Santa Coloma de ayer a hoy

per elpuig — darrera modificació 2020-04-24T19:18:55+01:00
Una mirada a la Santa Coloma dels anys 50 i 60 del segle XX

Santa Coloma de ayer a hoy

Agustina Rico,

professora de Català

 

La Santa Coloma de mi infancia era muy distinta de la de ahora: er aun pueblo que se desbordaba por los cuatro costados por la llegada de miles y miles de inmigrantes de distintos lugares de España. Pero todavía quedaban muchos vestigios de la vida rural: masías, torres, huertos, campos de cultivo, gallineros... y oficios e industrias que han ido desapareciendo de aquí y de todas partes: herreros, lavanderas, planchadoras, pastores, bóbilas, granjas, vaquerías...

Para hablar de aquellos años tengo que hacerlo en castellano, que es mi lengua materna, la de mis padres y mis abuelos, que son de Salamanca. Ahora que se habla tanto de interculturalidad, de convivencia de lenguas, culturas y pueblos, es bueno recordar que esto ya ha existido antes, aunque a escala más pequeña y sin unas diferencias tan grandes como las que se viven ahora. La mayoría de lo que ahora llamaríamos "nouvinguts" eran andaluces y extremeños. Los castellanos como mi familia eran una minoría tan escasa que se conocían todos los de la zona y se sentían paisanos los de Zamora con los de Soria y los de León con los de Cuenca.

El catalán era la lengua de los escasos pobladores antiguos del Fondo, mi barrio, y el de la mayoría de mis compañeras de colegio de monjas en que hice el bachillerato elemental de los diez a los trece años. Un catalán algo sureño y aspirado, con bastantes ches por medio, hablaban mis padrinos, murcianos de Lorca, venidos antes de la Guerra civil. Una de las escasas familias catalanas que había era la de mis vecinos, que eran de Solsona, porque también hubo una emigración interna en Cataluña, de las zonas pobres (de algunas comarcas de Lleida y Tarragona). Mis vecinos llegaron con tres niños muy pequeños que no sabían una palabra de castellano. Con el tiempo, esos chicos se casarían respectivamente con una holandesa, una sevillana y una leridana del pueblo de sus padres, una mezcla familiar tan sólo un poco más exótica que otras.

De mi infancia recuerdo, entre muchas otras cosas, las largas caminatas para todo, sobre todo las diarias a la escuela. Todo el mundo andaba mucho. No había más remedio. Para los mayores debía de ser penoso pero yo lo recuerdo como algo normal y divertido, hasta en pleno invierno y tal como vestíamos entonces: los chicos con pantalón sobre la rodilla y las chicas con faldas. Mi barrio quedaba lejos del centro de Santa coloma y decíamos que íbamos o que bajábamos a Santa Coloma. Los autobuses no venían tan lejos y el metro tardaría muchos años en llegar. Cuando se inauguró este instituto, en 1969, tuvimos por primera vez un centro donde se podía estudiar el bachillerato completo y el preuniversitario, de manera que chicos y chicas entre los 10 y los 17 años veníamos andando hasta los campos de Can Zam desde todos los puntos de la población. Algunos alumnos venían incluso desde el otro lado del río y de los barrios de Badalona que habían quedado pegados al municipio colomense.

Santa coloma siguió creciendo sin parar hasta los años setenta, en que sobrepasó los cineto cincuenta mil habitantes. A principios de siglo no llegaba a veinte mil. Iba perdiendo su perfil rural a pasos agigantados y los que aún disfrutamos las calles sin coches y una cierta vida de pueblo nos hacíamos mayores. Aquello era decididamente un suburbio donde faltaba de todo y donde se conseguía algo a base de luchar. Si era duro vivir en algunas zonas, también debió ser duro para los colomenses de siempre ver el pueblo de sus padres y sus abuelos, con sus montañas, su río y las extensas tierras de cultivo y arbolado, convertido en una ciudad dormitorio.

El barrio donce crecí y donde han vivido mis padres durante cuarenta años ha seguido cambiando. Ahora está muy bien comunicado, se ha modernizado y está lleno de tiendas. Esta transformación es la que ha vivido toda Santa Coloma. Las rondas, el parque de Europa, la canalización del río, por citar las obras más espectaculares, han mejorado la vida de los colomenses. Por contraste, las zonas más feas y degradadas, aún lo son más. Como casi toda mi generación, me marché del Fondo ya hace años. Cuando voy todavía encuentro a viejos conocidos, pero cada vez a menos. Mi antiguo barrio, como otros, se está repoblando de nuevos inmigrantes, ahora de más lejos y más distintos. Para los niños que crecen por allí, mi antiguo barrio, mi  pueblo, serán los escenarios de su infancia. Como hace años lo fueron de la mía.

 

[Aquest article de la professora Agustina Rico va sortir al núm. 9 de la revista Sota el cel del Puig, maig 2002.]