había casas a mi alrededor. De pronto, pasó gente por encima de mí, yo les saludé, y ellos salieron corriendo. Nadie me quería en el pueblo, excepto una niña que se hizo mi amiga.

Cada mañana venía y corría por encima de mí. Un día, la niña estaba en la orilla, vino una corriente muy fuerte del río y se la llevó. Yo no podía hacer nada, no me podía mover, deseé ser otra vez un hombre. Vi una luz de colores y un túnel. Aparecí en el agua y salvé a la niña. Mi vida como puente acabó, pero fui muy feliz para siempre.

Xavier Parro Ventura

 

Había una vez un pequeño niño de tan sólo 11 años. Un día se encontró una pequeña botella de unos colores brillantes que le parecieron bonitos y la cogió.

Al otro día, al niño se le cayó de las manos y de ella salió un pequeño hombrecillo llamado Caza. El niño le preguntó que cómo podía ser que hubiera salido de la botella. El mago le dijo que había venido para hacer realidad su sueño de hacerse famoso y ser un fantástico cantante de rock americano.

El niño le pidió que en vez de convertirlo en famoso lo convirtiera en rico o en millonario, que él quería ser el amo del mundo y que nadie se lo impediría.

El genio, al ver su reacción, decidió que el pequeño no se merecía ese deseo, así que le dijo: “No, no voy a convertirte en nada de lo que dices, sino que te convertiré en algo que ni te imaginas.”

“¿En qué?”, dijo él con cara de curiosidad. “Te convertiré en un pequeño y precioso puente”.

El niño se miró de arriba abajo y vio que estaba convertido en un puente, pero aquel puente no era tan bonito como él pensaba. “Ahora me voy, adiós”, dijo el mago. “¡No…!” El niño se puso a llorar y, de repente, se encontró en su cama y pronunció estas palabras: “Yo era un puente…”

Yeraldina Paulino Decena

 

Érase un día muy bonito en que yo disfrutaba de la juventud. Tenía trece años, me encontré con una botella mágica que ponía: “Botella mágica, no tocar”. Yo sentía curiosidad pero tampoco me había ilusionado porque, a lo mejor, era una broma de alguien. Cuando abrí la botella, dije:

—¡Ostras!, ¿quién eres tú?

—Soy el señor de la botella. ¿Y tú? ¿cómo te llamas?

—Yo me llamo, me llamo… Lucy. ¿Qué quieres de mí?

—Ahora que has abierto la botella, tendré que transformarte en un puente.

—¿Qué? ¡No!, eso sí que no. Yo quiero estar con mis amigos, ¡no quiero ser un puente! ¡Y jamás lo seré!

—Lo siento, pero lo tendré que hacer. Tendrás que ser un puente durante dos años.

—¿Y qué pasará con mi familia?, pregunté.

—Para ellos sólo pasarán dos minutos.

—Pero yo te he convertido en puente porque eres muy fisgona, siempre andas curioseando por ahí y metiéndote en los asuntos de los demás.

—Vale, lo seré.

Y así fue cómo me convertí en puente y aprendí la lección.

Lucía Rebelese Rodríguez

 

Una vez, un chico que tenía 17 años y se llamaba José, hizo un hechizo, pero le salió mal y se convirtió en puente. Como vivía en un pueblo, tuvo que irse para que las demás personas no se burlaran de él. Se fue a vivir muy lejos, hasta que se perdió, y tuvo que quedarse quieto para que pudieran cruzar los coches y las personas. Seguía parado hasta que dijo: “Voy a vivir aquí donde estoy parado”. La gente se lo quedaba viendo y él tenía vergüenza, hasta que se acostumbró a ser un puente y vivió feliz.

Karla Fernández Quesada

 

Ahora os explicaré una cosa, no sé si os la imaginaréis, pero os explicaré una pequeña historia.

Érase una vez un puente que tenía muchos baches. Los vehículos y las personas que pasaban por aquel puente se quejaban al Ayuntamiento porque no podían pasar con tantos baches como tenía aquel puente.

Un día, el pobre puente recibió una carta. Lo que ponía era lo siguiente:

 

“Querido señor puente: Nos complace informarle de que muy pronto lo arreglarán y, además de todo este asunto complicado, intentaremos no hacerle mucho daño.

Empezaremos a reconstruirlo mañana.”

El Ayuntamiento

 

Total, que empezaron a reconstruirlo después de lo previsto.

El pobre puente murmuraba: “Yo era un viejo puente con muchos baches, que me arreglaron cuando era muy viejo. Toda la gente me ofendía, me ofendía, porque yo muchos baches tenía.”

