Fútbol y solidaridad
Salvador López Arnal
La primera víctima ha sido un joven que murió atropellado la noche del
jueves en Ribeirao Preto. En esa población tuvo lugar una de las
manifestaciones en demanda de mejores servicios públicos que han
movilizado a más de un millón de brasileños en al menos 80 ciudades
del país. La segunda, una mujer barrendera que inhaló gas lacrimógeno
lanzado por la Policía en la ciudad de Belén. Ha muerto de un paro
cardíaco. Era Cleonice Vieira de Moraes, de 54 años, empleada de la
compañía de limpieza pública de Belén.
Los choques en la noche del jueves dejaron al menos 62 heridos en Río
de Janeiro y 50 en Brasilia, pese al carácter pacífico de la mayoría
de las manifestaciones. Las protestas comenzaron la semana pasada en
Sao Paulo, contra la subida de precio del transporte público. Luego se
añadieron otras reivindicaciones: mayores inversiones en salud y
educación pública, y críticas a los elevados gastos del Gobierno para
organizar eventos como el Mundial de fútbol de 2014.
Algunos aficionados a las puertas del templo futbolístico de Brasil,
han subrayado que Maracaná es la estampa perfecta de lo que condena el
pueblo [1]. “El coste de la renovación se disparó respecto al
presupuesto inicial y al final ha supuesto más de 300 millones de
euros”.
“No estamos contra el fútbol, sino contra la corrupción”, se leía el
pasado miércoles, 19 de junio, en varias pancartas desplegadas en el
estadio de Fortaleza, en el encuentro entre Brasil y México. Unas
15.000 personas habían intentado bloquear los accesos.
Los futbolistas, esta vez sí, han sentido la necesidad de intervenir.
La inmensa mayoría se ha posicionado a favor de los manifestantes.
Horas antes del partido Brasil-México, corrió por la rede la idea de
que los aficionados brasileños dieran la espalda al himno al inicio de
los protocolos del encuentro.
Juninho Pernambucano, ex internacional con la Canarinha, apoyó la idea
desde Estados Unidos.
Alves, el defensa del Barça, se solidarizó por Instagram. “Por un
Brasil sin violencia, mejor, en paz, educado, con salud, honesto y
feliz”.
Hulk, interior derecha titular, escribió en la red: “La gente de
Brasil necesita mejoras”.
El defensa David Luiz también dijo la suya: “Me parece bien que la
gente proteste por sus derechos”.
Neymar, el nuevo jugador del Barça, el icono actual del fútbol
brasileño, reconoció estar “triste” por lo que sucede estos días en su
país. “Siempre tuve fe en que no sería necesario que llegáramos al
punto de tirarnos a la calle para exigir mejores condiciones de
transporte, sanidad, educación y seguridad, sobre todo porque es una
obligación del Gobierno. Mis padres trabajaron mucho para poder
ofrecerme a mí y a mi hermano un mínimo de calidad de vida… Hoy,
gracias al éxito que ustedes [aficionados] me proporcionan, podría
parecer demagógico por mi parte .pero no lo es- levantar la bandera de
las manifestaciones que recorren todo Brasil; pero soy brasileño y amo
a mí país (…) Quiero un Brasil más justo, más seguro, más saludable y
más honesto. En el partido contra México entro en el campo inspirado
por esas movilizaciones, estamos juntos”. Durante el choque con
México, Neymar gesticuló una y otra vez hacia la grada.
Uno de los gritos en los aledaños del partido fue: “Brasil, despierta,
un profesor vale más que Neymar”.
No faltaron varios ex jugadores. Al frente, no podía faltar Pelé.
Pero el gran Pelé metió la pata (siempre ha estado más o menos cercano
al poder). Colgó un vídeo en la Red: “Pido a los brasileños que no
confundan las cosas. Estamos preparando la Copa del Mundo, vamos a
apoyar a la selección, vamos a olvidar la confusión que reina y vamos
a olvidar las protestas”.
Romario, el inolvidable Romario, el actual diputado federal por Río,
le pidió callar –“Pelé en silencio es un poeta”- y criticó con dureza
la “escandalosa” inversión estatal para el Mundial (sin contar la que
tendrá que abordar Brasil para Río 2016).
En las redes las cargas contra Pelé acumularon detractores. El
embajador del Mundial 2014 intentó rectificar: “Siempre he luchado
contra la corrupción, tras mi gol mil hablé sobre la importancia de la
educación, no me entiendan mal, solo pido no descargar nuestras
frustraciones en la selección”.
