MÁS CONVERSACIONES (HISTÓRICO-POLÍTICAS) SOBRE CATALUÑA

per Salvador López Arnal darrera modificació 2020-03-25T15:25:33+01:00

 

 

 

 

 

SALVADOR LÓPEZ ARNAL (EDITOR)

 

MÁS CONVERSACIONES (HISTÓRICO-POLÍTICAS) SOBRE CATALUÑA

ÀNGEL DUARTE MONTSERRAT, XAVIER DIEZ, JOSÉ LUIS MARTÍN RAMOS, FRANCISCO MORENTE, JUAN SISINIO PÉREZ GARZÓN Y MANUEL RUIZ ROBLES

 

 

 

 

 

 

 

Copyleft 2014

 

Este libro de conversaciones con Àngel Duarte Montserrat, Xavier Diez, Juan Sisinio Pérez Garzón y Manuel Ruiz Robles, editado por Salvador López Arnal, es de

propiedad pública.

 

Dedicado a los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña que se sienten hermanados con las y los trabajadores vascos, madrileños, extremeños y aragoneses, con las campesinas andaluzas, con los pescadores gallegos, los mismos ciudadanos y ciudadanas, catalanes y no catalanes de origen, que se ofenden cuando el presidente de la Generalitat se mofa de la forma de hablar castellano de los niños andaluces y gallegos o lanza loas y apologías serviles del Estado sionista de Israel, o incluso vomitan, por pudor, vergüenza y solidaridad de clase, cuando el presidente de un partido confesional católico catalán asegura que el campesinado andaluz vive del cuento a costa del “esfuerzo fiscal de Cataluña”, los mismos ciudadanos, decía, que no entienden que un congreso que se pretende científico se titule “España contra Catalunya (1714-2014)” y se ubican a siglos-luz de distancia de los Millet, los Mas, los Samaranch, los Maragall, los Fainé, los Sánchez Camacho, los Pujol, los Molins,… de todas esas 400 familias catalanas que, según fuentes bien (y directamente) informadas (las de Millet “el encausado” por ejemplo), aseguran tener mando seguro e indiscutible en plaza (sin admitir apenas que Nadie ni nadie rechiste), y eso en el país democrático, libertario, socialmente avanzado y rebelde de Joan Salvat Papasseit, Federica Montseny, Salvador Puig Antich, Francisco Téllez, Neus Porta y Teresa Pàmies, mientras hablan y hablan y publicitan con risa contenida (y pulsiones sionistas y de supuesto capitalismo “emprendedor” o más bien devastador a la Eurovegas) del derecho a decidir no se sabe muy bien qué (nunca sobre cuestiones sociales y ataques-hachazos a las conquistas obreras), de las maravillas (y villas) de un país y de un Estado por ellos conducido, dirigido, dominado, orientado y expoliado, un país a los pies del dictado germánico-financiero y sus grandes aliados internacionales, una comunidad que agitan (y fracturan) sin disimulo con una consulta “democrática” en la que la única opción que permite una interpretación clara (pero no distinta) es la opción SÍ-SÍ. La suya… o la que dicen que hacen suya.

Del editor

 

 

Le dije a López Rodó. “Cataluña tiene el complejo de haber perdido la guerra civil”. Replicó él sin ninguna vacilación: “Pues yo soy catalán y tengo la impresión clarísima de haberla ganado.”

Salvador Pániker, Segunda Memoria

 

La aparición de esta traducción catalana de El Capital [de Jordi Moners] puede parecer intempestiva. En efecto, este libro se edita poco más o menos un siglo después que empezase a estar presente en la vida social y cultural de Catalunya; y, además, en un momento que no se puede considerar de excesivo predicamento de la obra del autor, sobre todo si se compara con lo que pasaba hace quince o veinte años.

Es obvio que la primera circunstancia está muy ligada a los obstáculos con que ha chocado la cultura superior catalana durante estos cien años, desde los de más lejana raíz histórica hasta los particularmente difíciles que provocó el franquismo. Desde el punto de vista de esta consideración, la publicación de El Capital en catalán, como la de cualquier otro libro clásico, es una buena noticia para todos los que se alegren porque los pueblos y sus lenguas vivan y florezcan.

Manuel Sacristán (1983)

ÍNDICE

 

BREVE NOTA DE PRESENTACIÓN

 

I. ENTREVISTA A ÀNGEL DUARTE MONTSERRAT SOBRE EL REPUBLICANISMO, UNA PASIÓN POLÍTICA. “EN ESPAÑA HA HABIDO –Y HAY- REPUBLICANOS Y REPUBLICANAS, LO QUE NO HA HABIDO SUFICIENTES -NI POR ASOMO- HAN SIDO REPÚBLICAS.”

 

II. ENTREVISTA A XAVIER DIEZ SOBRE L’ANARQUISME, FET DIFERENCIAL CATALÀ. “ES EVIDENTE QUE CATALUÑA NO POSEE EL MONOPOLIO DE HABER TENIDO UN GRAN MOVIMIENTO LIBERTARIO.”

 

III. ENTREVISTA A FRANCISCO MORENTE. “REDUCIR LOS ÚLTIMOS 300 AÑOS AL CONFLICTO ES ESO, REDUCCIONISTA, SIMPLIFICADOR Y UNA MANERA MUY POBRE INTELECTUALMENTE HABLANDO DE ANALIZAR EL PASADO.”

 

IV. ENTREVISTA A JUAN SISINIO PÉREZ GARZÓN SOBRE “¿DINAMITANDO PUENTES?”. “DEBERÍAMOS VISUALIZAR LAS NACIONES Y LAS IDENTIDADES CULTURALES Y CUALQUIER TIPO DE IDENTIDAD COMO JUEGOS DE MUÑECAS RUSAS, NUNCA COMO BOLAS DE BILLAR COMPACTAS Y HOMOGÉNEAS INTERNAMENTE QUE CHOCAN ENTRE SÍ SOBRE EL TAPETE DE UN MISMO ESTADO O PACTO POLÍTICO.”

V. ENTREVISTA AL CAPITÁN DE NAVÍO (RETIRADO) DE LA ARMADA ESPAÑOL MANUEL RUIZ ROBLES. “ESTABA EN MARCHA UN GOLPE DURO PARA EL 2 DE MAYO DE 1981, ORGANIZADO POR EL SECTOR MÁS FASCISTA DEL EJÉRCITO. EL GOLPE DEL 23F FUE UN GOLPE PALACIEGO, DE INSPIRACIÓN MONÁRQUICA, DEL QUE ALGUNOS POLÍTICOS DEL ARCO PARLAMENTARIO ESTABAN AL CORRIENTE Y CONSIDERABAN UN GOLPE DE "GUANTE BLANCO" PARA ‘SALVAR LA DEMOCRACIA".

 

VI. ENTREVISTA A FRANCISCO MORENTE Y JOSÉ LUIS MARTÍN RAMOS: “PARA QUE EL PROCESO SEA DEMOCRÁTICO LA FÓRMULA DE LA PREGUNTA HABRÍA DE TENER TODAS LAS GARANTÍAS DE PLURALIDAD, QUE NO ES EL CASO.”

 

ANEXO. INTERVENCIONES DEL EDITOR.

 

CODA FINAL: TRES APROXIMACIONES DE MANUEL SACRISTÁN

BREVE NOTA DE PRESENTACIÓN DEL EDITOR

 

 

Sin preguntas esta vez. Aunque, por supuesto, con muchas dudas. Las incertidumbres siguen acumulándose.

Se recogen en este volumen seis entrevistas publicadas en El Viejo Topo y en rebelión. He añadido un breve anexo con algunos artículos sobre la problemática, también publicados en estos últimos meses.

Uno de los temas discutidos en el libro es el congreso o encuentro recientemente celebrado en Barcelona con la singular denominación, reconocida incluso por portavoces de ERC, de “España contra Cataluña (1714-2014)”. Ni que decir tiene –si bien vale la pena insistir- que lo manifestado en estas páginas, por este entrevistador y, especialmente, por los entrevistados, ninguna relación tiene (por decirlo al modo de la guerra de las galaxias) con las críticas señaladas recientemente, a mediados de diciembre por representantes del PP, Ciutadans o UpD. Nada, nada más lejos de todos los colaboradores que ese viejo nacionalismo ultraconservador, ese rancio cáliz españolista que tanto coincide en lo esencial, y en tantas temáticas, con la otra perspectiva nacionalista.

En fin, por decirlo brevemente: un anunciado choques nacionalista de trenes en el que la ciudadanía de izquierdas, la ciudadanía más desprotegida, puede salir muy, pero que muy mal parada. De hecho, ya estamos en el servicio (antisocial) de urgencias. Queda para dilucidar qué significa el “pleno desarrollo político, social, cultural y económico” de Cataluña al que aluden frecuentemente algunos nacionalistas y es cada vez más necesario hacer entender a colectivos sociales y políticos muy alejados de esta perspectiva que en la lucha antifranquista participaron ciudadanos de todos los pueblos de Sefarad, que la izquierda defendió los derechos nacionales de los pueblos y su union fraternal y que el franquismo fue un régimen opresivo no sólo para el pueblo catalán -o para los pueblos vasco y gallego por supuesto-, adquiriendo aquí matices singulares, sino también para el resto de los pueblos españoles, un régimen en el que, como es sabido, figuras destacadas de las clases dominantes de las anteriores nacionalidades tuvieron participación muy activa. E interesada por supuesto.

 

 

I

Entrevista a Àngel Duarte Montserrat sobre El republicanismo, una pasión política.

En España ha habido –y hay- republicanos y republicanas, lo que no ha habido suficientes -ni por asomo- han sido repúblicas.”

 

Magnífico escritor, comprometido activista, una de las almas de Espai Marx, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Girona, republicano de una pieza, colaborador de Ayer, mientras tanto, Historia Social, Revista de Historia das Ideias, Le Mouvement Social, Àngel Duarte Montserrat es un estudioso de la historia social de la política y de la cultura. Entre sus últimos libros, cabe señalar El otoño de un ideal. El republicanismo histórico español y su declive en el exilio de 1939.

Nuestra conversación se centra básicamente en El republicanismo. Una pasión política (Cátedra, Madrid, 2013).

 

***

Después de felicitarte por tu nuevo libro -¡mil gracias por él!-, te pregunto por tu concepto de republicanismo. ¿Qué es el republicanismo?

Me temo, Salvador, que resulta inevitable que empiece contestándote “en pasado” aunque la interrogación sea de presente. Cosas del oficio. El republicanismo –con toda certeza sería más exacto hablar de republicanismos- ha sido una cultura política, un movimiento social y, en este país, casi, casi, un estilo de vida. El horizonte que procuraba ese republicanismo plural dependía, claro está, de los perfiles sociales que lo sustentaban y alimentaban. El republicanismo patricio diseñaba para España un horizonte de modernidad y racionalidad burguesa en el cual, superándose los rasgos arcaicos -pervivencias semi-feudales que sostenía Azaña aún en los años 1930-, sería posible un mañana de progreso material y de cultura liberal, un futuro de democracia estable -para nada dada a las “exageraciones” populares- y de laicización de la esfera pública. Interaccionando con él, se da desde los primeros momentos de las revoluciones burguesas y los procesos industrializadores un republicanismo plebeyo, alzado en defensa del principio de la economía moral de las multitudes -que diría E.P. Thompson-, combativo contra toda exclusión, dispuesto a convertir al cuarto estado, al proletariado o a las clases subalternas –que de todas esas maneras se dijo- en el actor principal de una escena política, social, económica y cultural emancipada.

Hoy en día, como es sabido, la filosofía política republicana, reactivada en el último cuarto del siglo XX, recupera el concepto clásico de libertad como no dominación; es decir defiende que sólo el individuo que tiene asegurada una mínima autonomía económica está en condiciones de rechazar aquellas propuestas que juzgue injustas o indignas y, por el contrario, en disposición de apostar, en las plazas de deliberación y participación, por el bien común y la justicia. En ese sentido, el republicanismo que a mí me interesa es el que, enlazando con el pasado de combates populares al que aludía, entiende que la autonomía sólo puede alcanzarse mediante una serie de iniciativas que quiebren la centralidad/exclusividad del mercado en la asignación de recursos.

 

Afirmas también que el republicanismo es una pasión política. ¿Y eso no es malo, no es inadecuado que rija o se ubique la pasión en asuntos políticos?

En absoluto. La tensión dialéctica entre razón y emoción, resuelta en una pasión republicana, ecologista, feminista y socialista, se encuentra, a mi entender, en el corazón de todo proyecto emancipador que se precie.

 

Se suele afirmar que desde mediados del XIX el republicanismo obró en España como movimiento político. Pues la verdad, más allá de nuestras preferencias personales, mucho éxito no ha tenido. Si sumamos la duración de la primera República y de la segunda apenas llegan a 10 años… ¡y entre 170, el 5% más o menos! ¿Por qué crees que en España no ha triunfado el movimiento republicano como en otros países?

En España los procesos institucionales republicanos han sido breves. Brevísimos. Por ello, no deja de resultar chocante que se estigmatice a la república como fuente de casi todos los males y de todas las inestabilidades patrias. No obstante, lo de que en España no haya habido suficientes republicanos y republicanas es falso. Basta echar una ojeada a la historia social y política contemporánea. La conformación de una ciudadanía activa y el aprendizaje de la democracia, la contestación a variadas formas de dominación y las prácticas alternativas de participación política han estado -por toda la geografía peninsular, de Gijón a los municipios más diversos de la provincia de Jaén, de la federal Figueres a la atlántica Cádiz,…-, vinculados al legado y la movilización republicana progresista y federal. En España ha habido –y hay- republicanos y republicanas, lo que no ha habido suficientes -ni por asomo- han sido repúblicas.

 

Antes de entrar propiamente en materia, ¿por qué tras la muerte de Franco no irrumpió en España un fuerte movimiento republicano? Yo mismo formé parte de la Convención Republicana que impulsó el FRAP y solíamos hablar en el desierto, nadie –y nadie aquí es casi nadie- nos oía.

El republicanismo se agosta en 1939.

Lo que había sido, si me permites la imagen clásica del árbol revolucionario de la libertad republicana, una planta que había sobrevivido a los avatares de las represiones, los exilios temporales, las derrotas políticas, las descalificaciones, las traiciones,… durante los cien años previos no pudo resistir con eficacia su traslado a tierras extrañas a lo largo de cerca de cuatro interminables décadas. La entrada de las tropas franquistas en una población suponía, entre otras cosas, la liquidación física de los maestros y maestras laicos, de las bibliotecas de los ateneos populares, de los centros de sociabilidad y cooperación democráticas. El cierre de ese instrumento de conformación de las experiencias colectivas que fue la prensa obrera, republicana, federal. Es decir, de todo aquello que constituía la materialidad de la herencia republicana plebeya y, en no pocos casos, de la patricia. Por lo demás, el franquismo se ocupó de denostar con insistente eficacia la memoria de lo que había sido la república asociándola a guerra civil, con sus atrocidades y penurias. Inicuo pero eficaz.

Como te puedes imaginar, el republicanismo de los años 1850 resultó ser distinto del de 1873, y éste del de los años primeros del siglo XX. Era distinto porque estaba vivo. Porque se adaptaba, como toda cultura política, a las conveniencias de sus productores / consumidores: el pueblo, los trabajadores cualificados, los artesanos, las mujeres que combatían contra la hegemonía clerical o la misoginia de sus compañeros,... Dilata la lista en el sentido que quieras. Algo de republicano habrá en las tradiciones libertarias, socialistas, cooperativistas, federales, autonomistas,... La capacidad de adecuación tiene que ver con la flexibilidad de los materiales y con la potencia de la aspiración fundacional -libertad, igualdad, fraternidad.

Bien, perdona que me haya alargado…

 

Perdonado

Todo ello será imposibilitado por casi cuarenta años de una dictadura contrarrevolucionaria que tuvo mucho cuidado en estigmatizar al republicanismo como la anti-patria y el caos, el prólogo a la guerra civil. El exilio, cuando dura tantos años, desconecta esos materiales de las experiencias de resistencia a la dominación y de combate a las prácticas de exclusión en el interior del país.

En consecuencia, intentos como los del FRAP lo tenían complicado. A pesar de querer, precisamente en la figura del Álvarez del Vayo, religar viejos y nuevos combates. Acaso no se recuerde que en las primeras elecciones democráticas, aquellas a las que ya pudo presentarse un PCE legalizado, no contaron con formaciones abiertamente republicanas dado que estaban ilegalizadas. De hecho, ni los primeros 14 de abril en democracia transicional pudieron celebrarse legalmente.

 

Tienes razón, había olvidado este nudo de prohibición. Te cito: “el republicanismo histórico, el que nace a mediados del XIX y queda brutalmente "liquidado" en 1939, era una cultura compleja y, si me permites, interclasista.”. ¿Por qué compleja? El interclasismo de nuestro republicanismo ¿conllevó beneficios o pequeños desastres? Te vuelvo a citar de nuevo: “En su seno hay imágenes de sociedad futura que son, en última instancia y en contexto de agudización de la lucha de clases, incompatibles. Y eso se refleja claramente en el primer tercio del siglo XX”.

Me refería a ello con el juego conceptual dicotómico de plebeyo/patricio. Conste, sin embargo, que no es un dato español. En todos los países de nuestro entorno opera esa convivencia, en ocasiones cooperativa, por momentos abiertamente hostil, entre un republicanismo que anhela una democracia liberal puesta al servicio de la propiedad privada y del progreso material y aquél otro en el que depositan sus esperanzas de liberación los sectores populares subalternos.

En otras palabras, en el seno del republicanismo, en tanto que cultura política contemporánea, se reflejan, en toda su potencia y como no podía ser de otra manera, los conflictos de clase.

 

¡Ay, esta lucha de clases de las que no han hablado Marx, Domenico Losurdo e incluso Mr Warren Buffett! Una imagen que habita hace años en mi mente. Me ubico en ”Treball”, la inolvidable y añorada fiesta del PSUC, finales de los 70. Un grupo de militantes del partido de los comunistas catalanes persigue, con rabia no siempre contenida, a otro grupo de militantes del Partido que aireaban la tricolor. ¿Aluciné? ¿Fue un mal sueño? ¿Mi memoria no ha acuñado bien lo sucedido? ¿Por qué?

Tu memoria se ajusta a los hechos. A mí me ocurrió otro tanto en una de las primeras concentraciones legales en el Fossar de les Moreres. Aunque ahí la razón sea más nítida. Por lo que dices de la fiesta del PSUC, la ojeriza puede tener dos explicaciones. Ambas reflejo, en cualquier caso, del corte en la memoria popular que se había producido a pesar de los esfuerzos del antifranquismo en el seno de la izquierda. Pudiera ser que fueran elementos ganados por la furia legalista, plagada de renuncias, de la dirección política del partido. Pudiera ser, también, que fueran nacionalistas catalanes a los que la sola idea de una bandera española, aunque fuese la republicana, les produjera urticaria. Vete tú a saber.

 

Leo en un libro de reciente aparición –Xavier Diez, L’anarquisme, fet diferencial català-: “Se entiende que esta declaración, no muy afable, se vincula con el conflicto entre Felip IV y la Generalitat en el contexto de la revuelta del Cuerpo de Sangre de 1640, la efímera Primera República Catalana de 1641 y la posterior guerra de los segadores…”. ¿Esa fue la primera República en nuestro país de países?

De repúblicas en el sentido contemporáneo, y no tardo-medieval o moderno del término, yo no hablaría hasta 1873. Otra cosa es que el republicanismo, o los republicanismos, leyeran el pasado en clave de herencia. En ese sentido, la república catalana de 1641 se inscribe en una larga nómina de episodios reivindicados por la memoria democrática popular. Desde la reivindicación de los concejos abiertos como prácticas de democracia republicana municipal avant-la-lettre a los Comuneros y las Germanías, para no irnos más atrás.

 

Ocho capítulos componen tu libro más una coda republicana. Dos o tres preguntas por capítulo, no te exploto más. Antes de ello. Citas en los agradecimientos al maestro Ricardo García Cárcel. ¿Quién es este maestro?

El libro forma parte de una colección. El proyecto editorial, de hecho, ha sido pergeñado por García Cárcel, conocido historiador modernista. Su intención era la de facilitar unos materiales que sirviesen para aclarar el sentido histórico de conceptos que han devenido de uso habitual en la vida política de nuestros días.

 

Del primer capítulo: ¿no exageras cuando hablas de la erosión del capital simbólico de la Monarquía? Se les ve inquietos, no digo que no, pero bastante seguros de si mismos. ¿No es el caso?

Quizás sea, por mi parte, lo que podríamos denominar un pensamiento ilusorio. Admitirás, no obstante, que están en horas bajas. Lo que sí me parece incontestable es que durante décadas la monarquía resultaba intocable, se asociaba a la conquista de la democracia –al éxito de la Transición- y al progreso material. Todo ello, hoy en día, está francamente problematizado.

 

De acuerdo, están en horas bajas y “su narratividad” está problematizada. ¿Por qué, como sostienes, la reaparición del republicanismo no es un fenómeno exclusivamente español? ¿En qué otros lugares?

Si del pasado venimos lentamente al presente, el republicanismo reaparece en la filosofía política por la necesidad, entre otras, de plantar cara a la hegemonía cultural del neoliberalismo y del neoconservadurismo. Y de hacerlo en un contexto de crisis de las experiencias vinculadas a los relatos emancipadores de la modernidad que habían imperado en el siglo XX. Es ese un ejercicio, en cualquier caso, que no admite fronteras. Late, por otro lado, en el republicanismo una pulsión ecuménica, en el sentido más profundo de la palabra.

 

Paso al segundo capítulo. ¿Qué influencia tuvo en tu opinión las luchas del pueblo francés en el surgimiento de los sentimientos populares republicanos en nuestro país?

Por activa o por pasiva, como acicate o como temor, la influencia del acontecer francés en la España de principios del siglo XIX es determinante. De la misma manera que lo será la experiencia norteamericana y, sobre todo, la vivida en lo que había sido el Imperio continental español en América. Más tarde los ciclos revolucionarios tienen sus ecos en este lado de los Pirineos.

La España del XIX es un país menos aislado de lo que se presume. Dato que, por otro lado, no es para nada particular. La dinámica revolucionaria del XIX tiene una superficie preferente en los Estado-nación y contiene, al mismo tiempo y sin que para nada sea contradictorio, una nítida dimensión continental.

 

¿Cuándo crees que se puede hablar de la existencia de pequeños colectivos, con incidencia real aunque minoritaria, de orientación republicana democrática?

Claramente a finales de la década de 1830.

 

Una preguntas más en torno a este capítulo: ¿hubo en España, como en otros países europeos, un 1848? ¿Existió un republicanismo socialista español?

1848 tuvo una incidencia menor en las calles de nuestro país. Menor no quiere decir inexistente. Las noticias circulaban, las ideas y las propuestas emancipadoras traspasaban fronteras y la primavera de los pueblos está detrás de la conformación, un año más tarde, del Partido Demócrata.

En esa formación hubo individualistas y socialistas, federales y unitarios, jacobinos y otros que no… Del mismo modo que en su seno habitaban demócratas republicanos y monárquicos.

En cualquier caso, y atendiendo a la última parte de tu pregunta, creo que lo pertinente es, en primer lugar, recordar la fórmula que usa el historiador, Román Miguel, cuando habla de “república obrera” y se refiere a la emergencia y consolidación de un espacio de encuentro entre la intelectualidad crítica que aparece en tiempos de la revolución burguesa –y que es al tiempo heredera del empeño ilustrado- y los trabajadores rebeldes e insumisos. Una esfera que jugó un papel determinante en el despliegue de los combates emancipadores. Y, a renglón seguido, abundar en la idea de que en los ateneos, a través de los periódicos y en todos los ámbitos de debate político y cultural de mediados del Ochocientos, el republicanismo dio vida a una significativa reflexión sobre el socialismo como orden alternativo a lo existente. Por lo demás, fue una discusión que implicó a las primeras sociedades obreras.

 

Paso al tercer capítulo. ¿Qué tipo de revolución fue la revolución de 1868? ¿Qué papel jugaron los republicanos?

Si alguna revolución merece tal apelativo en el XIX español ésta fue la de 1868. Como las anteriores, aunque con singular potencia, combinó la conspiración política gestionada por elementos de las élites liberales y la asonada militar con una experiencia organizativa política (juntas revolucionarias) y armada (milicia, voluntariado) de mayor ambición y evidente protagonismo popular. Los republicanos no fueron, en esta ocasión, meros comparsas. Bien es cierto que la reconducción del proceso revolucionario les condujo a la condición de fuerza opositora, y aun rebelde, frente a la nueva situación, la de una monarquía democrática en ciernes.

 

¿Nos puedes regalar una valoración sucinta de Pi y Margall?

No. La hizo en todo caso Pere Gabriel, mi maestro en estas lides, cuando recordó en forma de título de artículo académico aquello de: Pi, “el mármol del pueblo”. Durante más de medio siglo fue el epítome de la decencia y el empeño republicano, federal y revolucionario. Con sus limitaciones, evidentes por otro lado, una pieza clave en la articulación de la política popular.

 

¿Qué papel jugaron los masones en todos estos años? ¿Quiénes eran?

Ay, querido Salvador, ése es todo otro tema. Como diría otro colega, Luís P. Martín, para los tiempos posteriores, pero en una expresión valida también para 1873, fueron los “arquitectos de la república”.

Hubo en la masonería de todo, como en botica. En cualquier caso, en un país dominado por el clericalismo, abrió un espacio, nada menor, de libertad.

 

Cuando los republicanos hablan en aquellos años de soberanía nacional, ¿de qué soberanía hablan?

De la que surge de una comunidad de ciudadanos y, sin solución de continuidad, de la que nace de una historia compartida, secular, milenaria. Es, la de los republicanos del ochocientos, una nación vieja reformulada y expresada como voluntad popular. En cualquier caso, y como te he venido insistiendo a lo largo de mis respuestas, el republicanismo era uno y vario. También en este orden de cosas. Si me preguntas qué entendían por nación te diré que hablaban de España. En federal, no obstante, la soberanía arrancaba del individuo, se materializaba en el municipio y de ahí para arriba pasando por los Estados. Nombre con el que, muy claramente desde los pactos federales de 1870 se alude a regiones, históricas o no.

 

¿Por qué duró tan poco la Primera República? ¿Tantos presidentes en tan poco tiempo? ¿Fue un período de transformación revolucionaria o de alteración sustantiva de las relaciones de poder?

Por unos momentos pareció que podía serlo. Se lo creyeron en Sevilla, donde anunciaron la república social. O en tantos y tantos municipios en los que se proclamaría más adelante el cantón. En cualquier caso ya en la primera de las repúblicas se puso en evidencia que el advenimiento de la misma generaba expectativas diversas y, en muchos extremos, contradictorias. La rápida sucesión de jefes del poder ejecutivo de la república reflejaba la complejidad del escenario. El último de los presidentes de la república democrática, Emilio Castelar, alejado ya de toda veleidad transformadora intentó, a la desesperada, dar con una república “de orden”. En vano. Ésta ya se había asociado, en los meses previos y por parte de las diversas fracciones burguesas, con la noción de riesgo para con la unidad de la patria y el orden social.

 

¿Cuándo Iberia, no ya España, fue un horizonte del republicanismo español? ¿Por qué?

Lo fue desde los primeros diseños constitucionales de signo republicano en los años 1830. Diría que de forma “natural”. Al fin y al cabo, ese era el relato, la república liberaría a los pueblos de Iberia y les permitiría reencontrarse, acabar con una fractura impuesta no por la geografía sino por los interese dinásticos.

 

¿Los cantonalistas eran republicanos o antirrepublicanos? ¿Estaban o no estaban por una República federal?

Lo eran, de republicanos, y lo estaban, por la federal. Expresaban, entre otras cosas, el recelo de la militancia popular y periférica ante la deriva acomodaticia de los elementos, incluso los más avanzados, de la minoría parlamentaria republicana.

 

Paso al capítulo 4º, aunque ya se ve que no cumplo exactamente mi compromiso binario. ¿Cómo se restauró la Monarquía borbónica en España? ¿Con qué apoyos populares?

Mediante un pronunciamiento militar que se anticipó a una conspiración política. Lo cierto es que a la altura de diciembre de 1874 la república había perdido buena parte del apoyo popular. Ese anunciar y no concretar... La represión, no ya sobre el republicanismo sino sobre el movimiento obrero internacionalista, hizo el resto.

 

¿Quedaron heridas de muerte las fuerzas republicanas?

Tocadas, quedaron tocadas. Hasta 1880 no empezaron a levantar, lentamente, cabeza.

 

Citas, en la página 142, una curiosidad: el prólogo de Salmeron al clásico de Draper sobre los conflictos entre religión y la ciencia. ¿Qué decía en ese texto el presidente republicano?

Es un texto complejo, imposible de sintetizar en una respuesta breve. Pone en evidencia, eso sí, dos cosas relevantes. La primera, que cuando los republicanos se veían apartados de la escena política y parecían condenados al ostracismo no renunciaban, nunca, a combatir en el campo de las ideas. La segunda, que la necesidad de hacer compatible ciencia y fe, razón y creencia religiosa, en España deviene una tarea central, y no precisamente fácil, para algunos republicanos. Nicolás Salmerón, filósofo, krauso-positivista, institucionista –por miembro de la Institución Libre de Enseñanza- e idealista, es una figura clave en ese intento de diálogo. Ciertamente, Salmerón no era lo que denominaríamos un materialista. Eso sí que no.

 

Comentas que los anticlericales osaban irrumpir en las romerías cantando La Marsellesa y el Himno de Riego. Tomo nota para seguir el ejemplo creativamente. ¿Nos explica brevemente la historia del himno de Riego, el himno republicano por excelencia?

Se dice que era el himno que cantaba la columna que dirigía Rafael del Riego en 1820. Lo apreciable del caso son, para la historia del republicanismo, dos cosas. La primera, que éste se concibe a sí mismo como el heredero legítimo de los combatientes de primera hora contra el absolutismo y la reacción, como los genuinos continuadores de las luchas de los primeros liberales para acabar con el Antiguo Régimen. También en términos corales. La segunda que, efectivamente, en las calles y plazas se dirimía, a finales de siglo XIX y principios del XX, el control simbólico de las mismas mediante la presencia y la voz popular. En su variante democrática, rebelde y plebeya esa voz era la de los himnos republicanos.

 

¿Cómo se enfrentaron a la temática de la mujer los primeros republicanos? ¿Se puede hablar de un feminismo avant la lettre?

El republicanismo o los republicanismos son, todos ellos, expresiones político-culturales propias de su tiempo. Ver en los primeros republicanos –a diferencia de algunos socialistas utópicos- a feministas avant-la-lettre resulta anacrónico. No obstante, es cierto que las mujeres, de manera autónoma, pensaron el espacio republicano federal como un ámbito particularmente propicio para conquistar una presencia liberada fuera del hogar. Un ámbito en el que combatir, para empezar, la misoginia de muchos de sus correligionarios varones, cuando no la de sus propios padres, esposos e hijos. En rigor, el combate de la mujer, como el de la clase obrera, es autónomo. Son sujetos colectivos que se perfilan y encuentran en el republicanismo respuestas y expectativas –en ocasiones, a pesar de los republicanos.

 

¿Y las colonias? ¿Qué posiciones mantuvieron los republicanos en temas coloniales?

Tan complejas y diversas como sus variantes. La solución autonomista, a menudo propugnada, no se concreta. El patriotismo o nacionalismo español, teñido de racismo, embarga al republicanismo socialmente más moderado en las crisis coloniales que culminan en el 98. En esa coyuntura la palabra de Pi y Margall alcanza uno de sus momentos culminantes. Es la voz de los sin voz. Y de la razón democrática. Es, no obstante, una voz aislada.

 

Estoy en el capítulo V, en la renovación del republicanismo. ¿Quién fue ese Manuel Ciges del que hablas?

En ocasiones los nombres propios permiten ilustrar procesos políticos de carácter colectivo. Lo que quería apuntar es que a caballo entre dos siglos, el republicanismo se renueva. Reencuentra el sentido primigenio de la oposición a la monarquía, renueva el vínculo estrecho entre democracia política y agenda social radicalmente reformadora, canaliza las exigencias de participación de las nuevas hornadas de españolas y españoles que llegan a la vida pública y… lo que resulta más relevante, acaban teniendo un papel fundamental, en este caso al lado de Azaña, en el advenimiento y la gestión de la II República. El caso de Manuel Ciges Aparicio, escritor y publicista, agitador de conciencias y militante republicano, es, en ese sentido, paradigmático. Contando con él, y con tantos otros como él, resulta hasta cómico decir que en 1931 en España no había republicanos.

 

¿Fue importante la figura de Joaquín Costa en el republicanismo español?

Joaquín Costa tuvo una relación particularmente tortuosa con el republicanismo. Pero la tuvo. De hecho, se implicó a fondo en la Unión Republicana de 1903 y, lo que para mí resulta más interesante, dotó al movimiento republicano, con motivo de la asamblea de Zaragoza de 1906, de un programa intenso, materialista, de un detallismo y una concreción en las propuestas nada habitual en los encuentros de la democracia española. Allí donde solía desplegarse retórica Costa aportó acumulación de datos y de iniciativas específicas [Me permito remitir el lector de esta entrevista a mi artículo “Joaquín Costa, republicano”, en Cristóbal Gómez Benito, Joaquín Costa y la modernización de España, Madrid, Congreso de los Diputados, 2011, pp. 251-279].

Por otro lado, para todo republicano que un hombre de la talla intelectual de Costa se sumase al movimiento de renovación de principios de siglo era sintomático de que la república estaba cerca. La fascinación de los republicanos por el científico, el sabio, el maestro era proverbial.

Aunque no sea menos cierto que también se diesen episodios de anti-intelectualismo.

