Versiones de Caperucita

per elpuig — darrera modificació 2020-04-24T20:22:45+02:00
Diferents versions de la Caputxeta escrites per alumnes de 4t d'ESO com a exercicis literaris

Versiones de Caperucita Roja

 

 


Seguint l'exemple de Raymond Queneau en el seu Exercicis d'estil
i del nostre llibret fet amb els alumnes de fa vint anys (La increíble y triste historia de la cándida señora y de la mosca desalmada), aquest curs hem fet l'exercici de reescriure el conte de la Caputxeta amb molts registres diferents.
Aquí us en oferim una vintena, que el nostre director Paco Gallardo s'ha ofert a penjar en la web de l'Institut. Us els presento amb aquest sonet acròstic:

 

Cuando el otoño siembra los dorados

Atardeceres por Santa Coloma,

Por doquier la creación retorma

Escribiendo relatos programados.

 

Recomponen un cuento celebrado:

Una Caperucita va de broma,

Cruel es otra, y una tercera asoma

Ingenua y amando a un lobo pirado.

 

Tantos puntos de vista originales,

Abuelas desmadradas, lobos buenos,

Registros de terror o fantasía,


Os van a sorprender por lo cabales.

Jóvenes del Puig, de cuarto o tercero,

Aquí os dan veinte en una antología.

 

Josep Mercadé Riambau


(Departament de Llengua Castellana del Puig Castellar)

 


La Caperucita Roja, un gran peligro


Érase una vez una loba que cuidaba de sus nietos lobeznos.

Era hora de dormir, pero los pequeños estaban excitados y se negaban a acostarse sin haber escuchado antes una historia como las que les contaba muchas veces la abuela loba. Pero esta vez, el relato sería especial, pues era real, era una experiencia que vivió un antepasado, un tíoabuelo de la abuelita.

Los lobeznos, muy contentos de saber que lo que iban a oír era algo tan emocionante, fueron obedientes y se acomodaron en sus camitas.

-¡Vamos, abuelita!, ¡ya estamos acostados! –Exclamaban impacientes los pequeños.

-Tranquilos, hijitos míos-les calmaba la abuelita, con su voz entrañable-, enseguida os lo contaré. Veamos-dice, mientras se sienta en su butaca-, esta historia ocurrió hace mucho tiempo y cuenta lo peligrosísimas que son las caperucitas, uan especie de ser humano al que temen gran parte de los animales del bosque, pues acosan a los ciervos y a los búhos (al animal que más persiguen es al lobo), secuestran lobeznos y ardillas... Y cuando algún animal ha desaparecido (secuestrado por alguan de ellas), nunca más se vuelve a saber de él. Se rumorea que se los llevan a sus casas y se los comen acompañados con salsa de arándanos o mojados en leche; a veces, los conservan dentro de tarros de miel, para comerlos al cabo de un tiempo.

-Pero, abuelita, ¿no érmaos nosotros peligrosos para las caperucitas?-preguntó uno de los pequeños.

-Es verdad, según una historia que oímos el otro día en la plaza, nosotros nos alimentamos de caperucitas (a veces, también de sus abuelitas) cuando somos adultos.-aseguró otro lobezno.

-Ay, pequeños míos, lo que vosotros habéis escuchado es una historia que se ha hecho famosa por todo el  mundo. Pero eso es un cuento que se inventaron un grupo de caperucitas del pueblo de al lado, para ocultar su verdadera identidad al resto de la gente y también para darnos fama de crueles, sanguinarios y peligrosos.

La verdadera historia es la que os estoy contando yo, que es la misma que oísteis en la plaza, pero al revés. Es decir, una caperucita fingío que se había perdido y mi tíoabuelo, un lobo muy noble, quiso ayudarla a encontrar el camino de vuelta a su casa donde, en realidad, esperaba la abuela de la caperucita, preparando una olla con caldo de verduras para comerlo. Cuando quisieron obligar al tíoabuelo a meterse en la olla, hubo una gran revolución y toda la casa quedó destrozada por dentro a causa del forcejeo con las dos mujeres. Aprovechando las condiciones en las que había quedado la casa, cuando el tíoabuelo consiguió huir, y llegó el cazador, la caperucita y su abuela fingieron ser las víctimas. Así que el cazador persiguió al lobo y lo hirió. Pobrecillo...

