Diario de Sara

per Institut Puig Castellar darrera modificació 2020-04-24T19:22:47+01:00
Un diari personal de ficció

Diario de Sara

23/3/07

Hoy he decidido que voy a escribir un diario. Voy a escribirlo en parte porque desde que dejé el hockey, mi deporte preferido (juego en un equipo), tengo más tiempo libre y puedo emplearlo en escribir mis ideas, mis opiniones, mis pensamientos y lo que me ocurre día a día. Como hoy no me  ha pasado nada importante digno de  estar aquí escrito, empezaré autodescribiéndome. Mi nombre es Sara, tengo los ojos grandes y verdes y el pelo negro y ondulado. No soy ni muy alta ni muy baja, soy delgada  y de piel muy blanca. Aunque mi madre diga lo contrario (ya se sabe como son todas las madres) se podría decir que soy del montón, aunque ella se empeñe en decir que soy guapísima.

 

24/3

Hoy no he tenido un buen día, ha sido uno de esos días en los que es mejor no levantarse. Pues bien, empezaré por el principio: estábamos  en el vestuario del gimnasio y mis amigas se han dado cuenta de que se me caía mucho el pelo, yo normalmente llevo cepillo, pero hoy se me había olvidado y una compañera me lo ha prestado y se lo he devuelto lleno de pelos. Esto el médico ya me dijo que me pasaría, se debe a la medicación que estoy tomando; pero mis amigas no lo saben, supongo que se lo tendré que decir. Además el profesor de literatura nos ha mandado escribir una redacción sobre qué queremos hacer en un futuro. ¿Y cómo quiere que sepa qué será de mí dentro de 5 o de 9 años? ¡Si ahora sólo tengo 15! Además, puede que no viva tanto. Por mucho que mi madre me diga que me curaré, yo sé qué tengo muchas posibilidades de morirme. Parezco una persona fuerte, pero soy tan débil, tan vulnerable… Aunque no se lo he confesado a nadie, tengo muchos miedos. Tengo miedo a no llegar a realizar mis sueños; tengo miedo a morirme sin conocer el amor, tengo miedo a morir sin que la gente sepa cómo soy realmente,  tengo miedo a despertar un día y a encontrarme en un hospital llena de tubos sin poder pronunciar ni una palabra… ¡Tengo tantos miedos!


25/3

Hoy he ido al hospital para que me den el tratamiento. Allí donde yo voy hay muchos niños pequeños. Me dan mucha lastima, porque pienso que si yo me muero con 15 años me perderé muchas cosas, pero si ellos se mueren con 3 o con 5 años, se perderán muchas más cosas que yo. ¿Y sus madres? ¿Y sus padres? ¿Y sus familiares? ¿Cómo lo vivirán? ¿Cómo lo pasaran mis padres si yo me muero? Y mi hermano, ¿cómo lo vivirá?  Mi hermano Aítor, tiene 18 años, es mayor que yo y siempre nos estamos peleando, pero tanto él como yo sabemos lo mucho que nos queremos.

Bueno, el caso es que estaba con mi madre en el hospital en la sala de espera con todos aquellos críos, cuando le sonó el móvil a la madre de una cría de 3 años, que tiene la misma enfermedad que yo, y nos preguntó si podíamos vigilar un momento a la pequeña porque tenía una llamada urgente. Mi madre, a la  que le gustan los niños pequeños con locura, accedió encantada. Estaba yo jugando con la cría cuando la pequeña tiró la pelota con la que estaba jugando; fui tras ella y de pronto un joven que se dirigía hacia la sala donde estábamos la cogió y me la entregó dedicándome una sonrisa y diciéndome:

-¡Vaya, parece que a tu hermana se le ha caído la pelota!-. Me quedé perpleja, incapaz de explicarle que no era mi hermana. El chico debía tener unos 17 años. Era rubio, alto, y tenía unos ojos marrones muy grandes y expresivos. Su mirada era dulce, y te invitaba a perderte en ella. Llevaba una nariz roja de payaso y una caja con juguetes. Me senté otra vez al lado de mi madre, sin dejar de observar al chico que jugaba con los críos de la sala.  Entonces dijeron mi nombre y entré en la sala a que me administrasen la medicación.


El chico estaba tan ocupado jugando que no pareció darse cuenta de que yo salía de la sala.