 

Hablas de Alejandro Lerroux como de un renovador del republicanismo de principios de siglo. ¿Pero Lerroux no fue un demagogo de tomo y lomo?

Yo no puedo evitar ver en Lerroux, también, al demagogo que procura la creación de una casa del pueblo, que convierte en ciudadanos activos y orgullosos de serlo a sectores importantes de las clases populares catalanas, que impulsa cooperativas, que defiende al obrero en la tribuna de oradores... ¡Qué quieres que te diga Salvador! La impugnación de Lerroux lo es de una de las corrientes más dinámicas y corruptas, creativas y anticlericales de la izquierda catalana. ¿Corrupta? Por supuesto. La cultura del favor, sin embargo, no es privativa ni de él ni del grueso de sus seguidores.

 

Diego Martínez Barrio: hijo de un albañil y de una vendedora de mercado, futuro presidente de la República. ¿Qué te conmueve más de su trayectoria?

Libertario y lerrouxista… en sus orígenes. Masón y hombre de palabra. Ambicioso y generoso. Las fronteras eran tan lábiles.

Es un ejemplo de eso que, con poca claridad, estoy intentando expresar al contestar a tus preguntas. La taxonomía, el ejercicio de clasificación de las experiencias populares en cajones cerrados, explica poco.

En cualquier caso, a tu pregunta directa… no sabría decirte. Acaso el hecho de que el ascenso social, alcanzado en el interior de la vida política republicana, no le hizo perder nunca de vista sus orígenes. Por eso, a pesar de representar el centro republicano en los primeros tiempos de la Segunda República acabó fiel a la misma, pasando por la experiencia del Frente Popular y de la conducción de las instituciones en guerra y en el exilio.

 

¿Nos haces una síntesis apretada de los partidos republicanos en las tres primeras décadas del pasado siglo?

A los restos de algunas formaciones seculares –el partido federal- se le añade, progresivamente, un doble eje representado por el reformismo y el radicalismo. Lo decisivo, a mi entender, son, sin embargo, dos procesos fundamentales. Por un lado, el grueso, que no todo, el republicanismo catalán deja de ser “provincial” para pasar a ser “nacional”. Dicho de otra manera, el nacionalismo republicano se convierte en definidor del escenario catalán. Por el otro, el socialismo, hasta ese momento hostil al republicanismo –por burgués-, reconsidera su posición y abre las puertas a la Conjunción Republicano-Socialista. Sin duda, nos hallamos ya ante la siembra que hará posible la primavera republicana de 1931.

 

¿El catalanismo político fue republicano?

Todo él, ni por asomo.

 

¿Qué significó el Pacto de San Gervasio de 1910? ¿Quién lo suscribió? Un intento de superar el eje catalanismo/españolismo escribes. Nos explicas esta afirmación.

El republicanismo catalán se escinde a principios de siglo XX a raíz del uso político de los marcadores de identidad nacional. Unos y otros. Desde, como mínimo, 1903 o 1904. El Pacto de San Gervasio no fue otra cosa que un ejercicio de recomposición de la cordialidad intrarrepublicana. Impulsado por la dirección de la Unió Federal Nacionalista Republicana y del Partido Republicano Radical, fracasa. Las prevenciones, no ya en la militancia sino en la ciudadanía, habían calado hondo. La potencia del combate previo y conjunto contra la reacción con motivo de la Semana Trágica no había conseguido otra cosa que encubrir la profundidad de la escisión.

 

Hay una fotografía, para mi conmovedora, de María Casares en la página 195. ¿Qué aportaciones hizo a la cuestión de la mujer el republicanismo de este período?

Esa es una bella fotografía de los tiempos de exilio.

En todo caso, y si me lo permites, yo formularía la pregunta justo al revés: qué aportó la mujer al republicanismo. A lo bruto: lo desasnó y no lo tuvo fácil.

 

¡Mucho mejor así!

Me refiero a las herederas de esa república de librepensadoras que cuaja a finales de siglo XIX y que proyecta su sobra liberadora en las primeras décadas del siglo XX. La república convierte a la mujer en ciudadana, porque antes, como ciudadanas, algunas o muchas de ellas, han ocupado los intersticios del universo republicano para hacerse visibles.

 

¿Fue españolista el republicanismo de este período?

Hubo españolistas y hubo españoles, a secas. Los hubo nacionalistas y los hubo genuinamente cosmopolitas. No es menos cierto que el republicanismo, no ya en esos años sino con anterioridad, nacionaliza en español –y en Cataluña en catalán- en la medida que hace partícipes a los individuos de un sentido de pertenencia a una comunidad política, a un dèmos singular.

 

¿Qué posición adoptaron los partidos republicanos durante la I Guerra Mundial?

El grueso de ellos fue abiertamente aliadófilo, por la vía de la francofilia y otras. No quiero omitir, sin embargo, la existencia de voces radicales que, en línea con el pacifismo revolucionario del momento, se niegan a posicionarse en lo que entienden como una guerra civil europea. Pero son minoría. La mayoría estaban al lado de Francia, en los papeles impresos o acudiendo a los campos de batalla para expresar su apoyo a los combatientes por la democracia.

 

¿Qué representó el golpe de Primo de Rivera para el republicanismo? ¿Qué apoyos tuvo este primer dictador?

En realidad, una oportunidad. Quedaba claro que las posibilidades de desplegar una democracia representativa bajo el manto institucional de la monarquía borbónica habían pasado de limitadas a nulas. Fue un momento de acumulación de fuerzas, de articulación de expectativas… todas aquellas que iban siendo defraudadas por la zafiedad de una dictadura que no tuvo, a pesar de todo, el dramatismo de la que vendría después.

 

No me extiendo más, es ya un abuso. Unas pocas cosas más sin embargo. Aparte de agradecerte la datación, “1936-1939”, ¿por qué cayó la II República? ¿Era inevitable?

No, no hubiese sido inevitable. En la enemiga de los hostiles a la república, y de lo que significaba el republicanismo como anhelo de redención popular, se encuentra la causa de un golpe contrarrevolucionario y de la posterior derrota en los campos de batalla.

 

¿El bienio negro no desfiguró la arista popular de la República?

Lo procuró. No del todo, es cierto; pero lo procuró. El Frente Popular la rescató. Si bien es cierto que el “amanecer”, pongámonos líricos, de febrero de 1936 fue distinto, más tenso, que el de la primavera de 1931.

 

¿Se puede hablar, como a veces se habla, de que el Ejército Popular de la República invadió Catalunya?

Salvador, tonterías las precisas. No vamos a dar pábulo a los Pío Moa de la catalanidad, ¿no te parece?

 

Me parece, me parece. ¿Negrín fue un peón del PCE y de la Unión Soviética?

Ésta también es fácil. Y breve: No.

 

¿Qué figura de la II República te interesa más?

Con sus limitaciones, Clara Campoamor y Marcelino Domingo. Me interesan como “estudioso” del republicanismo en la medida que encarnan tensiones, tradiciones, maneras de hacer, modalidades de compromiso cívico y resoluciones en el tiempo.

 

No puedo preguntarte por el exilio. Dedicas a él el capítulo VII. ¿Tal mal se llevaron los exiliados republicanos? ¿Cuál fue su principal tierra de acogida?

Se llevaron mal. Entre otras cosas porque asumir la condición de derrotados no es fácil. Quién tuvo mayores cuotas de responsabilidad en el desastre no resultaba cómodo de elucidar. De qué manera se gestionan los recursos que salen del país, tampoco. Cómo hacer para mantener viva la llama republicana lejos de la patria, mucho menos. En México, mucho más que en Chile o en Argentina, el numeroso grupo de españoles exiliados tuvieron que recomponer sus biografías sin renunciar a un combate que ellos sabían, ahora más que nunca, secular. Ahí o en Francia, o en Londres, las fracturas entre republicanos liberales, comunistas, nacionalistas, cenetistas… fueron muy vivas. Acaso los años de la Guerra Mundial, y las expectativas de que la victoria aliada frente al nazifascismo restaurase la república, las neutralizaron en parte. Las decepciones posteriores a 1945 y la conformación de una lógica de guerra fría las realimentaron. En algunos casos, llegaron a ser insoportables.

 

Sería imperdonable no preguntarte: ¿qué papel jugaron los republicanos españoles en la resistencia antifascista europea?

Decisiva en la liberación de Francia. En realidad, pudieron y supieron presentarse como los primeros antifascistas; como aquellos que habían tenido que hacer frente, primero, a la barbarie fascista.

Otra cosa es que se les reconociese más allá de unas pocas formalidades.

 

Afirmas en la coda republicana que cierra tu magnífico libro: “Contar con la memoria es lo que ha salvado al republicanismo”. ¿Por qué?

En el reverdecer republicano, a día de hoy, hay mucho de nuevo, de radicalmente innovador. Muchos jóvenes ondean la bandera tricolor en las manifestaciones porque es un símbolo de rebeldía frente a lo existente, contra el orden político y social que los conduce a situaciones intolerables. Desconocen, en muchos casos lo que significó en otros tiempos. Sin embargo, en los primeros pasos de ese reverdecer se encuentra un ejercicio que en el tránsito del siglo XX al XXI se hizo muy evidente. Un ejercicio de memoria. Aquél que se expresó en la interrogación de los nietos a propósito del destino y los avatares de los abuelos, aquél que dio origen a una política de memoria que tan nerviosos pone a la derecha política, social y cultural.

 

¿Qué es lo que, en tu opinión, el actual republicanismo federal debe procurar? Te cito si quieres coger un nudo: “el republicanismo se está reinventando y amenaza con ser capaz de integrar luchas y aspiraciones parciales en un proyecto global, por ambiguo, heterogéneo y sometido a malentendidos que siga estando”. ¿Es eso en tu opinión?

Te empiezo a responder por el final. El republicanismo ha sido, y probablemente, sea fuente de equívocos. Hay quien querrá ver en la república un marco institucional que concluye la construcción de una democracia representativa. El principio electivo alcanza a la máxima autoridad del Estado. Habrá, sin embargo, quien la perciba como una puerta abierta a un nuevo orden social, económico y político. Como una ampliación del campo de la política, como el mecanismo a través del cual conformar una ciudadanía activa y participativa, dispuesta a laborar mediante la deliberación por un horizonte de bienestar compartido. La república como, en suma, una apuesta decidida por lo común.

Es inevitable el malentendido. Y, Salvador, en el libro hablo de ambas nociones en perspectiva histórico. Explico la coexistencia de ambas. Como ciudadano de hoy y aquí, me parece que el lector tendrá claro que estamos pensando en el interés y la utilidad que tiene el republicanismo para una izquierda transformadora.

 

Lo tiene desde luego. Cuatro preguntas más para finalizar. ¿Por qué nos cuesta tanto a los militantes de izquierda pronunciar la palabra España?

El franquismo dio fuerza al sintagma “Estado español” y la izquierda muestra una extraña querencia por el mismo. No sé, supongo que España, en las últimas décadas, ha pasado a ser una palabra tabú. Lo que por otro lado da lugar a confusiones asombrosas.

 

¿A qué confusiones?

Algunas tan absurdas como que se hable de la clase obrera del Estado español y uno o una no se esté refiriendo al funcionariado, que debe ser lo más parecido que existe a una “clase obrera del estado”. Entiendo que España pueda resultar un vocablo incómodo, y hostil, para quienes vivan una identidad que haya sido objeto de agresiones por un Estado unitario y centralizador, pero lo lógico sería impugnar al Estado, ¿no?

Otro ejemplo, en las páginas de la izquierda anticapitalista, en general, se suele usar una terminología dispar. Ves los enlaces y te encuentras con Italia, Portugal, Grecia, Francia, Alemania, Estado español... En ocasiones Estado español va justo delante, o detrás de Francia; que no Estado francés. En fin, el lenguaje crea realidad pero difícilmente consigue ocultarla del todo.

 

¿Por qué actualmente el período de la II República es visto con ojos muy alejados por parte de la ciudadanía catalana muy movilizada por motivos identitarios?

¿Por española? El nacionalismo español es temible, pero el catalán es de una eficacia pasmosa. Incluso en las distorsiones.

 

¿Nos regalas un ejemplo?

Que la guerra civil española, en la medida que se entiende como el correlato inevitable de la República, fue una guerra de agresión contra Cataluña les parece, a las jóvenes generaciones educadas en la escuela democrática, una verdad incuestionable. Te lo llegan a decir incluso ante un mapa de fosas, lo que ya tiene bemoles.

Hay estudios académicos recientes que recuerdan lo obvio: el retorno en 1939 de catalanes que habían huido una par de años antes -por la revolución, para evitar la conscripción militar,...- y que ahora constituyen las nuevas élites políticas del franquismo. En buena medida reeditando su papel secular. Pues bien, todo ello no consigue erosionar el relato de España contra Cataluña. Ni por asomo.

 

¿Todo republicanismo es una forma de democracia? ¿Toda posición democrática debe ser forzosamente republicana?

No a la primera. A estas alturas de la historia, sí a la segunda. Para no caer en contradicciones elementales, digo.

 

Estar, apoyar a una República federal, ¿qué significa hoy exactamente?

Hacer un llamado a la participación ciudadana, reclamar el interés de la ciudadanía por la política, aspirar a un orden social basado en el principio de equidad, retornar la soberanía al municipio, dar cabida a la libertad de los pueblos y naciones de España,…

No sé, Salvador. Lo contemplo como la posibilidad de proceder a la construcción de una agenda pública renovada entre todas y todos. Una utopía hacia la que dirigirnos, hacia la que andar juntas.

 

Gracias, muchas gracias estimat Àngel, por tus lecciones republicanas, por tu hermosa y admirable pasión republicana. Por cierto, creo que tienes vinculaciones muy profundas con Andalucía. ¿Cómo está el republicanismo andaluz? ¿El andalucismo es también un republicanismo?

Como por el resto de España es un movimiento al alza. Veremos si consigue cuajar. Está vinculado a la activación de propuestas de recuperación de la democracia, de retorno de la voz decisiva a la ciudadanía y de políticas concretas para hacer frente a las agresiones del neoliberalismo.

Frente a los oligarcas -que los hay- y sus turiferarios el republicanismo andaluz aspira a recuperar el tono escandaloso y subversivo de la democracia.

El andalucismo debería ser, en todo ello, elemento nodal. A diferencia de otros nacionalismos -y no lo digo, por ejemplo, por el gallego-, el componente de clase -superadas fases históricas en las que se desnaturalizó- es nítido, cabal. El pueblo andaluz es un sujeto colectivo sometido a la voracidad de lo que ahora designamos como élites extractivas y en tiempos llamábamos capitalismo monopolista. Su liberación no pasa por el privilegio. Pasa por la igualdad. Republicana.

 

II.

Entrevista a Xavier Diez sobre L’anarquisme, fet diferencial català

Es evidente que Cataluña no posee el monopolio de haber tenido un gran movimiento libertario. En el estado, tanto Andalucía, como Aragón, como Valencia, Menorca, Asturias y zonas del País Vasco, Galicia y Madrid tenían núcleos relevantes.”

 

Xavier Diez es un historiador catalán especializado en anarquismo. Nuestra conversación se centra en la última de sus aportaciones, libro publicado por la editorial Virus en 2013.

***

 

¿Por qué el anarquismo es un “fet diferencial” catalán? ¿No ha habido anarquismo en otros países, en otros territorios?

En primer lugar, el título del libro es una provocación intelectual deliberada. La “historia oficiosa catalanista”, que en muy buena medida proviene del proyecto cultural y político novecentista, y que es reconstruido a mediados de los cincuenta por historiadores como Vicens Vives, destacan las virtudes de la Cataluña burguesa y obvian el hecho de una larga tradición revolucionaria entre la cual, el anarquismo tiene un gran protagonismo. El título del libro, pues, tiene la intención de ser una enmienda a la totalidad a una visión tradicional de Cataluña claramente incompleta y reivindica la ocultada historia de una sociedad rebelde, de espíritu igualitario y libertario.

Es evidente que Cataluña no posee el monopolio de haber tenido un gran movimiento libertario. En el estado, tanto Andalucía, como Aragón, como Valencia, Menorca, Asturias y zonas del País Vasco, Galicia y Madrid tenían núcleos relevantes. También países como Argentina, Italia, Estados Unidos, Cuba, Francia o Rusia han tenido movimientos libertarios de gran influencia. Pero, a diferencia de los demás, en Cataluña ya existe una tradición previa de igualitarismo social y radicalidad democrática, a menudo exitosa (es el caso del movimiento Remensa o la revolución contra la monarquía absolutista borbónica en el siglo XVII). Y también, a diferencia de la mayoría de movimientos anarquistas coetáneos, enlaza con una tradición asociativa que lleva a la CNT (una central teóricamente estatal, pero cuyos afiliados catalanes llegan a representar hasta tres cuartas partes del total) a ser capaz de construir una “contrasociedad”, un modelo autogestionario que permite el éxito de la revolución de 1936, que es quizá la principal aportación histórica de Cataluña al mundo durante el siglo XX.

 

El subtítulo del libro es: “Influencia y legado del anarquismo en la historia y sociedad catalana contemporánea”. Aunque me imagino la respuesta por lo que acaba de decir: ¿ha sido muy influyente el anarquismo en la Cataluña contemporánea? ¿Lo sigue siendo?

Como ya sugería en la anterior pregunta, este libro tiene un componente reivindicativo importante. Cuando estudiaba historia en la universidad entre la década de los ochenta y los noventa, el movimiento anarquista era sistemáticamente obviado o difamado. Los anarquistas (mayoría entre la generación de nuestros abuelos de clase trabajadora), eran presentados con una mezcla de violencia e ingenuidad: unos “rebeldes primitivos” en términos del historiador Eric J. Hobsbawm. En el momento en el cual uno decide investigar, utilizar fuentes primarias, incluso las fuentes coetáneas de sus detractores, descubre que el movimiento anarquista es capaz de tejer un potente universo paralelo, desde premisas antagónicas a las dominantes: es decir, desde el igualitarismo, desde ideas de libertad, de desprecio hacia los fanatismos.

Cuando hablamos de anarquismo es necesario distinguir entre el explícito (el más claramente militante) y el implícito (el que asume de manera inconsciente buena parte de sus postulados ideológicos y prácticos). El primero, sigue siendo estigmatizado y considerado por una mayoría social como potencialmente peligroso, de manera que su influencia es más bien limitada. El segundo, en cambio, forma parte del inconsciente colectivo. Y su sombra está entre nosotros, aunque no seamos capaces de distinguirlo. La ideología es como el agua para los peces. Nos movemos en ella, pero no somos conscientes de su existencia. Creencias, prácticas y concepciones morales que nos llevan a apoyar al 15-M, a la PAH, o a tomar decisiones mediante el formato de asambleas es un ejemplo de esta influencia en el subconsciente colectivo.

 

¿Cuál es el principal legado de la tradición que comentamos?

A pesar de todas las críticas y tópicos, Cataluña es una de las sociedades más abiertas y tolerantes del mundo. Uno de los lugares en los que más se practica el nudismo (ya se hacía a principios del siglo XX), donde surgen movimientos potentes en defensa de la libertad sexual, se considera de mal gusto la ostentación, existe una práctica religiosa prácticamente marginal y superficial, una manera de relacionarse muy horizontal, una gran animadversión contra la pompa y la circunstancia, un odio feroz ante instituciones como la monarquía (representación sagrada y simbólico del poder absoluto), y una profunda cultura antiautoritaria. También somos muy estirnerianos, en el sentido que nos reímos sin problemas de lo más sagrado. Uno de los personajes simbólicos más emblemáticos que tenemos el “caganer”, un personaje escatológico del pesebre que representa a un payés, con barretina y pipa, defecando al lado del nacimiento de Dios. Es una muestra sarcástica de cómo los catalanes no nos dejamos impresionar por lo más sagrado.

 

 

¿Por qué la CNT, como señala en el libro, ha sido el sindicato de clase de orientación anarquista más importante del mundo?

Podríamos hablar de unos números espectaculares, con una proporción que hacía de la CNT una fuerza sindical hegemónica, sin discusión, entre 1910 y 1939. Pero no se trata tanto de dimensión como de filosofía. A diferencia de los sindicatos de orientación marxista y laborista (que entienden el sindicato como un apéndice de una fuerza política) la CNT es auténticamente un “universo paralelo”. Es un espacio formativo, de sociabilidad, de participación en igualdad de condiciones, de integración, de generación de ideas y debates, un espacio de comunicación y cultural, y de construcción de un mundo sin capitalismo. Se trata de una verdadera contrasociedad que está llevando a la práctica un mundo sin capitalistas, en las que las personas se autoforman como seres libres en una economía y sociedad sin diferencias de clase.

 

En la presentación del libro –“Una memoria incómoda”-, tomando pie incluso en Cervantes, habla usted del carácter indómito, insumiso y rebelde de los catalanes. ¿Estas virtudes con esenciales, transhistóricas, únicas, singulares de la ciudadanía de Cataluña en todo tiempo y lugar? ¿Son algo así como “el carácter nacional” de los catalanes?

Yo soy muy crítico ante este tipo de argumentos. Aceptar que existen “caracteres nacionales” resulta, académicamente hablando, poco serio. Además, también existe un problema. El mismo Vicens Vives define a Cataluña como una “Tierra de paso”, y es cierto. Los catalanes somos el resultado de una agregación de personas que provienen un poco de todas partes. También ahora. Pero sí que acabamos dando respuestas colectivas ante circunstancias históricas difíciles. La proverbial rebeldía catalana, que recogen los textos del siglo XVI, XVII, XVIII se corresponde a la manera de reaccionar ante la presión a la cual nos someten dos grandes imperios: el francés y el castellano. Dos imperios que pretenden incorporar “y reducir a las leyes de Castilla” a un territorio heterogéneo. Ante ello, las instituciones se resisten (y ante la resistencia, los ejércitos reales matan y saquean). No hay nada que despierte una conciencia nacional como un ataque exterior, y eso es lo que se va produciendo a lo largo de la edad moderna: la creación de una sociedad resistencialista, cohesionada en base a la agresión exterior, y necesitada de autoafirmación constante. Todas las naciones, como expone Benedict Anderson, son inventadas. Y los catalanes, ante la presión externa, se reinventan conscientemente, modulando las respuestas en función del contexto.

En cierta manera, lo que sucede en Cataluña no es demasiado diferente a lo que sucede a Suiza: una agregación de personas de diferentes orígenes que se juntan para resistir a la presión de grandes imperios. En la actualidad, lo que sucede tampoco es demasiado diferente. España todavía pretende asimilar a los catalanes para reducirlos a una manera de ser uniforme, en castellano, y sin identidad propia. Y a medida que aparece gente como Franco, Aznar o Wert, más antipáticos nos volvemos (desde la perspectiva imperial, por supuesto). Y más se cohesiona Cataluña, por muy diferentes que seamos internamente.

 

Apunta también que los hombres del Noucentisme, en base a los historiadores de la Renaixença, trataron de establecer una interpretación del pasado coherente “con determinados intereses de clase”. ¿Ese sesgo clasista es inevitable? Si fuera así, ¿desde qué posición construye usted su historia sobre el anarquismo catalán?

Como apuntábamos en la respuesta anterior, todo colectivo trata de dotarse de una identidad. Cada nación, busca crear un relato propio. Lo que sucede es que dentro de cada pueblo, hay grupos con influencia asimétrica, capaces de establecer narrativas diferenciadas que acaben siendo hegemónicas, de acuerdo con sus intereses de grupo. Los hombres de la Renaixença, y también los del Noucentisme, reivindican un pasado idealizado (como sucede por toda Europa en la ola nacionalista asociada al Romanticismo). Pero es un pasado tamizado por su mirada del presente. Y en ese presente, se proyectan sus principios y prejuicios de clase. Los hombres del Noucentisme y de la Renaixença están vinculados a una emergente clase burguesa, y por tanto los rasgos identitarios que destacan son aquellos que defienden sus valores: trabajo, orden, progreso, imperialismo, religión,… Incluso la idea construida por Vicens Vives en su “Notícia de Catalunya”, en la que destaca el “seny” como característica fundamental del presunto carácter catalán, es en realidad la proyección de los ideales del Opus Dei, que en esos momentos el historiador gerundense defiende, de la misma manera que defiende la intervención de las élites catalanas en el gobierno franquista, y que llevará a parte de las mentes más brillantes (y colaboracionistas) a participar en el Plan de Estabilización.

En mi libro, trato de desmontar estos mitos, explicando lo que son, una construcción artificial al servicio de un proyecto. Y propongo que la historia silenciada del movimiento obrero catalán (que hasta 1939 es hegemónicamente libertario) sea también uno de los elementos que participan de la construcción de la identidad de nuestro país. Al fin y al cabo, yo mismo (soy hijo de un metalúrgico) como buena parte de los historiadores provenientes de la clase trabajadora, nos dedicamos a participar en la construcción de un imaginario nacional alternativo al de las élites y acorde con otros valores, en mi caso, más proclive a la igualdad social.

 

¿Qué historia oficial niega la existencia de Cataluña como sujeto histórico? ¿Quiénes abonan esa historiografía?

Creo que está bastante claro. El ministro Wert, una de los brazos intelectuales del postfranquismo, parece obsesionado a recrear una historia oficial que niega la pluralidad y reivindica los mitos de la historia española más rancia. La que niega la pluralidad en la historia de España. La que reivindica la “obra evangelizadora” del imperio, muy del estilo de los fastos del V Centenario. La que defiende la Real Academia de la Historia. La que redacta manuales infames como García de Cortázar. La que usa la historia como instrumento político para negar la evidencia. La que veta el acceso de forenses a las fosas comunes y a los historiadores investigar el holocausto español. La que impide el acceso a los historiadores de fuentes primarias y archivos oficiales. Un ejemplo es la reciente decisión del Ministerio de Asuntos Exteriores de impedir el acceso a la documentación oficial… ¡hasta de papeles del siglo XVI!

 

Permítame que señala que Wert, como usted sabe, no es historiador y sus aportaciones históricas son nulas. Y, como usted sabe también, esa perspectiva histórica, que usted señala y crítica con razón, está absolutamente desprestigiada entre la comunidad científica de historiadores. Prosigo. ¿Cree usted entonces que la memoria libertaria ha sido marginada en la historia escrita sobre Cataluña? ¿Por qué, por quiénes?

De hecho, mi libro, mi provocación intelectual, viene motivada para acabar con esta marginación interesada. Ya he comentado el hecho que, en mi formación universitaria convencional, el anarquismo no existía prácticamente… si no era para desacreditarlo sin que se ofrecieran demasiados detalles. Se puede decir que, prácticamente se negaba su existencia. Fruto de ello era que desde los estamentos académicos apenas había investigación realizada desde aquí. Cosa curiosa, la primera tesis doctoral que tuvo el anarquismo como sujeto de investigación fue a finales de la década de 1950… por parte de un religioso, Casimir Martí. En varias presentaciones me he referido a una anécdota repetida en varias ocasiones. Cada vez que buscaba documentación en el Ateneu Enciclopèdic Popular, me encontraba con varios historiadores británicos, italianos o franceses que sabían mucho más sobre el anarquismo español y catalán que colegas de mi nacionalidad.

Existía, por tanto, una ocultación deliberada. ¿Por quién? Por parte de aquellos quienes habían constatado, gracias a la Revolución de 1936, que las élites políticas, económicas, culturales, eran del todo prescindibles. Que las personas comunes eran capaces de gobernarse por sí mismas. Que las diferencias sociales son más un estorbo que una necesidad.

Por tanto, las élites fueron quienes trataron de desacreditar la experiencia y el legado libertario. Muchos historiadores ofrecían una caricatura del movimiento y las ideas libertarias, o asociaban sistemáticamente a los anarquistas con la violencia. Esto sucedía con los más conservadores, pero sobre todo con los marxistas. En primer lugar, y hasta los noventa, la guerra fría cultural seguía considerando al anarquismo como una imperdonable herejía (consideraban que los sindicatos obreros debían estar sometidos a la acción política de las élites), pero en segundo lugar, por muy de izquierdas que se reivindicasen muchos historiadores, seguían manteniendo los prejuicios de la clase de la cual procedían, que seguía siendo la dominante. La actuación posterior de buena parte de estos académicos durante la Transición (con sus inquietantes quiebros sociales e ideológicos) acabó por confirmar esta actitud hostil contra un conjunto de ideas que cuestionaban las jerarquías sociales, pero también las intelectuales.

 

Sitúa usted el sustrato histórico de la nación catalana en el feudalismo del siglo XV y habla también de la tradición de instituciones participativas como Diputación y el Consell de Cent. ¿En qué sentido eran participativas? ¿Quiénes podían participar en ellas?

Todo esto hay que valorarlo respecto al propio contexto histórico. Cataluña, durante el siglo XIII es una de las sociedades más feudalizadas de Europa. Pero en el siglo XV, agitados por motivaciones morales y por la crisis demográfica y económica del XIV, acaban rebelándose contra una estructura de poder tan sagrada como la feudal. Esto representa una verdadera revolución psicológica. La idea que la libertad en el campo debe ser conquistada por los propios campesinos, aunque para ello deba pactarse con el poder real. Y precisamente este pactismo, del cual hablan Ferran Soldevila y Vicens Vives, es lo que permite una cultura política participativa. Una participación por supuesto restrictiva, también presente en las revoluciones inglesas del XVII, excluyéndose a mujeres y a personas sin patrimonio ni condición de ciudadano (como por otra parte, también sucedía en la antigua Atenas). Pero este ensanchamiento de la base política entra en contradicción con la deriva europea hacia el absolutismo y la concentración del poder central y genera una cierta cultura democrática, de apego a instituciones participativas, que chocará con una concepción divina y centralizada del poder.

En este sentido, tampoco soy demasiado original. El mismo Kropotkin teorizó a menudo sobre las prácticas protodemocráticas de los municipios y los gremios, enfrentados a menudo ante el poder feudal y el real, y basados en una gestión, de acuerdo con estándares coetáneos, bastante democráticas, y que podrían servir de modelo alternativo al capitalismo del XIX.

 

Sostiene que el presidente republicano Pi y Margall se avanzó a las ideas federales elaboradas por Proudhon. ¿Qué tipo de federalismo defendía Pi y Margall?

Las ideas federalistas de Proudhon y las de Pi i Margall se vienen elaborando de manera paralela, de manera que es difícil saber quien hizo primero qué, y más teniendo en cuenta que el mundo catalán y francés del XIX estaba mucho más interrelacionado de lo que hasta ahora se había considerado (hay que agradecer esta nueva perspectiva, a investigaciones recientes sobre la permeabilidad de la frontera pirenaica como las emprendidas por mi colega Òscar Jané). Ahora bien, ambos parten de condiciones similares. Provenían de sociedades (el Jura y Cataluña) con una gran tradición gremial y municipal enfrentándose a un poder central cada vez más sofisticado, y ante una transformación política y económica (las revoluciones burguesas) en las cuales unas élites acumulaban riqueza y poder a costa de la mayoría.

Pi i Margall (como Proudhon) proponían la articulación de un federalismo fundamentado en el municipio libre y soberano, gobernado asambleariamente por la ciudadanía, y con libertad para establecer acuerdos o pactos (siempre reversibles) con otros municipios libres mediante federaciones. Esto era la alternativa a la construcción del estado moderno, dominado por élites burocráticas, políticas y económicas. El federalismo pimargalliano, como el de Proudhon, proponía una autogestión política y económica desde la base y la intervención de los ciudadanos comunes que impidiera la eclosión de la desigualdad del incipiente capitalismo, de abajo a arriba y de igual a igual. Es una pena que este concepto haya caído tan bajo en el leguaje político actual.

 

Apunta en el libro críticas a la interpretación del anarquismo de Eric Hobsbawm. ¿Podría resumirlas? ¿Por qué limita la influencia de la concepción marxista en Cataluá al período sesenta-noventa del siglo XX?

Hobsbawm, como buen marxista, consideraba que la clase obrera debía ser “liberada” en base a la movilización de los trabajadores a partir de instituciones superiores: el partido, el estado, las instituciones “desde arriba”. Para un marxista como el historiador británico, con una concepción hegeliana de la historia según la cual ésta tendía a un progreso lineal hasta llegar a un estadio superior de socialismo, la idea que unos individuos consideraban que no se necesitaban élites para liderar este supuesto tránsito hacia no se sabe dónde, representaba una herejía. Que las masas trabajadoras utilizaran argumentos morales frente a criterios “materiales” teóricamente científicos, era cosa de “rebeldes primitivos”, es decir, de personas atrasadas que no creían en la verdad revelada del marxismo.

Y claro está, el marxismo historiográfico, muy influenciado en esquemas arbitrarios y poco flexibles, domina el panorama académico entre las décadas de los sesenta y principios de los noventa. Esto es lo que provoca una incomprensión de movimientos contrarios a la ortodoxia hegeliana, y por tanto, hacia un menosprecio, una caracterización del anarquismo como un ámbito anacrónico no sujeto a presuntas leyes inmutables de la historia.

 

No se moleste pero su interpretación de Eric Hobsbawn, mi admiración por su gran obra no le oculto, exige algún matiz. No veo que EH fuera un hegeliano indocumentado y fanatizado, que el linealismo fuera uno de sus atributos, que ese tránsito que usted indica no supiera su estación de término y que menospreciara el uso de argumentos morales como señala. Perdón.

Afirma que el anarquismo arraigó con fuerza en los “Países Catalanes” y que, en cambio, tiene poco peso en otras áreas de España. ¿Tampoco en Andalucía por ejemplo? ¿No la tuvo en Aragón? Por ejemplo, tomo el dato de su libro, página 44, el número de afiliados a la CNT en el resto de España en 1936 era de 312.445 y en los P. Cat. de 236.948.

