Entrevista a Rafael Poch-de-Feliu sobre La quinta Alemania

per Salvador López Arnal darrera modificació 2020-03-25T15:24:19+01:00


Salvador López Arnal
Revista PAPELES, Número 121

Rafael Poch-de-Feliu cuenta entre sus publicaciones Tres preguntas
sobre Rusia: estado de mercado, Eurasia y fin del mundo bipolar
(Icaria, 2000), La gran transición. Rusia, 1985-2002 (Crítica, 2003,
con prólogo de Roi Medvedev) y La actualidad de China. Un mundo en
crisis, una sociedad en gestación (Crítica, 2009). Su último libro es
La quinta Alemania, publicado por Icaria (Barcelona, 2013), y que
cuenta con las aportaciones de Àngel Ferrero (capítulos II y III:
«Hacia una construcción neoimperialista», «¿Qué fue de la izquierda?»)
y Carmela Negrete (Capítulo IV: «Pobres con trabajo. Experiencias en
la precariedad»). En esta entrevista Poch-de-Feliu habla sobre su
nuevo libro.


***

Salvador López Arnal: Empiezo felicitándole: ¡mejor imposible!, ¡qué
gran libro! ¿Por qué “la quinta Alemania”? ¿De dónde el ordinal?

Rafael Poch-de-Feliu: El libro solo pretende situar provisionalmente
el papel de Alemania en esta crisis, cómo se ha llegado hasta la
actual situación. Es una mirada apresurada y necesariamente poco
profunda de algo que está ocurriendo ahora y que se está moviendo. El
título intenta transmitir el hecho de que estamos ante una nueva
Alemania, distinta de aquella doble de la guerra fría que no causaba
problemas en parte porque estaba dividida y no tenía plena soberanía.
Esta Alemania nueva nació con la reunificación de 1990 y parecía que
no cambiaba nada. Ha tenido que llegar la crisis para comprender que
sí que ha cambiado, y mucho, su papel en Europa. Es un país que, por
su historia, suscita recelos. No digo que la tópica y vulgar
comparación con Hitler esté justificada, pero cada país tiene su
historia, y Alemania tiene la suya. Siempre que ha intentado dirigir
Europa lo ha hecho de forma brutal y la ha conducido a un desastre.
Así que la prevención está más que justificada desde el punto de vista
histórico. Confundir eso con “germanofobia” es como calificar de
“antisemitismo” la condena de la ocupación Israelí de Palestina. Lo de
quinta, es un recurso periodístico, históricamente bastante
discutible. La historia es como una larga salchicha y el periodista la
corta un poco a lo bestia, poniendo a la República de Weimar como
apéndice del segundo imperio, por ejemplo. Es un recurso explicativo
mucho más apropiado y razonable que hablar del “Cuarto Reich”, por
ejemplo. No más que eso.

- Alemania, hablo del subtítulo del libro, es un modelo para el
fracaso europeo. No se suele hablar en esos términos sino en sentido
contrario. ¿Por qué fracaso?

- Porque el fundamento de la política europea de Alemania es exportar
una involución socio-laboral que para lo único que sirve es para
incrementar la desigualdad, social y entre países, en Europa. Eso
conduce directo a un fracaso europeo porque nadie quiere formar parte
de un club organizado sobre tales premisas. Europa y el euro se
crearon, para mejorar la vida de los ciudadanos, no para hacernos
esclavos de una especie de federalismo autoritario (el “más Europa”
alemán nos lleva a eso) y de una moneda elevada a la condición de vaca
sagrada.

- ¿Qué es lo que, en su opinión, marca la diferencia entre la derecha
y la izquierda que no renuncia a serlo respecto a esa quinta Alemania?
Usted mismo afirma en algún momento que el sistema político alemán es
un conglomerado homogéneo que expulsa a la marginalidad a quienes se
oponen a sus objetivos esenciales. ¿Qué hacer, qué esperar entonces?