(La medicación es horrorosa, te deja un malestar en el cuerpo que tarda unos días en irse; por no hablar de los vómitos que me produce.) Cuando me acabaron de poner la medicación salí de la sala. Mi madre se quedó hablando con el medico, pero yo me fui para poder asistir a las dos ultimas horas de clase (estoy en época de exámenes y no me puedo permitir faltar mucho a clase). Entonces, mientras bajaba las escaleras del  hospital, me choqué con el joven que iba con la caja de juguetes. Le ayudé a recogerlos (ya que al chocarnos se le habían caído) y le ayudé a llevarlos al sitio donde los guardaba.  Al acabar me dio las gracias y me preguntó mi nombre. Yo también se lo pregunté a él, se llama Carlos. Me estuvo explicando que venía dos veces por semana a jugar con los niños que estaban enfermos, le expliqué que yo también lo estaba y me volvió a sonreír con esa sonrisa tan dulce en la que te derretías.

No sé  cómo, pero me acabó acompañando hasta el instituto. Nos intercambiamos los móviles, y los Messenger y nos despedimos.

¡Hoy sí que ha sido un buen día!

 


26/3

Hoy ha sido un día bastante interesante. A pesar del malestar general causado por la medicación, no ha sido un mal día. He quedado con Laura, mi mejor amiga, y hemos ido a una cafetería nueva que han abierto al lado de mi casa, y hemos estado hablando.

Le he contado que tengo leucemia. Al principio pensaba que le estaba tomando el pelo, pero al ver mi cara se dio cuenta de que no le mentía. Se quedó seria sin saber qué decirme. Le sonreí amablemente (tenía la cara tan pálida, que me dio miedo que se desmayase) y le expliqué el tratamiento que me estaban dando, la quimioterapia, y le conté por qué se me caía el pelo. Después de aquello pareció tranquilizarse. También le expliqué lo de Carlos, el chico del hospital, se alegró muchísimo. Ella me contó que le empezaba a gustar un chico nuevo de clase, Javier.


Cuando llegué a mi casa vi un correo de  Carlos; lo leí, me preguntaba si quería ir a dar una vuelta con él este sábado. Lógicamente le dije que sí.

 


27/3

Estoy muy nerviosa por la cita con Carlos de este sábado, es decir, de mañana. Laura me ha dejado su camiseta nueva, y estrenaré los vaqueros que me compró mi madre. Espero que todo salga bien.

 


28/3

No ha salido como esperaba. Carlos es un chico simpático y atento con el que se puede hablar de todo; pero tiene novia. Esto no sería ningún inconveniente si no  fuese porque a mí me gusta él. Me ha explicado lo de su novia cuando ésta le ha llamado al móvil. Se llama Carlota, y aunque no la he visto nunca, seguro que es muy guapa, como  Carlos. Aún así me lo he pasado muy bien. Le he explicado que antes jugaba al hockey en un equipo femenino, pero como estoy enferma, lo he tenido que dejar. Me ha dicho que un día  le tengo que enseña a jugar. Espero qué algún día también pueda volver a jugar.


29/3

Hoy he escrito una  lista con todos mis miedos. No sé si me servirá de mucho.

1: Tengo miedo a la muerte. Quizás si no estuviese enferma este miedo no entraría en mi lista, pero desgraciadamente tiene que entrar.

2: Tengo miedo a que los demás se lleven una idea equivocada de cómo soy.

3: Miedo de que llegue un momento en el que no me pueda mantener en pie.

4: Tengo miedo a perderme muchas cosas en la vida. A que me falte tiempo para hacer cosas que todavía no he podido hacer.


30/3

Hoy Carlos me ha dado una maravillosa sorpresa. Me ha venido a buscar al instituto y me ha llevado a ver un partido de hockey. No me lo esperaba pero es un entendido en este deporte. Me lo he pasado muy bien con él. Cada minuto que paso a su lado me doy cuenta de que cada vez me gusta más.

Después Laura me ha llamado y le he contado con pelos y señales lo de esta tarde.


31/3

Hoy Laura y yo hemos ido al centro comercial. Allí hemos estado mirando y comprando ropa. Luego hemos ido a  tomarnos un batido. Estábamos las dos charlando cuando de pronto escuché que alguien me llamaba. ¡Era Carlos! Pero venía con su novia. Lo supe enseguida porque iban cogidos de la mano. Se sentaron a nuestro lado y pasamos la tarde juntos. La novia, tal y como me imaginaba, era muy guapa, y muy simpática.