Como todo, es necesario matizar esta afirmación. El anarquismo andaluz es bastante importante, pero a diferencia del de los Países Catalanes es de carácter predominantemente rural, hecho que destaca el mismo Gerald Brenan en su clásico «El laberinto español». Quizá algunos historiadores exageran bastante a la hora de caracterizarlo como “milenarista”. Otros, como Woodcock, encuentran mucha mayor complejidad al ampliar la base ácrata andaluza a clases medias amenazadas en poblaciones relativamente pequeñas. Respecto al resto del territorio español, existían zonas con una implantación considerable (que se reforzará a lo largo de los años 30, alimentada con la frustración causada por el socialismo y la incapacidad de la República de modificar condiciones de vida y de trabajo), pero a menudo se trataba de territorios atomizados, sin demasiada conexión, sin demasiada capacidad de articularse socialmente.

Es en los territorios catalanes donde resulta mucho más transversal, e incluso conectado con el republicanismo, con sectores sociales más amplios, y con una mayor determinación constructiva (en el sentido que hablábamos de “contrasociedad”). El hecho de la desconfianza profunda de los catalanes hacia un estado que trataba de destruir su propia identidad, resultaba un catalizador mucho mayor a la hora de reforzar ideológica y políticamente el anarquismo. Incluso también mediante una “españolidad” imaginada, muy diferente de la “españolidad” asumida sin demasiados problemas por territorios de matriz castellana.

 

¿Qué relaciones mantuvieron la CNT y la FAI?

¡Uf! Para contestar esto es necesaria una colección de tesis doctorales… Si hay que resumirlas en un adjetivo, deberíamos utilizar el “complicadas”. A riesgo de simplificar excesivamente, podríamos hablar que existe una voluntad común de tejer la nueva sociedad, que se combina con un choque de culturas políticas. Por una parte, la FAI actúa como un elemento de catalización ideológica (a menudo interpretada como conflictiva guardiana de las esencias anarcocomunistas) ante un sindicato con una pluralidad interna (política, sindical, estratégica, ideológica, sociológica,…) mucho mayor que la comúnmente admitida. Eso lleva a un conjunto de convergencias y desencuentros que, en la actualidad, continúan irresolubles.

 

¿El anarquismo catalán estuvo a favor del derecho de autodeterminación de los pueblos de Sefarad? ¿Fue independentista en algún momento?

Volvemos a lo anterior. No existe un anarquismo. Existen muchos, y variados anarquismos. El anarquismo no es ni un partido, ni un sindicato, ni un grupo, ni una tendencia. Es una especie de aire por donde vuelan los pájaros con ansias de libertad. Es un espacio complejo donde se expresan las inquietudes diversas de una sociedad compleja. Hubo anarquistas independentistas, independentistas anarquizantes, ácratas con una voluntad firme de construir una España idealizada de matriz castellana (con un respeto amplio a la diversidad), aunque con un predominio del castellano como lengua impresa (con la expresa voluntad de comunicarse a lo largo de los territorios diversos). Y, por supuesto, hubo una tendencia, no sé si predominante aunque probablemente sea así, “federalista” en el sentido pimargalliano. Municipio libre, comunidades libres y soberanas, de abajo a arriba, articuladas de alguna manera en base a una confederación ibérica. De hecho es lo que puede inferirse del lenguaje utilizado: “Confederación”, “Iberia”,…

 

¿El anarquismo catalán parte sustantiva del movimiento antifranquista en Cataluña?

La resistencia más seria que tuvo el anarquismo en Cataluña, y en España, provino del movimiento libertario. Cuando hablo de “seria”, me estoy refiriendo a un maquis, que en el caso catalán, era, casi exclusivamente libertario. Conectando con varias cuestiones de lo ya expuesto, a menudo, desde la historiografía nacionalista, se ha magnificado la “resistencia pacífica” ante el totalitarismo franquista. Es incomparable la contundencia de gente como Quico Sabaté, Facerias, Caracremada,… respecto a la idea de heroicidad al colocar una bandera catalana en Montserrat. Creo que la narrativa histórica catalanista debería ser mucho más valiente y reconocer el papel heroico desarrollado por una guerrilla ácrata a la hora de combatir el régimen dictatorial más letal (tras Stalin y Hitler) de toda Europa.

Por otra parte, también existe un componente ácrata “implícito” en la disolución del miedo ante la dictadura. Prácticas como el antimilitarismo, la reivindicación de la libertad sexual, el naturismo, el nudismo, la cultura de la irreverencia, las pequeñas revueltas individuales a la hora de desafiar las concepciones estrechas del catolicismo,… todos ellos elementos que provienen de una concepción antiautoritaria de la existencia que tiene mucho que ver con el “legado” ácrata.

 

La CNT, afirma usted, tenía 300.000 militantes en 1977. Familiares míos muy cercanos eran parte de ese colectivo. ¿Qué pasó luego? ¿Por qué perdió fuerza en movimiento cenetista en el país? ¿Cree usted que el caso Scala fue atentado organizado por la policía?

Existió, por parte del poder, una voluntad deliberada de boicotear y abortar todo esta efervescencia libertaria. El montaje policial de la Scala es quizá el más espectacular y colectivo (no es una opinión, es un hecho probado y documentado). Pero también lo fue el diseño de la política sindical, fundamentada en privilegiar a determinadas fuerzas, y establecer una política de negociación colectiva consistente en evitar a toda costa la acción directa que caracterizaba a la CNT. Pero también es cierto que existieron otros factores que contribuyeron a erosionar el legado sindical del anarquismo. Por una parte, una fuerte división interna entre la CNT del interior y la del exilio; un choque generacional, entre los más jóvenes y veteranos; un cambio profundo en la mentalidad colectiva de los trabajadores, en el contexto de una incipiente sociedad de consumo y el embrión (actualmente abortado) de estado del bienestar. Las cosas ya no eran (afortunadamente) como en los años 30. Pero silenciar y menospreciar la historia del anarcosindicalismo resultó ser un error que tuvo como consecuencia la actual desorientación de la mayoría de trabajadores.

 

Habla usted del protagonismo de la “sociedad civil catalana” contra la mili y habla de un movimiento política e ideológicamente transversal. ¿Transversal? A los que militábamos en él no nos lo parecía. ¿Sociedad civil catalana no es un término muy generoso?

Sí, lo afirmo y lo mantengo. Cuando hablo de transversalidad, no quiero decir “unanimidad”, sino que son diversos y heterogéneos los ámbitos que defendían la supresión del servicio militar. Existía un núcleo militante muy determinado y activo (al cual seguramente usted debía pertenecer), pero el conjunto de acciones fue aprovechado por gente de sectores sociales y orientaciones ideológicas que podría resultar sorprendente. De hecho, la mayoría de quienes se resistían al servicio militar provenían de capas medias y medias altas, con una sobrerepresentación de personas con estudios universitarios. Y, desde un punto de vista ideológico, existían ácratas confesos, pero también muchos católicos de base, y gente sin ideas políticas definidas, pero sí un sentido crítico profundo ante la arbitrariedad del estado. Y, a pesar de que buena parte del mundo insumiso bebía de fuentes libertarias, es necesario destacar el trabajo que hizo CiU, y especialmente su diputado Carles Campuzano, para conseguir la supresión del servicio militar. Y claro: entidades, partidos, colectivos, revistas, intelectuales, personas individuales, casals,… ¿qué es eso sino sociedad civil?

 

Como usted me pregunta, le respondo. Una “sociedad civil”, un término que yo jamás usaría por la inexactitud informativa y social que suele contener (nunca vi al señor Mas, al señor Duran o al señor Pujol, parte de esa sociedad civil a la que alude, en ninguno de nuestras concentraciones, en ninguna de ellas) que se apuntó muy al final, pero que muy al final (el señor Campuzano sería un ejemplo de ello), a los objetivos del movimiento antimilitarista y por motivaciones no siempre claras y limpias. Es usted quien destaca el “trabajo” de CiU. Yo nunca me topé con ningún militante de la coalición conservadora y neoliberal en nuestros actos, en nuestras acciones, algunas de ellas ciertamente arriesgadas. Usted habla de católicos de base, de ácratas, también de convergentes y unionistas, pero se olvida, o cuanto menos no cita, de los numerosos militantes marxistas-comunistas de diferente signo que abonaron el movimiento. Si comparamos con convergentes y unionistas (prefiero no pronunciarme sobre los otros colectivos a los hace referencia), la diferencia es aléfica, inconmensurable, medible en siglos-luz en algunos casos. Cito, por poner un ejemplo, dos de las revistas que más apoyaron todo aquello: mientras tanto y En Pie de paz. No son las únicas publicaciones rojas (id est, comunistas y marxistas, y ecosocialistas por supuesto) que estuvieron en esta importante batalla ciudadana crítica.

Continúo si le parece. Si se miran las cifras que usted mismo da en la página 73, la incidencia de los objetores e insumisos es mayor en otros lugares de España –Euskadi, por ejemplo, pero también Galicia, Asturias o Madrid- que no en Cataluña. ¿No es el caso en su opinión?

Yo también me sorprendí bastante cuando mi editor, Patric de San Pedro, un histórico de la insumisión, me suministró esos datos. Mi impresión previa era que parecía que (con la excepción de Euskadi, con motivaciones más complejas), Cataluña y Madrid habían mantenido el liderazgo en el antimilitarismo. Los datos objetivos relativizan mi información. Pero, precisamente esa impresión venía producida por esa “transversalidad” catalana. En Galicia o Asturias existió mucha contestación, pero a diferencia de Cataluña, tengo la impresión subjetiva, la cosa era mucho más militante, y sin soportes o complicidades de diferentes sectores políticos y sociales. Aquí reconozco que voy a ser poco riguroso y muy fundamentado en la subjetividad, pero pienso que el rechazo al servicio militar era casi una obligación. Tenías que ser muy “friki” para que te gustara llevar armas. En otros territorios del estado, tenías que ser muy militante para hacer frente a la presión social que cuestionaba tu virilidad a quienes entendíamos que la mili era una absurda y alienante pérdida de tiempo.

 

Perdóneme pero no era cuestión de ser friki, como dice, y no era un tema de gusto ni pulsión militar. Nada de eso. Yo mismo hice el servicio militar, negándome a hacer milicias universitarias. ¿Por qué? ¿Era un friki de los setenta? No lo sé, tal vez. Pero te la jugabas, no iban en broma, y en mi caso personal, estaba más seguro en aquellos momentos como soldado que como militante perseguido y escondido. Además, en la mili hacíamos trabajo político. Los comités de soldados existieron. ¿Por qué cree que arraigó tanto el espiritismo en algunos colectivos anarquistas?

Pienso que esto es uno de los aspectos que hace tan indigerible el anarquismo a quienes necesitan establecer categorías y análisis rígidos. Quienes razonan desde una izquierda de matriz marxista, solamente vale lo material. Aspectos como la religiosidad acaban siendo interpretados como superstición o una especie de primitivismo.

Pero los anarquistas, no son (por lo menos no exclusivamente) materialistas. Como cualquier individuo, tienen sus “necesidades” espirituales, su necesidad de conectar con la transcendencia y el más allá. A diferencia de la religión institucionalizada, que ofrece verdades prefabricadas, muchos anarquistas desean conectar con ese “más allá” desde una perspectiva libre e igualitaria. El espiritismo es una manera directa, democrática, libre, sin ningún tipo de intermediarios, de conectar con las dimensiones espirituales, con los muertos, con lo desconocido. Es, por tanto, una religiosidad laica o no organizada.

Por supuesto, también existe una cuestión de contexto. El espiritismo no es anarquista, aunque muchos anarquistas sean espiritistas. Surge a mediados del XIX como una fórmula alternativa de relacionarse con esa dimensión desconocida. En mi libro hago alguna mención, pero sin duda, quien más ha trabajado sobre el tema (y quien ha reivindicado este hecho poco conocido) es mi colega Gerard Horta.

 

¿De dónde la influencia de la filosofía de Nietzsche en algunos colectivos anarquistas catalanes?

No soy un experto sobre la cuestión, pero en el caso de Cataluña, a lo largo de los años de la década de 1890, y hasta poco después de la Semana Trágica, en 1909, existe una confluencia entre núcleos intelectuales modernistas, hijos rebeldes de la burguesía catalana, y un movimiento obrero con inquietudes culturales profundas, buena parte de ellos linotipistas, periodistas y aficionados al teatro, y que adaptan a Ibsen como autor de referencia (de hecho, muchas de las obras del autor noruego serán representadas antes en Barcelona que en París). Es en esta época en la que se difunde el pensamiento de Nietzsche, y a través de éste, de Stirner. Es lo que, historiadores de la literatura como Joaquim Molas denomina la convivencia entre la “bohemia rosa”, la de los jóvenes rebeldes de clases acomodadas, y la “bohemia negra”, de aquellos que, de procedencia trabajadora, tratan de evitar el trabajo asalariado viviendo infructuosamente del arte, la conspiración nihilista, o de lo que surgiera. Esto no es algo que se limite a Cataluña, se trata de una experiencia en la que también habrá confluencias con los intelectuales de la Generación del 98, pero sobre todo, de los ambientes bohemios de París, donde surge un anarquismo individualista, de matriz muy filosófica, como la representada por teóricos como Émile Armand o Han Ryner, con una amplia difusión en Barcelona. Posteriormente a la Semana Trágica, los buenos hijos de la burguesía, asustados ante la deriva revolucionaria de matriz anarquista y por la brutal represión militar y policial desencadenada por el estado, acabarán abandonando los ambientes bohemios-revolucionarios, pero los debates intelectuales entre grupos ácratas, menos dados al sindicalismo, persistirán en muchos grupos de afinidad.

 

El último capítulo de su libro se titula: “Cataluña será libertaria o no será…”¿De verdad? Tal como están las cosas, ¿no corremos el riesgo de que Cataluña deje de existir dada la influencia no mayoritaria del anarquismo en el país de Salvat Papasseit, Federica Montseny y José Arnal Cerezuelo (asesinado por cenetista en mayo de 1939)?

El epílogo del libro se recrea en su ánimo provocador al parafrasear a Torras i Bages (autor de la frase “Cataluña será cristiana o no será”) quien consideró al catolicismo como elemento fundamental de la identidad catalana. El título de esta última parte pretende, en contraposición, reivindicar el legado libertario de nuestro país como elemento irrenunciable de nuestro pasado, escamoteado en la narrativa oficial, pero a la vez, y como conclusión final, trata de considerar como elemento identitario propio una historia en la que hombres y mujeres, en distintas épocas, desde perspectivas y finalidades diversas, y desde adjetivos diferentes, han tendido a rebelarse contra la injusticia, la opresión y la desigualdad. Y es esta tendencia al inconformismo, a la búsqueda de la libertad y la igualdad en un contexto político adverso la que ha mantenido la identidad propia. O, explicado de otra forma: nuestra rebeldía ante una sociedad autoritaria, arbitraria y desigual es la que nos define como nación. Más que la lengua, más que las tradiciones, más que la historia común, lo que nos une es nuestra voluntad de ser… libres. Por ello, la única forma de mantener nuestra identidad como nación depende de cómo estemos dispuestos a continuar resistiendo ante las diversas formas de opresión: de aquí la expresión “Cataluña será libertaria o no será”, porque si deja de serlo, perderá su principal motor (permítame que resucite el término) espiritual.

Con ello no quiero decir que la existencia del país esté en peligro sin un movimiento anarquista organizado. En esta entrevista he hablado suficientemente de los conceptos de anarquismo implícito y explícito, de la diversidad de corrientes que confluyen ante una cosmovisión común, en base a unos pocos pero claros principios, que pueden aparecer bajo formas diferentes. Ayer este ánimo se podía expresar en la CNT, en personajes como Federica Montseny o la rebeldía poética de Salvat Papasseit. También podría hallarse en los payeses de remensa rebelados ante el feudalismo, a los segadores en armas contra la monarquía o a los artesanos y trabajadores que, al destruir los telares mecánicos, se oponen a la burguesía industrial del XIX. Hoy puede captarse este espíritu en movimientos como la PAH, en discursos de carácter moral como los de Ada Colau, en los entramados neocooperativistas del La Ciutat Invisible, en tipos dispuestos a desafiar a los bancos como Enric Duran o donde exista un ánimo de combatir un sistema, el capitalismo, injusto y perverso en su lógica superficial y profunda.

 

¿Por qué su libro es una respuesta al clásico de J. Vicens Vices, Noticia de Cataluña?

Creo haberlo sugerido a lo largo de la entrevista.

 

Tiene razón, perdone que insista.

Vicens Vives, como agente de la burguesía catalana colaboracionista con el franquismo (a mí me gusta hablar del “Vichy Catalán)”, trata de apropiarse del país, generando una narrativa propia, un relato de Cataluña tamizada a través de los valores tradicionales y retrógrados que, más que burgueses, acababan resultando ser los del Opus Dei. Lo que ocurre es que se trata de un historiador con un extraordinario talento, meticuloso, metódico, brillante, que además escribe fantásticamente, de manera que su obra “Notícia de Catalunya” acaba influenciando en profundidad a la intelectualidad catalana, y su libro todavía posee un gran influjo entre el conjunto de la historiografía actual. Mi “Anarquisme, fet diferencial”, desde un ámbito académico, pero también cívico, advierte de las trampas intelectuales utilizadas por el historiador gerundense; la reconstrucción y radiografía de su discurso, sus motivaciones, sus objetivos, sus recursos y trucos. Una vez realizado ese trabajo de deconstrucción, trato de transmitir que Cataluña no es la nación apropiada por una única clase social o corriente ideológica. Que nuestro país posee una larga trayectoria de rebeldía, y que uno de los aspectos que resultan ser más determinantes en nuestra historia es la del papel ejercido por el anarquismo. Una historia, como ya he dicho, ignorada por la mayoría ciudadana, en parte gracias al trabajo de Vicens, quien se ocupó de minimizar el fenómeno. Vicens Vives contabiliza hasta once revoluciones en la convulsa historia de Cataluña, y que explica la dificultad de nuestro país de relacionarse con el “Minotauro”, es decir, el poder. Eso lo considera uno de los peores defectos nacionales. Yo, desde mi modesta posición disidente, le doy la vuelta al argumento, y considero que es precisamente esta tendencia catalana a rebelarse ante el poder arbitrario lo que constituye quizá, la más gran virtud de nuestro país, un ejemplo de resistencia y determinación.

 

La historiografía del anarquismo catalán se renueva cada día sostiene usted. ¿Qué parte de esos estudios le resultan a usted de mayor interés? ¿De dónde ese incremento del interés por colectivos que han sido esenciales en la historia contemporánea de Cataluña?

Es cierto, y he publicado un par de artículos académicos sobre ello. Hasta los años noventa, los historiadores se preocuparon bastante por historiar el «anarquismo institucional», especialmente las organizaciones obreras (CNT, FAI, la Internacional,…) y fijar algunos episodios de violencia (la era de los atentados de 1890; la época del pistolerismo, la participación de algunos anarquistas en las patrullas de control en la retaguardia republicana,…). En menor medida, también existía algún estudio sobre ideología, cultura o medios de comunicación. En buena parte se trata de trabajos realizados por historiadores académicos que (quizá con las excepciones de Miquel Izard, Josep Termes o Pere Gabriel), realizan una mirada superficial y a menudo desacreditadora.

A partir de finales de los noventa, la situación cambia. Emerge una nueva generación de historiadores, que habiendo recibido una formación académica convencional, muchos de ellos ajenos a las clases dominantes y sus discursos, de manera que abordan nuevas temáticas sin apriorismos ideológicos. Empieza a redescubrirse la dimensión cultural y periodística del anarquismo (como los trabajos de Javier Navarro y Francisco Madrid); la aplicación de criterios antropológicos a la sociabilidad libertaria (Dolors Marín y Chris Ealham), el estudio, ya citado, de la espiritualidad (Gerard Horta), investigaciones sobre naturismo y urbanismo libertario (Eduard Masjuan, Josep Maria Roselló y José Luis Oyón); las relaciones exteriores del movimiento (Teresa Abelló y Jason Gardner), el pensamiento económico (Antoni Castells), el modelo cooperativista (La ciutat Invisible) el teatro (Francesc Foguet), el ateneismo y la cultura (los hermanos Aisa), la cuestión del feminismo (Dolors Marín y Eulàlia Vega),… podríamos seguir, y me estoy dejando a un montón de gente brillante y frentes de estudio. Lo que quiero reafirmar es que, por primera vez, se estudia a un movimiento complejo y poliédrico, desde la complejidad y desde diversas caras, de manera que tenemos una radiografía mucho más precisa que hace veinte años sobre algo difícil de estudiar y comprender. Y lo que descubrimos, trabajo tras trabajo, es que el movimiento anarquista estaba estrechamente imbricado en la sociedad catalana. El desconocimiento de la historia anarquista en Cataluña está vinculada a un negacionismo por parte de las clases dirigentes actuales (también las académicas).

Y es precisamente ese negacionismo (se niega, desde los discursos institucionales que la mayoría social de la población estuviera organizada en una contrasociedad alternativa) en un contexto de grave crisis de legitimidad del sistema, que mucha gente busque inspiración en un pasado. Un pasado poco glorioso, pero en el que la gente buscaba soluciones concretas y respuestas pragmáticas a problemas reales. Y eso era lo que hacían unos anarquistas bastante menos idealistas y mucho más pragmáticos de lo que nos han intentado vender.

 

La última, ha sido un abuso: ¿qué autor anarquista catalán tiene para usted mayor importancia histórico-cultural? ¿Qué activista, qué político, fue el más destacado en su opinión?

Me temo que voy a tener que negarme a contestar este tipo de pregunta del más puro estilo americano en base a ránquing, excelencia y culto a la personalidad y el liderazgo.

 

Lo siento, siento haber caído en este mal lugar común.

Una de las cosas que sucede con el anarquismo es que, a priori, no existen clases. Que no se sacraliza la figura del intelectual, que no existe un canon cultural o filosófico. Que quien habla está al mismo nivel que quien escucha, y quien escribe, al mismo nivel de quien lee. Que quien es protagonista, será el acomodador o el personaje secundario, y al revés. El mejor autor anarquista es aquel que es capaz de expresar con habilidad las inquietudes de la gente. El mejor activista es aquel anónimo que hace lo necesario en el momento oportuno. El mejor político es aquel que actúa desde la base, neutralizando cualquier vedetismo, evitando una separación entre quien piensa y quien trabaja. Al fin y al cabo, el anarquismo es individualismo, es libertad, pero también es un igualitarismo radical. A mí me gusta una frase de Ricardo Mella que trata de definir en qué consiste eso del anarquismo: La libertad como base, la igualdad como medio, la fraternidad como fin.

 

Gracias por su amabilidad.

 

III.

Entrevista a Francisco Morente sobre el congreso “España contra Catalunya (1714-2014)”.

La historia de lo que, por simplificar, se suele denominar la relación entre España y Cataluña es, como toda historia, conflictiva. Pero reducir los últimos 300 años al conflicto es eso, reduccionista, simplificador y una manera muy pobre intelectualmente hablando de analizar el pasado.”

 

Francisco Morente es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Especialista en el estudio de la cultura, la educación y la socialización política de los jóvenes en los regímenes fascistas, entre sus numerosas publicaciones cabe citar La Escuela y el Estado Nuevo. La depuración del magisterio nacional (1936-1943), Libro e moschetto. Política educativa y política de juventud en la Italia fascista, 1922-1943, y Dionisio Ridruejo. Del fascismo al antifranquismo. Recientemente ha editado las obras colectivas España en la crisis europea de entreguerras. República, fascismo y guerra civil, y (con Ferran Gallego) Rebeldes y reaccionarios. Intelectuales, fascismo y derecha radical en Europa.

***

 

¿Quiénes organizan el congreso de historia que lleva por título “España contra Catalunya (1714-2014)” y que se va a celebrar el próximo diciembre en Barcelona?

El congreso está organizado por el Centre d’Història Contemporània de Catalunya (que depende del Departament de Presidència de la Generalitat de Catalunya) y por la Societat Catalana d’Estudis Històrics (Institut d’Estudis Catalans)

 

¿Participan los grandes historiadores de este largo período?

Entre los participantes hay, sin duda, algunos historiadores muy relevantes. También hay ausencias muy llamativas. Si me permites el símil, algunos de los que podrían ganar el “balón de oro” no han sido seleccionados (o han declinado participar, no podría afirmar si una cosa o la otra)

 

¿Qué sentido, si lo tuviera, tiene la expresión, “España contra Catalunya”? ¿De qué España, de qué Catalunya, crees que se habla en el enunciado?

A mí el título del simposio me parece un disparate. No sólo por el “contra”, que también, sino muy especialmente por la utilización casi metafísica de los conceptos “España” y “Cataluña”, como si se tratase de dos entidades homogéneas, perfectamente definidas e invariables a lo largo de 300 años. No estamos en el terreno de la historia sino directamente en el de una determinada cosmovisión ideológica que nada tiene que ver con el interés por desentrañar seria y críticamente el pasado. De hecho, en la misma justificación de la celebración del congreso ya están explícitas las conclusiones del mismo.

 

¿No exageras?

No, no creas que exagero; en la presentación del congreso que se hacía en la primera circular del mismo se decía textualmente lo siguiente:

L’objectiu és analitzar amb criteris històrics, des del segle XVIII fins als nostres dies, les conseqüències que ha tingut per al país l’acció política, gairebé sempre de caire repressiu, de l’Estat espanyol en relació amb Catalunya. L’anàlisi tindrà un caràcter transversal des del punt de vista temàtic, cronològic i disciplinari, amb participació d’historiadors, economistes, sociòlegs i lingüistes. Els diversos ponents analitzaran les condicions d’opressió nacional que ha patit el poble català al llarg d’aquests segles, les quals n’han impedit el ple desenvolupament polític, social, cultural i econòmic [El objetivo es analizar con criterios históricos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que han tenido para el país la acción política, casi siempre de carácter represivo, del Estado español en relación con Cataluña. El análisis tendrá un carácter transversal desde el punto de vista temático, cronológico y disciplinario, con la participación de historiadores, economistas, sociólogos y lingüistas. Los diversos ponentes analizarán las condiciones de opresión nacional que ha sufrido el pueblo catalán a lo largo de estos siglos, condiciones opresivas que han impedido su pleno desarrollo político, social, cultural y económico]

 

Leído lo cual, en mi opinión, y desde un punto de vista estrictamente académico, se podrían ahorrar (en cualquier sentido que se considere la palabra) el evento en cuestión.

 

El período que se estudia es muy amplio, tres siglos. No hay muchos congresos históricos que abarquen un período tan dilatado si no me equivoco de mucho. ¿Por qué en este caso? ¿Hay alguna línea de continuidad?

Es cierto que no abundan los congresos que aborden períodos tan extensos, pero tampoco se puede decir que sea una rareza. La larga duración forma parte también del análisis histórico. En este caso no creo que se fuercen excesivamente las cosas en relación con lo que ha ocurrido antes con otros episodios semejantes. Hay una tendencia por parte de los poderes públicos a utilizar efemérides relevantes para intentar trasladar a la opinión pública una determinada visión del pasado colectivo. Ocurrió en su momento con el “Quinto Centenario del Descubrimiento de América” o, más recientemente, con el bicentenario de las Cortes y la Constitución de Cádiz. En esto, las instituciones que organizan el simposio, tan próximas al poder político catalán, no hacen sino comportarse como lo han hecho antes otras instituciones públicas españolas (y en otros países las cosas no son muy diferentes) Más discutible puede ser el contenido que han dado a su iniciativa, claro.

 

1714” es acaso una fecha mítica en parte de la historiografía catalana. También en el ámbito político. Sé que la pregunta es muy general pero debo hacértela. ¿Qué pasó en 1714? ¿Fue una revuelta popular? ¿Catalunya perdió sus “libertades nacionales”? ¿España empezó a ubicar su fuerte y amplia bota reaccionaria en el alma y en la sien del pueblo catalán?

Quiero advertir que yo no soy especialista en ese período y que, por tanto, hay historiadores mucho más cualificados que yo para responder a esas y otras preguntas relacionadas con la cuestión. Con todo creo que se pueden establecer algunas cosas que son poco discutibles, por ejemplo, que la llamada Guerra de Sucesión (cuyo desenlace en territorio peninsular fue la conquista de Barcelona por las tropas borbónicas) fue ante todo una guerra internacional con el trono español en juego y donde se decidían cuestiones fundamentales para el equilibrio político y económico entre las potencias europeas de la época. Fue también una guerra civil en el seno de los territorios peninsulares de la Monarquía hispánica, pero no, como a veces se pretende hacer creer, porque se enfrentaran entre sí los territorios que conformaban la monarquía sino porque la división entre borbónicos y austracistas se produjo en el seno de las diferentes sociedades peninsulares. Ni todos los castellanos apoyaron a Felipe V ni todos los catalanes (pero también aragoneses o valencianos) apoyaron al Archiduque Carlos de Austria. Desde luego, lo que esa guerra no fue, se mire como se mire, fue una guerra entre España y Cataluña, ni, muchos menos, una guerra de secesión catalana. En la guerra se dirimían muchas cosas, entre ellas, pero no únicamente, un determinado modelo de monarquía española. Pero el mantenimiento de dicha monarquía y, por tanto, la pertenencia de Cataluña a la misma, no era objeto de discusión.

 

Un punto que vale la pena destacar en estos momentos.

El desenlace de la guerra fue contrario a los intereses de los grupos que, en todo el territorio de la monarquía, habían optado por el Archiduque; en el caso de Cataluña, con el agravante de haber mantenido la resistencia de Barcelona cuando las potencias europeas habían dado la guerra por terminada y no cabía esperar ayuda alguna para una causa que ya estaba perdida. De la derrota militar se derivó el Decreto de Nueva Planta y la pérdida, efectivamente, de las instituciones de autogobierno en todos los territorios de la Corona de Aragón, incluyendo a Cataluña. Identificar esa pérdida con la de las “libertades nacionales” es una lectura ideológica que cada uno puede hacer o no hacer, y que presupone la existencia a principios del siglo XVIII de una nación catalana en el sentido moderno del término. Yo me sitúo entre los que creen que hablar de naciones antes de la revolución francesa y del ciclo americano y europeo de revoluciones liberales tiene escaso sentido.

Desde mi punto de vista, lo que cambia es el modelo de funcionamiento de la monarquía; se abandona el modelo “pactista” de la época de los Austrias (que no había estado exento de problemas a lo largo de los siglos) y se impone un modelo de estado crecientemente centralizado en línea con lo que estaba ocurriendo, por ejemplo, en Francia. No creo que eso sea necesariamente sinónimo de modernidad, como algunos sostienen, pero tampoco me parece que supusiera la ruptura de un modelo que conducía casi ineludiblemente hacia una monarquía de carácter constitucional, como argumentan otros.

¿El nuevo modelo fue perjudicial para Cataluña?

 

Excelente pregunta. Tu respuesta…

Evidentemente pudo resultar perjudicial para los sectores (muy minoritarios) que habían hegemonizado el poder con el sistema anterior y que ahora pudieron verse desplazados por nuevos protagonistas. Me cuesta creer que al grueso de la población, a quienes no habían tenido privilegio alguno con el sistema liquidado, las cosas le fuesen peor con el nuevo modelo de estado; tampoco mejor, quede claro. La gente corriente no mejora o empeora su situación por el cambio de la correlación de fuerzas entre los grupos oligárquicos del país.

 

Y durante estos tres siglos, ¿Catalunya ha quedado ubicada en un lugar marginal en el desarrollo del conjunto de España? ¿Se ha oprimido siempre su lengua, su cultura, su desarrollo social y económico?

La respuesta a la primera pregunta es que no. Creo que es difícil sostener lo contrario sin retorcer los hechos. La sociedad catalana ha tenido un papel de primer orden en la historia contemporánea española desde cualquier punto de vista que se mire la cuestión. Podríamos discutir si en algún aspecto (por ejemplo, la presencia de catalanes al frente del poder ejecutivo) ese papel podría y debería haber sido mayor (y, en el ejemplo anterior, yo creo que rotundamente sí), pero eso no convierte a “Cataluña” en un agente marginal en la historia española, por supuesto.

Tampoco creo que haya habido una política sistemática, continua y deliberada de frenar el desarrollo económico catalán por parte de los poderes políticos españoles. Si así fuera, habría que concluir que tales planes han resultado bastante ineficaces. Lo cierto es que han sido muchos los momentos de la historia contemporánea española en los que los intereses económicos catalanes han estado bien representados en “Madrid” y, como consecuencia de ello, así como de la capacidad para establecer alianzas con otros sectores poderosos de la economía española, las políticas económicas seguidas por los gobiernos españoles han servido a los intereses de las élites económicas catalanas. El proteccionismo de determinadas épocas o la política colonial de finales del XIX, por ejemplo, respondían a los intereses (no solo, es cierto, pero sí de forma clara) de la burguesía industrial y comercial catalana.

Sí creo que tiene claramente más fundamento la queja sobre las políticas lingüísticas y culturales. Desde la Nueva Planta hay una política oficial de preeminencia de la lengua castellana y de arrinconamiento de la catalana. Esa política se aplica, sin embargo, con grados diversos de intensidad a lo largo de estos trescientos años y, durante largos períodos, sin efectos catastróficos. No por falta de intención, probablemente, sino por falta de medios y decisión política. Lo cierto es que a finales del XIX la población catalana seguía hablando mayoritariamente en catalán, y si muchos catalanes no sabían escribir o leer su lengua, otro tanto ocurría con la mayoría de españoles castellanohablantes, que tampoco sabían leer ni escribir la suya; en la base de esto último estaba la falta de una apuesta clara del Estado por la escolarización general de la población. Así, por razones diferentes (pero con los mismos efectos), los catalanes eran analfabetos en su lengua como lo eran los castellanos, extremeños, aragoneses o andaluces en la suya. Y en proporciones pavorosas.

