Padres e hijos

per Institut Puig Castellar darrera modificació 2020-04-24T19:22:37+01:00
Text d'assaig sobre les relacions entre pares i fills

Padres e hijos

 




Nadie es dueño de nuestra vida, ni siquiera los padres. Mucha gente cree que tiene derecho a controlar a los hijos hasta que se independizan por el simple hecho de vivir en la misma casa y por ser de la familia. La vida no es así, pero muchos se sienten con el poder de meterse en tu vida como si ellos te conocieran mejor que tú a ti mismo. Hasta cierta edad es normal que te dirijan, ya que no tienes capacidad para decidir por ti mismo. Pero a partir de cierta edad somos perfectamente capaces de tomar nuestras propias decisiones y nuestros según la vida que queremos tener. Cada uno alcanza esa indepedencia mental a una edad distinta, según su educación, su ambiente habitual, su bienestar y sus metas.

 

Si estás a gusto con tu vida (en general, ya que siempre hay algún que otro inconveniente) puedes perfectamente decidir por ti mismo, pero no molestarte el hecho de que otras personas aún te dirijan en parte y seguir atado a ellas. Pero cuando el ambiente es incómodo, frío, violento y agobiante, que sigan queriendo dirigir nuestra vida se hace insoportable y hasta desesperanzador. Te bloquea el hecho de no tener la libertad que tiene la mayor parte de la gente de tu edad. “La vida es muy larga”, te dicen siempre. Pues opino que ni la vida es larga ni que nadie tiene derecho a obligarte a hacer algo. En todo caso, puede opinar sobre una acción, pensamiento, etc., pero ahí se acaba todo. Tu vida es tuya, y si te la complicas y empiezas a ir por mal camino es tu problema, y si quieres rectificar lo haces y, si no, pues allá tú.

 

Sí, sé que todos los adolescentes se quejan de lo mismo en un momento u otro de sus vidas, y que los padres y, en general, los adultos piensan y creen terminantemente que son niñerías, que exageramos, que no sabemos apreciar lo que tenemos… pero ellos también han sido adolescentes, y no creo que todo les pareciera de color de rosa. Es posible que al ser de otra época, mucha gente fuese más o bastante más conformista (aunque de todos modos, tampoco sus padres tuvieran el derecho de decirles qué hacer con sus vidas). Si es cierto que cuanto mayor se hace una persona, más madura suele ser, esa madurez debería servir para irse adaptando a los cambios, aceptar y darse cuenta de que no pueden adueñarse de otras vidas, ni siquiera de la de sus propios hijos. Seguramente son conscientes de ello, y creo que si son tan intolerantes, las más de las veces es porque les da rabia saberlo todo (pues pensarán que sus esfuerzos por criarnos no han valido la pena o que no lo sabemos apreciar, o quizá también porque se sienten fracasados y eso les frustra como lo que más) y no lo quieren aceptar.

 

Mucha gente verá esta forma de pensar egoísta y mezquina, pero no lo es, pues tampoco es fácil empezar a crear y formar tu vida independientemente. Además, tampoco los hijos dejamos de obedecer de golpe a los padres (normalmente); les damos tiempo a que se vayan habituando y acostumbrando a nuestra libertad respecto a ellos, cada vez mayor, pero no siempre se dan cuenta ni consiguen habituarse a ella y, entonces, aparecen las disputas y el malestar. A nadie le gusta estar así, pero muchas veces es inevitable. Si eres suficientemente maduro, ¿qué más da que tengas 15, 16, 17 o 18 años? ¿Que no salgas de noche a los 16 va impedir que te pase algo malo a diferencia de si tuvieras 18 años? ¿Y a los 18 podrás salir tranquilamente porque es seguro de que no habrá ningún problema? Si escuchas música extrema a los 15 años, ¿vas a acabar siendo una yanqui, una alcohólica o una asesina y si la escuchas a los 18 no? Si lo vas a ser de todos modos, si ya tienes esa predisposición, no va a cambiar nada que te prohíban escuchar música radical, violenta o estridente. Es que realmente, me parece una tontería tan inmensamente estúpida e ilógica, que me parece mentira que lo piensen así, y que crean que es efectivo. Si los padres son cerrados de mente o extremadamente conservadores e intentamos hablar con ellos, o no nos escuchan o nos dicen que somos caprichosos, mimados, egoístas, interesados, desagradecidos… y que nos dan la mano y nos tomamos el brazo. Muchas veces ni siquiera nos toman en serio, no entienden ni digieren que no queramos ser como ellos o que no estemos a gusto con la vida que nos obligan a llevar. Esperan que nos acabemos dando cuenta de nuestro error. Pues creo que es al revés. Piensan que acabaremos pensando como ellos y que les daremos la razón, creen que así nos ayudan y que es lo mejor para nosotros. Sí, muchas veces tendrán razón y nos será de mucha ayuda y  provecho, pero no si no es lo que queremos para nosotros. Cuando es éste el caso, se crea mal ambiente y empeora la situación. Se crea un mal rollo que cuesta arreglar. Quizás todas estas prohibiciones separadas parezcan memeces, pero cuando se van juntando forman un estado de opresión se hace insufrible. Te ahogas en tanta censura y rectitud. Los padres nos piden respeto y sinceridad. ¿Qué respeto quieren cuando limitan de esta manera nuestra vida y no ceden en nada? ¿Qué sinceridad esperan si cuando les contamos algo personal e íntimo que no coincide con sus expectativas se alteran como si hubiésemos cometido el peor de los pecados y nos reprimen aún más? Quieren sumisión por nuestra parte. ¿Sumisión? Eso es prehistórico. No somos esclavos. Cierto que debemos ayudarles en las tareas y en hacer el ambiente más agradable, pero a cambio de que ellos temabién se esfuercen. ¿Qué pasa? ¿Un pensamiento en absoluto altruista? Así es la vida, al menos en las relaciones padre-hijo. ¿Pero acaso eso es malo? Si todos colaboramos, todos nos beneficiamos aunque no sea materialmente, eso es lo de menos. Estamos hablando de valores inmateriales.

No obstante, que les contradigamos no significa que no lo apreciemos ni que queramos amargarles la vida y a nosotros nos sabe mal tener que hacerlo. No nos gusta discutir, ni que se entristezcan. Lo pasamos mal cuando vemos así a nuestros padres, pues somos totalmente conscientes de que ellos también tienen sentimientos y problemas laborales y personales, pero así son las cosas, por mucho que nos duela.

Ahora bien, con todo esto no quiero dar a entender que los padres que se comportan así sean malas personas ni que quieran perjudicarnos. Lo que pasa, el problema principal, es que tienen una mentalidad muy cerrada y no se esfuerzan en adaptarse a estos tiempos ni quieren hacerlo. Y no aceptan que sus hijos piensen de manera diferente. Estoy convencida de que nos aprecian pero de forma distinta: nos protegen exageradamente. Es como si nos vieran indefensos ante el mundo exterior. Seguro que sus intenciones son buenas, pero si ven que dan resultados negativos deberían modifarlas (y, claro está, nosotros, los hijos, también). Pero supongo que lo normal entre padres e hijos, aunque decir esto no resuelve los conflictos, y seguramente seguirá siendo así. Pero al menos podemos quejarnos, ¿no? Así es la naturaleza humana.

Laura Torán (1r de batxillerat)

 

 

[Aquest article va estar publicat al número 28 de la revista Sota el cel del Puig, maig de 2008.]

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