- La diferencia entre derecha e izquierda se reduce, a grandes rasgos,
a dos aspectos: 1. rechazar o apoyar la involución neoliberal y 2.
Rechazar o apoyar las acciones militares en el mundo como medio para
controlar recursos. Quien rechaza esos dos aspectos es inmediatamente
expulsado hacia la marginalidad política en Alemania. Ocurre en otros
lugares, pero en Alemania más, precisamente por el carácter
particularmente organizado del establishment alemán, es decir de sus
poderes fácticos económicos y financieros y sus correas de transmisión
políticas y mediáticas. Ese conglomerado funciona en Alemania mejor,
está más engrasado, que en otros países. No espero gran cosa de
Alemania en el plano de los movimientos de contestación. Cada país
tiene sus tradiciones.

- ¿Por qué cree que esa quinta Alemania apunta claramente a la
desintegración europea? ¿No es ella la primera interesada en conservar
la actual situación de dominio, expolio, Imperio, centro y periferia?

- Es verdad que es la más interesada en mantener el supermercado del
euro intacto, pero creo que con los impulsos que hoy emite conseguirá
lo contrario.

- La eurocrisis, afirma también usted, es una nota a pie de página. Si
es así, debe ser una nota muy larga, como las que escribía Marx en
ocasiones. ¿Por qué una nota a pie? ¿No le parece entonces la crisis
algo muy sustantivo?

- Es una nota a pie de página porque el drama de la creciente pobreza,
desempleo y desigualdad en Europa, aún está muy lejos de lo que ha
sido moneda corriente en gran parte del mundo. Somos Norte, estamos en
el hemisferio privilegiado, y no somos muchos, apenas 500 millones en
un mundo de 7.000 millones… Un 50% de paro juvenil es lo normal en
gran parte del mundo, basta cruzar el Mediterráneo en dirección sur
para constatarlo.

- Algunas preguntas sobre nudos históricos. Se suele hablar con
insistencia de las actividades represivas de la Stasi, identificando
incluso la RDA con esa policía política. ¿Las cosas eran muy distintas
en el Oeste? Usted suele hablar muy elogiosamente de las recientes
investigaciones de Josef Foschepoth.

- No se puede reducir la RDA a su aspecto policial, de la misma forma
en que no se puede reducir el sistema constitucional alemán occidental
a la cruda persecución de comunistas en los años cincuenta. El punto
aquí no es la caricatura, sino la comparación del foco de la atención:
en la actual Alemania se sabe todo del Estado policial en la RDA, se
gasta mucho dinero en ello y se bombardea a la población con
informaciones sobre aquello, al mismo tiempo la historia de la RFA de
posguerra y determinados aspectos de la reunificación de 1990,
continúan rodeados de sombras. El libro de Foschepoth, por ejemplo, ha
revelado la existencia de una vigilancia policial extraordinaria en la
RFA durante la guerra fría, con controles totales de las transmisiones
postales y telefónicas de todo lo que tenía que ver con el Este. En
los noventa el servicio secreto alemán occidental (BND) interceptada
más de 5 millones de transmisiones diarias. Las posibilidades que hay
hoy en ese ámbito son verdaderamente orwellianas. Cada teléfono móvil
y cada ordenador, son, técnicamente hablando, una especie de chivato.
El libro de Foschepoth ha sido uno de los más importantes del año,
pero no se le ha prestado atención. Al lado de las realidades técnicas
de control que hay hoy en el mundo la de la Stasi es un juego de
niños. En eso consiste la propaganda selectiva. Lo curioso es que se
continúe luchando contra el bloque del Este y su sistema que ya no
existe…

- Perdóneme una descortesía. ¿No es usted demasiado generoso con el
papel histórico de Gorbachov? Según algunos analistas, la ingenuidad
de la que hizo gala el ex líder soviético, el mismo que ilegalizó el
Partido Comunista de la URSS, en sus relaciones con el mundo del
Capital y sus líderes políticos no tiene parangón en la Historia.