Esa política discriminadora del catalán sí pasa a tener efectos muy negativos cuando, desde principios de siglo, empiezan a hacerse esfuerzos más o menos significativos en el ámbito de la política educativa que permiten empezar a reducir las tasas de analfabetismo y aumentar poco a poco las tasas de escolarización de la población infantil. Y es entonces cuando etapas como la dictadura de Primo de Rivera o, mucho más, la dictadura del general Franco suponen verdaderos intentos de reducir el catalán a una lengua puramente familiar, sin presencia en el espacio público.

 

¿Y en cuánto a las cuestiones culturales?

Algo parecido cabe decir de las cuestiones culturales. Creo que en el conjunto de España nunca se ha acabado de asumir de una manera amplia que la cultura española es la suma de la cultura que se elabora en las diferentes lenguas que se hablan en el territorio español. Por supuesto que ha habido y hay mucha gente que no ve las cosas de esa manera tan estrecha, pero lo cierto es que los poderes públicos españoles han hecho poco por “normalizar” esa visión de lo que es la realidad lingüística y cultural de España. Con todo, cualquier generalización en esta cuestión me parecería abusiva, y, por supuesto, hay que saber distinguir entre unos regímenes y otros a la hora de hacer una balance de este tema.

Por otra parte, quienes plantean esta y otras cuestiones desde la perspectiva de una “España” siempre dispuesta a herir a “Cataluña” tienden a olvidarse de todas las iniciativas que, tanto desde los poderes públicos como desde diferentes sectores sociales, se han impulsado en muy diversos momentos de la historia conjunta a favor de la lengua y la cultura catalanas. Pienso en cosas como la política educativa durante la II República o la solidaridad de intelectuales “castellanos” con los intelectuales catalanes durante la dictadura de Primo de Rivera o en muchos momentos del franquismo y de la transición. Este “a favor de” suele ser ignorado sistemáticamente por quienes ponen el acento en el “contra”. Y esto no es algo inocente, por supuesto.

 

Te pido ahora, abusando de tu generosidad, un breve resumen por siglos: ¿el siglo XVIII fue un desastre para Catalunya tras las nuevas condiciones políticas?

Esta es una cuestión polémica. Sin ser un especialista en este período, como te decía, creo que la evolución de la economía catalana durante el XVIII no permite hablar de desastre alguno; más bien de todo lo contrario. A veces se ha atribuido el crecimiento económico de Cataluña en el XVIII (con el corolario de los inicios de la industrialización en el XIX) a los beneficios del catastro, introducido por los Borbones. No pocos historiadores han impugnado esta idea con la afirmación de que los cambios económicos y el “despegue” de la economía catalana del setecientos tienen sus raíces en las décadas finales del siglo XVII. No estoy en condiciones de decir quién tiene razón. Pero una cosa parece evidente: si la segunda interpretación fuese la correcta, lo que no se podría decir es que el nuevo modelo impuesto por los borbones propició que esos procesos que estaban en marcha se viesen interrumpidos. Quizás no podamos adjudicar al nuevo modelo político la responsabilidad del crecimiento económico, pero tampoco parece que se le puedan adjudicar efectos negativos en esta cuestión, salvo que aceptásemos el indemostrable contrafactual de que sin los cambios introducidos por la Nueva Planta el crecimiento económico hubiese sido aún mayor.

 

¿Y el XIX? ¿Mejoraron las cosas? ¿Hubo intentos de separación, de independencia de Catalunya del resto del Estado?

Durante el XIX, Cataluña tiene una presencia constante en los asuntos españoles. Es imposible explicar la historia española de ese siglo (como la del XX) sin atender continuamente a los procesos económicos, políticos, sociales y culturales catalanes. A veces en forma de conflicto con el Estado, es cierto, pero otras muchas veces por la intensa y voluntaria participación catalana en los asuntos españoles y por la implicación del Estado en las dinámicas internas catalanas, y no precisamente para fomentar siempre la reacción sino más bien todo lo contrario. Pienso, en relación con esto último y a título de ejemplo, en las guerras carlistas o en algunas de las breves pero intensas experiencias de carácter democrático que se desarrollaron en España durante el ochocientos.

Por supuesto, durante el XIX no hubo intentos de independizar Cataluña de España. Esa cuestión no estaba sobre la mesa, no fue nunca un tema central ni de la política española ni de la catalana. Eso no quiere decir que no hubiese posiciones contrarias al modelo de estado unitario y centralizado que impuso el liberalismo, pero en sus formulaciones más radicales, durante el siglo XIX, esa crítica se plasmó en la defensa de un estado federal (casi siempre vinculado con una República española). Y aunque los republicanos federales tuvieron sin duda su mayor fuerza en Cataluña y sus líderes más destacados –con Pi y Margall a la cabeza- eran catalanes, el republicanismo federal tuvo una importante presencia en otros muchos lugares de España.

 

Me sitúo en el XX. Unas preguntas esenciales: ¿la dictadura de Primo de Rivera fue apoyada por la burguesía catalana o fue contraria a los intereses de Catalunya en su conjunto?

Yo creo que hablar de los intereses de Cataluña (España, Alemania o Ruanda) en su conjunto no tiene mucho sentido. ¿Cuáles son los intereses de Cataluña? ¿los de sus clases dominantes o los de sus clases subalternas? Tengo para mí que los intereses de unas y otras son más bien incompatibles y, en casi todo, contradictorios. La dictadura de Primo de Rivera tuvo efectos claramente negativos para las clases trabajadoras y benefició sin duda a las clases propietarias. Luego tuvo efectos negativos para la cultura catalana, y para la lengua en primer lugar, por supuesto. Y sí, esa dictadura se implantó con el apoyo de la burguesía catalana. De hecho, no sólo la dictadura sino el conjunto del régimen de la Restauración contó con ese apoyo, lo que no quiere decir que en determinados momentos y en determinadas cuestiones los representantes de esa burguesía (significativamente, la Lliga Regionalista) no tuviese propuestas políticas y económicas que podían llevar al choque con las instituciones del Estado. Pero cuando las cosas se ponían duras en el plano del conflicto social (la crisis de 1917 o los años de la guerra de clases que tuvo lugar en Barcelona y que conocemos como los años del pistolerismo), el cierre de filas de la burguesía con el régimen era absoluto. Hasta el punto de que la deriva militarista de las políticas de orden público (que se remontan, como mínimo, a 1905, con los hechos del Cu Cut! y la Ley de Jurisdicciones aprobada el año siguiente) se alimentó claramente desde Barcelona, donde las autoridades militares y la patronal fueron forzando soluciones cada vez más duras contra la creciente movilización de la clase obrera. La huelga de La Canadiense, en 1919, es un buen ejemplo de cómo los sectores más duros del ejército y la policía en Cataluña pudieron contar con el apoyo de los prohombres de la patronal, incluyendo a significativos lligaires, para llevar a cabo una ofensiva contra las clases trabajadoras que incluyó tanto la violencia policial como la de bandas de pistoleros a sueldo como un durísimo lock out patronal que buscaba quebrar la resistencia obrera. El apoyo de la burguesía catalana al golpe de Primo de Rivera no fue sino la culminación “lógica” de lo que venía ocurriendo desde unos años antes. Dicho lo cual, hay que recordar que las causas de la Dictadura fueron complejas, iban más allá de las cuestiones de orden público y no se entenderían sin incorporar al análisis a otros actores sociales, políticos y militares de fuera de Cataluña.

 

Sigo en el XX. ¿Se puede hablar de un ”alzamiento militar” en 1936 contrario a los intereses catalanes que provocó la oposición y la lucha de toda la sociedad catalana?

La sublevación militar de 1936 se produjo contra el proceso reformista que suponía la experiencia republicana, especialmente tras las elecciones que ganó el Frente Popular. Ese proceso reformista incluía una nueva forma de articulación territorial del estado (por la vía de los estatutos de autonomía) que fue uno de los aspectos, pero no el esencial, desde mi punto de vista, que impulsaron el golpe contra la legalidad republicana. Las víctimas del golpe fueron las clases trabajadoras en su conjunto y aquellos sectores de las clases medias y de la burguesía que se habían implicado en los procesos de cambio puestos en marcha en 1931. En Cataluña y en el conjunto de España. La guerra no fue una guerra “contra Cataluña”, sino una guerra civil en toda regla, también en el interior de la propia Cataluña. No sólo hubo catalanes en ambos bandos sino que una fracción importante de la burguesía catalana había tenido un papel muy relevante en los procesos de desestabilización del régimen republicano que se habían producido en los años anteriores al enfrentamiento bélico. Y una vez iniciado este, esos mismos sectores contribuyeron política y económicamente al esfuerzo de guerra de los sublevados. Cuando estos ganaron la guerra, aquellos recaudaron los beneficios de su inversión anterior. Y así durante las casi cuatro décadas que duró la dictadura. Los paganos de esa operación fueron una vez más las clases populares, así como amplios sectores de las clases medias, catalanas y españolas. La persecución de la lengua y la cultura catalanas fue también el resultado de la derrota republicana, o dicho de otra manera, fueron víctimas del triunfo de las fuerzas de la derecha, incluyendo entre ellas a una burguesía catalana que tenía claro donde estaban sus intereses, independientemente de lo que pasara con la lengua, con las instituciones o con los símbolos del país.

 

¿El franquismo fue un régimen contra Catalunya? ¿Qué sentido tiene esa expresión?

Bien, creo que en parte ya he contestado anteriormente a esta última pregunta. El franquismo fue un régimen que defendió clarísimos intereses de clase, y que fue sufrido por una gran parte (seguramente, la mayoría) de la población española, incluyendo claro está a la catalana, que fue tratada sistemáticamente como enemiga. Los ciudadanos catalanes sufrieron la agresión constante del régimen en la misma medida que el resto de los ciudadanos españoles, con el añadido de aquellas políticas de represión lingüística y cultural que no se aplicaban, por razones obvias, en otros territorios del estado.

 

La ciudadanía que emigró de sus lugares de origen y llegó a Catalunya durante las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta, ¿fue una operación diseñada para castellanizar el país, para aniquilar su lengua y cultura?

No, y seguir manteniendo eso a día de hoy carece de sentido. La emigración masiva hacia Cataluña respondió a razones de índole económico y social; también (sobre todo al principio) político, pero no como resultado de una política orientada hacia la castellanización de Cataluña, sino como el resultado de la represión política en muchas zonas rurales de España que llevaba a la gente a huir hacia territorios como Cataluña donde poder empezar una vida nueva. Otra cosa, claro está, es que la llegada masiva de inmigrantes procedentes de otros lugares de España tuviera como consecuencia una profunda castellanización del país, sobre todo porque el régimen no permitía, por ejemplo, la escolarización en catalán, que sin duda hubiese amortiguado (aunque no evitado totalmente) esa castellanización. Para la lengua catalana, la combinación de una política lingüística represiva, la falta de una escuela en catalán y la llegada de millones de inmigrantes en muy poco tiempo que no tenían el catalán como lengua ni posibilidad real de aprenderla constituyó un golpe tremendo que la dejó en estado realmente comatoso.

 

Durante los 30 últimos años, tras la reinstauración de la Generalitat a finales de los setenta, ¿esta España que explota a Catalunya ha seguido ejerciendo su papel explotador?

Si te refieres a la explotación económica, la respuesta dependerá de lo que cada uno considere que implica esa expresión. Hoy en día se ha convertido en lugar común eso del “España nos roba” o términos como el de “expolio fiscal”, que incide en la misma idea. El problema es que se trata de una cuestión de una gran complejidad técnica sobre la que ni los propios expertos (y yo, por supuesto, no llego ni a aficionado en ese campo) se ponen de acuerdo. El propio concepto de “balanza fiscal” es objetado por muchos como un instrumento útil para medir esa supuesta “explotación”. Incluso aceptando el uso de las balanzas fiscales, los expertos no se ponen de acuerdo en cuál de los dos modelos de cálculo (el de flujo monetario o el de carga-beneficio) permitiría calcular mejor la situación fiscal de Cataluña en relación con el estado. Y llegado el momento de hacer los cálculos, tampoco hay acuerdo unánime sobre cómo computar los gastos del estado que no tienen una distribución territorial clara (embajadas, ejército…), dónde debe ser computado el IVA soportado fuera de la comunidad donde es finalmente liquidado, si hay que neutralizar o no las balanzas fiscales, si se ha de tener en cuenta o no el déficit de la seguridad social, etc. Todo eso no es baladí porque según los criterios que se elijan se obtienen resultados muy diferentes entre sí. Como cabía esperar, cada parte opta por aquel modelo y aquellos criterios que refuerzan sus posiciones (la del expolio en un caso, la del beneficio para Cataluña en el otro) Es curioso, sin embargo, que cuando se plantea la cuestión por parte de quienes hablan de expolio, casi nunca se contemplan en la ecuación las balanzas comerciales. Buena parte de las transferencias fiscales a los territorios de menor renta del estado sirven para incrementar la capacidad de consumo de sus ciudadanos que, en buena parte, adquieren de esa manera un volumen de productos procedentes de los territorios de renta elevada (como Cataluña) superior al que consumirían si aquellas transferencias no se produjeran. Es decir, que el déficit fiscal genera, al menos en parte, un mayor superávit comercial que el que se obtendría sin la existencia de aquel. En definitiva, la cuestión es mucho más compleja que lo que el “España nos roba” quiere hacer creer. Pero ya se sabe que una mentira mil veces repetida puede acabar convertida en una especie de verdad revelada.

Desde mi punto de vista, además, el uso de conceptos como “déficit fiscal” o “déficit de inversiones” podría tener derivadas peligrosas.

 

Por ejemplo.

¿Por qué aplicarlo sólo a la relación entre el Estado central y las comunidades autónomas? ¿No hay enormes transferencias de renta entre, pongamos por caso, el área metropolitana de Barcelona y las comarcas de Lleida? ¿Lleida nos roba a quienes vivimos en Barcelona y su entorno urbano? ¿Qué decir del déficit fiscal en términos de clase? ¿Podrían quejarse los ciudadanos de la zona alta de Barcelona porque pagan en impuestos municipales mucho más de lo que el ayuntamiento revierte en sus barrios?

 

Si fuera el caso.

Exacto, si fuera el caso. ¿Las inversiones públicas deben ser siempre proporcionales a la aportación de los territorios, sean estos comunidades autónomas o municipios? En ese caso ¿dónde queda el papel reequilibrador del Estado? Creo que son preguntas que la izquierda ha de hacerse antes de seguir a pies juntillas lo que es un discurso que, en mi opinión, tiene poco que ver con las tradiciones emancipatorias. ¿Es posible que se estén produciendo desajustes en el terreno fiscal y en el terreno de la inversión pública por parte del Estado en Cataluña? Es posible (incluso muy posible), pero es tarea de la izquierda hacer su propio análisis, desde sus referentes de solidaridad entre los pueblos de España, sobre la existencia o no (y el grado) de esos desajustes, sin aceptar sin más los datos que unos u otros ponen sobre la mesa desde posiciones que representan siempre intereses de parte (y que no suelen ser los de las clases populares, todo sea dicho). Finalmente, la izquierda no debería perder de vista que, incluso suponiendo que el déficit fiscal de Cataluña fuese excesivo, dicho déficit sería infinitamente más pequeño que lo que nuestras clases dominantes nos roban año tras año mediante el fraude fiscal o la “ingeniería fiscal” aplicada a un sistema de impuestos que ya de por sí es profundamente injusto en términos sociales. Y no veo en la izquierda catalana (con las excepciones de rigor) que se privilegie esta denuncia sobre la otra. Eso no es sino hacer seguidismo de aquellos que tienen un proyecto profundamente antisocial, y que, no nos engañemos, es el que se llevaría a la práctica de llegarse a la independencia de Cataluña bajo su liderazgo.

 

Me salgo un poco del guión con dos preguntas. ¿De dónde en tu opinión este importante movimiento ciudadano pro independentista, partidario del “dret a decidir” y de la separación del resto de Sefarad?

Es evidente que cualquier explicación del fenómeno ha de atender a causas muy diversas. Para empezar, hay una base de independentismo que históricamente se ha situado (en las últimas décadas) en torno a un 15 o un 20 por ciento en las encuestas de opinión. En el pasado más reciente, ese porcentaje ha ido creciendo y ha dado un salto realmente significativo en los dos o tres últimos años. No tengo dudas de que uno de los factores determinantes de ese salto es el relanzamiento de un españolismo agresivo que tuvo su punto de partida en el segundo mandato (el de la mayoría absoluta) de Aznar. Los nacionalismos se necesitan unos a otros como necesitamos el aire para respirar. Al impulso neoespañolista correspondió una respuesta del catalanismo que, en una parte del mismo, fue alzando su propia apuesta en relación con el Estado. Por otra parte, el episodio del nuevo Estatut no pudo ser más desdichado desde cualquier punto de vista que se contemple. No descubro nada si digo que tanto los partidos del tripartito como Convergència i Unió utilizaron el proceso de elaboración del Estatut como estrategia de desgaste de los adversarios. A Mas, en su negociación con Zapatero, no le preocupó rebajar la propuesta que se estaba elaborando en el Parlament si eso le permitía ningunear al PSC y muy especialmente al President de la Generalitat. A su vez, los miembros del tripartito entraron en una pugna por ver quién era más catalanista, elevando el techo del estatuto hasta límites que, para quien quisiera verlo, estaban a veces fuera del marco constitucional. Para acabar de arreglarlo, todos se juramentaron para no dar cancha al Partido Popular, sin pensar (o pensándolo, lo que aún sería peor) que tarde o temprano el proyecto de Estatut tendría que ir a las Cortes. El Partido Popular, a su vez, no dudó en poner en marcha una campaña brutal contra el proyecto de estatuto, alimentando una ola de catalanofobia como se habían visto pocas desde el final de la dictadura. La cosa culminó con el lamentable espectáculo del Tribunal Constitucional y el cepillado de lo que ya había sido aprobado en referéndum por la ciudadanía catalana. Peor imposible.

 

Con el cepillado haces referencia al comentario de Alfonso Guerra.

, pero también al hecho de que el Tribunal Constitucional retocase lo que ya había sido aprobado por el Parlament de Catalunya, por las Cortes españolas y por la ciudadanía catalana en referéndum. Ni que decir tiene que en esa experiencia se encuentra el inicio de una estrategia política, que fue compartida por sectores cada vez más amplios de los ciudadanos catalanistas, de ruptura con España. A la frustración creada con la cuestión del Estatut se añadió una propaganda constante sobre el supuesto expolio fiscal que hizo que cada vez más gente empezara a pensar que esto no tenía remedio y que lo que tocaba era romper con España. El estallido de la crisis, finalmente, dio el impulso que faltaba. Por un lado, una parte importante de las clases medias ha visto en la independencia (que se presenta como la vía a la prosperidad que España nos niega –“Cataluña sería la Holanda del sur”-) la salida para la crisis y el fin de los recortes, mientras que los responsables de estos últimos han encontrado una forma eficaz de amortiguar el malestar social provocado por la brutal agresión social que están protagonizando; al fin y al cabo, la culpa es de “Madrid”, y el gobierno catalán, qué más querría que evitarlo, no puede hacer otra cosa que desmontar a marchas forzadas nuestro ya de por sí endeble estado del bienestar.

Hay muchas más cosas, por supuesto. Una parte de quienes participan del entusiasmo independentista se nutren también de la crítica a las viejas formas de hacer política, de la indignación por la corrupción galopante, de un statu quo que niega la más mínima oportunidad a los jóvenes, etc. Y es que el elemento generacional es también algo que cuenta y que se ha de tener presente en cualquier diagnóstico sobre este proceso. En fin, como ves, múltiples factores que necesitarían de un análisis más largo y detallado del que yo pueda hacer aquí.

 

Me muevo en dirección opuesta. ¿Es posible una relación fraternal entre los diversos pueblos españoles? ¿Es tal vez un sueño pueril, quimérico, superado por la Historia? Si no fuera así, ¿qué se te ocurre para avanzar por ese sendero?

Desde luego que es posible. Mucha gente intuye con facilidad que, sea cual sea su sentimiento de identidad nacional, tiene mucho más que ver con alguien de su misma condición social, independientemente del lugar del territorio del estado donde viva, que con los mangantes que nos dirigen y con los miembros de las élites sociales a las que sirven, por mucho que sean nacionalmente “de los nuestros”. La catalanofobia es algo realmente existente fuera de Cataluña (como lo es la hispanofobia aquí), pero no es un fenómeno tan extendido y generalizado como se nos quiere hacer creer. Sigue habiendo muchísima gente más allá del Ebro (por utilizar la referencia geográfica al uso) que siente verdadera estima por la gente catalana, por el paisaje donde vive, por su cultura, etc. Por cada anécdota que nos puedan contar sobre actitudes anticatalanas en la España profunda, se pueden contar unas cuantas de lo contrario. Lo mismo cabe decir de las actitudes de muchos catalanes hacia las gentes de España. No sé si el nacionalismo se quita viajando, pero de lo que sí estoy seguro es de que los prejuicios se quitan con el contacto directo con aquello que sólo conocemos como nos lo han contado. Para entendernos: Intereconomía no es España, como algunos panfletillos soberanistas que se pueden encontrar en la red (e incluso en los kioskos) no son Cataluña.

Lo que pasa es que ver las cosas de esta manera implica analizar la realidad en términos de clase y no en términos nacionales. Algo que yo creía que era lo propio de la izquierda, pero seguramente yo estaba equivocado en eso, como en tantas otras cosas.

 

No, no estabas equivocado en mi opinión.

Yo creo que deberíamos ser capaces de restablecer (o de reforzar, allí donde eso no se haya roto) lo que ha sido una constante de la historia española y catalana de los últimos dos siglos: la alianza y la lucha conjunta de las clases populares (incluyendo a buena parte de las clases medias) de toda España por la ampliación de derechos individuales, la democracia y la igualdad social. El hilo es fácilmente reseguible desde la revolución liberal del siglo XIX, y pasando por los años que siguieron a la Gloriosa, la lucha contra las quintas y contra las guerras coloniales, la huelga general de 1917, el estallido de júbilo de abril de 1931, la resistencia hasta el final contra el fascismo en 1936-1939, la lucha contra la dictadura y las grandes movilizaciones de finales del franquismo y la transición. Y no se acaba ahí la cosa: siguió el movimiento contra la OTAN y, más tarde, contra la guerra de Irak, y hoy contra los efectos devastadores de la crisis económica y el expolio social (este sí, clarísimo) al que estamos siendo sometidos. ¿Qué tiene que ver todo eso con un “España contra Cataluña”?

 

Desde mi punto de vista, nada, nada de nada que diría Jorge Riechmann. Ha sorprendido un tanto, y ha recibido algunas críticas, que Josep Fontana inaugurada las jornadas de las que hemos hablado. Él, por su parte, ha comentado que pide, que sería razonable esperar a conocer su intervención. ¿Cuál es tu opinión sobre esto? ¿Es normal, es razonable que un historiador de izquierdas abra estas jornadas que parecen enmarcarse en una cosmovisión muy pero que muy nacionalista?

No seré yo quien le diga a nadie, y mucho menos a Josep Fontana, dónde debe o no debe ir. He manifestado en diversas ocasiones, algunas de ellas por escrito, que para mí Josep Fontana es el más grande historiador catalán del siglo XX, y uno de los más importantes de España y Europa. Tiene razón al pedir que se escuche lo que tenga que decir en el congreso antes de valorar su participación en él. Yo voy a atender con gran interés, como siempre he hecho, a su conferencia inaugural. Dicho esto, creo que el propio Josep Fontana sabe que, para los organizadores del congreso, mucho más importante que lo que tenga que decir es su mera presencia en el mismo, por lo que tiene de legitimadora, en términos académicos, de la propuesta que se hace.

 

¿Quieres añadir algo más?

Agradecerte tu interés por mi escasamente relevante opinión sobre estos temas. La historia de lo que, por simplificar, se suele denominar la relación entre España y Cataluña es, como toda historia, conflictiva. Pero reducir los últimos 300 años al conflicto es eso, reduccionista, simplificador y una manera muy pobre intelectualmente hablando de analizar el pasado. En esos trescientos años ha habido de todo: colaboración, conflicto, acuerdo, hermandad, agresión, revuelta, luchas, derrotas, victorias, éxitos y fracasos. Como en cualquier otro país. En eso no somos diferentes. Y por lo general lo que ha habido es acuerdo y colaboración entre las élites sociales y políticas a uno y otro lado del Ebro, y colaboración, ayuda mutua y solidaridad entre las clases populares a ambos lados del río. El conflicto fundamental que ha habido en este país es el que ha enfrentado a los de arriba con los de abajo. Sin distinción de procedencia geográfica ni de identidad nacional. En este sentido, y para acabar, quiero manifestar mi esperanza de que desde la izquierda se sea capaz de articular un discurso y una praxis política que permita en estos tiempos de turbulencia hacer frente al embate brutal contra las conquistas sociales conseguidas tras décadas de lucha por parte de las clases populares. Se atribuye a Warren Buffet la afirmación de que esta crisis es la manifestación más clara de la existencia de la lucha de clases, una lucha en la que la suya, los ricos, va ganando. Pues bien: ahí está el verdadero enemigo. Lo tenemos a ambos lados del Ebro. Los aliados contra él también están a ambos lados del Ebro. Algunos han decidido que la mejor manera de garantizar el triunfo de los que van ganando es conseguir la división de quienes podrían enfrentarlos. Hay muchas formas de apuntalar esa división. Tensar la cuerda patriótica es una de ellas. ¿Sabremos verlo?

 

IV.

Entrevista a Juan Sisinio Pérez Garzón sobre el artículo “¿Dinamitando puentes?”

Deberíamos visualizar las naciones y las identidades culturales y cualquier tipo de identidad como juegos de muñecas rusas, valga la comparación, pero nunca como bolas de billar compactas y homogéneas internamente que chocan entre sí sobre el tapete de un mismo estado o pacto político.”

 

Juan Sisinio Pérez Garzón es catedrático de historia contemporánea en la Universidad de Castilla-La Mancha. Ha investigado la historia social y política de la España contemporánea, con especial atención al proceso de la revolución liberal burguesa y la consiguiente construcción del Estado-nación en España, así como a la historiografía nacionalista y a las relaciones entre memoria e historia y a las implicaciones sociales de ambas en el oficio de historiador. Actualmente es director de la revista Vínculos de Historia, editada con criterios de interdisciplinariedad, con una apuesta explícita por el diálogo entre los especialistas en ciencias sociales. Entre sus publicaciones más recientes destacan: Las Cortes de Cádiz: El nacimiento de una nación liberal (1808-1814). Síntesis, 2007; la reedición de la obra de C. A. A. Hennessy, La República Federal en España: Pi y Margall y el movimiento republicano federal, 1868-1874. La Catarata, 2010; Memoria e Historia (con E. Manzano), CSIC, 2011; e Historia del feminismo, La Catarata, 2012 (Para más información: http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=118507)

***

 

El martes, 9 de julio de 2013, publicaba usted, con su compañero Eduardo Manzano Moreno, un artículo en El País que llevaba por título “¿Dinamitando puentes?” [1]. Me gustaría centrarme en él. Recuerda usted las “gloriosas y científicas“ declaraciones del ex presidente Aznar sobre los problemas que tiene nuestro país con el terrorismo islámico desde hace 13 siglos, desde la batalla de Guadalete en 711 (“Produjo escándalo esa visión tan epidérmica, tendenciosa e irresponsable de la historia”) y ahora, prosigue, “son historiadores los invitados a la llamada del Centre d’Història Contemporània vinculado al Departament de la Presidencia de la Generalitat de Cataluña para ser voces autorizadas en un simposio que con el título España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014) pretende analizar la acción política “casi siempre de carácter represivo del Estado español en relación con Cataluña” en esos tres siglos, según reza su anuncio”. ¿Por qué habla usted de llamada del CHC? ¿Le parece mal a usted un simposio de esta naturaleza?

No es malo o bueno que las instituciones públicas de carácter político organicen encuentros o congresos sobre temas históricos. Al contrario, es algo casi consustancial con la historia, porque la historia tiene una característica constante: que todo poder ha usado el pasado para justificar el presente, por eso es un saber que siempre ha sido campo de batalla político. Quizás por su propia esencia de ciencia social. Ocurre con todas las ciencias sociales, recordemos que esto que hoy llamamos ciencias económicas nació como “Economía Política” con padres tan evidentemente comprometidos como Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx. Otro tanto ocurrió con la historia. La historia pasó de ser la simple crónica de los poderosos a convertirse en el siglo XIX en una ciencia social con tres características que siguen siendo marca de origen. Nació como un saber nacional, esto es, como el arsenal que dio argumentos para la formación de los estados-nación que se forjaron en el siglo XIX en todo Occidente. En segundo lugar, por tanto, se transformó en una disciplina patriótica, fue la asignatura que debían aprender los ciudadanos de esos estados-nación para adquirir conciencia de identidad común y por eso se introdujo como elemento obligatorio en los planes de estudios. Y en tercer lugar, fue impartida desde el siglo XIX por profesores que tenían la condición de funcionarios de esos estados-nación. Así ocurrió por ejemplo en la España del siglo XIX. Por eso, tiene su lógica que el gobierno de la Generalitat de Catalunya, embarcado en un plan de transición hacia la independencia, eche mano del pasado para justificar sus aspiraciones del presente con la pretensión de anclar las razones de un nuevo futuro. Nada nuevo, por tanto, en este constante uso y abuso de la historia por parte de los poderes políticos. Pero también es lógico que haya historiadores que pensamos que ese uso cae en el abuso como parece traslucirse del enunciado de esta convocatoria para hacer la conmemoración o recuerdo de la fecha de 1714.

 

Mirando la lista de los participantes la mayoría, por no decir todos, son historiadores e intelectuales catalanes (de lo que no se infiere, obviamente, que todo historiador catalán haya querido participar; hay ausencias notables y más que significativas). ¿Por qué cree que es así? ¿No han sido invitados intelectuales de otros territorios españoles o de otros países?

Lo correcto en este caso es esperar a conocer los contenidos que plantean los historiadores invitados. En un congreso no caben todos, eso es lógico porque afortunadamente ahora mismo en España hay varias generaciones de muy buenos historiadores. Desde los años 70 al presente se ha desplegado un avance en el conocimiento del pasado como nunca había ocurrido antes en España y en esta renovación ha sido decisiva la figura y la obra de Vicens Vives y de sus discípulos, entre los que destacan Josep Fontana y Jordi Nadal, sin lugar a dudas. Todos somos deudores de un modo más o menos directo de sus propuestas metodológicas y de sus conceptos sobre la historia. El hecho es que estos tres autores han marcado un antes y un después para entender el extraordinario despegue de la historiografía española y su modernización y equiparación con la historiografía europea, tras la sequía franquista. Por eso, ahora hay tanta abundancia de buenos historiadores que el problema no está en si faltan unos u otros sino en confiar en que sus aportaciones nos enriquezcan para un mejor conocimiento de estos tres siglos de relaciones entre España y Cataluña donde obviamente el conflicto ha sido un factor que de ningún modo se puede obviar.

 

Tratarían de convencer a la ciudadanía catalana, afirman ustedes en su artículo, de que “su enemigo histórico es desde hace siglos el Estado español…como si hubiera un plan geoestratégico multisecular diseñado para dominar a la nación catalana.” ¿Acaso no lo es? ¿No existe tal plan de dominio? Aquí se habla en ocasiones, en frecuentes ocasiones últimamente, y no sólo entre historiadores nacionalistas conservadores, del intento de dominio y opresión del Imperio español o castellano sobre Cataluña.

Comentaba antes que en lo que denominamos “relaciones España-Cataluña” hay un factor de conflicto que no se puede obviar. Lo que pretendemos subrayar es bien sencillo: hay conflictos de una parte de la sociedad catalana con el Estado español, por supuesto, y existen momentos de graves desencuentros. Bastaría con recordar que Espartero, por ejemplo, bombardeó Barcelona en 1842. Sin entrar ahora en las causas, importa subrayar que Espartero no era un general más, era nada menos que el Jefe del Estado, el Regente, por minoría de edad de la reina y se desplazó a Barcelona con el presidente del gobierno. Este método de resolver un conflicto social y económico ha dejado huella, sin duda, en la memoria de los respectivos nacionalismos, del catalán y del español. Ahora bien, en ese devenir de las “relaciones España-Cataluña” también hay muchos y amplios períodos de una sólida coincidencia y de una indudable estabilidad, bien porque no había causas o intereses para la fricción, bien porque se planteaban negociaciones tan fructíferas como aceptadas, en general. Todo esto, pensando que nunca la sociedad es un bloque compacto y homogéneo como si fuera una bola de billar sin fisuras. Al contrario, las sociedades están estructuradas en clases sociales. No es momento para debatir cuántas ni si hay antagonismos de mayor o menos intensidad, pero hablar de sociedad española o de sociedad catalana es un modo de falsear simplificando la complejidad de intereses, de expectativas y de ideologías que se albergan en esa sociedad y transformarlas en bolas de billar que chocan entre sí de modo constante y permanente. Y eso sí que no se corresponde con ninguna evidencia documental, que debe ser el primer anclaje de todo historiador. Al contrario, abundan los pactos tácitos o explícitos entre las clases dominantes de Cataluña y las del resto de España, no me remontaré a la Edad Media, pero se podría hacer…hasta el presente. Podemos subrayar los momentos de conflictos para concluir que es una historia de acoso o también podemos sumar los pactos y llegar a concluir que éstos no se pueden borrar de la historia. En todo caso, para no ser más prolijo, lo que pretendemos plantear es que tanto los conflictos como los pactos no han sido entre sociedades homogéneas y cerradas sino entre sectores e intereses de las clases sociales que respectivamente las integran, por supuesto cambiantes en cada momento histórico; no tiene nada que ver el conflicto citado de 1842 cuando el bombardeo de Espartero con la entrada de las tropas de Franco en 1939 a las que le abrieron las puertas precisamente sectores sociales catalanes de muy notable rango. Quiero decir, en 1939 no hubo un conflicto entre la sociedad catalana y la española, eso sí que es falsear totalmente la realidad de la guerra civil y de la lucha de clases que hubo en esos años en todo el territorio español.