Los trabajadores se quedaron perplejos cuando oyeron que el señor Puente podía hablar de verdad. No se lo creían.

Melanie Ims García

 

¡Estoy cansado! No puedo dormir nunca. A la que pego ojo, pasa otro de esos pesados coches por encima de mí. Pero todo esto lo puedo soportar gracias a una preciosa tienda de caramelos que hay al lado, aunque duraré poco, porque me van a destruir y a hacer en mi lugar un puente nuevo.

[Poco rato después se escuchó algo: “Venga, cuanto más rápido lo derribemos, antes nos pagarán.”]

Y me derribaron. Acabé hecho pedazos. Mis escombros los dejaron en cajas. Y la dependienta de la tienda, las fue cogiendo y las fue dejando en el almacén.

Toni Rosa Perales

 

Tengo dos años y ya se han intentado suicidar 250 personas desde mi espalda. Ah, se me olvidaba, soy un puente y pasan muchas cosas sobre mi espalda. Volviendo al tema de antes, lo que menos me gusta es tener que estar toda la noche y todo el día pendiente, a ver si alguien se intenta matar. Yo intento salvarlos.

Todo era de color de rosa, hasta que, un día, me quedé dormido y una persona se tiró desde mi espalda y se mató. La gente empezó a odiarme y yo estaba muy triste.

La gente pasaba por encima de mí con camiones de mucho peso; otra gente me escupía, pero, un día, me suicidaré yo.

Víctor Manuel Sánchez Luque

 

Había una vez, en un lejano país, un puente que se llamaba Bridge. El puente era el más moderno del mundo, incluso tenía sentimientos. Fue construido para unir dos continentes y sólo se podía llegar de uno a otro por el puente, ni por aire ni por agua.

Se creó para que los habitantes de los dos continentes pudieran entablar amistades, fomentar el comercio… Los dos continentes tenían buenas relaciones pero, al cabo de unos siglos, estalló una guerra entre los dos continentes a causa de un robo de oro.

La guerra era larga y duradera, pero, después de unos años, acabó. Aunque no tardó mucho en volver a estallar otra guerra, que iba a ser más larga y sangrienta que la primera.

Los dos países combatieron. El Bridge estaba repleto de tanques.

Un día, un hombre tuvo la idea de destruir el puente y así acabar con la guerra. Misiles, bombas, grandas, minas… Intentaron destruirlo de todas las maneras, pero no podían. Sólo se podía destruir si él quería, pero él decía que no quería ser destruido.

Pasaron los años y el puente veía cómo moría gente y más gente. En parte por su culpa. Después de hacerse más sabio, decidió autodestruirse, y así lo hizo.

Y así es como acabaron las guerras entre los dos continentes.

Carlos Albarrilla Alonso

 

Yo era un puente hace muchos años, pero ya no lo soy porque un niño me destruyó. Os explicaré la historia de lo que me ocurrió con el niño.

Era una tarde muy tranquila y calurosa de verano, la recuerdo muy bien, y yo estaba descansando un ratito porque aquella mañana había pasado mucha gente encima de mí. Por la tarde, los primeros en pasar fueron una mujer con un niño, un señor y, después, una señora con su perro.

Pensaréis que hasta aquí, todo normal, ¿no? Pues sí, pero ahora pasó lo que tenía que pasar. Yo estaba tan tranquilo cuando, de pronto, me pasó un niño por encima. Empezó a saltar y a saltar, a darme golpetazos con una pelota y a molestarme mucho. Pensé que sólo sería por un rato, pero no, iban pasando los minutos y no se marchaba, incluso comió, bebió y durmió sobre mí. ¡Esto era ya inaguantable! Tenía que hacer algo, pero ¿qué?

Al levantarse a la mañana siguiente, el niño empezó a escarbar y, poco a poco, fueron cayendo algunos de mis ladrillos. Yo, muy asustado y, a la vez, enfadado, iba viendo cómo se me caían de uno en uno. El niño sobrevivió porque se fue corriendo antes de que yo me cayera del todo.

En el lugar donde yo estaba construyeron otro puente más grande y más nuevo. Ahora ocupo otro lugar, soy parte de la pared de una bonita y lujosa casa.

Anabel Ortega Miguel

 

Yo era un puente en mi otra vida. Era un puente de la capital de Francia, de París, en mi vida pasada. Yo era uno de los grandes puentes de París cuando los mosqueteros del rey pasaban por el puente. Vi cómo la guerra con Inglaterra se acercaba cada vez más. Uno y otro de los mosqueteros fueron cayendo. Hasta que uno huyó de la capital. Encontraron que Italia estaba bajo mando de los franceses. Con una cuidadosa técnica los ingleses perdieron la guerra y la paz volvió a París.