Pero no os asustéis, hijitos, porque sobrevivió. Aunque sí debéis ser prudentes y precavidos para que nunca os pase algo parecido.

Lo más importante para ahuyentar a las caperucitas es:

-Llevar algo rojo puesto.

-Llevar un ramillete de lavanda.

-No llevar bizcocho de merienda (¡les encanta!).

-Y, lo principal, ya que nos reconocen por las orejas, llevar una gorra o un gorrito. ¡¡Hay que mantenerse lejos de las caperucitas!!

Carla Domínguez Sanabre (4º A)

 


Érase una vez, en un pueblo lejano, al pie de una pequeña montaña, había una joven que se llamaba Caperucita, vivía con su madre en una casa cerca del río que nacía en la cima de la montaña.

Caperucita era una chica muy amable, obediente y generosa, además de guapa e inteligente. Siempre vestía con una capucha roja, que le regaló su abuela cuando era pequeña, y con ella cubría su pelo, que era rubio como los rayos del sol, sus ojos eran  verdes como esmeraldas, incluso podrían llegar a hipnotizar. Tenía una nariz muy graciosa, pequeña y respingona y casi siempre sonreía. La gente de su pueblo la quería y la admiraba mucho ya que tenía un gran corazón y respetaba a todo el mundo.

Un día, mientras daba un paseo con sus amigas después de las clases, se cruzó con el Cazador, un viejo amigo de la familia:

-Hola, Caperucita, hace mucho tiempo que no te veía, ¡cómo has crecido! –exclamó el Cazador.

-Buenas tardes, yo también me alegro de verte –dijo Caperucita con una gran sonrisa en la cara.

-Acabo de pasar por tu casa, para ver como estabais, y tu madre me ha dado esto para ti –extendió la mano y le dio una cesta- son las medicinas de tu abuela, creo que deberías darte prisa, o se te hará muy tarde.

-Ah, muchas gracias, ahora mismo se las llevo –contestó.

-Ve con cuidado, no vaya a ser que te pierdas –dijo el Cazador mientras continuaba su camino.

Caperucita se despidió de sus amigas, y se puso en marcha. Su abuelita, vivía un una casa cerca de la cima de la montaña, y para llegar a ella había que cruzar el bosque. A Caperucita le encantaba estar con su abuela, la quería mucho y se lo pasaban muy bien juntas.

Por el camino, Caperucita iba muy alegre, iba cantando y recogiendo flores, pero no se dio cuenta de que alguien la seguía desde que salió del pueblo. Era un pobre lobo que llevaba días sin comer nada, y al ver que Caperucita iba sola, pensó que sería una buena cena.

Estaba escondido detrás de unos arbustos, relamiéndose el hocico mientras esperaba a que la joven se acercara más.

De repente, el lobo se plantó delante de Caperucita y con una mirada de desesperación y una sonrisa algo aterrorizante dijo:

-¿Qué hace una chica indefensa tan tarde por el bosque? ¿no sabes que puede ser peligroso ir sola por estos caminos?

-Ah!, qué susto, –exclamó Caperucita sorprendida. Voy a casa de mi abuelita a llevarle sus medicinas –contestó algo asustada.

Al mirar fijamente a Caperucita y escuchar su dulce voz, el lobo se sintió extraño, no sabía qué le pasaba, estaba muerto de hambre y aun y así se le hizo un nudo en el estómago, el corazón se le aceleró y cuando miró nuevamente a Caperucita se puso rojo como un tomate y bajó la vista. Era como si le hubieran lanzado un hechizo, el lobo se había enamorado de la joven.