- Gorbachov quería un “socialismo de rostro humano” y una
democratización de las relaciones internacionales con un horizonte de
abolición del arma nuclear. También Thomas Sankara, que fue presidente
de Burkina Faso tres o cuatro años quería cambiar las cosas hasta que
fue asesinado, pero Gorbachov era el líder de la URSS, de una de las
dos superpotencias. Eso era muy razonable y muy importante. Fracasó,
pero reducir ese fracaso únicamente a su persona y a su
responsabilidad no es correcto. Intervinieron muchos factores. La
propia podredumbre del sistema soviético era uno de esos factores. La
ausencia de socialistas en el PCUS, por ejemplo. En muchas cosas fue
un general sin ejército en su propio país. Y en el mundo ya no
hablemos. Hubo mucha ingenuidad en la idealización de Occidente, eso
está claro, pero eso hay que situarlo en su lugar y su tiempo. Cambiar
todo aquello sin equivocarse no era fácil. Mire a los chinos, veremos
cómo evoluciona su cambio… Y otro aspecto. Desde el punto de vista de
la secular tradición política moscovita, Gorbachov hizo algo
absolutamente insólito: transfirió su poder personal absoluto a
cámaras representativas. No hay precedentes de algo así en la historia
rusa. No hay que confundir a Gorbachov con Yeltsin, pero Gorbachov
estaba rodeado de gente del nivel de Yeltsin. Como decía Stalin, “no
tengo otros escritores”, la cosa no dio para más…

- Cuando habla usted de la Gran Desigualdad, ¿de qué Gran Desigualdad
está hablando? ¿No ha sido la desigualdad, y su cuidado y promoción,
una de las características centrales del capitalismo realmente
existente desde siempre? ¿Qué novedad hay aquí?

- La novedad es la nueva tendencia que arranca a finales de los
setenta para acabar con el consenso social keynesiano de posguerra que
permitía avances sociales en el mundo occidental de posguerra, tan
diferente del de preguerra. Eso lo explica muy bien Ken Loach en su
última película documental El espíritu del 45. Desde los setenta el
capitalismo ha perdido el miedo y está acometiendo una involución
encaminada a optimizar mucho más el beneficio de una minoría de tipo
oligárquico y el saqueo de recursos naturales a consta de las mayorías
sociales y de la salud del planeta. Ese cambio de tendencia es la
novedad.

- Lo afirma usted y se suele afirmar por muchos otros analistas:
Alemania ha resistido la actual crisis mucho mejor que otras
economías. ¿Por qué?

- En primer lugar, por algo tan sencillo como que su estructura
económica es mucho más sólida, mucho más industrial y exportadora. En
segundo lugar, porque ha practicado una estrategia nacional pese a
formar parte de un equipo. Ha ido a la suya muchas veces a costa de
sus socios. El caso más evidente es el dumping salarial practicado en
los últimos veinte años que potenció la competitividad propia mientras
sus socios europeos quedaban atrás. La Unión Monetaria no es un club
de empresas que compiten entre sí, es un equipo formado por socios
coordinados e interdependientes en el que Alemania ha jugado sola su
propio juego para realizar objetivos nacionales. Eso daña a los demás.
Respecto a su buen nivel de empleo tras el estallido de la crisis, la
clave es el recurso de la jornada reducida (Kurzarbeit) que funcionó
bien y la demanda de los llamados BRICS, un gigantesco conjunto que
crece y al que Alemania, mucho más que Europa, suministra máquinas,
coches, etc. Pero esa eficiencia competitiva alemana está matando a
otros. La clave es nivelar la Unión Europea, pero eso no parece muy
realista en un sistema económico que se basa en el desarrollo
desigual.

- El establishment alemán al que hacíamos referencia anteriormente,
¿sigue apostando por el euro o veremos una Alemania fuera del euro en
su opinión?

- Es muy difícil hacer pronósticos sobre el euro. La polémica no es
entre mantener el euro o salirse, sino, seguramente, sobre las
condiciones y escenarios en cada una de estas posibilidades. Tal como
está planteada la cosa ahora, no parece que el euro tenga mucho
futuro. En cualquier caso el euro es un enredo en el que hay que
quedarse o salirse de mutuo acuerdo y con pasos muy bien pensados. De
momento lo que vemos es que cada uno va a la suya y en eso, sin duda,
Alemania es la peor porque es la más fuerte, la más organizada y la
que más daño puede hacer.

- Habla usted en el libro de una Europa refundada. Su programa
exterior: no contribuir al Imperio ni al calentamiento global. ¿Soñaba
usted al escribirlo? ¿Cultiva alguna utopía, conveniente sin duda como
solía afirmar Paco Fernández Buey?