Acheraf El Kabir

 

Yo era un puente olvidado y roto, pobre y solitario. Cuando los coches pasan por encima me hacen mucho daño en la cabeza. Ya pronto me voy a caer si no me arreglan.

Al cabo de dos meses  me reformaron y ya no me pasan coches por encima; sólo pasa alguna gente, y muy limpia… Y, de repente, me desperté en el autobús en el que íbamos de excursión.

Adrián Pérez López

 

En una ciudad de Argentina llamada Tandil había un puente que tenían que demoler para construir en su lugar un edificio.

El señor Obdulio se oponía, ya que era el primer y único puente de la ciudad. Obdulio decidió reunir a un grupo de personas para defender el puente, y así lo hicieron. El día de la demolición se presentaron más de 50 personas en el lugar. Todos ellos se encadenaron al puente. El encargado de destruirlo le dijo al señor Obdulio que no se iba con su gente tendría que llamar a la policía.

Luego de varios minutos de discusión, llegaron a un acuerdo con la compañía que iba a construir el edificio. El señor Salvador, que poseía un terreno en las sierras, en un lugar muy atractivo y cercano a un paisaje turístico muy importante, cedió ese terreno a la compañía para que no se demoliera el puente.

Finalmente, como la compañía aceptó encantada, todos tuvieron lo que querían.

Gastón Ruppel

 

En una ciudad de Francia que se llama Estrasburgo había un puente del siglo XVII. Todos los días, el puente, que se llamaba Giuly, saludaba a los campesinos y ellos a él por estar allí y ayudarles a llegar pronto al trabajo. Giuly era largo, con unos ojos de lince y una boca que siempre estaba sonriendo. Su cuerpo estaba hecho de piedra gruesa y era muy resistente.

Un día, por la noche, se puso a llover con mucha fuerza. Al día siguiente hacía un día espléndido. Aquel día, Giuly se sintió extraño porque por dentro sentía que había alguien y por fuera estaba medio destrozado.

Los habitantes de la ciudad decidieron construir otro puente. Cuando lo hicieron, los campesinos y los trabajadores que iban al campo pasaban por el nuevo puente. Mientras tanto, Giuly estaba descubriendo lo que tenía dentro. Cuando estaba mirando el sol, escuchó una voz y la reconoció. Era la voz de su padre, su espíritu se había metido dentro del hijo.

Un día, en invierno, hacía muy mal tiempo y se puso a llover y a granizar. Giuly y el espíritu resistieron hasta que acabó el mal tiempo. Mientras tanto, el otro puente se destrozó entero por no estar bien construido. Cuando acabó la tormenta invernal, todos los habitantes salieron de sus casas y vieron a Giuly allí. El puente nuevo había desaparecido y había sido destrozado, así que los habitantes decidieron reconstruirlo por entero. Giuly se sintió estupefacto por la alegría que sintieron los habitantes ante su hermoso puente.

Ibrán Flores Molina

 

Yo era un puente de oro y nadie, casi nadie, venía a visitarme porque costaba mucho dinero pasar por encima de mí y venían algunos ladrones a romperme para vender mis trozos a alguien. Tampoco tenía amigos porque todos tenían envidia y no me soportaban. Al final, expliqué mi problema a dos de los visitantes, que eran un matrimonio, se llamaban José María y María José.

Los dos rompieron un pequeño trozo del puente y se lo dieron a una persona que convirtiera el puente de oro en otro de piedra. Al final, salieron ganando todos. El puente era feliz porque tenía amigos y el matrimonio era rico por los trozos de oro del puente.

Simon Topchyan

 

Érase una vez un chico llamado Juan que vivía en un pueblo llamado Milagro, y en ese pueblo decía la gente que, en un castillo, vivía una mujer muy mala. A esa mujer no le gustaba que nadie entrara en el castillo. Hizo un hechizo para que el que intentara entrar se convirtiera para siempre en un puente.

El chico llamado Juan fue para allá y no hizo caso de lo que la gente había dicho. Caminó y caminó hasta que encontró el castillo. Entró y sintió algo en su cuerpo. Cuando fue a mirar, vio que era un puente, y a él le gusto. Y dijo: “No quiero convertirme nunca en humano”.

La gente dijo que eso no podía ser porque el hechizo duraba dos años. Pero cuando faltaba un solo día, el chico volvió a su normalidad y dijo que él se había sentido a gusto cuando era puente.

Suleyma Mª Olives Correa

[Aquests textos van estar publicats al núm. 18 de la revista Sota el cel del Puig.]