-Perdón, no quería asustarte -dijo el lobo vergonzoso- sólo pretendía avisarte.

-Pues casi me matas de un susto –contestó riéndose- me llamo Caperucita.

-Hola. Esto… como  he visto que llevabas esa cesta, pensé que necesitarías ayuda –dijo el lobo con la intención de que no descubriera sus intenciones.

-Gracias, eres muy amable –dijo Caperucita- si quieres puedes acompañarme hasta casa de mi abuela, puedes cenar con nosotras si quieres, el camino es bastante largo.

El lobo sorprendido por la tentadora oferta de Caperucita, contestó:

-¡Sí! Me encantaría, la verdad es que llevo mucho tiempo sin comer nada. Por favor deja que yo lleve esto –dijo mientras acercaba su hocico a la nansa de la cesta.

 

Por el camino estuvieron todo el rato hablando y riendo. Cuando llegaron a casa de la abuela, Caperucita abrió la puerta. Su abuela estaba sentada al lado de la chimenea tejiendo unos guantes para su querida nieta.

-Hola, Caperucita, ¿Qué, traes compañía? –preguntó la abuelita.

-Sí, me he encontrado al lobo por el camino y como se ha ofrecido a ayudarme, he pensado que se puede quedar a cenar, como agradecimiento.

El lobo entró lentamente y dejó la cesta encima de la mesa:

-Buenas tardes, señora –dijo el lobo a continuación.

-Te hemos traído tus medicinas –dijo Caperucita.

-Gracias, sois muy amables –contestó la abuelita- la mesa ya esta lista podéis comer todo lo que queráis.

Durante la cena, la abuela observó de arriba a bajo al lobo, no entendía muy bien por qué su nieta lo había traído a su casa, pero al mirarlo se dio cuenta de que no era malo, sólo tenía un hambre de perros. Ahora su mirada expresaba timidez y vergüenza, no parecía el mismo de antes.

Después de cenar la abuela le hizo una pregunta un tanto incomoda para el lobo:

-¿Tienes casa?, perdona si te ofendo, pero es que tu ropa esta toda rota y da la impresión de que no has comido nada en mucho tiempo.

-No, señora, yo vivo solo en el bosque y apenas tengo nada –dijo el lobo avergonzado de sí mismo.

Se hizo el silencio, después de unos segundos la abuela dijo:

-¿Qué te parece si te quedas a vivir aquí? Ya que has sido tan amable con nosotras y mi hija y mi nieta tienen otras cosas que hacer, podrías hacerme los recados a cambio de una casa, comida y ropa decente. El lobo, emocionado, se levantó y abrazó a la abuela:

-¿De verdad?-pregunto el lobo sorprendido- ¡Muchísimas gracias!, le juro que seré bueno –exclamó el lobo.

-Y si te apetece, puedes venir a verme siempre que quieras, seguro que nos divertimos mucho juntos –dijo Caperucita muy feliz.

A partir de aquel día el lobo y Caperucita se hicieron muy amigos, iban siempre juntos, y el lobo se convirtió en un ser amable y bondadoso. Si alguien se perdía en el bosque en vez de comérselo le ayudaba a encontrar el camino de vuelta. Pero a pesar de todo esto él nunca confeso a nadie sus sentimientos hacia Caperucita, y  simplemente se conformó con estar junto a  ella, tener toda su confianza y cariño, y protegerla y ayudarla siempre que pudiera.

Inés Mayo (4º B)


El musical de la Caperucita Roja


Érase una vez que se era, un pueblo pequeñito, en el cual vivía una chica muy guapa de sonrisa sonrojada. La llamaban Caperucita Roja porque siempre llevaba el vestido y el gorrito rojo, cuando era pequeña. Ahora había crecido y se había hecho un poco mayor pero la seguían llamando así.