Para Rivaldo, uno de los grandes jugadores de todos los tiempos [2],
“es una vergüenza que el Mundial se vaya a celebrar en Brasil con las
desigualdades existentes, con gente pasando hambre”. Y añadió: “Yo fui
pobre y sentí el no tener un buen servicio sanitario. Mi padre fue
atropellado y murió por no haber sido atendido en un hospital público
de Recife.”
¿Y la Rja? ¿Dónde está la Roja? ¿Villa no dice nada? ¿Y Xavi? ¿Iniesta
tampoco? ¿Piqué no sabe de qué va la cosa? ¿Sergio Ramos también está
callado? ¿Iker? ¿Y Del Bosque, una persona razonable y sensata, no
tiene nada que decir? ¿No van con ellos, no va con todos?
PS: Boaventura de Sousa Santos da alguna claves de la situación en un
reciente artículo: “El precio del progreso” [3]:
Este Brasil está hecho de tres narrativas y temporalidades, señala.
La primera es la narrativa de la exclusión social (Brasil uno de los
países más desiguales del mundo), “de las oligarquías latifundistas,
del caciquismo violento, de las élites políticas restrictas y
racistas, una narrativa que se remonta a la colonia y se ha
reproducido sobre formas siempre mutantes hasta hoy”. La segunda
narrativa es la de la reivindicación de la democracia participativa:
“se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el
proceso constituyente que condujo a la Constitución de 1988, en los
presupuestos participativos sobre políticas urbanas en centenares de
municipios, en el impeachment del presidente Collor de Mello en 1992,
en la creación de consejos de ciudadanos en las principales áreas de
políticas públicas, especialmente en salud y educación, a diferentes
niveles de la acción estatal (municipal, regional y federal)”. La
tercera tiene apenas diez años de edad: “versa sobre las vastas
políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula da
Silva a partir de 2003, que condujeron a una significativa reducción
de la pobreza, a la creación de una clase media con elevada vocación
consumista, al reconocimiento de la discriminación racial contra la
población afrodescendiente e indígena y a las políticas de acción
afirmativa, y a la ampliación del reconocimiento de territorios y
quilombolas [descendientes de esclavos] e indígenas”.
Lo que ha sucedido desde que la presidenta Dilma asumió el cargo ha
sido “la desaceleración o incluso el estancamiento de las dos últimas
narrativas”. Y como en política, sostine BdSS, no existe el vacío,
“ese terreno baldío que dejaron fue aprovechado por la primera y más
antigua narrativa, fortalecida bajo los nuevos ropajes del desarrollo
capitalista y las nuevas (y viejas) formas de corrupción”.
Las formas de democracia participativa han sido “neutralizadas en el
dominio de las grandes infraestructuras y megaproyectos, y dejaron de
motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de vida familiar y
comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u
obcecadas por el deseo de éste”. Las políticas de inclusión social se
han agotado “y dejaron de responder a las expectativas de quien se
sentía merecedor de más y mejor”. Además, la calidad de vida urbana
empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional “que
absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la
educación y los servicios públicos en general”.
El racismo mostró su persistencia en el tejido social, en las fuerzas
policiales. “Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos,
demonizados por el poder político como “obstáculos al crecimiento”
simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida, contra el
agronegocio y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la
presa de Belo Monte, destinada a abastecer de energía barata a la
industria extractiva)”.
La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso,
sostiene el autor portugués. “Asumió una actitud de indisimulable
hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un
cambio drástico respecto a su antecesor. Luchó contra la corrupción,
pero dejó para los aliados políticos más conservadores las agendas que
consideró menos importantes. Así, la Comisión de Derechos Humanos,
históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue
entregada a un pastor evangélico homófobo, que promovió una propuesta
legislativa conocida como cura gay”.
Es necesario que “las dos narrativas (democracia participativa e
inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían
tenido”. Si fuese así, apunta finalmente BdSS, “Brasil mostrará al
mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso
profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y
reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que
consideran que el progreso sin dignidad es retroceso”. Ni más ni
menos.
Lo dicho: un profesor vale más que Neymar.
Nota:
[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2013/06/20/actualidad/1371721208_453376.html
[2] Un jugador como pocos, capaz de ponerse tras de sí todo un equipo
con una elegancia excepcional. Lo hizo varias veces en su etapa
barcelonesa.
[3] http://blogs.publico.es/dominiopublico/7100/el-precio-del-progreso/
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del
CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat
Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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