Me sonrojé cuando me dijo que Carlos le había hablado mucho de mí, luego nos despedimos y cada uno regresó a su casa. Después de cenar me conecté al Messenger y hablé con Carlos. Me dijo si podíamos quedar mañana para hablar, y naturalmente acepté.


1/4

Hoy ha sido un día de esos que si te dicen hace una semana que hoy te iba a pasar todo eso, dices: ¡Anda ya! ¡Me estás tomando el pelo!

Pues bien. esta mañana fui con mi hermano a mirar la moto que se iba a comprar. (Mi hermano se sacó el carné de moto en cuanto se sacó el bachillerato.) El caso es que ya llevábamos una hora mirando motos cuando de pronto nos sale la dependienta para explicarnos las cualidades de esas “preciosidades” (así es como llama mi hermano a las motos)  y  cuando vi  a la dependienta, casi me caigo al suelo. ¡Era Carlota! Qué casualidad. La saludé y estuvimos hablando un poco; me contó que Carlos y ella habían roto. Eso sí que no me lo esperaba. No le quise preguntar por qué, tampoco creo que me lo hubiese contado.

Luego, por la tarde, me fui al parque con Carlos. Pensaba que ya no podían sorprenderme más ese día pero me equivocaba. Carlos me confesó que él de pequeño había tenido leucemia. ¡Me quedé boquiabierta! Me explicó que tanto él como sus padres lo habían pasado muy mal, que estuvo apunto de morirse, pero que se salvó gracias al transplante de médula. Después de contarme todo eso, me preguntó que de qué tenía miedo. Yo, extrañada, no supe qué decirle, entonces el siguió y me contó que él de pequeño tenía miedo a no poder jugar al hockey, ya que desde que era un crío era su deporte favorito, y su padre era entrenador de hockey. Ahora entendía por qué sabía tanto de jockey!

Dicho esto le dije que mi mayor miedo era morir sin conocer el amor. Me miró, me guiñó un ojo y me sonrió; con esa sonrisa tan dulce que dejaba a cualquiera atónito y desorientado. Luego, le conté lo de Carlota y me estuvo diciendo que ya llevaban un tiempo que no estaban muy bien. Después de eso nos despedimos.

Definitivamente hoy ha sido un día sorprendente.


2/4

Hoy ha sido un día horrible. Y no por el día en sí sino por cómo me encuentro.

He ido con mi padre y con Laura a la quimioterapia y me encuentro fatal.

No he salido de la cama desde que llegué del hospital, tengo vómitos, náuseas y un mareo general. Espero que mañana me encuentre mejor.

 

3/4

Hoy no ha sido un mal día. Estoy mejor que ayer aunque el malestar no se me ha quitado del todo. Han venido a visitarme Carlos y Laura. Carlos me ha invitado a pasar el fin de semana en su casa de campo. Yo pensaba que mi madre no me dejaría, claro está, pero sorprendentemente mi madre me ha dejado, pero creo que Carlos ha hecho de las suyas, aunque cómo la ha convencido es un auténtico misterio.

 

4/4

Mañana me voy con Carlos. Parece ser que su madre llamó a la mía y que al final entre Carlos y su madre consiguieron no sólo convencer a mi madre sino también a mi padre.


7/4

¡Qué fin de semana tan maravilloso he pasado! La familia de Carlos es encantadora.

Se portaron muy bien conmigo. El sábado por la mañana me llevaron  a una pista de jockey y estuvimos jugando. ¡Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien!

Luego, por la noche.  estuvimos ante la lumbre comiendo nubes y viendo películas.

Pero, sin duda,  el domingo fue aún mejor. Carlos me llevó por la montaña con las bicicletas; fuimos a un río precioso y allí estuvimos hablando. Estábamos los dos con los pies en el agua cuando Carlos  me cogió la mano, los dos nos miramos y en ese momento Carlos me besó. No hicieron falta palabras. Sentí mariposas por todo mi cuerpo. Fue mágico. Cuando bajamos otra vez hacia su casa no hablábamos pero las palabras sobraban. Los dos sabíamos qué pensábamos el uno del otro y no hubiese cambiado nuestras miradas ni por mil millones de palabras bonitas salidas de su boca.