Como cada mañana, al salir el sol, se levantó cantando. Aquel día se sentía eufórica. (1)

- ♪ Quiero vivir, quiero gritar, quiero sentir, el universo sobre mí, quiero encontrar mi sitio  ♪ - cantaba - (2) ♪ Esta soy yo, dicen que soy, un libro sin argumento, dicen que soy una chica normal, con pequeñas manías que hacen desesperar, que no sé bien, dónde esta el bien y el mal, ¿Dónde está mi lugar? Y esta soy yo asustada y decidida una especie de extinción tan real como la vida. Y esta soy yo, ahora llega mi momento, no pienso renunciar no quiero perder el tiempo! ♪ -


Caperucita bajó del piso de arriba para desayunar. Mientras desayunaban, su madre no paraba de hablar, hablar y hablar. Finalmente su madre le dijo que aquel día tenía que ir a casa de la abuela porque estaba enferma. Y que quería que le llevase una cesta con un pastel y un pote de mermelada. Caperucita estuvo de acuerdo y se fue a vestir rápidamente. Se puso unos pantalones y una gorra roja. Cogió la cesta y le dio un beso a su madre que le advirtió que por el camino  andaba un peligroso y astuto lobo, por lo tanto le dijo que tuviera cuidado, porque también tenía fama de viciosillo.

Su hija se despidió de ella y se puso a cantar de nuevo, mientras le decía adiós a su madre.

- (3)♪ Cuando me dices adiós, no siempre es una hasta luego, cuando empieza lo mejor, parece que tengas miedo, pero me aseguras que nos vemos en el camino, que queda por recorrer, quiero que vengas conmigo y a tu lado amanecer ♪-

Caperucita iba por el bosque cantando y haciendo gestos. No sabía que el lobo estaba por allí cerca. De repente alguien saltó de un árbol y paró justo enfrente de Caperucita. ¡Era el lobo!


(4)♪ Qué chulita estás, cuando haces un gesto con el dedo y me dices ven mientras te sueltas el pelo, niña mal criada y consentida, eres lo mejor que a nadie le haya pasado en la vida. Qué chulita estás con esos pantalones rotos y vas por ahi provocando terremotos niña caprichosa y descarada. Hay un ángel en tu boca y un diablo en tu mirada, me pones a cien, se me va de las manos... ♪ - cantaba el lobo.

A Caperucita no le sorprendió lo que le estaba cantando el lobo. Él ya tenía fama de pervertido y de vicioso. Todo el pueblo estaba alarmado, no sabían qué hacer con él, porque, a parte, también era un ladrón muy peligroso. Caperucita decidió no hacerle caso y seguir adelante, pero el lobo se le plantó de nuevo delante.

- ¿Se puede saber qué quieres? – protestó Caperucita.

- ¿Yo? Yo nada... – dijo desentendido – Por cierto, ¿dónde vas, preciosa?

- Voy a casa de mi abuela porqué está enferma ¿vale? Y tengo prisa por si no lo sabías...

- ¿Con  que tu abuela, ¿eh? Si tanta prisa tienes, ¿por qué no coges un atajo? – dijo el lobo.

-¿Un atajo? – dijo Caperucita sorprendida.

- Si, maja, si, un atajo. – Entonces el lobo se le puso a indicar el camino con el dedo.

- ¿ Y seguro que esto es un atajo? Es que lo veo muy complicado...

-Mira, chica, yo sólo te he propuesto que cojas este camino que es más corto, pero que lo hagas.... ¡Allá tú!

- Vale, vale... – dijo Caperucita sin estar muy convencida... -  Cogeré el atajo... – pero antes de acabar la frase, el lobo ya había desaparecido.


(5)♪ Aire, soy como el aire, pegado a ti, siguiéndote a ganar, porque te juro que soy aire. Soy como el aire, pegado a ti. No puedes escapar. No te resistas nunca! ♪ - Cantaba el lobo corriendo hacía la casa de la abuela. Finalmente llegó y, sin picar la puerta de la casa, entró de golpe. Cogió a la abuela y la encerró en el armario con llave. Seguidamente se disfrazó de ella, es decir, se puso su camisón rosa, su gorrito y sus gafas. Después se puso en la cama e hizo ver que era la abuela y se tapó con la sábana como si estuviese enfermo, esperando que llegara Caperucita y se creyera que él era su abuela.


