73 profes y un destino
73 profes y un destino
Llegué al IB Puig Castellar por primera vez en octubre de 1979. Yo era entonces un aprendiz, más o menos como ahora, pero creo que más joven. No podía saber que había llegado a mi destino. Creía entonces tener vocación de canto rodado. Quería recibir la lluvia y el polvo de muchos caminos. ¿Santa Coloma? Nunca antes había estado en Santa Coloma. Presentía que era un suburbio previsible que crecía al otro lado del río... o de lo que fuera. Llegué en taxi al instituto porque no hubiera sabido llegar de otro modo. No tenía dinero para pagar al taxista y tuvo que prestármelo Amparo, la secretaria de aquellos años.
Muy pronto conocí al director. Se extrañó de que yo lo tratara de usted. Me invitó al acto del día. Un claustro. Fueron llegando todos --más hombres que mujeres--, algunos con libros de Marx, Nietzsche y Freud bajo el brazo. Me impresionó tanta progresía. Eran setenta y tres profes con ánimo de comerse a algún director, preferentemente vivo y capaz de recitar poemas de Lao Tsé para amansar a las fieras. Aquellos profes habían venido de los lugares más remotos. Los había de ciudades tan imaginarias como Orense, Palencia, Zamora, León, Segovia, Oviedo, Valladolid, Donosti, Lleida, Castellón, Ciudad Real, Logroño, Las Palmas, Valencia, Teruel, La Coruña, Girona y qué sé yo de cuántos lugares más. Años después muchos de aquellos profesores se dispersarían por la geografía peninsular y parte de la insular. Otros se quedaron. Algunos se fueron y volvieron. Fue mi caso. Alguien me llamó. Fue la voz de alguien que todavía no había nacido, pero que tenía que nacer. (Pajarito que cantas en la laguna.) Vine por segunda vez. El mundo sigue siendo ancho y polvoriento. No sé si soy un canto rodado que se ha quedado engastado aquí.
En una acacia del patio anidó una pareja de cotorras verdes. La primavera volvió y nos trajo vilanos, pelusa sucia de los chopos. El río seguía muy cerca, muy calladito. La muerte vino y se nos llevó a Mónica, una alumna de 2º de BUP. (Pajarito que cantas en la laguna, no despiertes al niño que está en la cuna.) El Instituto cumplió veinte años. (Celebro lo esencial, celebro tu presencia.) Varela, Luisa y Segarra --maestros de tantos saberes-- se jubilaron y les hicimos sendas fiestas. Los profes, los de entonces, ya no éramos los mismos. En los últimos tiempos habían ido llegando nuevos compañeros desde lugares prodigiosos como México, Argentina, Chile, Zaragoza, Huesca, Gran Bretaña, Salamanca, Granada, Mallorca, Menorca... Íbamos en primavera a Sant Jeroni y veíamos crecer la retama amarilla. Ya no había claustros. O sí, los había. Muy de tarde en tarde. Luego volvió el otoño y se llevó las hojas de los chopos y algunas ilusiones gastadas. Empezó otro curso.
Al primer claustro de septiembre fueron acudiendo los profes --más mujeres que hombres--, algunos con los libros del reciclaje de catalán, otros con el diseño curricular y otros con los créditos para el acceso. Me sorprendió tanto profesionalismo. Éramos muchas voces y otros tantos rostros. A ratos nos queríamos. Los alumnos crecían y cambiaban. A menudo les cogíamos cariño. Y ellos, a veces, también a nosotros. De cuando en cuando nos encontrábamos en el metro a alguno de los que habíamos tenido en clase. La sonrisa se había vuelto más firme, pero menos ancha; la mirada más oscura, pero menos díscola.
Han pasado los años. No sé si el instituto envejece. Pronto cumpliremos veinticinco cursos. (Celebro lo esencial, celebro tu presencia.) La muerte volvió y se nos llevó a Varela y a Segarra. (Pajarito que cantas en la laguna, no despiertes al niño que está en la cuna.) Otros seguimos de aprendices en este ruidoso rincón del mundo. No sé qué es el Puig, si un instituto, un anti-instituto o algo menos que un club. Sé que me gusta estar aquí. A este lado del río y de la tristeza.
Paco Gallardo (profesor)
Santa Coloma, mayo de 1994.