 

Convertida en un baúl repleto de agravios, afirman ustedes, la historia se convierte así en un fácil recurso para crear identidades antagónicas y para alimentar discursos demagógicos que tanto hacen peligrar la convivencia ciudadana. ¿No es así normalmente? ¿La historia como disciplina, usada políticamente, no suele jugar ese papel cultural?

Es cierto que esto es en gran medida consustancial con el carácter de ciencia social de la historia. Algo he comentado al principio. Conviene insistir en este último ejemplo que acabo de comentar, si alguien piensa que entre 1936 y 1939 hubo un conflicto entre la sociedad catalana y España no es sólo falsear la realidad sino mixtificar de modo trágico la sangre que derramaron tantos ciudadanos de Cataluña, de Andalucía o de cualquier rincón de España para construir una sociedad basada en la justicia y en la solidaridad social. Por eso, que el pasado sea referente para el presente es lógico e inevitable. Toca, sin embargo, al historiador discernir dónde empieza el falseamiento y la simplificación para construir un discurso que ya no es histórico sino demagógico. Demagógico porque no usa el razonamiento documentado sino el recorte de la realidad que no se ajusta a una meta política y además mezcla datos con prejuicios para provocar miedos o esperanzas y ocultar intereses de unos sectores sociales que dicen hablar en nombre de una unanimidad social que no existe nunca en ningún momento.

 

Cabe imaginar, señalan ustedes en su artículo con prudente ironía, la impaciencia con la que la Generalitat aguarda los resultados del simposio: “cabe que los resultados no sean los previstos y la Generalitat se encuentre con un análisis crítico, opuesto a lo que pretendía cosechar. En todo caso, el mal ya está hecho”. ¿El mal estaría hecho? ¿También los resultados son distintos a los que pretendían cosechar? ¿Ve probable que sea así?

Para esto no hay respuesta hasta no leer las ponencias que se presenten en este congreso. Lo cierto es que en la nómina de historiadores convocados hay autores de un destacado compromiso social y confiamos en que el concepto de solidaridad (así lo decimos) no lo apliquen solo hasta el valle medio del Ebro, porque, con independencia de los datos del debate sobre la balanza fiscal, lo cierto es que esos mismos datos pueden ser leídos en clave neoliberal, como hacen los sectores pudientes de todas las zonas ricas del mundo, o se pueden hacer lecturas socialistas, sin que esto no signifique que el actual sistema de repartos fiscales sea intocable ni totalmente justo.

 

Lo triste, afirman ustedes también, reside en que este congreso lance enunciados que ya de por sí son consignas, como hablar de “España contra el País Valenciano” o del “arranque del expolio económico en el siglo XVIII”. ¿Por qué esos enunciados son consignas? Por lo demás, ¿qué hay de malo en las consignas?

Quizás son enunciados que buscan llamar la atención, ojalá sólo sea un modo de atraer a más público para abrir un debate razonado. Ahora bien, un congreso de historia no debe ser un encuentro de publicistas que buscan el modo de vender más. El título de una ponencia o de una mesa redonda debe buscar ante todo la definición y explicación de las realidades sociales. Y precisamente esos dos ejemplos son definiciones que no se corresponden con los hechos. Ni España ha sido un enemigo o un contrincante para el País Valenciano, por más que toda historia siempre albergue conflictos. Tampoco se puede plantear la idea de expolio económico con esos términos por algo muy elemental. El expolio económico en la sociedad del siglo XVIII lo sufrió la enorme mayoría de la población campesina que existía desde Girona a Cádiz y desde Coruña hasta Murcia, y ese expolio lo realizaron al alimón tanto la corona como los aristócratas y eclesiásticos titulares de las tierras de señoríos cuyos intereses estuvieron perfectamente ensamblados, por más que en ese bloque de poder político y social hubiese diferencias y luchas por controlar instituciones y territorios. Además, sería incluso muy discutible si en aquel siglo el Estado era ya la expresión de una nación española o era esa la suma de poderes estamentales asentados sobre los enormes teritorios que incluían tanto la península como América y las Filipinas. Esto es precisamente lo que es rechazable de esos títulos: que falsean la realidad para convertirse en consignas, porque no se puede hablar en pura lógica de España como entidad política nacional en el siglo XVIII y, tal y como se plantea, se olvida que el expolio era de una clase contra otra, no de una nación contra otra.

 

Los organizadores del evento, de nuevo les cito, “puede que pretendan crear una audiencia no de ciudadanos, si no de patriotas, pero están jugando con fuego. La búsqueda de los ultrajes que se remontan a la noche de los tiempos no puede más que excitar las emociones más primarias en un tema tan altamente inflamable.” ¿Es así en su opinión? ¿Se juega con el fuego del patriotismo ultrajado para separar ciudadanos y pueblos?

En la historia de los nacionalismos el agravio comparativo es una constante, y conviene insistir en lo planteado antes, que los expolios o agravios sobre todo son realizados por clases o grupos sociales contra otros grupos más débiles. Es cierto que también existen opresiones interclasistas que afectan a toda una sociedad. Por ejemplo, la dictadura de Franco persiguió el uso de la lengua catalana y esto concernía a todos, sin diferencias de clases. Ahora bien, esa larga dictadura contó con el apoyo explícito de importantes sectores sociales catalanes desde el primer momento porque consideraron un tema menor el uso de la lengua y que, por el contrario, lo primero era cercenar cualquier ideología considerada contraria a sus ideas e intereses. En 1939 no hubo un desencuentro o un conflicto, como se ha dicho, de la sociedad catalana con la sociedad española. No existían esas dos sociedades como dos bolas de billar compactas e internamente homogéneas, la de España frente a la de Cataluña. Fue una lucha de clases o guerra civil en la que destacados sectores catalanes tomaron el mismo partido que, por ejemplo, los terratenientes andaluces, por encima de sus diferentes lenguas maternas.

 

Señalan ustedes con prudente contundencia: “Pero en un debate que debería ser riguroso y sosegado, que debería fomentar el respeto recíproco y que debería establecer cuáles son las consecuencias para cada una de las dos partes de las decisiones que democráticamente acaben tomándose en el futuro, no deberían tener ningún lugar los fantasmas del pasado”. Tal como están las cosas, ¿lo ven probable? ¿Sin fantasmas del pasado, sin 1714 por ejemplo, sin el fascismo y su persecución del catalán por poner otro ejemplo?

Precisamente le he comentado el caso de la guerra civil. En efecto, el fascismo o, más bien, en el entramado de intereses e ideas que dio soporte a la dictadura de Franco hubo amplios grupos de la sociedad catalana. La dictadura de ningún modo no fue la expresión de unos territorios contra otros. En concreto, en 1939 hubo destacados catalanes que abrieron las puertas de Barcelona a las tropas de Franco. Por eso, la persecución del catalán fue un aspecto más de la dictadura en su afán de borrar toda diferencia ideológica y cultural en la península para construir un español tan católico como tradicionalista, y tan sumiso como enajenado por la identidad patriótica. Cada hecho histórico, por tanto, debe ser analizado en su contexto y en aquel contexto la prohibición de un idioma entraba en el mismo conjunto de prohibiciones ideológicas y culturales que afectaban a al pensamiento, a la creación artística o incluso a la libertad sexual. Por eso, ahora, con la democracia que afortunadamente tenemos no deberíamos de mezclar aquellos hechos del pasado con la voluntad y la necesidad de construir un futuro con mayor justicia y mayores cotas de igualdad social. Y en ese compromiso, con frecuencia, habría que pasar del pasado para poder pensar sin ataduras ni veladuras una sociedad en la que políticamente caben distintas soluciones, por supuesto, que, en todo caso, deberían construirse desde el respeto recíproco y no desde el agravio, con decisiones que se apoyen no solo en el respeto a las identidades sino también en la cooperación entre pueblos y personas. Quizás de aquella tríada conceptual que lanzó la revolución francesa a la palestra de la historia –libertad, igualdad y fraternidad- las ideas de libertad e igualdad han pasado a ser las protagonistas y han abierto largos debates y conflictos, lo sabemos, pero se ha quedado al margen la necesidad de la fraternidad, lo que hoy llamamos solidaridad, como principio igualmente imprescindible para cimentar una convivencia justa.

 

Los lazos que constituyeron los Estados-nación en el siglo XIX, señalan, fueron y son cambiantes. Conviene conocer cómo se fabricaron y alentaron unas u otras identidades. Eric Hobsbawm, otro gran maestro, nos ha enseñado mucho sobre el modo de “inventar tradiciones”, sean españolas, catalanas o andaluzas. Por favor, dénos alguna pista sobre la construcción de estas tradiciones. La catalana, por ejemplo.

En efecto, los Estados-nación son construcciones históricas, nacieron con unos determinados intereses, al socaire del ascenso de las diferentes burguesías con el desarrollo del capitalismo en Occidente. También fueron los espacios dentro de los cuales se construyeron nuevas realidades de libertad basadas en la idea de soberanía de los individuos que integraban esa nación. Se fraguaron los derechos ciudadanos que todavía hoy son ante todo derechos que solo se ejercen nación por nación, y no son auténticamente universales. Aquellos Estados-nación del siglo XIX sentaron las bases de otro modo de organizar la sociedad totalmente diferente a las monarquías absolutas del Antiguo régimen y se forjaron las identidades necesarias para producir lealtades patrióticas. En ese proceso la historia y el romanticismo suministraron datos y emociones para construir tradiciones diferenciadas y ajustadas a las nuevas fronteras de aquellos Estados-nación. Eric Hobsbawm es, sin duda, quien ha marcado con mayor rotundidad el carácter de tal proceso. Y para el caso de Cataluña, más que resumir en este breve espacio los contenidos de ese proceso, bastaría con remitirse tanto a las investigaciones como al debate que ha desarrollado la rica historiografía catalana, con un importante componente autocrítico desde Solé-Tura a Ucelay de Cal, sin olvidar las aportaciones de sólidos historiadores como Josep Termes, Pere Anguera, Joaquim Albareda o Borja de Riquer.

En general, en Cataluña, como en toda Europa, fue entre el último tercio del siglo XIX y los inicios del siglo XX cuando se elaboraron y popularizaron la mayoría de los contenidos que hoy dan soporte a una mitología nacional, desde la transformación de Els Segadors en himno con letra hasta la conversión de la sardana en referente de identidad cultural, o también la conmemoración de la fecha de 1714 como nudo de una memoria agraviada.

 

La nación, dicen ustedes, no es un concepto amorfo ni neutro, por encima de diferencias ideológicas o de clase. ¿Qué es entonces la nación para ustedes? ¿Cómo la definirían? ¿Lo es Cataluña?

Existen muchas definiciones de nación, no es un debate cerrado. Se podría recordar la ya clásica de Renan en 1882 cuando, por encima de las diferencias de etnia, cultura o geografía, subrayó que la nación se basa ante todo en “el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común”, de modo que definió la nación con una fórmula muy repetida y exitosa. Literalmente escribió: “La existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito cotidiano”.

En efecto, era una metáfora porque no se puede estar votando cada día, pero situó en primer plano la voluntad de querer compartir un espacio político en común. También se podría recordar la definición igualmente exitosa de Benedict Anderson al considerar las naciones como unas “comunidades imaginadas”, con lo que esto implica. En síntesis muy esquemática, existen dos modos de entender la nación. La esencialista, de base romántica, considera que la nación es una realidad objetivamente constatable, basada en datos situados por encima de la voluntad de los individuos y de cualquier coyuntura política pues expresa un modo de ser que, de modo perenne, está arraigado en una colectividad y eso es justo lo que da argumentos para exigir el derecho a vivir como nación diferenciada. La otra perspectiva es la constructivista o también contractualista, que considera la nación como un hecho histórico, fruto de una determinada época, no existiría antes de los siglos XVII y XVIII, se fraguó con las revoluciones liberales en Europa y Norteamérica y se ha propagado como forma de organización estatal por el resto del planeta pero de modo muy cambiante, ajustándose a las diferentes realidades estatales. Esto implica que la identidad nacional evoluciona y no es perenne ni responde a esencias inmutables, que, por tanto, se puede compartir incluso o convertir en un aspecto menor porque lo primero y más importante es el pacto político, el contrato entre los integrantes de cada sociedad. El caso de los Estados Unidos sería el paradigma de este modo de concebir la nación. En fin, que, respondiendo a su pregunta, en Cataluña se podría decir que existe sobre todo la primera idea de nación, la de que es una realidad esencialmente cultural, basada en diferencias objetivables que dan argumentos para reclamar una existencia política diferenciada del resto.

 

¿España es una realidad plurinacional para ustedes? ¿Está seguro que no es “una entelequia maquiavélica que existe solo para producir opresión en Cataluña”?

En efecto, se puede definir con buenos argumentos que España es una realidad plurinacional. De ningún modo es una creación maquiavélica cuya meta sea oprimir a Cataluña. Al contrario, España es el resultado de una largo proceso histórico que cuaja sobre todo como propuesta de Estado-nación en las Cortes de Cádiz, en la famosa Constitución de Cádiz, cuando en 1812 se definió España como “el conjunto de españoles de ambos hemisferios”, con el afán de construir un Estado-nación cuyas fronteras incluyeran al enorme continente americano. En los largos y densos debates que se desarrollaron en aquellas Cortes, nunca hubo duda por parte de los diputados que representaban al Principado de que Cataluña era parte de aquel programa español, aunque no hubo lógicamente unanimidad en el concepto de Estado, en el modo de representación de los territorios y en la conservación de las diferentes legislaciones. Por otra parte, definir España como plurinacional es algo que no debe asustarnos. De los casi 200 Estados que hay en reconocidos en la ONU, sólo 25 Estados son lingüísticamente homogéneos y apenas 30 los que respondían al ideal de correspondencia biunívoca entre nación y Estado. Quiero decir que la anomalía es el Estado construido sobre una sola identidad nacional tan homogénea como compacta. Lo habitual y predominante es lo contrario. A esto se añade otra nueva realidad identitaria: el reciente proceso de inmigración que ha situado a comunidades como la catalana o la madrileña con un 20 por ciento de población que ha llegado en los últimos veinte años y que tiene el bagaje de otras lenguas maternas, otras religiones e incluso otras lealtades patrióticas. Baste recordar que en Barcelona o Madrid hay colegios de primaria donde pueden encontrarse hasta 40 idiomas maternos distintos. Por eso, deberíamos visualizar las naciones y las identidades culturales y cualquier tipo de identidad como juegos de muñecas rusas, valga la comparación, pero nunca como bolas de billar compactas y homogéneas internamente que chocan entre sí sobre el tapete de un mismo Estado o pacto político. En definitiva, el plan de Europa es construir un Estado basado en la pluralidad de naciones, pero, en fin, esto ya es otro tema…

 

Es otro tema, peliagudo además. Usted cree que cuando se afirma que Cataluña tributa en demasía teniendo en cuenta las aportaciones del Estado, ¿eso es una forma de mitificar la palabra “Cataluña” para obviar las diferencias de clases, viejo ardid de todo nacionalismo, incluido el español?

Así, es, todo nacionalismo trata de anular las diferencias de clases para convertir la patria en la entelequia que ata por igual a todos. Esto no se corresponde con la realidad. Cuando amplísimos sectores populares protestaban en el siglo XIX contra las quintas porque quienes daban su vida por la patria solo eran los pobres, quedaba al descubierto ese ardid de la defensa de la madre patria solo por quienes no podían pagar para librarse del servicio militar. La Semana Trágica de julio de 1909 en Barcelona fue la mayor explosión de rebeldía contra tal abuso supuestamente patriótico. Lo mismo ocurre con los impuestos, que no los pagan los territorios sino las personas fiscales. Sin entrar ahora en el debate de las balanzas fiscales, lo cierto es que los datos de estas balanzas entre territorios no son interpretados del mismo modo por el economista neoliberal de un territorio rico, sea de Cataluña, de Madrid o de Milán o de Baviera, que por un economista comprometido con la solidaridad entre los ciudadanos no ya de un mismo Estado sino de la actual sociedad globalizada. Sin duda, la justicia distributiva que debe realizar todo Estado no es un asunto que esté zanjado con una única fórmula. Hay ya muchas inventadas, desde el sistema existente en la Alemania federal, por ejemplo, al de los Estados Unidos. En España existen unos mecanismos de redistribución que tampoco han estado fijos y estáticos, es lo normal en la historia de toda sociedad, por eso es lógico que se debata y se cuestione este asunto, no debe asustarnos, lo que procede es abordarlo desde principios compartidos, y ahí es donde está el meollo del conflicto, ahí es donde intervienen intereses e ideologías, como es normal en todo proceso de negociación.

 

Tres preguntas finales si me permite el abuso: ¿Usted está a favor o en contra de la autodeterminación de los pueblos de España, de Sefarad? ¿De qué pueblos?

El derecho a la autodeterminación no es un dogma, es algo que históricamente se hizo principio de las relaciones internacionales tras la primera guerra mundial, impulsado sobre todo por el presidente Wilson. Se ha aplicado para abolir la opresión de las potencias imperiales europeas sobre pueblos conquistados y colonizados.

Ahora bien, ese derecho se ha extrapolado como ocurre con todo hecho histórico y parece que lo que ahora se define de modo más suave como “derecho a decidir” no es sino la reformulación light de la autodeterminación. En este sentido, no se puede negar el derecho a expresar la voluntad de vivir como nación a quienes están dispuestos a plantearlo como un conjunto de ciudadanos diferenciados, digan lo que digan las normas vigentes. Ahora bien, también en ese potencial referéndum es perfectamente legítimo defender la convivencia entre distintos pueblos o naciones, por supuesto, para situar por encima de las esencias identitarias los principios de fraternidad social. En todo caso, puesto que no es un dogma, lo cierto es que hoy en Cataluña existe una reivindicación del derecho a decidir que está puesta en la agenda política, pero, sin embargo, no está en la agenda de Euskadi hoy día, ni en la de Galicia… Por eso, los derechos colectivos y los conceptos de pueblos deben ajustarse a cada momento histórico porque, al no ser dogmas eternos, están sujetos a cambios y a negociaciones y, por tanto, resulta absurdo plantearse en este momento ni cuántos son los pueblos ni con qué lindes habría que definirlos, ni tampoco si todos, sean los que sean, deben empezar al unísono a ejercer de modo mecánico los mismos actos políticos.

 

¿Cree que es posible la convivencia fraternal de los pueblos de la España multinacional de las que nos hablaba en una República federal?

El federalismo es la fórmula política más extendida y la que mayor experiencia política acumula en la historia humana, incluso se podría uno imaginar una monarquía con una estructura de Estado federal. Sin embargo, en España existe una enorme propaganda contra la experiencia federal de 1873 que ha quedado en el modo de hablar cuando se exclama que “esto parece una república”, expresión que se ha recogido en la publicidad de una famosa multinacional de muebles… Ni república es sinónimo de desorden ni federalismo es idéntico a insurrección cantonal, pero lo cierto es que en el ánimo de muchos españoles pesan ambos tópicos de modo fehaciente. Al contrario, muchos de los retos que se planteó la República federal de 1873 hoy son conquistas sociales incuestionables, hasta casi podríamos decir que el actual mapa autonómico en gran parte coincide con el diseño que hizo del Estado el proyecto de Constitución federal de 1873. Pero en este caso más que echar mano de la historia lo importante es que existan posibilidades de negociar ese federalismo y parece que los datos son opuestos. Simplificando, parece que el federalismo rechina tanto en las filas de los que podríamos catalogar como españolistas como en las filas catalanistas. No parece que sea hoy hegemónica la solución federal, queda bastante pedagogía ciudadana por delante para convertirla en punto de consenso político, a mi entender.

 

Sin ánimo de ofenderle: desde un punto de vista gnoseológico, que diría Quine, el hecho de que usted sea castellano, o se sienta español si es el caso (no es obligatorio ni inexorable desde luego), ¿no le puede enturbiar el juicio? Usted, digámoslo en términos ontológicos, ¿puede comprender el fet nacional català dado su origen y su probable sentimiento identitario?

Es cierto que todos los historiadores tenemos identidades, tenemos ideologías, tenemos una cosmovisión del mundo que de modo más o menos directo nos afecta incluso a la hora de elegir un tema de estudio. Todos estamos imbuidos de lo que se ha llamado “nacionalismo banal”. Por eso el primer deber de todo historiador es el un deber de estrecha vigilancia para impedir que se nos cuelen esos prejuicios, sean identitarios o ideológicos o religiosos, por las rendijas de todo análisis social. Para eso, en contrapartida, está el rigor en el método, el razonamiento documentado, el debate en continuo contraste y con despliegue de argumentos y de críticas que depuren y deslinden lo que es un prejuicio sin base demostrable de aquello que, por el contrario, es empíricamente constatable. Ahora bien, a todas las ciencias sociales nos afectan esos prejuicios contra los que debemos establecer vallas de vigilancia, pero eso no significa de ningún modo que para estudiar un tema el historiador tenga que ser parte del objeto estudiado. Es un modo muy distorsionado de plantear la cuestión de las relaciones entre ciencia e ideología. Si se siguiera esa lógica, entonces, por ejemplo, la historia de la iglesia sólo la podrían hacer los curas y los católicos, nunca un ateo o un protestante; y la historia de China sólo los chinos…y así hasta el infinito. Al contrario, siempre se dice, quizás sea un tópico, que los de fuera ven mejor los problemas de una sociedad ajena al estudioso. Ahí tenemos, por ejemplo, las magníficas investigaciones de los historiadores foráneos como Elliot o Pierre Vilar o Paul Preston. También ocurre lo contrario, lo cantidad de tópicos que han expandido sobre los españoles intelectuales foráneos de la talla de Gerald Brenan o de Ernest Hemingway, por poner dos ejemplos que siguen siendo referentes para repetir juicios y visiones que son indemostrables empíricamente.

 

Gracias, muchas gracias. ¿Quiere añadir algo más?

Sólo añadir que si la historia, como todo saber, tiene una utilidad social, en este caso nos debería servir para derribar dogmas y metarrelatos y para, en contrapartida, contribuir a explicar la génesis y la evolución de los problemas actuales. Sería un posible modo de abrir cauces a posibles futuros no escritos por las actuales fuerzas dominantes. Esto significaría, más en concreto, sacar la historia de los ámbitos y lindes nacionales y nacionalistas en las que está desde el siglo XIX para reconstruirse como saber crítico de ciudadanos con una memoria libremente construida sobre la pluralidad de identidades integrando nuestros diferentes pasados con los retos de nuestro presente planetario. En conclusión, que habría que cambiar nuestra comprensión histórica del pasado para considerar el mundo como un todo en vez de como una suma de sociedades y de culturas autocontenidas, porque la historia demuestra que todos los colectivos humanos se han desarrollado inextricablemente relacionados con otros colectivos, por muy lejanos que parezcan, y ninguno se debe a su propia dinámica de encapsulamiento identitario. Sería un modo de ayudar desde la historia a la construcción de nuevas solidaridades, pero estos retos ya trascienden los criterios del saber histórico y se sitúan en el plano de los compromisos cívicos como ciudadano.

 

Nota:

[1] http://elpais.com/elpais/2013/06/28/opinion/1372415435_331064.html

 

V.

Entrevista a Manuel Ruiz Robles.

Estaba en marcha un golpe duro para el 2 de mayo de 1981, organizado por el sector más fascista del Ejército. El golpe del 23F fue un golpe palaciego, de inspiración monárquica, del que algunos políticos del arco parlamentario estaban al corriente y consideraban un golpe de "guante blanco" para ‘salvar la democracia".

Manuel Ruiz Robles es capitán de navío de la Armada (actualmente retirado), ingeniero de la Ecole Supériure d'Electricité (Supélec), DEA Physique de l'Energie de l'Université de Paris, Licenciado en Ciencias por la UAM, membre bienfaiteur de l'ACER (Amigos de los Combatientes en la España Republicana), adherent du Musée de la Résistance Nationale. Por si faltara algo, Ruiz Robles fue también miembro de la Unión Militar Democrática (UMD).

***

Para ubicar el lector, permítame iniciar nuestra conversación con algunas referencias biográficas. Usted es capitán de navío retirado de la Armada. ¿Cuándo se incorporó al Ejército español? ¿Por qué razones?

Mi incorporación efectiva como alumno de la Escuela Naval fue el 1 de Agosto de 1960. Recibí mi despacho de oficial el 16 de julio de 1965. Algunos años después, tras un concurso de méritos académicos, ingresé en el cuerpo de ingenieros de la Armada. En él he desarrollado toda mi carrera militar.

No existían antecedentes militares en mi familia. Mi decisión, a la edad de 15 años, estuvo motivada por mi afición al mar. Mis tíos eran humildes pescadores. En mis vacaciones de verano pasé momentos inolvidables junto a ellos. Participaba en las duras tareas de pesca. A veces pasaba uno o dos días en la mar a bordo de una barca de vela y remos, entre redes y efectos navales, comiendo deliciosos pescados y pimientos. Los asábamos sobre un pequeño artilugio de carbón de leña. Sabores y olores que aún recuerdo con gran placer.

Las narraciones de mis dos primos –mucho más mayores que yo- de sus aventuras en la mar, durante su servicio militar obligatorio en la Marina, excitaban mi imaginación de niño. También me hacían soñar mis lecturas juveniles: “El viejo y el mar”, “La isla del tesoro”, "Raroia", “La balsa de la Kon-Tiki”, “Veinte mil leguas de viaje submarino”… Nada trascendente.

Entro en materia. Le cito, tomando pie en un artículo suyo muy reciente: “En la primera parte de este testimonio militar recordaba la estrategia de terror llevada a cabo por el general Franco. Hice referencia al crimen de lesa humanidad perpetrado en Málaga por parte de la flota sublevada, y de la aviación alemana. El relato estremecido de aquel crimen lo oí, siendo niño, de los labios temblorosos de mi tía Encarnación. Ella, junto a mi tío José y sus tres primeros hijos, fueron supervivientes de aquel horror”. ¿Nos describe brevemente ese horror?

A mis tíos, como a miles y miles de familias en Málaga, les llegaron noticias de las atrocidades que el ejército del general Franco estaba llevando a cabo en Andalucía. Concretamente los saqueos, violaciones y fusilamientos masivos. Vivían a unos 20 Km de la capital.

Ante la inminente llegada de las tropas fascistas, decidieron unirse al río humano que pasaba junto a ellos. Cerraron su modesta casa de pescadores y abandonaron su barca, varada sobre la playa. Sus tres hijos mayores estaban en edades comprendidas entre 1 y 4 años. Tenían un pequeño asno, negro y tierno como Platero, que les servía en sus desplazamientos. En sus serones acomodaron a los tres pequeños, añadieron provisiones para el camino e iniciaron el éxodo.

De día caminaban entre las explosiones de los obuses procedentes de la escuadra franquista, de las bombas y del ametrallamiento de la aviación. Auxiliaban en lo que podían a las personas agonizantes que encontraban en el camino. Narraba mi tía Encarnación, aun presa de terror, escenas terribles de niños, ancianos y personas adultas destrozados por la metralla. De noche se alojaban en cuevas que encontraban en los montes vecinos, en casas abandonadas o al borde de la carretera, cuando el agotamiento, el hambre y la sed les impedían continuar el camino.

Tras varios días interminables, entre el horror de los lamentos de gente herida o moribunda, llegaron a Almería. Allí permanecieron hasta el final de la contienda, sobreviviendo con la venta de deliciosas tortas, que ellos mismos cocinaban.

Relata usted así la muerte de Grimau: “Fue detenido el 7 de noviembre de 1962. Interrogado y torturado en la DGS situada en la Puerta del Sol de Madrid. Condenado en una farsa de consejo de guerra -condena aún no anulada- y fusilado el 20 de abril de 1963. El entonces ministro de información y turismo, Manuel Fraga Iribarne, dirigió una intensa campaña de intoxicación desinformativa. Intentaba dar cobertura al asesinato que el franquismo iba a perpetrar un cuarto de siglo después de finalizada la Guerra de España”. ¿Cómo es posible entonces que a Manuel Fraga Iribarne, fallecido recientemente como sabe, se le despidiera, prácticamente, con honores de Estado?

La ruptura con el régimen de la Dictadura que reivindicaban las fuerzas democráticas no se llevó a efecto. Frente a esa pretensión legítima se alzaba el muro del Ejército, mayoritariamente franquista. Su distribución territorial recordaba a la de un ejército de ocupación. Era un arma de "negociación" incuestionable en manos del franquismo reinante. También de los poderes financieros que lo sostenían. Era su último "argumento”.

Una correlación de fuerzas tan desfavorable posibilitó a la monarquía, y a los poderes fácticos que la sustentaban, desplazar a su favor la llamada transición política. Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España, fue presentado en sociedad por Manuel Fraga Iribarne. De aquellos polvos estos lodos.

Ha señalado usted en alguna ocasión que su activismo político se concretó en los años finales de la dictadura franquista y en los inicios del período que solemos llamar “transición política”. Usted fue miembro de la Unión Militar Democrática, la UMD, una de las caras heroicas más injustamente olvidadas de aquellos años. ¿Qué fue la UMD? ¿Qué pretendían ustedes?

La UMD fue una pequeña organización de militares demócratas que, en su breve pero intenso periodo de existencia, consiguió que el poder militar franquista dudase de su capacidad para llevar a cabo con éxito un golpe de Estado. Sabían quienes y cuantos éramos, pero desconocían el alcance de nuestra influencia, de los simpatizantes.

Esa masa anónima militar era, y es, a mi juicio, la auténtica UMD. Fueron los que mojaron la pólvora del  golpismo militar. La organización fue la que abrió la compuerta. La abrió para que penetrasen en el Ejército los valores de la riada humana que clamaba libertad. El pueblo español se enfrentó a la policía franquista, en manifiesta revuelta popular. En las calles, en los centros de trabajo, en las universidades.

El imperativo para nosotros era de tratar de evitar -por todos los medios a nuestro alcance- que el Ejército franquista actuase violentamente contra el pueblo.

Ha sido publicado recientemente un libro sobre la UMD cuyo autor es un militar en activo, intelectualmente muy capaz y muy cualificado. Sorprende por su juventud y conocimiento profundo de unos hechos que ocurrieron hace casi 40 años. También por su rigor histórico. Se trata de "Los militares olvidados por la democracia" de Fidel Gómez Rosa.

Déjeme insistir en este nudo: ¿era usted en aquellos años un “militar inconsciente”? ¿Sabía usted realmente lo que le podía pasar si llegaban a saber de su activismo? De hecho, creo decir bien, usted fue requerido de oficio por un juez militar en el Cuartel General de la Armada en 1977.

Mi toma de conciencia se inició en la propia Escuela Naval. En primer curso, con 17 años. Leí Nada, de Carmen Laforet. Quedé asombrado. Mi admiración no tuvo límites. Su lectura despertó en mí el deseo de nuevas lecturas que me mantuviesen en contacto con el mundo de la cultura. También el de entrar en contacto con el mundo universitario, compartiendo las inquietudes de las chicas y chicos de mi generación. Después vinieron otras lecturas.

Todos éramos conscientes. Conocíamos las duras penas del Código de Justicia Militar franquista para el delito del que podíamos ser injustamente acusados: rebelión militar. Las penas oscilaban desde largos años de prisión a pena de muerte.

En cuanto al requerimiento…

Sí, fui requerido en 1977 por un juez militar por escribir un artículo en un diario de alcance nacional, en el que reclamaba la amnistía para mis compañeros de la UMD. Habían sido detenidos, procesados en consejo de guerra, condenados a largos años y finalmente excarcelados pero no amnistiados.

Más sobre este punto: el poder militar franquista, ha comentado usted mismo, “había estudiado previamente la posibilidad de asesinar” a los compañeros detenidos de la UMD “mediante un comando de "operaciones especiales" que debería dejar falsas pruebas, inculpando a ETA. Finalmente la operación fue abortada…”. ¿Es así? ¿Nos explica con algo más de detalle lo que sepa de esta operación abortada?

No tengo un conocimiento directo. Dudo que existan documentos al respecto. Sí sobre las informaciones que circularon verbalmente. Como dato interesante puedo decir que el general Jaime Milans del Bosch se opuso a tal operación y finalmente se decidió la detención y procesamiento en Consejo de Guerra de mis compañeros, dirigentes de la UMD.

También usted ha hecho referencia a la amnistía de 1977 en estos términos: “su objetivo inconfesable fue -y sigue siendo- la de cubrir con un manto de silencio los crímenes del franquismo, constituyendo de hecho una ilegítima "ley de punto final"”. ¿Se ratifica en esa observación? ¿Es así? ¿Rige por tanto en España una (inadmisible) ley de punto final?

Desde mi punto de vista sí. Fue una falsa amnistía. Con ella no llego el perdón para los militares de la UMD. Esa es la prueba del 9. Los que hundieron al país en un baño de sangre, y mantuvieron una dictadura genocida que se prolongo durante cuarenta años, fueron amnistiados. Los militares de la UMD que propiciaron la llegada de la democracia por medios pacíficos no lo fueron. Este hecho deslegitima tal ley y revela su sentido profundo. Es una ley de "punto final" análoga a la que se dicto al término de la sangrienta dictadura del general Videla. Después fue anulada. Videla, el asesino temeroso de Dios, ha muerto recientemente en prisión.

Le hablo ahora del 23-F. Aquella tarde/noche fue requerido con urgencia para que se presentase en su destino, un centro tecnológico militar dependiente del Cuartel General de la Armada. No sería fácil para usted, nada fácil. ¿Qué pasó realmente el 23-F? ¿Nos da su versión de lo sucedido?