Mientras tanto, Caperucita aún estaba en el bosque.

- ¡Me ha engañado! – Caperucita estaba muy furiosa - ¡Ese lobo asqueroso me ha tomado el pelo!

Después de veinte minutos, por fin, Caperucita llegó a casa de su abuela.

Primero picó en la puerta y con un hilo de voz (imitando a la abuela) dijo:

- Adelante....

- Hola, abuelita – dijo Caperucita toda feliz, y le dio dos besos.

- Hola, cielo... ¿Cómo va todo?

- Bien.. muy bien – Caperucita se calló un momento y finalmente dijo – Oye, abuelita, te veo muy.... ¿cómo decirlo?... cambiada.... No sé.. No pareces la misma...

-¡Ay, hija mía... Es porque ya no me vienes a visitar tanto como antes!

- Ya, ya... pero es que tienes unas orejas muy grandes...

- Es para escucharte mejor. Porque como has crecido pues seguro que tienes más cosas que contarme, cielo.

- Puede...- dijo Caperucita sin estar convencida del todo – Pero, abuela, también tienes una nariz muy grande....

- Eso es para olerte mejor, cariño.

-Bueno... ¿pero los ojos? Los ojos te los veo mucho mas grandes.

- Es para verte mejor preciosa. Es que cada día estás más hermosa.

-Ya... pero dime... ¿Qué me dices de la boca? ¿Por qué tienes la boca mucho más grande?

- Eso es... PARA COMERTE MEJOR!!!!

- AAAAAAAAAAAAArrrrrrrrrrrrrrrrrgggggggggggg!!!!!!


Mientras tanto, la madre de Caperucita estaba preocupada ya que su hija tardaba bastante en volver... Entonces decidió salir al bosque a buscarla desesperadamente.

Buscaba y buscaba pero no obtuvo resultado.

Finalmente se encontró a su amigo el cazador. Le comentó lo de su hija y el cazador gritó alarmado:

-¡Oh, no!, Seguramente el lobo la habrá engañado. Ahora tal vez tu hija esté en peligro.

- ¿ Y qué podemos hacer? – dijo la madre llorando

-Ir a casa de la abuela! Rápido – gritó el hombre


Los dos corrieron como locos.

Por fin entraron en casa de la abuela y todo pasó tan rápido que sólo se oyó un disparo de una escopeta y el lobo quedó tendido en el suelo.

(6)♪ Es mi mundo sin ti , ahora que sin dudar te dije adiós que es mi mundo sin ti
al dejar este abismo entre los dos
Márchate y llora por mí
que has perdido tu oportunidad
me engañaste y ahora tendrás que sufrir
porque ya no quiero verte
ya no quiero verte
ya no quiero verte más
Por mí te puedes ir al cuerno
basta ya de tus mentiras! ♪

 

El cazador por fin había logrado matar a su enemigo nº1. Madre e hija se abrazaron mutuamente. Se preguntaron que dónde podía estar su abuela. De repente oyeron unos golpecitos en el armario y lo fueron a abrir. Era la abuela que estaba encerrada.

Finalmente la sacaron del armario. Todo acabó en un susto y todos fueron felices y comieron perdices.

(1) Amaral – El universo sobre mi

(2) El sueño de Morfeo – Esta soy yo

(3) El sueño de Morfeo – Nos vemos en el camino

(4) Leo – Me pones a cien

(5) Pedro Marín – Aire

(6) Soraya Arnelas – Mi mundo sin ti

Nora Bahhar El ouahabi (4º A)

 

 

La Caperucita buena, el lobo malo y el cazador

 

Un día muy bonito, yo estaba paseando por el bosque con mi escopeta. Los pajaros cantaban y alegraban a cualquiera que pasara por allí en ese momento, y el sol alumbraba todo el camino y picaba en la piel.''El lobo malo siempre se escapa'', pensé. Pero nunca me rendiré.