Luego no pasó nada más interesante. Después de comer nos fuimos al campo y los dos estuvimos tirados en el césped escuchando música. Al cabo de poco tiempo nos fuimos para casa. Mi madre y la suya estuvieron hablando y Carlos y yo sólo nos mirábamos y sonreíamos. Después le conté todo lo que había hecho ese fin de semana. Bueno, todo todo  no, claro. Aunque hay cosas que las madres saben perfectamente y que no hace falta que sus hijas les cuenten.

 

10/4

Hace ya bastante que no escribo, y no por falta de ganas sino porque me han ingresado en el hospital y no he podido escribir hasta que el tesoro de mi hermano ayer me trajo el diario. Tampoco hay mucho que decir. Creo que dentro de poco tendré que dejar el diario para  siempre. Nadie me dice nada, y nada es suficiente para saber que me quieren ocultar algo. Algo que siempre he temido pero que ahora no le tengo miedo porque aún no me creo; no me creo que pueda morir. A lo mejor no es que no lo crea, sino que no lo quiero creer.

 

11/4

No sé qué hora debe de ser ya. No sé si es día 11 o 12, porque puede que ya sea la una de la madrugada. Mi madre llora aunque cuando me mira intenta disimular las lágrimas como puede; mi padre me acaricia el pelo y me besa la frente; Laura se sienta en una silla y me mira e intenta animarme, aunque no sé quién acaba animando a quien; Aitor  viene y  se lleva a mi madre a casa para que descanse, luego a mi padre y luego a Laura, aunque ahora que lo pienso con ésta se demora más en volver, yo creo que se gustan. Y Carlos…. Carlos es un sol, se apoya en mi cama y me mira, sólo hace eso, mirarme. Pero nunca llora. Yo sé que no llora porque no quiere que le vea triste. Él se queda durmiendo apoyado en mi cama y no se separa de mí. Creo que lleva tres días enteros en el hospital sin moverse. Mis padres le han llegado a coger mucho cariño. Creo que moriré viendo su sonrisa y su dulce mirada. Porque sé que moriré. Sé que, aunque nadie me lo quiera decir, moriré. Y sé que mis padres no lo sabrán afrontar, y que mi hermano tampoco y que Laura llorará mucho, y que Carlos… Carlos no llorará porque sabe que no quiero que llore. Carlos se tragará las lágrimas y se hará el fuerte.

Si algún día mi madre, mi padre, mi hermano o quien sea lee esto, quiero que sepa que adoro a mi madre y que adoro a mi padre, que amo a Carlos, y que quiero a Laura, y que, a pesar de todo, quiero con locura a mi hermano.

 

12/4/08

Hoy es un día bonito y triste a la vez. Triste, porque es para recordar, y los recuerdos nunca vuelven, pero bonito porque el recuerdo es de una persona maravillosa.

Hoy no escribe el  diario Sara, no, porque ella no puede. Hoy lo escribo yo, Carlos.

Quiero explicar lo que pasó el día que murió Sara.

Estaba dormido apoyado en su camilla, su madre lloraba y su padre estaba también apoyado en la cama, Laura se había ido y Aitor abrazaba a su madre. Ella había escrito el diario y se había quedado dormida. No se volvió a despertar.

Su madre lloró desconsoladamente, su padre también, Laura y Aitor también. Sara acertó en casi todo lo que dijo que iba a pasar, excepto en una cosa. Yo también lloré.

No pude aguantar. Vi su mano agarrándome la mía, la tenía muy fría. Pensé que podría haber sido yo, luego deseé que hubiese sido yo el que moría. Pero no, por mucho que pensase eso Sara no iba a resucitar. Así que lloré, lloré toda la noche. Y luego no lloré más. Ella quería que la recordase y que no llorase y no la quería defraudar.

Hace dos semanas sus padres leyeron su diario y me lo dieron a mí. Quizás algún día me case, tenga hijos y les cuente la historia de Sara, quizás algún día me pondré enfermo y yo también olvidaré esta historia, pero nunca, nunca, pase lo que pase, olvidaré su nombre, Sara.

Noelia Agueras Pino (3º de ESO)

[Aquest text va estar publicat al número 28 de la revista Sota el cel del Puig, maig de 2008. Per veure altres textos de ficció, cliqueu aquí.]