Pocos minutos después de oír en directo por radio el asalto al Congreso, oí en otra emisora el bando del general Milans del Bosch. Mi impresión fue que se estaba consumando un golpe muy duro. En efecto, aquella noche no fue nada fácil para ningún demócrata, pensé que nunca más volvería a abrazar a mis seres queridos.

Puedo afirmar que estaba en marcha un golpe duro para el 2 de mayo de 1981, organizado por el sector más fascista del Ejército. También que el golpe del 23F fue un golpe palaciego, de inspiración monárquica, del que algunos políticos del arco parlamentario estaban al corriente y consideraban un golpe de "guante blanco" para "salvar la democracia".

Lo supe el mismo día en el que se desarrolló un acto público de protesta por la tortura y muerte de Joseba Arregui. Murió en prisión el 13 de febrero de 1981. Después de asistir al acto de protesta cené con una compañera de trabajo y dos conocidos parlamentarios. Pocos días después se producía el golpe.

Según pudimos oír en directo por radio, y en diferido por TV, aquello fue muy impactante. Probablemente asustó mucho a los que estaban advertidos, o incluso implicados. La forma tan violenta en la que se desarrolló el asalto al Congreso y su posterior secuestro, así como la toma de Valencia por los tanques de Milans del Bosch, no entraban en sus cálculos. El "golpe de guante blanco" para "salvar la democracia" les produjo pavor.

La finalidad evidente fue el famoso "golpe de timón" y el reforzamiento de la figura del monarca. Lo consiguieron con un coste altísimo para los incautos generales que se prestaron al juego. Así que: "aviso a navegantes".

Habla usted también de que nuevos acontecimientos militares se desarrollaron posteriormente al 23F. Señala, por ejemplo, que varios “oficiales españoles del Ejército y de la Armada fueron enviados a centros militares argentinos”. A la ESMA entre ellos, al mayor centro de tortura y exterminio de la dictadura de Videla. ¿Es así? ¿Cuándo fue? ¿Quiénes tomaron esa decisión?

La información de que dispongo, y puedo revelar, es de dominio público. Tal información fue publicada en la prensa y transmitida por las cadenas de radio y televisión. Si mal no recuerdo, el juez Garzón tomó cartas en el asunto, e incluso hubo una interpelación parlamentaria al Gobierno por parte de un diputado de izquierda. Basta echar un vistazo en Google para llegar a la conclusión de que algo irregular y muy grave pudo haber ocurrido. Además, no fue investigado.

Tomo nota del “puedo revelar” Y “del no fue investigado”. Creo que usted abandonó la actividad política directa a mediados de 1986. ¿Por qué? ¿Todo estaba en calma? ¿Porque sus compañeros de la UMD, que habían sido excarcelados años atrás, fueron amnistiados ese año?

El régimen de la transición, incluidos los partidos de la izquierda institucional, se opuso a cualquier activismo político de militares en activo. Los militares que habíamos pertenecido a la UMD, e incluso los simpatizantes detectados, fuimos relegados al ostracismo y severamente penalizadas nuestras posibilidades de carrera. Según ellos estábamos en el sistema menos malo. Vimos como se ascendía al generalato a personajes indignos que abiertamente habían tomado partido a favor del 23F, mientras se relegaba a destinos secundarios a los militares demócratas. Se había iniciado la era de Felipe González. Fue el desencanto. ¿Qué quiere que hiciese?

Cesó su actividad política directa hace más de 25 años y ahora, de nuevo, vuelve a ella. ¿Por qué? ¿Por qué en estos momentos?

Porque me han alarmado las declaraciones recientes de un general de gran prestigio, ya en la Reserva, muy vinculado al Monarca. Ha tenido contactos políticos y militares muy influyentes en los Estados Unidos de América, según declaro él mismo en algún medio digital. Se comentó en medios bien informados que iba a ser el futuro director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) al pasar a la Reserva. Pienso que su concepto de "patriotismo militar", por encima de constituciones, es la antesala del golpismo.

También por la creciente actividad de enaltecimiento de la ayuda militar aportada a Adolf Hitler por Franco, no sólo en artículos de prensa del citado general, sino también de una delegada del Gobierno.

Me preocupa mucho la criminalización de los movimientos sociales que se están dando en algunos medios digitales por parte de algunos militares. Alguno justificando incluso la llamada "guerra sucia". Y lo que es más grave, acusando a la izquierda parlamentaria de estar detrás de esos movimientos -por otra parte, bien legítimos-, tales como el 15M, 25S, mareas ciudadanas... Esto es promover deliberadamente una opinión favorable a una intervención militar contra el pueblo. Me parece indignante y totalmente inadmisible.

¡Pues no es para tirar de cohetes de alegría lo que cuenta! Le copio otra vez porque vale la pena: el PCE, escribe, era entonces, en 1936, un diminuto partido. “Al producirse el golpe militar, su disciplina contribuyó decisivamente al fracaso parcial del golpe. Su combate en defensa de la libertad a las órdenes del gobierno legítimo de España, hicieron que sus filas creciesen rápidamente. Muchos de sus miembros en el exilio se unieron a la Resistencia en Francia hasta la Liberación”. Años más tarde, señala también usted, “fue el principal baluarte de la resistencia a la Dictadura”. Aparte de agradecerle el comentario (aunque yo nunca he militado en el PCE), ¿sigue pensando en el Partido Comunista de España en los términos que acabo de citar?

No tiene nada que agradecerme. Yo ni siquiera he sido votante del PCE. Ya veré en las próximas convocatorias electorales.

Me he limitado a resumir algunos hechos históricos que caracterizaron a dicho partido y es justo reconocer. Estos rasgos han sido característicos de los partidos comunistas del sur de Europa, en particular de Francia e Italia, que también combatieron con las armas el nazi-fascismo. Por ejemplo, la memoria histórica del partido comunista de Francia (PCF) es respetada y honrada en su país. Incluido el respeto a dicha memoria histórica por parte de todos los partidos democráticos y de sus Fuerzas Armadas. Cosa que evidentemente no ocurre en el reino de España.

No hay que olvidar que el anticomunismo constituyó el principal pretexto del franquismo para justificar su actitud de ayuda a Adolf Hitler, posibilitándole después su principal coartada para su transmutación de amigo del Führer en “vigía de Occidente”.

Por otro lado, en la guerra psicológica de los medios (falsimedia) al servicio de los poderes financieros, se intenta confundir a la opinión pública. Para ello se utiliza de forma indiscriminada la etiqueta de "comunista" para cosas tan diferentes como puede ser el PCE o lo que fue el régimen de Pol Pot y sus jemeres. Seria como incluir en el mismo saco, bajo la etiqueta de "católico", a Teresa de Calcuta y a Videla, el asesino temeroso de Dios. O a su Santidad Juan XXIII y a los famosos curas pederastas.

No está mal su observación, nada mal. Maestros míos, marxistas muy competentes y arriesgados militantes del PSUC y del PCE han argüido de manera muy similar. Cambio un poco de tercio. España, afirma, quedó hipotecada mediante unas bases militares extranjeras tras los actos Franco-Eisenhower. ¿Las bases estaban pertrechadas con armamento atómico? ¿Lo siguen estando? ¿Quiénes controlan ese armamento? ¿España es, pues, un país que tiene la bomba?

Lo que puedo decir en estos momentos es de dominio público. En lo que podríamos llamar la amistad "Franco-caudillo-de-España-vigía-de-occidente" y el “gobierno-de-los-Estados-Unidos-de-América”, era notorio que existían bases militares extranjeras con sobrevuelo de bombas de fusión sobre el territorio nacional. Bombas cuya espoleta era un detonador de fisión nuclear similar a las bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Una simple bomba de fusión de 40 megatones arrojada sobre Madrid hubiese vitrificado la capital de España y llegado sus efectos a Galicia. Aún recuerdo cuando cayeron, por accidente, sobre Palomares (Almería) unas cuantas bombas que no llegaron a explosionar. Aunque dejaron radioactiva la zona en donde cayeron.

No sabe cuanto agradezco su referencia a Palomares. Un amigo mío, un gran científico franco-barcelonés, Eduard Rodríguez Farré, no ha cesado de insistir sobre este tema. Le he interrumpido, continúe por favor.

En cuanto a la situación actual, es notorio que las bases militares aun existentes, en particular la base naval de Rota en Cádiz, son de carácter estratégico para la mayor potencia militar jamás conocida en la historia de la humanidad.

Los submarinos atómicos estadounidenses, desde comienzos de los años 60 del siglo pasado, van dotados de misiles de gran alcance con cabeza nuclear, capaz de borrar del mapamundi a ciudades del tamaño de Nueva York, por poner un ejemplo. Obviamente ese armamento está controlado por su propietario, el gobierno de los Estados Unidos de América.

Queda claro. Las Fuerzas Armadas actuales, en su opinión, “sobre todo en los escalones subalternos de la cadena de mando, simpatizan con los militares constitucionalistas que, cumpliendo con su deber, defendieron la Libertad. Lo hicieron a las órdenes del Gobierno de la República de España”, un gobierno “que encarnaba legítimamente la voluntad del pueblo español” añade. ¿No es aquí usted un pelín optimista? ¿De este material político-cultural está hecho realmente el actual Ejército español?

Como dije no lo estimo así en los escalones superiores del mando. Sin embargo he seguido con interés y admiración, a través de la prensa y de sus publicaciones, el nacimiento y desarrollo de la principal asociación de militares españoles AUME, que forma parte de EUROMIL, la asociación de militares europeos.

He tenido ocasión, a lo largo de mi vida militar, de conocer y conversar con algunos militares de países europeos y conozco algunas de sus opiniones. No hace mucho, gobernando en Francia el anterior presidente conservador, tuve la oportunidad de estar presente en un acto en Paris. Fue en homenaje a la Resistencia francesa y a los componentes de las Brigadas Internacionales. El acto se desarrollo bajo el arco del triunfo, en la tumba al soldado desconocido, en la plaza del General Charles de Gaulle.

Presencié, con emoción contenida, como un general de alto rango y un almirante, ambos del Ejército francés, depositaban una corona de flores, junto a otra que portaba una bandera con los colores de la República española. Era la bandera de las Brigadas Internacionales.

Aquí, sin embargo, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ordena a la Universidad Complutense la retirada del monumento a las brigadas internacionales, mientras una delegada del gobierno organiza un acto en el que se enaltece la ayuda militar aportada por Franco a Adolf Hitler.

¡No sabe cuando agradezco su observación! Déjeme insistir un poco más en el punto anterior: ¿cómo ve el momento actual? La derecha militar dura, si me permite la expresión, ¿no cuenta?, ¿es muy minoritaria?

A tenor de lo declarado públicamente por el anterior Comandante General de la Infantería de Marina, está muy extendida una opinión que podría denominarse de derecha militar dura. Aunque creo que dicho general exagera un pelín. No todos compartimos sus opiniones.

Y usted que conoce bien el Ejército español, ¿observa alguna inquietud por el proceso político independentista que ha irrumpido en Cataluña en estos últimos años? ¿Intervendría directamente el Ejército en la situación si llegara el caso?

A tenor de las declaraciones que acabo de citar, sí. Sin embargo las declaraciones públicas del presidente de AUME, la asociación de militares más numerosa, no parece que vayan en la misma dirección.

Directamente, si me permite la osadía que no pretende ser descortés, un militar retirado como usted, ¿qué piensa del derecho de autodeterminación de los pueblos de España?

El derecho de autodeterminación de los pueblos está recogido en el Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles, ratificado por el Estado Español el 27 de julio de 1977.

Si me pregunta mi opinión, le diré que soy profundamente respetuoso con ese derecho. Ahora bien, espero y deseo que los pueblos de España sigan unidos. Por ella lucharon y murieron muchos compatriotas nuestros hace 77 años -y miles de generosos jóvenes de las Brigadas Internacionales- en defensa de la Libertad. Es posible que nuestro atraso histórico respecto a nuestros vecinos del Norte -sobre todo por los dilatados periodos de falta de libertad- haga desconfiar a muchos y prefieran la independencia. Gato escaldado, del agua fría huye.

La solución, a mi juicio, pasa por un proceso auténticamente constituyente del pueblo español. Es decir, que el pueblo en libertad encuentre una salida razonable a la actual situación y decida constituirse como Estado federal o confederal. La solución ha de ser política y nunca bajo el chantaje de las armas, que la harían inestable y enconarían aún más si cabe el problema.

Estimo esencial que todos los pueblos nos mantengamos unidos solidariamente, codo con codo, para hacer frente al saqueo a que estamos siendo sometidos por la Troica. Es decir por la Comisión Europa, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Todos ellos en abierta complicidad con este régimen de la alternancia bipartidista, puesto al servicio de los grandes poderes financieros, incluida la gran banca española.

Escribe usted ahora desde posiciones de izquierda, desde posiciones republicanas. ¿No cree usted entonces que la Monarquía borbónica sea un régimen positivo para nuestro país? ¿Cómo ve usted el proceso de irrupción de una nueva República en España?

Para nada pienso que la monarquía -borbónica o no borbónica- sea un régimen positivo para ningún país. Ya nos lo advertía el Evangelio: por sus frutos los conoceréis. Y los frutos están siendo muy amargos para las capas populares, es decir para la inmensa mayoría del pueblo español.

La República llegará a lomos de una gran ola popular, que ya se está formando, como respuesta a un régimen corrompido desde sus raíces, origen de la lamentable situación en la que se encuentra nuestro pueblo. El régimen borbónico agoniza, y eso la saben bien los poderes fácticos. Sus coletazos en la agonía pueden resultar muy peligrosos y hay que estar vigilantes. En estos momentos la movilización popular y la batalla de las ideas son esenciales.

Le agradezco mucho la corrección “borbónica o no borbónica”. La última, no abuso más de su generosidad: "Si me muero, que me muera /con la cabeza muy alta": con estos versos de “Vientos del pueblo” de Miguel Hernández abría un artículo reciente. ¿Cómo es posible que en 2013 Miguel Hernández, como tantos otros, siga siendo considerado un delincuente a efectos jurídicos?

Me remito a lo que ya he dicho. El régimen monárquico de la transición se basó en un pacto con el franquismo, bajo el chantaje de las armas de un Ejército abrumadoramente fascista. La legalidad franquista sigue vigente. Por ello es casi imposible formalmente proceder a dichas anulaciones.

La única vía es avanzar hacia un proyecto constituyente del pueblo y para el pueblo, que rompa definitivamente con los residuos del franquismo, incluida la monarquía, e instaure un régimen auténticamente democrático.

La batalla de las ideas en el Ejército la están liderando los sectores más reaccionarios, y eso es muy peligroso para nuestro futuro en libertad. No hace mucho un general monárquico en la reserva afirmaba en un medio digital: “la política es la continuación de la guerra por otros medios". Eso podría explicar algunas de las cosas que están sucediendo. Alguno no acepta que la guerra patrocinada por Adolf Hitler en 1936 concluyó con la capitulación incondicional del III Reich en 1945, aunque aquí sigamos sufriendo sus secuelas.

Entiendo bien los peligros a los que hace referencia. No abuso más de usted. Permítame agradecerle su disposición a ser entrevistado, su generosidad conmigo y con los lectores, su singular punto de vista y sus excelentes argumentos.

VI

ENTREVISTA A FRANCISCO MORENTE Y JOSÉ LUIS MARTÍN RAMOS SOBRE LAS PREGUNTAS DE LA CONSULTA DE NOVIEMBRE DE 2014

PARA QUE EL PROCESO SEA DEMOCRÁTICO LA FÓRMULA DE LA PREGUNTA HABRÍA DE TENER TODAS LAS GARANTÍAS DE PLURALIDAD, QUE NO ES EL CASO.”

 

Codirector de la revista de historia L’Avenç entre 1993 y 1999, director del Arxiu d’Història del Socialisme de la Fundació Rafael Campanals y catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, José Luis Martín Ramos se ha especializado en la historia del movimiento obrero, centrando su investigación en los movimientos socialista y comunista del siglo XX en Cataluña y España. Coordinó una Historia del socialismo español dirigida por el inolvidable historiador Manuel Tuñón de Lara (redactó el volumen cuarto) y publicó igualmente una Historia de la Unión General de los Trabajadores (1998 y 2008). Sobre la historia del PSUC ha publicado hasta el momento, además del libro comentado en esta entrevista, Los orígenes del PSUC en Cataluña, 1930-1936 (1977) y Rojos contra Franco. Historia del PSUC, 1939-1947 (2002). Sus publicaciones más recientes son Ordre públic i violència a Catalunya (1936-1937) []2011] y el que hasta ahora en su último libro, La reraguarda en guerra. Catalunya, 1936-1937, L’Avenç, Barcelona, 2012.

 

Francisco Morente es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Especialista en el estudio de la cultura, la educación y la socialización política de los jóvenes en los regímenes fascistas, entre sus numerosas publicaciones cabe citar La Escuela y el Estado Nuevo. La depuración del magisterio nacional (1936-1943), Libro e moschetto. Política educativa y política de juventud en la Italia fascista, 1922-1943, y Dionisio Ridruejo. Del fascismo al antifranquismo. Recientemente ha editado las obras colectivas España en la crisis europea de entreguerras. República, fascismo y guerra civil, y (con Ferran Gallego) Rebeldes y reaccionarios. Intelectuales, fascismo y derecha radical en Europa.

 

Nuestra conversación se ha centrado en la consulta de noviembre de 2014 en Cataluña y en las preguntas anunciadas el pasado jueves 12 de diciembre

***

Podemos recordar, si os parece, las preguntas para la consulta anunciada de noviembre de 2014. ¿Tenéis información sobre la cocina de las preguntas que se han acordado? ¿Ha sido una idea fruto del acuerdo inicial entre Mas y Duran i Lleida como se ha informado en la prensa?

FM [Francisco Morente]: No tengo más información que la que se ha publicado en la prensa o se ha comentado en medios radiofónicos y digitales. Parece claro que la primera pregunta buscaba facilitar la aceptación de la segunda por parte de Unió y de ICV-EUiA. También creo que, si esa interpretación es correcta, la coalición de izquierdas ha vendido bien barata su aceptación de la que es en el fondo la pregunta estrella del paquete.

 

JLMR [José Luis Martín Ramos] Se acabarán sabiendo los detalles; ahora estamos en el tiempo de la especulación y también de informaciones complementarias que pretenden capitalizar ya, el acuerdo a que llegaron las tres -o cinco- organizaciones. Algunas de esas interpretaciones son incluso contradictorias con ellas mismas; es el caso de las declaraciones de Marta Rovira, que no dicen mucho de la seriedad de Esquerra Republicana. Pero todo eso es secundario. Lo importante es que se nos sigue enseñando el dedo, para sigamos sin mirar a la luna. Desde que se anunció el acuerdo, no estamos haciendo otra cosa que preguntarnos sobre la pregunta.

Lo importante, lo más importante, es constatar que esas seis formaciones políticas (CDC, UD, ERC, ICV, EUiA, CUP) han priorizado su dinámica de relación interpartidaria, sus intereses de partido, sobre la dinámica social, sobre el interés social. En Cataluña hay un conflicto, es cierto. Una parte de la sociedad catalana plantea una solución: la independencia. Tan cierto como que otras partes prefieren otras, y que se planteaban antes del 11 de septiembre de 2012. O ¿es que no se planteaba ya antes una reinterpretación federal del sistema autonómico? Eso es lo que hizo Pascual Maragall, con su fórmula del federalismo asimétrico -mal concretada y mal negociada, por cierto; aunque ese es otro tema-. Luego el viaje relámpago de Mas a Madrid torpedeó la primera fórmula Maragall; a partir de entonces el Tripartido aumentó sus tumbos, cedió la iniciativa en favor del estatuto que se votó; y finalmente el Constitucional arrojó sobre el estatuto tantas incógnitas que permitió a CiU abrir de nuevo su tradicional escenario de equívocos e incertidumbres, con el caótico resultado al que asistimos.

La independencia no ha sido ni la primera ni la única respuesta al agotamiento del actual sistema territorial. Pueden haber variado los porcentajes pero Cataluña es tan plural hoy como lo era hace cinco años, en el hecho y en el abanico de sus opciones. El grupo de los cuatro/seis no podía limitarse a cambiar sus cromos; ellos, que se llenan todo el día la boca reclamando visión de país, tenían que haber atendido a todo el país, considerar toda la colección y no sólo los cromos que manejan.

 

No una sino dos preguntas. ¿Conocéis algún otro caso donde también se haya efectuado de este modo una consulta-referéndum de estas características? Algunos portavoces nacionalistas han hablado del caso de Puerto Rico.

FM: Efectivamente, se ha hablado del caso de Puerto Rico; hay que decir, sin embargo, que de la papeleta empleada en la isla caribeña se ha cogido sólo la idea general y se ha transformado para (a diferencia del referéndum de Puerto Rico, bastante neutral en su formulación, y completamente “inclusivo” de las diferentes opciones en liza) favorecer descaradamente la opción independentista sobre cualquier otra.

 

JLMR: Que los nacionalistas invoquen el caso de Puerto Rico es un caso de ignorancia absoluta, de extrema manipulación o simplemente de estulticia. Es cierto, en 2012 hubo un referéndum con dos preguntas. Pero estas se formularon de manera antagónica al acuerdo de CiU-ERC-IC/EUiA. La primera pregunta era, ¿está de acuerdo o no con el statu quo actual?; la segunda, en caso de que fuera no qué prefiere: ser estado de la Unión; ser estado libre asociado soberano (es decir, una modificación del statu quo actual en el sentido de su reinterpretación soberanista; o ser independiente). Si la pregunta catalana fuera esta, yo la apoyaría sin ninguna duda. Esa sí es una pregunta inclusiva, porque incluye formalmente todas las opciones. Y es una pregunta formulada en orden político lógico, es decir primero resolver sobre la situación actual, por medio del voto. Porque lo que no se puede aceptar, democráticamente, es que eso -el mantenimiento o no del statu quo- se haya resuelto ya a través de las manifestaciones del 11 de septiembre o a través de un acuerdo parlamentario de parte.

 

Os pregunto por la primera parte, por la primera pregunta, valga la redundancia. ¿Está clara en vuestra opinión? ¿De qué Estado se habla cuando se habla de Cataluña como Estado?

FM: La pregunta es completamente confusa. Al no aclarar qué tipo de Estado se está proponiendo, la persona que marque el sí no sabrá cómo se va a interpretar esa respuesta si finalmente no ganase la opción independentista. ¿Habría que hacer otra consulta para aclararnos sobre el tipo de Estado por el que han optado los votantes? La trampa que esconde esa pregunta es tan evidente que uno no puede más que pensar que quienes la han diseñado nos toman a los ciudadanos por imbéciles.

 

JLMR: Es una pregunta tramposa, porque no es una pregunta unívoca. Pueden estar a favor de Cataluña como estado los que estén a favor de la independencia, los que defiendan la propuesta federal, los que estén a favor de un proyecto análogo al Plan Ibarretxe, los que recuperasen la idea del estado compuesto, y no sé sí incluso los que estén a favor de la traducción institucional plena de aquella fórmula que esgrimió el PSOE a finales de los setenta, la "nación de naciones". La consecuencia de esa pregunta es que no permite ninguna conclusión política clara; y por tanto diluye absolutamente la representación formal de la opción federal. Sí en cambio es claramente concluyente la segunda pregunta, por lo cual le referéndum queda sesgado -de manera política y no sé si jurídicamente torticera- desde su enunciado.

 

Los que voten “No” a esta primera pregunta, ¿qué opción estarán tomando? ¿Apuestan por el Estado autonómico, por el inmovilismo, por el centralismo?

FM: Pues tampoco se sabe con certeza. Se ha dicho que serían los partidarios del statu quo, pero entonces ¿qué tiene que votar alguien partidario del modelo autonómico pero con profundización del autogobierno en relación con el actualmente existente? ¿Y quien quiera volver a un sistema centralista? Para los impulsores de la consulta da igual: todos son uno y lo mismo.

 

JLMR: O simplemente votaran no los que no entiendas nada de nada y no estén de acuerdo con la independencia, o con el referéndum y punto.

 

¿No es extraño que los votantes que se decanten por el NO en esta pregunta no puedan participar en la segunda? Podrían razonar así: si saliese el SÍ, votaré en la segunda pregunta por la opción menos mala para mi como otros votarán por la opción que más les interese o más concuerde con su ideología.

FM: Tienes razón en que esa opción podría darse, pero también es cierto que si quién vota NO en la primera pudiese volver a votar en la segunda, el recuento y la interpretación de los resultados (que ya sería difícil con la propuesta actual) se complicaría hasta extremos inverosímiles. El problema, en realidad, está en el diseño de la pregunta, que, como dije, favorece la opción independentista y dificulta todas las demás, bien porque no las explicita claramente, bien porque las excluye por completo.

 

JLMR: Esa concatenación forma parte de la operación de dejar fuera del recuento político a una parte de la sociedad. Por eso Marta Rovira hace los cálculos que hace.

 

Voy a la segunda pregunta: ¿está clara la primera posibilidad? Los que voten a favor, ¿están apoyando que Cataluña sea un Estado independiente del resto de España como si fuera, pongamos por caso, el estado de Finlandia o el de Bulgaria?

FM: Yo diría que sí. Ahí no hay equívoco posible, salvo que quisiéramos rizar el rizo: ¿pero hay a día de hoy algún Estado verdaderamente independiente? En fin, creo que los votantes no tendrían duda sobre lo que se les está preguntando.

 

JLMR: Son los únicos que podrán traducir plena, clara y distintamente su opción política en voto definitivo.

 

Quienes voten NO a esta segunda pregunta, ¿qué opción estarán tomando? ¿Apuestan por una España confederal? ¿Por un estado libre asociado?

FM: Pues será un misterio; me remito a lo señalado antes al comentar la primera pregunta. Ahí está uno de los grandes problemas (y trampas) de la consulta tal y como se ha diseñado: deja claro que la única opción definida de Estado es el independiente; los demás pasan a ser un totum revolutum que nadie sabría cómo interpretar.

 

JLMR: Sólo si la segunda pregunta fuera desglosada, los resultados podrían ser inequívocamente interpretables en pie de igualdad. La doble pregunta, una subordinada a la otra encierra una obligación. La subordinada es la determinante, porque es el único resultado que no admite interpretación. Por eso la primera ha de ser la que incluya todas las opciones sobre la situación; y la segunda la que incluya todas las alternativas a la situación actual. Es lo que hicieron en Puerto Rico. No hacerlo así, es una burla a la democracia. El argumento nacionalista de que si la segunda pregunta no se limita a la cuestión de la independencia entonces no se podrá resolver sobre esta propuesta que es la que está sobre la mesa es, además de mentiroso - ya he dicho que sobre la mesa hubo y hay otras opciones - capcioso y cínico; reconoce, de hecho que no habrá pregunta real sobre la federación, porque no está en la segunda pregunta. Es un lío, pero no nos dejemos enredar por él.

 

Quienes, como es mi caso, mantenemos una opción republicana federal, ¿por qué opción deberíamos votar para no meter la pata y equivocarnos de mucho?

FM: Pues no lo sé. Igual nos regalan un manual de instrucciones para que sepamos a qué atenernos.

 

JLMR: ¿Votar en blanco? ¿Se ha previsto que pueda ser una opción? ¿Se votaría en blanco una o dos veces? No nos dejemos enredar.

 

Cambio un poco de tercio, ¿creéis que va a celebrarse esta consulta en noviembre de 2014? Más concretamente, ¿qué tipo de consulta? No parece que el gobierno central –“Madrid” en lenguaje nacionalista- esté por la labor. ¿Elecciones en su lugar tal vez?

FM: Yo creo que el 9 de noviembre de 2014 no habrá una consulta digna de ese nombre. Quiero decir que no habrá ni una consulta legal (sería una gran sorpresa que el gobierno español dejara que se celebrase por acción u omisión) ni una “ilegal” o “alegal” con las características precisas para que pueda ser tenida en cuenta por la comunidad internacional: que se haga con un censo electoral fiable, que no sea boicoteada por, al menos, tres de los partidos con representación en el Parlament, que se haga en todo el territorio (incluyendo aquellos municipios donde los ayuntamientos controlados por los partidos que boicotearían la consulta no iban a colaborar de ninguna manera con el proceso), que el proceso de votación y el recuento fuesen de fiar teniendo en cuenta que no habría en las mesas interventores de los partidos opuestos a la consulta, etc., etc. En definitiva, el 9 de noviembre, en el mejor de los casos, tendríamos un espectáculo electoral, pero no un verdadero acto electoral. No digo que no serviría para lograr impacto mediático, pero difícilmente nadie en la comunidad internacional iba a validar una cosa así.

Creo, por tanto, que lo que tendremos es elecciones; no me atrevo a decir si en 2014 (consumándose ahí el suicidio de CiU) o en 2016, si es que CiU consigue aplazar su suicidio hasta entonces, prorrogando para 2015 el presupuesto, y sometida al embate de ERC y de ese monstruo que la propia CiU ha ayudado a engordar y que se llama ANC.

 

JLMR: No sé si habrá o no consulta. Mas dice ahora que si Rajoy negocia puede reformularse la pregunta. Y Rubalcaba que a lo mejor la consulta catalana, en otros términos, cabría en la constitución. ¡Vaya usted a saber! También podrían plantearse una consulta "cívica" como la que impulsó la ANC en los Ayuntamientos; no tendría valor jurídico, pero sí político. Y todo lo que están haciendo tiene una importante trascendencia política. El acuerdo partidario sobre la pregunta tiene ya una importante significación y trascendencia política. Representa la manifestación de la hegemonía nacionalista, le proporciona un nuevo recurso para desarrollarla, y anuda aún más a su rueda a Iniciativa y a EUiA por ser partícipe de ese acuerdo, en los términos en los que se ha hecho, en los términos de su carácter exclusivo y no inclusivo y de sus déficits democráticos. Porque insisto, no es que la pregunta sea un lío, una trampa, es que no está formulada de manera que garantice plenamente y en igualdad, insisto en igualdad, la pluralidad de opciones presentes.

 

¿Monstruo la ANC? ¿Por qué?

FM: Cuando digo “monstruo”, me refiero a la creación de un artefacto que desborda las previsiones de quienes lo han alimentado y se coloca en posición de imponerles una determinada línea de actuación, bajo la amenaza de acciones contundentes si no se siguen sus directrices. Se nos presenta a la ANC como una muestra del dinamismo y el empuje de la sociedad civil (indepedentista). Ciertamente, hay una participación amplia de ciudadanos en la ANC y se recoge en ella el trabajo de base de muchísima gente. Lo que no se explica es que el crecimiento de la ANC es algo menos angelical de lo que se pretende hacer creer, y que sin el amparo y el empuje de los partidos nacionalistas y de las instituciones que estos controlan su capacidad de actuación y su crecimiento hubieran sido mucho menores. Baste recordar, y es solo un ejemplo entre muchos posibles, cómo TV3, una televisión pública y pagada con el dinero de todos, se puso impúdicamente al servicio de la ANC y su Vía Catalana desde meses antes del acontecimiento.

 

JLMR: No, yo no creo que sea un monstruo. Pero sí le hacen jugar, o le permiten jugar, un papel monstruoso. El de confundir la democracia con la movilización. Ese sería otro tema a desarrollar; pero en esta entrevista ya tenemos suficiente con el de la pregunta.

 

Para que el proceso fuese democrático, ¿qué participación os parecería razonable si se llegase a convocar? Si la opción mayoritaria fuese la independentista, ¿bastaría con cualquier porcentaje (mayoritario) de votos?

FM: Creo que esas cuestiones deben formar parte de la negociación que conduzca a un referéndum de esa naturaleza. Los propios impulsores del actual proyecto han dicho siempre (con alguna excepción, en el caso de ERC)que se necesitarían amplias mayorías para tirar adelante con la independencia. Quiero recordar que para el referéndum de Montenegro se estableció una participación mínima del 50% y un 55% de síes a la independencia. A mí me parecen porcentajes muy generosos con los independentistas (implican que un raquítico 27,5% de los votantes sobre censo podrían ser suficientes para conseguir la independencia), pero en todo caso sería el mínimo que me parecería aceptable. Dada la trascendencia de lo que se está decidiendo y su carácter irreversible, sería escasamente democrática una decisión tomada con un margen menor que el señalado más arriba.

 

JLMR: Para que el proceso sea democrático la fórmula de la pregunta habría de tener todas las garantías de pluralidad, que no es el caso. Para que cualquier resultado sea no solo democrático - la democracia en última instancia es la mitad más uno (¡más el respeto a la minoría!)- sino suficiente en derecho, legítimo incluso, la participación ha de tener una cota superior al 50% por ciento y, de manera aconsejable, claramente superior para que no se produzca el inconveniente de que una mayoría raspada en favor de la independencia no representara más que un cuarto de la población con derecho a voto. Si sólo votara el 50% y sólo el 50% de los votantes lo hiciera en favor de la independencia, eso significaría solo ese cuarto. Lo ideal sería una participación del 70% y un sí del 60%, eso significa el 42% a favor de la independencia (frente a un 28 en contra y un 30 que no se pronuncia). ¿Parece muy alto el techo? No tanto para un país tan democrático y tan movilizado socialmente. ¿O no lo estamos? Con todos los respetos por Montenegro, no querría que esa fuera la referencia para mí país.

 

FM: En realidad, la discusión que se ha abierto sobre la interpretación de los resultados da cuenta de dos cosas: lo confuso que es el planteamiento de la pregunta y, más inquietante, cómo algunos no se detendrán ante escrúpulo democrático alguno para conseguir sus fines.