- [Risas]. El asunto es mucho más serio de lo que parece. Prefiero
soñar con eso que mantener la pesadilla de un mundo imperial inviable
que lucha por recursos globales escasos para poder seguir calentando
el planeta hasta su destrucción. Así que ese “programa”, por llamarlo
de alguna manera, es puro realismo comparado con lo que
tenemos.Podríamos decir que es un reflejo de supervivencia.

- Apunta usted también que es esencial la creación de nuevas fuerzas
políticas y programas. ¿Más fuerzas aún? ¿Programa-programa-programa?
¿No hemos escrito ya muchos programas?

- No creo que se hayan escrito muchos programas alternativos –si se ha
hecho, no han funcionado– ni que existan muchas fuerzas políticas que
recojan los intereses de la mayoría social. Tengo la impresión de que
estamos en el principio de un principio y veo más defecto de
movimientos sociales que exceso de ellos. Con el nivel de compromiso
actual nos colarán todos los goles.

- ¿Por qué el crecimiento, que parecen abonar los contrarios al
austericidio, es un problema y una solución a un tiempo como también
afirma usted? ¿Me disuelve la paradoja?

- En el mundo desarrollado el crecimiento crematístico necesario para
salir del actual atolladero es el mismo que contribuye al
calentamiento global, por eso es al mismo tiempo solución y problema.
El crecimiento debe ser aquí muy táctico. Lo que el mundo necesita es
un sistema más austero, menos frenético y más racional en su relación
con los recursos y el medio ambiente. Eso es obvio. En las partes más
pobres del mundo todo eso puede tener muchos matices, pero en
Occidente no tiene vuelta de hoja. El futuro, si lo hay, es el
decrecimiento.

- En su presentación del primer capitulo de Àngel Ferrero habla usted
de su conquista, de la conquista de Die Grünen quiero decir, por la
razón de Estado. ¿Cómo ha sido eso? ¿Por qué? ¿Era inevitable? Cómo si
fuese una ley de expansión o contracción de los gases, ¿toda fuerza
política alternativa tiende a expandirse para acabar siendo absorbida
por algo sólido que no suele evaporarse en el aire?

- Algo de eso hay. En el caso de los verdes alemanes es un partido de
clases medias altas, sin ninguna conexión con el mundo del trabajo, lo
que facilita el acomodo al sistema y el abandono de todo propósito
transformador.

- Desmontar el modelo autoritario-oligárquico europeo, señalan al
final de su ensayo, pasa por enfrentarse a los impulsos de la quinta
Alemania. Así se escribe, añaden, la historia europea. ¿Quién tiene
que enfrentarse a esos impulsos? ¿Las naciones, los pueblos, los
Estados restantes, los ciudadanos, las fuerzas de izquierda que no han
claudicado?

- Yo creo que la lucha debe empezar en las naciones, que son conjuntos
soberanos de ciudadanos, por motivos puramente prácticos. Ante una
oligarquía, y eso es lo que tenemos enfrente, es la ciudadanía la que
ha de manifestarse. Hay que empezar en casa, creando la comunidad
ciudadana con la gente que te rodea. A partir de ahí se pueden, se
deben, tejer puentes y vínculos internacionales, pero el
internacionalismo y la democratización, en el sentido más genuino del
término (“poder del pueblo”) comienza en casa.

- ¿No es usted un pelín optimista cuando afirma que el peso y poder de
esa quinta Alemania está lejos, muy lejos de ser suficiente para
imponer su hegemonía al resto?

- La historia europea sugiere que cuando una nación europea se intenta
imponer sobre las demás, en seguida surge una coalición contra ella.
La potencia alemana no alcanza para imponerse. Si se compara su peso
con el de Estados Unidos en la posguerra, el panorama queda claro. Si
Alemania pretende dominar Europa, se estrellará.


Fuente: https://www.fuhem.es/ecosocial/articulos.aspx?v=9239&n=0

Enlace al pdf de la revista PAPELES:
http://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Analisis/2013/Entrevista_a_Rafael_Poch_de_Feliu_S_Lopez_Arnal.pdf