En condiciones normales, un referéndum de esta naturaleza, con amplio acuerdo para su celebración, concitaría una elevada participación (seguro que no menor que la de las últimas elecciones catalanas, es decir, en torno a un 70%) En esas condiciones, exigir un 55% de síes para la independencia no me parece un disparate, sino algo incluso generoso con los independentistas, como decía antes. Hay que pensar que la decisión sobre la independencia no es reversible; no parece aceptable, por tanto, que pueda ser tomada con una diferencia de votos pequeña que, en otras circunstancias (económicas, por ejemplo) podría ser de signo contrario. Romper un Estado y una comunidad política que se remonta (por limitarnos sólo al Estado constitucional) a dos siglos atrás no puede hacerse por un voto de diferencia (ni por unos pocos miles). No sólo no es serio, es que no sería democrático.

 

¿Cómo valoráis la posición de ICV-EUiA en todo este proceso?

FM: Me ha sorprendido el seguidismo con respecto al tándem CiU-ERC. Desde mi punto de vista, el error de partida está en haber asumido acríticamente el campo semántico impuesto por los nacionalistas, empezando por el desdichado “derecho a decidir”. Si la izquierda ha de entrar en ese debate, ha de defender el “derecho de autodeterminación”, con todas sus consecuencias, y no puede asumir el “argumentario” de la derecha, empezando por la apelación propia de la Liga Norte del “España nos roba”. ICV-EUiA no utiliza esa afirmación tal cual, pero tampoco la denuncia como lo que es, una manifiesta falsificación de la realidad y la expresión de la más profunda insolidaridad de nuestros nacionalistas, incompatible con la reclamación de solidaridad con los otros pueblos de España que ha sido tradicional en la izquierda catalana. En cualquier caso, no me parece de recibo que se pueda hacer oposición al gobierno neoliberal por la mañana y se tome café y se hagan fotos con él por la tarde. Oposición en lo social y amiguitos en lo nacional. Al final ICV-EUiA lo único que hace es dar aparente contenido social a una propuesta que, dadas la correlación de fuerzas y las hegemonías actuales, solo puede conducir a una Cataluña de diseño neoliberal, autonómica o independiente, no sabemos, pero neoliberal.

Si a esto se le añade que pretendan hacernos creer que los federalistas de la coalición pueden verse reflejados en la pregunta que se ha pactado, la cosa se sitúa entre la claudicación y la vergüenza ajena.

 

JLMR: Quiero ser respetuoso con ICV-EUiA. No sé si puedo serlo con sus dirigentes actuales que han metido a las dos formaciones en esta trampa. Creo que han cometido un error de dimensiones importantes. Y es grave porque afecta a una izquierda institucional ya muy baqueteada; a la defensiva frente a la crisis y ahora a la defensiva ante la cuestión territorial. No pueden sostener, ni ellos ni el grupo de Forum Cívic del PSC que la gran virtud de la doble pregunta es que aflora la opción federal. Primero porque esa opción federal ya existía antes que ellos; que si acaso lo que han hecho en estos últimos tiempos es desdibujarla de manera real; sentir una cierta vergüenza, incomprensible para mí, de defenderla; caer en la tontería de sumarse al coro de los que han sostenido que la opción federal no es posible porque al otro lado de la puerta no hay federalistas (por ese camino renunciemos al socialismo, e incluso a una democracia participativa). Y segundo, porque -espero haberlo argumentado - lo que han hecho es poner la propuesta federal a la cola de la de la independencia, en la opción del descarte inicial, no en el de la resolución final; sin posibilidad de que sea objeto de recuento. Mi voto podrá ser federal, pero no se enterará nadie de ello, porque no podrá ser recontado. Sólo podrá ser recontado el voto independentista. ¿Cómo es posible que no se den cuenta de ello? Por otra parte, si es cierto que luchan contra las políticas neoliberales, porque han aceptado participar en una decisión, en el tiempo de una decisión, cuya consecuencia cierta no sabemos si es el ejercicio efectivo de la consulta, sino la aprobación del presupuesto de la Generalitat de 2014 que refleja esa opción neoliberal. ¿O es que están de acuerdo con Mas-Collell, en que sólo es posible una única política presupuestaria, detalle más o menos, como es la que presenta CiU. Esperemos que no sea un nuevo harakiri de la izquierda institucional; tenemos precedentes.

 

¿Y la de la CUP?

FM: La opción de la CUP por la independencia es clara, así que puede entenderse que hayan aceptado esta pregunta, que en el fondo va en esa dirección. Yo no comparto la orientación de la CUP en la cuestión nacional, así que me deja bastante indiferente lo que hagan o dejen de hacer en ese tema. Creo, con todo, que junto con ERC son los que están actuando coherentemente con su programa. No así todos los demás, que han acabado colando de matute una consulta sobre la independencia que no aparecía explicitada en sus programas electorales; ahí se ve para lo que sirve ese invento del “derecho a decidir”. Dicho de otra manera: la opción neta y clara por la independencia sólo la defendieron en las elecciones de 2012 fuerzas que ahora suman 24 diputados. Pues bien, esos 24 diputados han colocado nítidamente en la pregunta la opción que figuraba en su programa electoral, mientras que quienes suman 63 diputados no lo han hecho o han cambiado de caballo durante la carrera. Eso es un fraude democrático, se pongan como se pongan.

 

JLMR: La posición de la CUP está por definir. Hay una cierta confusión. El jueves 12 su representación estuvo en el Palau de la Generalitat y participó del acuerdo. Sin embargo, el viernes su secretariado nacional rebajó el grado de adhesión, felicitándose por la fijación de la fecha pero poniendo peros al contenido de la pregunta. Para el 21 de diciembre anuncian la posición definitiva. Veremos. Por el momento, el secretariado rechaza, en principio, un acuerdo que ha sido un cambio de cromos de partidos. Eso lo comparto. Piden un acuerdo que responda a la demanda social. También lo comparto, ahora yo en principio. Pero les pediría a las CUP que consideren no solo una parte de la demanda social, sino toda la demanda social. Si no lo hacen así nunca se despegarán del nacionalismo liberal; serán sólo el pepito grillo generacional y sólo en parte ideológico, del nacionalismo burgués. Yo acepto que las CUP son revolucionarias -en más de un sentido del término - pero ahora hay que exigirles - y como las voté, me creo con derecho a ello - que sean también, y al mismo tiempo democráticas.

 

¿No hay una fuerte ideología nacionalista en todo este proceso, proceso en el que los valores e ideas asociadas a las fuerzas de izquierda han quedado muy pero que muy diluidas?

FM: Me parece absolutamente evidente. Me remito a lo que señalaba más arriba.

 

JLMR: Amén.

 

Las clases dominantes catalanas, ¿qué opción os parece que están tomando? ¿Apuestan por la ruptura?

FM: La gran burguesía financiera e industrial, creo que no. Callan, pero ese silencio es estruendoso en el momento actual. Sin duda, su opción es la del pacto fiscal (o algo similar), pero no se atreven a mostrar abiertamente su rechazo a la independencia, que es contradictoria con la estructura de sus intereses, claramente compartidos con otras fracciones de la burguesía española. Puede que los sectores económicos orientados a la exportación fuera de España, y más claramente los que tienen su mercado fundamental o únicamente en Cataluña, sí puedan sentirse tentados por la independencia (mayor posibilidad de captar recursos públicos por la proximidad del poder político que lo haría posible, entre otras cosas). En todo caso, creo que la clarificación de la situación en que quedaría una Cataluña independiente en relación con la UE sería fundamental para decantar posiciones.

 

JLMR: Como el juego nacionalista es equívoco y tramposo, procuran también mantener el equívoco y no pillarse los dedos. Aunque las manifestaciones de Gay de Montellá, o las de Oliu (Banc de Sabadell)son cada vez más claras: no se trata solo de la cuestión de la UE, o del euro, es que es en España donde tienen las mayor parte del negocio, sobre todo del negocio financiero. Es significativa la burla de los de Polonia -cada vez menos corrosivos con el poder nacionalista; no sé que diría ahora de ellos Ferrán Monegal -sobre Durán LLeida, "volando" en círculos con la ayuda de un ejemplar de La Vanguardia.

 

CCOO y UGT han apoyado la consulta. ¿Qué os parece su posición? Son dos sindicatos obreros.

FM: En general, y como se ha señalado en muchas ocasiones, las élites políticas de Cataluña son más catalanistas que sus respectivas bases políticas y sociales. Me parece que eso es aún más claro en el mundo sindical. Tengo escrito que, en Cataluña, la cuestión nacional cohesiona a buena parte de las clases medias y a una parte no desdeñable de las burguesas, pero divide profundamente a la clase trabajadora. Los sindicatos mayoritarios no han sido en esto neutrales, y han comprado completo el discurso nacionalista del derecho a decidir. No sé si les pasará factura; sí tengo pocas dudas sobre que ello vaya a reportarles grandes muestras de apoyo en lugares de Cataluña donde se sitúan los restos de sus bases obreras.

 

JLMR: Me produce la misma angustia que la cuestión de ICV-EUiA. No quiero participar del linchamiento de los sindicatos y de los partidos, de izquierda, que impulsa la derecha, con profusión de medios. Pero lo ponen muy difícil seguir defendiéndoles. No romperé, todavía, mi carnet de UGT; aunque la paciencia tiene un límite.

 

¿Queréis añadir algo más?

FM: Tengo la sensación de que la izquierda catalana puede ir preparándose para una larga fase de hegemonía político-cultural de la derecha nacionalista, a cuya consolidación ella misma esta contribuyendo con increíble satisfacción. Daba grima ver algunas sonrisas la noche del día en que se dio a conocer el formato de la pregunta y la fecha de la consulta. ¿Qué es exactamente lo que la izquierda tenía que celebrar ese día? ¿Alguien se paró a pensar que ese acuerdo lo que significaba era la vía libre para la aprobación de los presupuestos antisociales contra los que la misma izquierda que celebraba el pacto había llamado a manifestarse hace unas semanas? ¿Nos hemos vuelto todos locos?

 

JLMR: Algunos se han extraviado y su extravío parece locura. No lo es. Es error político, debilidad. Incapacidad para actuar a partir de los principios y luchar por ellos; aunque se esté en minoría. Aunque no llegáramos ya al ni al 1 por ciento, yo seguiré defendiendo la igualdad social y política, la república, el federalismo, la democracia, la sociedad sin clases,....Acepto la derrota, no acepto la renuncia. Ni creo que la debamos tolerar

 

 

ANEXO

MATERIALES DEL EDITOR

 

I. Vindicación de Salvador Espriu

 

Justo Navarro, el autor de F (“F”, de Gabriel Ferrater), ha publicado recientemente en el global-imperial un magnífico artículo que no merece pasar desapercibido. El título, “Regreso a Espriu” [1], es más que adecuado. Como los de El País son muy suyos y muy quisquillosos, no me limito a dar la referencia e intento glosar algunos pasajes del escrito de JN.

Hace cuarenta años, recuerda JN, los poemas de un libro de Espriu de 1960, La pell de brau [La piel de toro], “gozaron de cierta fama entre poetas y entendidos de la ciudad donde estudié”. Fue en Granada (como uno de los crímenes más abyectos del fascismo hispánico). JN, alumno de los cursos de catalán en la especialidad de Lingüística Románica, sintió poca afinidad hacia el libro de Espriu en aquel momento. El título le era antipático. “A pesar del prestigio antifranquista de aquella poesía, la piel taurina me sonaba a la apoteótica y grotesca España de Franco, de la que tanto, paradójicamente, se había burlado el Espriu más sardónico”. El tono devolvía a JN “al problema de España, o a España como problema (Espriu hablaría del “complejo enigma peninsular”)”, una cuestión que, más que razonablemente, “sólo me provocaba deseos de ser piel roja y ese tedio cósmico que, según Josep Pla, había sentido el joven Espriu ante sus predecesores literarios”.

Era, prosigue JN, como volver a la Generación del 98, como no salir nunca de la “triste Espanya”, de la “Oda a Espanya” de Joan Maragall [2]. Mas rectificar es de sabios y JN lo es seguramente: “una vez que entré en La piel..., la aversión coincidió con la simpatía hacia aquellas palabras... Espriu decía haber escrito su libro “por si pudiera ayudar a alguien” y lo ofrecía “abierto a la esperanza de la gente honesta y de la juventud”. JN encontró que el libro del poeta catalán “proponía verdades atemporales, universales, es decir, históricas, de aquel momento”. Si Maria-Aurèlia Capmany, recuerda JN, “hablaba de “fulgor profético”, de “tono redentor y a veces amenazante”, Espriu recurría tanto a la seriedad sacerdotal como a una lógica de proverbio o dicho callejero”.

A Espriu, recuerda JN, lo cantaban los cantantes (Raimon con intensidad y tacto) en los escenarios españoles. Espiru, su obra, su poesía se transformaron “en un acontecimiento político”.

JN señala que “no había cambiado el punto de partida en torno al que se organiza toda la obra de Espriu: la precariedad lamentable de los seres humanos”. Ese nudo da a su literatura “su especial cordialidad, desde la primera novela, El doctor Rip, monólogo de un médico moribundo, cincuentón, escrito por un muchacho de diecisiete años”. El doctor Rip hablaba ya como Espriu hablará luego en La pell de brau. “Hacía sentir el aire de los primeros libros de poemas publicados, Cementiri de Sinera, Les hores y Mrs. Death, con su precisión musical y sensorial, con su fragilidad contundente, lapidaria”.

Salvador Espriu, prosigue JN, “entendía su literatura como una meditación de la muerte, expresión que Baltasar Gracián usó en El discreto para definir la filosofía”. De esa meditación surge en La pell de brau, “el lamento por el crimen de la guerra entre hermanos y la petición a los contrincantes de que se den unos a otros la limosna del perdón”. Aquella poesía política, de intención civil como solía decir el propio Espriu, “sólo se proponía como meditación personal”, y “ayuda quizá para que el lector o el auditorio hiciera sus propias reflexiones”.

Quizá cumpliera su propósito, cree JN, y quizá “aún lo cumpla hoy”. Una ilustración de ello: “Diré la verdad, sin reposo, / por el honor de servir, por debajo de todos. / Detestemos los grandes vientres, las grandes palabras, / la indecente jactancia del dinero, / las cartas mal dadas de la suerte, / el humo espeso de incienso al poderoso”. La misma definición que Espriu dio de sí mismo como escritor le parece estimulante a JN para nuestro tiempo: “Soy un trapero de la estúpida y dolorosa hora del desbarajuste, del estropicio, y ayudo a recoger las migajas y los pedazos”. Probablemente, prosigue JN, el rasgo esencial de la obra Espriu sea la unión entre su “tensa calidad lacónica”, como señaló una vez Manuel Sacristán, “y su capacidad para la ironía de tertulia, la irrisión solemne o la solemnidad irrisoria”.

La relación entre Espriu y Sacristán fe temprana. En “Heine, la consciencia vencida” [3], un texto de 1963, Sacristán se refería a la poesía de Espriu en estos términos:

Pero los filones que, desde hace más de un siglo, partiendo del Atta y el Deutschland, acompañan la marcha de la poesía contemporánea afloran por todas partes, donde menos podría esperarse, sin influencia directa: tan esencialmente captó Heine la estructura de una duradera situación de la poesía.

 

Algunos de esos afloramientos se producían en la obra de poetas de tradición muy ajena a la de Heine, y entonces, apuntaba el traductor de El Capital, el hecho sobrecogía “al lector como la comprensión de una ley histórica”.

He aquí un ejemplo que tiende un frágil hilo de parentesco externo, eco visible de una profunda veta de vecindad de situación, entre Heine y un poeta de tradición muy otra, aunque también dotado excepcionalmente de aquella tensa calidad lacónica de Heine: Salvador Espriu. En el capítulo III del Deutschland, Heine cruza la frontera y entra en tema -la sátira a la Alemania en vías de prusianización- mediante el siguiente diálogo con el águila de Hohenzollern:

 

Zu Aachen, auf dem Posthausschild, / Sah ich den Vogel wieder,/ Der mir so tief verhasst! Voll Gift / Schaute er auf mich nieder./ Du hässlicher Vogel, wirst du einst / Mir in die Hände fallen,/ Su rupfe ich dir die Federn aus/ Und hacke dir ab die Krallen.// Du sollst mir dann in luft´ger Höh´/ Auf einer Stange sitzen,/ Und ich rufe zum lusrtigen Schiessen herbei/ Die rheinischen Vogelschützen

[Traducción de MSL: “En Aquisgrán, en la insignia de Correos, / Volví a ver al pájaro / Que me es tan odioso. Lleno de veneno / Me miraba desde arriba // Tú, pájaro feo, el día / Que me caigas en las manos / Te arrancaré las plumas / Y te cortaré las garras // Entonces, en aérea altura, /Te tendré puesto en un palo, / Y llamaré para que se diviertan disparando, / A los tiradores del pueblo renano”]

 

Estiraven les ales de l´ocell solar,/ per la façana el pugen cap a dalt./ El claven prou enlaire, reblen els claus./ Retrunyen martellades. A poc d´espai,/ dits de botxins manobres el deixen ja/ fix en el mur, immòvil. Ben aviat,/ els ulls que porten dintre l´immens palau/ de la claror pensada s´entelaran/ de lenta mort pepita. I esdevindrà/ l´esglaiós sacrifici d´imperial/ captiu que per llargs segles senyorejà/ els cims, el cel, els somnis de Sepharad,/ un barroer martiri de casolà/ capó per a la festa del canvi d´any/ dolor de renegaire rat-penat. )

[Salvador Espriu, La pell de brau [La piel de toro], XVI.

 

[La versión castellana de Santos Hernández, con la colaboración de Carmen Serrallonga y Mª Aurelia Capmany y la supervisión del propio Espriu (Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1968, p. 67), dice así:

Estiraban las alas del ave solar / por la fachada arriba lo han de izar. / Lo clavan bien en alto, suenan los clavos / Retumban los martillos. Tras poco espacio, / dedos verdugos zafios lo dejan ya / fijo en el muro, inmóvil. Pronto verás / que los ojos que encierran la clara paz / de la mansión soñada se empañarán / de muerte pequeñita. Y ocurrirá / el atroz sacrificio del imperial / cautivo que por siglos logró mandar / en cimas, suelos, sueños de Sepharad, / un grosero martirio sin dignidad, / capón que en Año Nuevo se ha de cenar, / murciélago blasfemo al expirar].

 

Muchas diferencias existían sin duda, apuntaba Sacristán, entre esos dos poemas, “desde la diferencia, probablemente capital, motivada por el constitutivo subjetivismo de Heine hasta otras más anecdóticas”. Pero por debajo de esas y otras numerosas diferencias había

[…] una identidad de locación de la dicción poética que estalla furiosa en la destrucción de algo totalmente externo y ajeno a ella. Y esa identidad indica hasta que punto pervive la situación poética descubierta por Heine en el Deutschland, la situación en la cual el decir poético llega a tener que concentrarse sobre una exterioridad antitética de sí mismo, una exterioridad dicha como trivial, antiartística y antihumana, poetizada precisamente porque trivial, antiartística y antihumana, y no, como en la armonía de la aspiración épica clásica, por ser exterioridad fecundamente penetrada por el hombre y fecunda penetradora en él.

 

[Dicho sea entre paréntesis, intentando ilustrar el compromiso civil al que aludía JN, mostrado y practicado también durante la Capuchinada barcelonesa, Salvador Espriu después de la expulsión de Sacristán de la Universidad barcelonesa, vía no renovación de su contrato laboral, le escribía el 16 de octubre de 1965 expresándose en los siguientes términos:

Dr. Manuel Sacristán.

Mi querido y admirado amigo:

Acabo de enterarme del inaudito e incalificable atropello de las autoridades académico-ministeriales contra Usted. No comentaré, porque no vale la pena, un acto tan arbitrario como estúpido. Le ruego acepte la renovada expresión de mi amistad y le recuerdo que me tiene, para cuando necesite, a su entera disposición.

Reciba un cordial abrazo de su afmo.

Espriu

 

Dos meses más tarde, el 25 de diciembre de 1965, volvía a dirigirse a Sacristán a propósito de los prólogos de éste a la obra de Goethe y Heine y de la recepción de la Introducción a la lógica y al análisis formal:

Querido Dr. Sacristán:;

No quiero que pasen más días sin escribirle, como le prometí aunque sean una breves líneas, pues mi tiempo no permite otra cosa. He leído sus excelentes prólogos (Ud es más justo con Goethe que lo fue Brecht, al fin y al cabo, “Über allen Gipfeln”, es una espléndida poesía de circunstancias, tal vez una improvisación) que postulan quizá un mayor desarrollo, para intentar, junto con los otros trabajos de me habló, un libro de ensayos. En cuanto a su “Lógica”, creo que me va a ser muy útil. Le agradezco de nuevo y muy de veras su generoso y valioso presente. Les deseo a Vd., y a los suyos, un buen año 1966 y espero que en el transcurso del mismo se vislumbre su reincorporación a la Universidad. Veo muy claro que no debe Vd marchar de Barcelona, pues su puesto está aquí.

Reciba un muy cordial abrazo de su afmo.

Espriu]

 

Volvamos al escrito de JN.

Los versos de Espriu que más le gustaban, prosigue, no estaban en La pell de brau, sino en El caminante y el muro, un poemario de 1954: “Que cansat estic de la meva / covarda, vella, tan salvatge terra”. También JN estaba cansado (en su Granada) de su tierra salvaje, vieja y cobarde, y podría haber dicho con el poeta de Arenys: “Cómo me gustaría alejarme de ella, hacia el norte”, en busca de gente “más limpia, culta, libre y feliz”.

JN prefería no transcribir el final del poema anterior.

Volviendo a su principio, descubre ahora una diferencia. Donde él vivía, en tierras de García Lorca, “Cataluña era parte del norte, tierra de emigración”. Juan Goytisolo, recuerda JN, en los sesenta, en El furgón de cola, recordaba “cómo, de joven, distinguía a los andaluces, obreros o guardias civiles, porque tenían otro modo de hablar, otro color de piel (“algo más oscuro, árabe quizá”)”. Los sabía más pobres que él, creía que eran menos inteligentes. Un día, es JG quien habla, “al entrar en la universidad, un condiscípulo me dijo que, de no ser por los guardias andaluces, Cataluña sería libre. Mi colega parecía muy orgulloso de su estirpe y hablaba con desprecio de la chusma de emigrantes meridionales”.

JN pregunta ahora: ¿es inconveniente recordar estas cosas? No (soy quien respondo). ¿Por qué? Porque Espriu, y muchísimos ciudadanos catalanes con él, “pertenecía a un mundo distinto al del colega de Goytisolo”. Formulaciones como “diversos son los hombres y diversas las hablas / y han convenido muchos nombres para un solo amor, contribuirían a que la gente que hacia 1970 defendía en mi ciudad los derechos civiles compartiera el afán por la autonomía y, más aún, la autodeterminación de Cataluña o, como también se decía entonces, los Países Catalanes”. Tal cual, desde tierras andaluzas, esas que han merecido varios sarcasmos de gentes como el president Mas o el dirigente democristiano Duran i Lleida.

La historia de la fraternidad perdida después, concluye JN, es otra historia. Lo es, desde luego. Para nuestro mal, para el mal de todos.

Empero: ¿puede o no recuperarse la fraternidad perdida entre ciudadanos de aquí, de allí y de otras partes de la “piel de toro”? ¿De verdad que no es posible soñar (tocando realidad) de nuevo y vindicar los versos del poeta? “Fes que siguin segurs els ponts del diàleg/ i mira de comprendre i estimar/ les raons i les parles diverses dels teus fills”. ¡Haz que sean seguros los puentes del diálogo! ¡Mira, miremos de comprender las razones y las hablas diversas de tus hijos!

Que Sepharad visqui eternament/ en l'ordre i en la pau, en el treball,/ en la difícil i merescuda/ llibertat”. Que vivamos todos en paz, en justo orden cívico, con equidad, con trabajo armonioso, en la difícil y merecida libertad. ¡Que así sea!

¿De verdad que esto es una distopía o un sueño pueril?

 

Notas:

[1] http://elpais.com/elpais/2013/08/14/opinion/1376503540_102841.html

[2] JN recuerda que el primer verso de la “Oda de Maragall” -“Escucha, España...”- enlaza con los pasos finales de uno de los poemas más conocidos de La pell de brau: “Escucha, Sepharad: los hombres no pueden ser / si no son libres” (la traducción es de JN).

[3] MSL, “Heine, la consciencia vencida”, Lecturas, Barcelona, Icaria, 1985, pp. 209-211.

II.

A propósito de un artículo de Josep Ferrer Llop

Algunas de las cosas que la izquierda transformadora no debería defender

 

Josep Ferrer Llop -ingeniero industrial, catedrático de matemática aplicada, ex rector de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), militante de EUiA si no ando errado- publicó a finales de julio en sin permiso un artículo que lleva por título “De nuevo, sobre la izquierda ante la posible secesión de Cataluña.” [1].

JFLl manifiesta en su escrito tesis del siguiente tenor:

1. De ningún modo puede decirse que el independentismo catalán es "cosa de derechas" señala. “Su bandera es izada ahora por una mayoría social formada por pequeños y medianos empresarios, clases medias, profesionales, payesía, asalariados, etc, encuadrados en buena parte en partidos como ERC, ICV-EUiA, y CUP. Y sobre todo en organizaciones transversales capaces de movilizaciones como el concierto del 29-VI en el Camp Nou o la cadena humana anunciada para el 11-IX”. El carácter transversal del Omnium y ANC es más que dudoso; la presencia destacada de trabajadores en estas movilizaciones nacionalistas y esa mayoría social más que discutible (o cuanto menos muy matizable); la hegemonía cultural burguesa-neoliberal en el proceso es de libro introductorio. No hay apenas un sólo valor de izquierdas en las proclamas y vindicaciones apuntadas (sobre todo, cuando no se habla para la galería, en o para el ágora, para quedar bien, cortés y decoroso, y se intenta convencer, con todas las argucias en la mano, a los indecisos u opositores).

2. De este modo, asegura JFLl, se desmonta uno de los argumentos favoritos de cierta izquierda para simplificar “el mapa político: el nacionalismo es de derechas, mientras que la izquierda es internacionalista”. Se aducía, prosigue el ex rector, “una larga tradición desde la Liga Regionalista hasta Jordi Pujol, mientras se olvidaba una tradición paralela de izquierda catalanista, así como que la izquierda internacional ha defendido sistemáticamente el derecho de autodeterminación”. No existe esa izquierda simplificadora e idiota, es una ensoñación, un muñeco de trapo creado por JFLl a su gusto y conveniencia. Para golpear mejor.

La izquierda transformadora, como JFLl sabe muy bien y debería recordar, siempre ha señalado dos cosas –no una- al mismo tiempo (y sin contradicción) sobre esta temática: derecho de autodeterminación de todos los pueblos de Sefarad (incluyendo, claro está, en el ejercicio de ese derecho la independencia) y unidad libre y fraternal de todos esos pueblos.

Y el asunto, hoy, cuanto menos en Cataluña, va de otra temática, no de autodeterminación y unidad libre de pueblos, sino de independencia de España y dependencia de la UE neoliberal, cosa muy distinta.

3. El simplismo, añade JFLl, el simplismo por él inventado me permito insistir, es insostenible. “Es cierto que pervive una significativa franja anti-secesionista en las áreas metropolitanas, formada en buena parte por clase obrera descendiente de inmigrantes, con grandes vínculos emocionales y solidarios con el resto de la Península”. Pero, prosigue, “también es cierta su perplejidad por verse en este tema más cerca del PP y de la oligarquía, que de sus tradicionales compañeros de lucha política”. Este paso, sinceramente, es una infamia, una infamia política que descalifica prácticamente toda la aproximación. ¡Esto sí que es simplificar las cosas, añadiendo de paso (y a escondidas) el presupuesto, étnico-identitario, que todos los trabajadores de apellidos catalanes o con presencia en el país tras varias generaciones familiares (¿dos, tres, cuatro, desde el siglo XIX?), esos compañeros de lucha a los que hace referencia, están a favor de la independencia! Esto último, además de ser falso, hay numerosos ejemplos que, afortunadamente, refutan la afirmación, sí que es reducir la complejidad a conveniencia (equivale a identificar, si se me permite el ejemplo, la problemática de la cardinalidad del continuo con las aporías teológico-matemáticas de Oresme en torno a los atributos del Ser Supremo).

(Señalo entre paréntesis un punto sin duda evidente para cualquier ciudadano o ciudadana de izquierdas pero que conviene remarcar: para nosotros, para esos trabajadores con “grandes vínculos emocionales y solidarios con el resto de la Península” –JFLl incluye a Portugal, al hablar de la Península, para evitar usa el término “España”, palabra maldita, absolutamente maldita en determinados ámbitos-, para nosotros, decía, para esos “trabajadores vinculados”, es todo un honor (no un privilegio ni un mérito especial, nada de eso) pertenecer de forma activa al mismo país de países, naciones o nacionalidades, como prefiera decirse, al que también pertenecieron García Lorca, Miguel Hernández, Daniel Niebla, Amador Rey, Dolores Ibárruri, Rafael Alberti, Txiki, Otaegui, Gabriel Aresti, Durruti, Castelao, López Raimundo, Salvador Puig Antich, Montserrat Roig, Salvador Espriu o Julián Grimau, y no acabamos de ver que sea una finalidad razonable de una izquierda que no haya perdido el norte construir un nuevo Estado (esencialmente neoliberal además) en nuestras almas, organizaciones o países para separarnos y diferenciarnos de compañeros y maestros de todos nosotros como Diego Cañamero, Manuel Cañada, Sánchez Gordillo, Julio Anguita, Óscar Carpintero, Javier Aguilera, Otegui, Beiras, Daniel Salgado, Àngel Duarte Montserrat o Jorge Riechmann. Tampoco, pensamos, debería serlo para una persona de izquierdas como Josep Ferrer Llop. ¿Desde cuándo un objetivo de estas características ha sido una finalidad de la izquierda transformadora digna de ese nombre? Suponiendo aunque no admitiendo que la “izquierda catalana”, “los trabajadores catalanes” ganaran con la “separación”, con la “independencia”, cosa que está años-luz de ser probada, demostrada o argumentada, ¿no nos deberían importar los trabajadores de Andalucía o Galicia, esos países hermanos de cuyos niños y su forma de hablar castellano se rió en sede parlamentaria el actual president de la Generalitat?).

4. La perplejidad, asegura JFLl, afecta asimismo a buena parte de la izquierda más allá del Ebro. “Cómoda antes en la crítica a las pretensiones de Jordi Pujol, pero intentando ahora marcar distancias con el furioso unionismo del PP, y sobre todo con el de la monarquía, el ejército, la iglesia, la gran patronal, etc. Le cuesta entender que cuando el catalanismo ha radicalizado sus objetivos, resulta que ha virado hacia la izquierda”. Esa izquierda, JFLl también debería saberlo, ha marcado claras distancias con el furioso unionismo del PP, que esa misma izquierda por cierto nunca ha defendido. Nunca. Lo de que el catalanismo, al radicalizarse idenditariamente, ha virado usualmente hacia la izquierda, casi un non sense, es simplemente un disparate político-histórico. Humo, pensamiento desiderativo en la mejor de las hipótesis, nada de nada. Lo contrario, si me apuran, es más verdadero.

No hace falta continuar.

El artículo en mi opinión está lleno de sugerencias, afirmaciones y argumentos precipitados, de todo aquello que la izquierda transformadora internacionalista (no digo cosmopolita) y no nacionalista, ejes esenciales de su identidad, no debería defender. Un escrito, en definitiva, impropio de su autor, cuyo papel y trabajo en la dirección de la UPC sigue siendo una referencia indiscutible, una aportación de la izquierda a la gestión y dirección de los asuntos públicos.

 

PS. Por si fuera necesario, dos breves apuntes para ver lo que se está ventilando realmente en Cataluña en estos momentos.

Interpelado por su filiación o preferencia sobre una supuesta secesión de Cataluña, don Mas-Colell, un ex cuadro de la izquierda universitaria, ha puntualizado recientemente que él es “soberanista” pero que no le gusta utilizar “la palabra independentista”. Lo ha justificado así: “Estoy dispuesto a ceder mucha soberanía a Bruselas, mucha, más de la que estoy dispuesto a ceder, en estos momentos, a Madrid. [...] Conozco a Europa muy bien y sé que respetan la diversidad. [...] Mi identidad, mi manera de ser, el ser catalán no estará nunca en cuestión, pero no puedo decir lo mismo del Gobierno español” [2].

¿Está claro? ¡Sé que la Europa actual respeta la diversidad! El axioma señalado -España, no; UE neoliberal, sí- está en el alma de muchos soberanistas o independentistas catalanes. Decidir es decidir sobre su relación con “España”, no sobre la permanencia en la Unión Europa neoliberal ni en el euro. De hecho, don Mas-Colell, lo ha manifestado abiertamente en varias ocasiones, es un firme partidario del desmantelamiento y derribo de nuestro demediado estado de bienestar, alma gemela por tanto de la actual dirección político-económica europea.

El segundo apunte es histórico:

Diversos hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las colonias perdidas, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestra propaganda dirigida a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura."

¿El autor? Efectivamente, don Francesc Cambó [3], el mismo que apoyó el golpe militar de 1936 y tiene una estatua a él dedicada en Via Laietana, al lado de la Caixa, y una avenida que lleva su nombre a 200 metros, al lado de la Catedral barcelonesa. ¿A qué don Francesc lo tenía clarito?

 

Notas:

[1] http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6191

[2] http://www.vozbcn.com/2013/07/22/142042/generalidad-facturas-gobierno-2000/#.UfIO2809RPB.facebook

[3] Memorias, 1876-1936, Alianza Editorial.

III.

La lógica y las razones de Jordi Pujol i Soley

 

Jordi Pujol i Soley [JPS], ex presidente de Banca Catalana [1], ex president de la Generalitat de Catalunya durante más de dos décadas, publicó el pasado 16 de agosto un artículo en La Vanguardia con el título “Tiene toda la lógica” [2]. Algunos comentarios sobre esa lógica y las razones esgrimidas en su escrito:

Catalunya -señala JPiS- “puede decir que ha actuado en el marco español con lealtad, con convicción y a menudo con eficacia”. No soy capaz de juzgar la eficacia de la actuación pero la lealtad, en numerosos casos, ha sido más que discutible y la convicción señalada más que mermada.

Pero es asunto marginal ahora: supongamos, aunque no admitamos todos los nudos, que ha sido así.

Algunos ciudadanos, señala el actual presidente de honor de CDC, dicen que hay que reparar la ruptura. Pero, en su opinión, “no llega ninguna propuesta, ni que sea modesta”. Aquí, JPiS está mal informado (o no quiere estar informado). Los ejemplos de todos conocidos falsan su conjetura. No hablo sólo de organizaciones políticas de marco estrictamente catalán sino también de fuerzas políticas “españolas” (que no españolistas). Izquierda Unida, Izquierda Anticapitalista, la coalición gallega de izquierdas, son tres ejemplos. No son los únicos desde luego. Sus propuestas no son modestas precisamente, ni mucho menos.

De ahí la posición de fondo del ex president: “Tiene toda la lógica lo que está pasando en la relación entre Catalunya y España”. JPiS escribe “España” en lugar del resto de España. Es la forma usual de expresión nacionalista. Sea así. Empero, sin entrar en más detalles, es una forma incorrecta de pensar y decir: España es una nación de naciones y, si excluimos de ese todo la nación “Catalunya”, deberíamos operar del mismo modo cuanto menos en los casos de Euskadi y Galicia

Ahora la situación, la “lógica” escribe el ex president con expresión mejorable, es “muy mala”. ¿Qué ha pasado? En su opinión: “durante el siglo XX una característica definitoria capital de la sociedad y la política de Catalunya fue un catalanismo potente, un nacionalismo de clara mayoría no separatista”. Cita algunos nombres: “Almirall, Maragall, Prat de la Riba, Cambó, Seguí, Campalans, Cardó, Vidal i Barraquer, Companys, Comorera”. Sólo durante uno años Macià representó una excepción. Pero de Macià, matiza correctamente el ex president, fue también la consigna, en 1933, de “tenemos que salvar la República”, la II República española por supuesto.

En las primeras décadas del siglo XX de la historia de Cataluña, a las que parece referirse el ex president en el paso anterior, hubieron más cosas, no sólo catalanismo potente. Recordemos la semana trágica por ejemplo y los apoyos sociales a la dictadura del general Primo de Rivera. Tampoco es el punto ahora. Lo importante es que esa visión del “catalanismo potente” presentada por JPiS, que en ningún caso implicaba “anti-españolismo” de raíz, incluye a Joan Comorera, el que fuera secretario general del PSUC, y también, lógicamente desde su perspectiva, a una figura tan democráticamente discutible como Cambó. Todo eso está en su concepción (nacionalista) del mundo y de la historia más o menos reciente.

Hay después cuarenta años de dictadura franquista, señala JPiS. Eso es aparte pero no del todo. ¿Por qué? Porque existe una línea de continuidad. “Porque la recuperación que después de la guerra se va produciendo en Catalunya –en todos los ámbitos– no rompe la línea mayoritaria del nacionalismo catalán hasta la Guerra Civil”. Pujol cita los nombres de Espriu, Vicens Vives y Tarradellas, al conjunto de fuerzas políticas catalanas de la clandestinidad y a la Assemblea de Catalunya. Todo ello es prueba, en su opinión, de “la acción colectiva de Catalunya desde 1960, sobre todo desde la transición”. Añade: “en todos los campos y desde todo tipo de sectores.”

Sin ocultar algunas diferencias que no cito, aquí, cuanto menos, hay dos reconocimientos que deben señalarse: al decisivo papel del PSUC, el partido de los comunistas catalanes (y no sólo del PSUC por otra parte) en la lucha por las libertades nacionales catalanas, y el papel más que positivo en la recuperación de esas libertades, y de la lengua y la cultura catalanas, de los y las trabajadoras de otros orígenes geográficos españoles -andaluces, extremeños, murcianos, aragoneses, gallegos, etc- que se vieron forzados a emigrar a Cataluña y de cuya explotación no siempre muy humana y humanista, JPiS no me seguirá en este punto probablemente, se beneficiaron fuertemente determinados sectores sociales, magníficamente instalados, de la sociedad catalana.

JPiS se olvida –o acaso no puede detenerse en ello en un artículo periodístico- de otro nudo esencial: de la simpatía, del compromiso, de la solidaridad, de la ayuda política, del combate (también era su causa) de numerosos ciudadanos del resto de España en aquel nudo. No sesgo mi mirada si pongo el acento en ciudadanas/os comprometidas en organizaciones de orientación comunista (y nacionalista en otros casos desde luego) que hicieron el combare por las libertades nacionales su propio combate.

Pero ahora, prosigue el ex president, es de aceptación general que “se han roto los puentes”. ¿No hay intentos de reconstruirlos con mimo y mayor cuidado? A mi me parece más que evidente que este es el caso. No, en cambio, a Jordi Pujol. En su opinión: “Hasta que haya un referéndum o una consulta no sabremos el grado y la intensidad de esta ruptura. Pero ahora mismo la ruptura es un hecho”. Dejando aparte si la formulación “ahora mismo la ruptura es un hecho” es una descripción razonable o una expresión valorativa que abona las propias finalidades, JPiS habla de referéndum o de consulta (no sé si como términos sinónimos políticamente) de cara a conocer la intensidad de la ruptura de las relaciones, por decirlo con su lenguaje, Cataluña-España.

Hasta aquí no se habla de independencia sino, si acaso, de ejercicio del derecho de autodeterminación sabiendo, como JPiS sabe con toda seguridad, que esos puentes quebrados o parcialmente quebrados no se han roto por casualidad y que en la tarea han contribuido, por supuesto, fuerzas y ciudadanos ubicados más allá del Ebro pero también en este lado del Ebro, el río que pasa por la central nuclear de Garoña (un nudo, el atómico, del que no suelen hablar en demasía las fuerzas dirigentes catalanas, su partido incluido y él mismo no excluido. No es el momento de entrar en materia pero el vértice nuclear no es marginal en ningún proyecto de emancipación social).

Se podría decir, JPiS lo dice de hecho (sus posiciones están expresadas con suma prudencia, asunto que, sin duda, es muy de agradecer), “que en Catalunya el estado de ánimo y los posicionamientos se han endurecido considerablemente. Pero la historia ya mencionada del nacionalismo catalán de todo el siglo XX y hasta hace cuatro días deja claro que no era este su propósito”. No estoy seguro que JPiS razone con suficiente corrección en este paso: ¿no hay de verdad en el seno de las varias organizaciones del nacionalismo catalán gentes que abren botellas de cava y beben ron no-cubano cada vez que los hooligangs nacionalistas españoles meten la pata, agreden sin son y con mucho ton, airean bicolores neofranquistas e insultan con desprecio? ¿No admitiría JPiS que para algunos (y no pocos) nacionalistas catalanes la palabra “España”, sin más matices ni consideraciones, equivale a país de “rancios bárbaros fachosos”, dicho todo ello con exquisita dicción neoliberal, no como los niños andaluces y gallegos que, según creencia de don Artur Mas, hablan castellano y no se les entiende?

La más reciente evolución de la actitud española desde 1975, JPiS no concreta a que se está refiriendo (acaso a la sentencia del Constitucional) “hasta ahora también deja claro que la actitud de España hacia Catalunya, que pareció más favorable y más ecuánime, no respondía a una voluntad de encaje positivo, de buena colaboración y de respeto”. En su opinión: “o fue un engaño o un espejismo o una muy fugaz y esporádica ilusión”. Una vez superado todo lo anterior, y en muy poco tiempo, se ha vuelto a la España de siempre. ¿Qué España de siempre? “La que no entendió ni quiso entender a Almirall, Maragall, Cambó, Pallach, Espriu, Trias Fargas, Ernest Lluch”.

No está claro, en absoluto, que la España de la que habla JPiS englobe a la totalidad del resto de España a la que parece hacer referencia. ¿No hay voluntad de encaje positivo, de buena colaboración y de respeto en millones y millones de ciudadanos/as no catalanes que admiran la cultura catalana (Espriu, Foix, Dalí, Brossa, Tàpies, Carreras, Caballé, Barral, Bil de Biedma, Goytisolo, Mendoza, Pou, etc etc) y aman y/o respetan a sus ciudadanos (entre otras razones, porque son sus familiares, sus amigos, sus compañeros, sus colegas, sus camaradas de rebeldía e indignación)? ¿JPiS no conoce la existencia de personas castellanas de Burgos, Valladolid, Cádiz, Huesca o Toledo que hablan o estudian catalán, que están hasta el moño del uniformismo españolista, que desearían que el Estado en su conjunto fuera pluranacional y plurilingüístico, ciudadanos que han luchado y sigue luchando por una convivencia fraternal entre los pueblos de Sefarad? ¿De verdad que desconoce la existencia de esas personas? ¡Son millones!

Por lo demás, ¿qué es eso de la España de siempre? ¿Qué fantasma se airea con esa expresión? ¿Se está hablando de la España que luchó, con los ciudadanos catalanes antifascistas (que no fueron todos), contra el fascismo español-catalán e internacional durante la II República? ¿Esa es también la España de siempre? ¿La de Machado, la de García Lorca, la de Miguel Hernández, la de Castelao, la de Ibárruri? ¿Esa España, sus ciudadanos, no quisieron entender a Ernest Lluch? ¿De verdad? A Cambó probablemente (el que suscribe tampoco consigue entenderle), pero ¿no quisieron entender a Espriu? ¡Pero si sabían sus poemas de memoria! ¡Si escuchaban entusiasmados a Raimon cantando el “Assaig de càntic en el temple” o, en silencio sepulcral, la “Cançó del capvespre”?

Puestos a hablar de endurecimiento, prosigue JPiS, hace falta analizar el endurecimiento de la Administración española, en los procedimientos y sobre todo en los objetivos. Tan radicales, tan orientados a “acabemos de una vez” y a “que dentro de una o dos generaciones ya no se hable más de esto del catalán y del Estatuto”, que matan toda esperanza”. Pero, ¿de qué administración habla aquí JPiS? ¿De la del PP? ¿De la del PSOE más españolista? ¿De esa? ¿Esas son las únicas fuerzas políticas “españolas” que hay que considerar? ¿Ha oído JPiS alguna vez a algún activista de izquierda, a alguna ciudadana republicana, a alguna ciudadana demócrata, hablar de acabar con el catalán y el Estatuto? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿En qué circunstancia?

De ahí que JPiS considere “estéril el discurso de aquellos que siguen hablando de rehacer puentes”. A algunos, señala el ex president, “se les tiene que agradecer la buena fe”, pero, añade, “se les tiene que reclamar que analicen la realidad sin autoengaño”. ¿Y si nos ponemos todos en esa misma tarea? ¿Y si intentamos entre todas y todos analizar con la máxima corrección y sin autoengaños ni sesgos fanatizados nuestras propias posiciones?

JPiS sostiene que no es previsible que a Catalunya se le haga ahora una propuesta de mínimos en los temas básicos. Los de mayor importancia, en su opinión, serían los siguientes:

1. El del autogobierno, el de la autonomía, la capacidad de asumir responsabilidades realmente importantes de cara a los ciudadanos.

2. El de los recursos financieros. Es innegable, sostiene JPiS, “que Catalunya recibe un trato financiero por parte del Estado muy discriminatorio, muy negativo”. En cambio, añade, “tiene una carga social muy fuerte, entre otros motivos por la inmigración”.

No entro en esto último (que hace pensar en desafortunadas afirmaciones de su entorno más próximo y que merecería más de un matiz crítico) ni tampoco en el paso siguiente: “Y el propio desarrollo económico obliga a un esfuerzo suplementario de competitividad” por la cosmovisión neoliberal que parece destilar y que el autor parece aceptar como un postulado no-discutible.

Todo lo anterior explica que Catalunya tenga un déficit fiscal en la relación con el Estado muy alto, déficit “que perjudica gravemente en un doble terreno: en el de la competitividad económica y en el social, es decir, en la atención a la gente (lo que se suele llamar el Estado de bienestar) y en la eficacia del ascensor social”.

Dejó también al margen lo del ascensor social (JPiS detecta situaciones que están viviéndose en sectores sociales próximos al suyo) pero, seguramente, él debería admitir que en la situación del “Estado de bienestar” la responsabilidad de los gobiernos de la Generalitat, de los suyos en concreto, es más que evidente. Cataluña es la comunidad de la nación de naciones con menos porcentaje de inversión en educación pública y una de las comunidades donde la sanidad privada campa con ostentación, chulería y mil ayudas.

3. A propósito de la financiación, hay que hacer notar, señala, que actualmente el perjuicio mayor para Catalunya, desde el punto de vista de la financiación, no son las infraestructuras. El perjuicio grave está “en no poder pagar a los funcionarios, o los conciertos de las escuelas o de los hospitales, o el mantenimiento de las residencias de personas mayores, o los proveedores de la Administración”. ¿Y en todo esto no hay ninguna responsabilidad del gobierno catalán? ¿Ninguna? ¿De verdad que JPiS tiene una creencia así?

Añade también: “o pagar el Pirmi… Todo son cosas menos espectaculares, que no se ven ni se tocan, pero decisivas si queremos evitar la pérdida de cohesión y el decaimiento del país, si queremos evitar el fracaso y el desprestigio.” Como no quiero cultivar la disidencia en esta nota, apenas comento este nudo, pero que un dirigente en activo como él hable del PIRMI sabiendo o debiendo saber el comportamiento antisocial de los gobiernos Mas en este asunto (con el ex conseller Mena como ejecutor), es un ejemplo de libro de aquello que solía apuntar el joven Marx sobre la ideología: falsa consciencia, penetrante falsa consciencia.

4. El catalanismo, señala JPiS, tiene un componente económico y también social “pero tiene otro tan importante como estos, que es el conjunto constituido por el sentimiento, la cultura y la lengua. Todo muy entrelazado”. La idea bastante extendida en España de que la motivación del catalanismo es sólo o principalmente económica es del todo errónea. Lo es desde luego pero no está tan extendida como él señala. “La lengua y la cultura, y el sentido de identidad que se deriva, desempeñan un papel primordial”. Sin desacuerdos.

Tanto es así, prosigue JPiS, “que ahora mismo la ley Wert es un obstáculo muy importante –como una línea roja– para cualquier posible acercamiento de posiciones”. ¿Por qué? Porque es opinión muy extendida en Catalunya, señala, que “la supresión de la inmersión lingüística representa un gran peligro para el mantenimiento del catalán y de la cohesión de nuestra sociedad.” Sin ahondar en las diferencias: JPiS se refiere, significativamente, sólo a este nudo de la ley Wert (y hay otros más o tan esenciales desde luego). Más allá de eso, JPiS debería saber que en su país, en escuelas privadas de élite muy conocidas por su compañero Artur Mas, no se practica la inmersión lingüística y que la citada inmersión no es de hecho una inmersión generalizada. Mi hijo, con quien siempre he hablado en catalán, no sufrió inmersión alguna al iniciar y seguir sus estudios en una escuela pública. Sí, en cambio, los hijos o hijas de familias castellanohablantes (no sólo esas familias). ¿Es inevitable, es el único camino para defender la “cohesión social” del país y la lengua y la cultura catalanas? No puedo argumentarlo aquí, pero la respuesta es negativa. Hay otros mundos con otros procedimientos que ya están en éste.

Más allá de cualquier otra consideración, sin centrar la mirada en desacuerdos, sin ahondar en diferencias, ¿de verdad que los cuatro puntos señalados por JPiS impiden la reconstrucción de nuevos puentes fraternales? ¿Es más razonable y sensato una aventura de ruptura, de tensión y de separación entre ciudadanías próximos que un intento de diálogo y aproximación? ¿Estamos tan distantes?

Sin entrar en desigualdades sociales, en el paro estructural, en la creciente pobreza, en las agresiones a la sanidad pública de su consejero Boi Ruiz, en las apuestas tipo EuroVegas y en mil asuntos más, JPiS no dice nada, absolutamente nada, de la alargada corrupción que se extiende por Cataluña, en empresas (catalanas o no) y en la Administración. No diré apenas nada sobre ello pero es obvio que aquí la sombra española es absolutamente secundaria. No es corolario de la “marca España”. El caso Millet, un ejemplo que afecta directamente a su partido, no tiene nada que ver con el déficit fiscal o con asuntos afines. Es creación propia.

Finalmente, tal como ha informado Carme Forcadell, la presidenta de ANC, Jordi Pujol i Soley asistirá a la cadena por la independencia del próximo 11 de septiembre. Lo hará en las tierras del Ebro. ¿Por qué esa apuesta dicho lo dicho?

 

Notas:

[1] El que suscribe esta nota fue “empleado” suyo durante más de 11 años.

[2] http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20130816/54379477028/tiene-toda-la-logica-jordi-pujol.html (para suscriptores). Versión completa: http://www.caffereggio.net/2013/08/16/tiene-toda-la-logica-de-jordi-pujol-i-soley-en-la-vanguardia/

 

IV

Los cálculos económicos de CDC sobre el país de las maravillas y la “independencia!

 

Convergència Democrática de Catalunya (CDC) ha editado un folleto en el que explica las enormes ventajas de la “independencia” de Catalunya (es decir, para hablar con más rigor, de la ruptura de Cataluña con España, la independencia política es cosa muy distinta) [1]. El documento servirá para impartir cursos de formación entre las bases del partido. Su misión, nunca mejor usado el término, es “convencer a los detractores de la secesión [¡detractores de la secesión!] para que, llegada la consulta, opten por el “sí””. De eso se trata por supuesto, del (casi) todo vale y del sí a la “independencia”. “Queremos ampliar la mayoría [independentista]. Haremos sesiones formativas para que los militantes puedan explicar que hace falta un paso adelante, y qué haremos para que el estado propio sea viable”, ha explicado don Josep Rull, el secretario de organización, el dirigente que sustituye (provisionalmente por supuesto) a don Oriol Pujol Ferrusol, uno de los hijos mediáticos del molt honorable intocable.

Todo son beneficios con la secesión. Por supuesto. Sin el déficit fiscal (el que conlleva la relación de “explotación” de “España” respecto a Cataluña) se podrían crear, afirma CDC, 300.000 puestos de trabajo. La tasa de ocupación se situaría en el 75% para las personas de entre 20 y 64 años (¿qué porcentaje de paro entonces?). La relación con España mejoraría: se podría hablar con “Madrid”, ¡por fin!, en igualdad de condiciones, de tú a tú, no como hasta ahora. Los catalanes (también las catalanas) gozarían de mayor bienestar (este es uno de los puntos centrales para convencer a la ciudadanía “no catalanista”). Cataluña sería uno de los primeros países de Europa con la secesión: ¡Cataluña es y sería el 7º país con más PIB per cápita de la Unión Europea! No tiene ningún sentido, afirma don Rull, que un séptimo país (¡España, actualmente, en la 4ª economía de la eurozona y el paro supera el 26%!) tenga un 24% de paro. ¡Ninguno, según el secretario! Cataluña seguiría en la UE por supuesto. La renta per cápita de los catalanes seria de más 30 mil euros anuales. ¡Todo está calculado!. No hay ninguna razón objetiva, ni jurídica ni política, sostiene don Rull, para pensar que Cataluña quedaría fuera del euro. ¡El tratado de Maastricht, maravilla de las maravillas neoliberales, seguiría siendo vigente! ¡Mejor, pues, imposible! CDC no se opone, por si su generosidad no estuviera suficientemente demostrada, a que haya conciudadanos con doble nacionalidad, la catalana y la española. El idioma tampoco será un problema: ¡el castellano sería cooficial en el futuro Estado propio catalán! El partido, asegura don Rull, lo promete y lo prometido es deuda (¡como fue demostrado en tantas otras ocasiones!).

Así, pues, ¡la Arcadia (neoliberal) se despliega ante nosotros! ¡Los catalanes, todos y todas, en el país de las maravillas, la equidad y la justicia! ¡Mejor imposible! ¡Los sueños (neoliberales) de muchos hechos al fin realidad! ¡El pastel tan sólo para nosotros!

Pero un momento. Hablábamos antes del paro, pero poco, de manera ciertamente insuficiente. ¿Y qué pasará, pues, con el paro? Lo siguiente: “Convergència promete que la Cataluña independiente tendrá un 10% menos de paro (y, además, “será un buen vecino”).

¿Un 10% menos de paro? ¿He dicho bien? ¿Sólo un 10% tras un episodio de ruptura y separación? ¿NO estábamos en la Arcadia feliz? Vean, vean no me equivoco en mi apreciación:

 

 

 

No 10 puntos, no, sino el 10%. Del 26%, pongamos, al 23,4% (2,6 puntos menos, el 10%).

¿Es eso lo que quieren decir? ¿No es eso? ¿Hablan del 10% y querían hablar de 10 puntos, de un –aproximadamente- 40% de decremento?

Nadie se lo creería formulado así, por supuesto. ¿Y si fuera lo mismo con el resto de lemas de la campaña publicitaria promovida, incluso con ese abyecto “la independencia es dignidad”?.

 

Nota:

[1] Maiol Roger, “CDC en el país de las maravillas”. http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/08/29/catalunya/1377776546_926092.html

V.

Barcelona ja no és bona o la lógica desigualitaria del capitalismo

 

Tomó pie en un lema popular sobre Barcelona, la bolsa y sus sonidos (aplicable por supuesto a muchas otras ciudades); practicó la entonces socorrida inversión marxista-hegeliana, y escribió uno de sus grandes poemas sociales. Mejor: uno de sus grandes poemas: “Barcelona ja no és bona, o mi paseo solitario en primavera”. Jaime Gil de Biedma se lo dedicó a su amigo Fabián Estapé. Fue al inicio de los años sesenta del pasado siglo.

El autor de Moralidades, el ex colaborador de Laye, lo abría del siguiente modo:

En los meses de aquella primavera

pasaron por aquí seguramente

más de una vez.

Entonces, los dos eran muy jóvenes

y tenían el Chrysler amarillo y negro.

Los imagino al mediodía, por la avenida de los tilos,

la capota del coche salpicada de sol,

o quizá en Miramar, llegando a los jardines,

mientras que sobre el fondo del puerto y la ciudad

se mecen las sombrillas del restaurante al aire libre,

y las conversaciones, y la música,

fundiéndose al rumor de los neumáticos

sobre la grava del paseo.

 

Fue en el año de la Exposición señala el poeta: Así yo estuve aquí/ dentro del vientre de mi madre,/ y es verdad que algo oscuro, que algo interior me trae/ por estos sitios destartalados.

Más aún que los árboles y la naturaleza, prosigue Jaime Gil, / o que el susurro del agua corriente/ furtiva, reflejándose en las hojas/ -y eso que ya a mis años/ se empieza a agradecer la primavera-,/ yo busco en mis paseos los tristes edificios,/ las estatuas manchadas con lápiz de labios,/ los rincones del parque pasados de moda/ en donde, por la noche, se hacen el amor…/ y la nostalgia de una edad feliz/ y de dinero fácil, tal como la contaban.

 

Con todo ello, señala, se mezclaba un sentimiento bien distinto que el poeta aprendió de mayor:

este resentimiento

contra la clase en que nací,

y que se complace también al ver mordida,

ensuciada la feria de sus vanidades

por el tiempo y las manos del resto de los hombres.

Oh mundo de mi infancia, cuya mitología

se asocia -bien lo veo-

con el capitalismo de empresa familiar!

Era ya un poco tarde

incluso en Cataluña, pero la pax burguesa

reinaba en los hogares y en las fábricas

sobre todo en las fábricas

Rusia estaba muy lejos

y muy lejos Detroit.

 

Algo de aquel momento quedaba en los palacios de la montaña y en estas perspectivas desiertas bajo el sol, cuyo destino ya nadie recordaba.

Todo fue una ilusión, envejecida

como la maquinaria de sus fábricas,

o como la casa de Sitges, o en Caldetas,

heredada también por el hijo mayor.

 

Sólo montaña arriba, indicaba el poeta, cerca ya del castillo, de sus fosos quemados por los fusilamientos, allí donde fue asesinado el president Companys, allí, cerca de una avenida que ahora recibirá por decisión del consistorio (convergente) de la ciudad el nombre del franquista “Joan Antoni Samaranch”, allí, precisamente allí, daban señales de vida los murcianos, los trabajadores industriales, los campesinos pobres, los jornaleros explotados de otras tierras, recién llegados a la ciudad de la Semana Trágica, de la CNT, de los prodigios y de la lucha antifranquista.

Y yo subo despacio por la escalinatas

sintiéndome observado, tropezando en las piedras

en donde las higueras agarran sus raíces,

mientras oigo a estos chavas nacidos en el Sur

hablarse en catalán, y pienso, a un mismo tiempo,

en mi pasado y en su porvenir.

 

Sean ellos, decía, escribía, deseaba, cantaba el poeta, sin más preparación que su instinto de vida

más fuertes al final que el patrón que les paga

y que el salta-taulells que les desprecia:

que la ciudad les pertenezca un día.

Como les pertenece esta montaña,

este despedazado anfiteatro

de las nostalgias de una burguesía.

 

La ciudad, una parte fraternal de la ciudad, les perteneció solidariamente, les fue afable, les acogió en algunos momentos, admirados por su lucha, su entrega, sus Téllez, sus Epi, sus Alejos y su organización. Por poco tiempo, por muy poco tiempo.

No en cambio ahora. La ciudad ya no les pertenece, ya no les acoge. Una demostración no poética de la expropiación antipopular tomada de la última encuesta metropolitana de Barcelona que arroja, que nos escupe en la cara datos alarmantes, escalofriantes [2]:

 

. Renta media del 10% de la ciudadanía barcelonesa más pobre en 2006: 4.570.

 

. Renta media del 10% de la ciudadanía barcelonesa más pobre en 2011: 2.519. <Decremento: en torno al 45%.>

 

. Renta media del 10% de la ciudadanía barcelonesa más rica en 2006: 36.145 euros.

 

. Renta media del 10% de la ciudadanía barcelonesa más rica en 2011: 38.343 <Incremento: en torno al 6%>

 

. Rentas públicas (desempleo, pensiones, rentas no contributivas) que recibía en 2006 el 10% más pobre: 1.737 euros.

 

. Rentas públicas (desempleo, pensiones, rentas no contributivas) que recibía en 2011 el 10% más pobre: 1.334 euros (en torno a un decremento del 23%).

 

. Rentas públicas (desempleo, pensiones, rentas no contributivas) que recibía en 2006 el 10% más rico: 2.661 euros.

 

. Rentas públicas (desempleo, pensiones, rentas no contributivas) que recibía en 2011 el 10% más rico: 3.673 euros (en torno al 37%).

 

El autor de la nota en la que me he basado recuerda un paso de un artículo de Antón Costas, nada sospechoso de veleidades izquierdistas, publicado en la revista La Maleta de Port Bou: “si la desigualdad continúa su tendencia actual, la lógica desigualitaria del capitalismo financiero acabará chocando con la lógica igualitaria de la democracia”.

No parece del todo pertinente el uso del futuro para hablar de una realidad más presente que nunca. ¿De qué lógica igualitaria estamos hablando?

 

Notas:

[1] Jordi Martí, SOS Barrios, El País, 4 de noviembre de 2013 (edición Catalunya).

CODA FINAL

 

TRES APROXIMACIONES DE MANUEL SACRISTÁN

 

[1983] He pensado que estaba dentro de la economía de una exposición [Conferencia: “Tradición marxista y nuevos problemas”], limitarme a tres que fueran muy universales, que realmente no tuvieran ningún contexto nacional en particular sino en un plano muy general. Por eso también he prescindido de algunos otros que son importantes; por ejemplo, la consideración cultural de la homosexualidad, que, sin duda, tiene importancia en sí. Pero me pareció que para administrar una hora, o una hora y cuarto, podía tocar los tres [feminismo, antimilitarismo, ecologismo].

Por otra parte, a lo mejor es una ilusión o una petulancia, pero a mí me parece que en el problema nacional, la herencia marxista no es mala. Lo que pasa es que el punto esencial se menciona poco. El punto esencial es el principio de autodeterminación, y ahora resulta que se le menciona poquísimo porque suena a muy subversivo, pero, desde un punto de vista inspirado en la tradición marxista, es obvio que ningún problema nacional tiene solución si no parte de una situación de autodeterminación. Si no, no hay nada que hacer. Todo lo demás es dar palos de ciego, matarse, golpearse, sin despejar nunca la situación, ni siquiera intelectualmente.

Claro que me puedes decir que es una concepción muy breve y demasiado abrupta, pero sinceramente creo en ella. Creo que por más que se especule sobre problemas de nacionalidades si no es sobre la base de una articulación seria, de una práctica sincera, del principio de autodeterminación no hay nunca solución clara como saben los presentes.

Yo creo que en eso no ha cambiado nada. Pueden olvidarse estos problemas durante ciertas épocas históricas. A lo mejor dentro de mil años ya no nos acordamos de las nacionalidades hoy existentes, es posible, pero por lo que hace al planteamiento propiamente político de los problemas, es decir, el planteamiento que permita una intervención, yo sigo creyendo que esa vulgata marxista clásica es correcta.

 

[1979] (...) porque España no es propiedad de los reaccionarios. Yo me siento y soy español aunque fuera de una España pequeña que limitara con los Picos de Europa, Andalucía, Galicia y el área catalana. Porque España no es una ficción. Es la nación de mis padres y abuelos, de Garcilaso, de Cervantes.

 

[1984] Estaba yo pensando profundamente en todo eso cuando me llegó un sobre voluminoso con el membrete de El País. ¡Cáspita! me dije, como si estuviera traduciendo el Cuore, esta carta debe ser muy importante, a juzgar por su remitente y por lo gorda que es. Abrí el sobre y vi que era una carta con título. Y qué titulo. A saber. “¿Qué es España?”.

Me precipité a consultar el Ferrater, para ver si don Miguel de Unamuno, o don José Ortega y Gasset, don Ramiro de Maeztu, o incluso don Ángel Ganivet (todos esos autores son inevitablemente “don”) estaba todavía vivo. Comprobé que no.

Por otra parte, la carta no da muchas pistas para responder a la pregunta; es verdad que dice que España no es una unidad de destino en lo universal, pero eso no me lo resuelve todo, porque también podría ser un dolor, o un enigma histórico, o un problema, o un sin-problema, o incluso un invertebrado.

Ni tampoco contribuye mucho a resolver la cuestión el encomiable ejemplo de las democracias occidentales ante las que se postra la carta al exhortarnos a adoptar “la perspectiva moderna con que, con la ayuda de la razón crítica, los países más civilizados afrontan sus problemas”. Es obvio que la Gran Bretaña es un país de los más civilizados, por lo menos desde que Asterix y sus amigos enseñaron a los anglos a tomar el té. Entonces, la razón crítica que según El País, nos permitirá descubrir qué es España ¿tendrá que ver con la muerte por inanición de algún preso del IRA? O tal vez con algún bombazo corso, ya que también Francia es un país muy civilizado.

Consulté el diccionario de María Moliner, cosa siempre recomendable. Y en la página 1199 de su primer volumen descubrí que la autora no se atreve a definir “España”. Pero, sin decirlo, explica, en realidad, por qué no define, enjaretándonos la retahíla de términos que transcribo sólo parcialmente: “alanos, arévacos, ártabros, astures, autrigones, bastetanos, benimerines, béticos, cántabros, caporos, cartagineses, celtas, celtíberos, cerretanos, cibarcos, contestanos, cosetanos, deitanos, edetanos, fenicios, godos, iberos, ilercavones, ilergetes, iliberritanos, ilicitanos, ilipulenses, iliturgitanos, indigetes, italicenses, lacetanos, layetanos, masienos, moriscos, mozárabes, numantinos, oretanos, pésicos, saldubenses, santones, suevos, tartesios, tugienses, turdetanos, túrdulos, vacceos, vándalos, várdulos, vascones”.

Entonces me puse a pensar profundamente sobre todo eso.

 

Este libro sobre algunas aristas históricas y políticas de Cataluña (y de España) ha sido editado algunos años después de que un admirado Premio Cervantes, el autor de El Jarama y del Alfanhuí, hermano de uno de nuestros lógicos más imprescindibles (Manuel Sánchez Mazas) y de uno de nuestros cantoautores más queridos y reconocidos (Chicho Sánchez Ferlosio), uno de nuestros más grandes ensayistas, amigo de juventud de Manuel Sacristán, miembro del consejo editor de Revista Española, hablo clara está de Rafael Sánchez Ferlosio, escribiera su “Anti-España número 2” en aquel libro inolvidable e imprescindible de hermoso título -Vendrán más años malos y nos harán más ciegos-

¡Ay, Dios mío! Tengo miedo de haberme vuelto tan histérico para ciertas cosas que ya es que no me van a aguantar ni las paredes. Me basta con que se me junte, por un lado, en el rabillo del ojo el tremolar de la más inocente rojigualda, limitándose acaso a celebrar la cobertura de aguas de una obra, por otro, ya de frente a la pupila, un cartel de toros de una corrida en Castellón de la Plana todavía chorreando pegajosos y hasta obscenos goterones de engrudo blanquisucio y, en fin, para rematar, en el oído cuatro o cinco compases de El gato montés o de Marcial, tú eres el más grande, allá en la lejanía para que, literalmente, me prendan fuego cuerpo y alma a la vez en medio de la calle y clame a toda voz, no sé si al cielo, a la tierra o al infierno, como si fuese mi último suspiro “¡¡¡ Odio España !!!” (Os juro, amigos, que no puedo más)”