Seguí mi camino, y entre unos arbustos vi a Caperucita con un ramo de flores muy bonitas.

 

-¡ Hola, caperucita, qué flores más bonitas! - dije.

- Hola, cazador. Son para mi abuelita. También le traigo pastelitos, que le hacen mucha ilusión- dijo sonriéndome.

-¿ Por casualidad no habrás visto al lobo malo por el camino, verdad?-le pregunté con cara de esperar una respuesta, evidentemente positiva, y así tendría la oportunidad de atraparle.

- Pues sí, le he visto. Y me ha preguntado que para quién eran mis flores. Yo le dije que para mi abuelita y después se fue.

En ese momento me entró un escalofrío por el cuerpo. Y empecé a dar saltos de alegría.

 

- ¿Qué te pasa?- me preguntó Caperucita- ¿por qué estás tan feliz?

- ¡Ah, nada nada..! cosas mías..- le dije disimulando- ¿y no te dijo nada más?

- No. Lo malo era que olía muy mal y estaba muy feo.

- Ja ja ja - me reí - ¡Eso es típico de él, nunca se lava, es un guarro!

- Es verdad - dijo sonriéndome.

- Muchas gracias, Caperucita, ya puedes ir a ver a tu abuelita, y dale saludos de mi parte.

- Lo haré, ¡adiós!- me dijo despidiéndose con la mano.

Nada más irse, me apresuré a esconderme detrás de unos árboles, así, cuando llegase el lobo, podría atraparle y acabar con él.

 

Estuve esperando varios minutos y, me senté en el suelo. Yo tenía un mal presentimiento, no me explicaba como podía tardar tanto. Un momento depués escuché de dentro de casa de la abuelita: ''¡Para comerte mejor!, entonces pensé lo peor, y fui en busca de ayuda.

Sabía que el lobo se encontraba dentro de casa de la abuelita de caperucita y que había hecho algo malo, y si yo entraba podría hacerme daño, y eso no lo podía permitir. Una vez volví, con ayuda del segador del pueblo, entré en casa de la abuelita.

 

Y me sorprendí al ver al animal que llevaba tanto tiempo buscando, tumbado boca arriba en la cama de la abuelita durmiendo como un cerdo y, al rededor, una soledad que me hacía pensar lo peor. Vi que tenía la panza muy hinchada y dije a mi compañero:

 

- ¡Este lobo ya podría hacer un poco de dieta, que está demasidao gordo!

El segador ni se inmutó, él sabía algo que yo ni me figuraba, y no le hacía gracia el chiste que hice, después me preguntó:

 

-¿ No has pensado que ellas dos pueden estar dentro?- dijo enfurecido.

Yo no sabía qué contestar, mas no pude resistir ir a cojer piedras y, depués llenarle la panza con ellas y salvar a las dos señoritas.

 

Y eso hice. Cuando abrí la panza de aquel maloliente lobo, la abuelita saltó y me abrazó y Caperucita me daba las gracias repetidas veces.

 

- ¡Gracias de verdad, gracias!- me dijo Caperucita, alegre.

- No ha sido nada- les dije- ahora sólo hay que meter las piedras dentro de la barriga del lobo y esperar a que se despierte.

 

Pero antes, saqué mi Emporio Armario y le rocié todo el cuerpo con mi super colonia. Me dolió tener que hacer eso, porque esa colonia me traía muchos recuerdos de la discoteca y , claro, las chicas me venían como moscas.. Bueno, a lo que iba: cuando el lobo despertó, no paraba de preguntarse por qué la barriga le pesaba tanto. También decía que tenía mucha sed, como nunca. Y, después de preguntarse tanto, dijo: Estas mujeres estan demasiado gordas para mi barriga, no puedo con ellas.

Mientras tanto la abuelita le estaba escuchando y se enfadó mucho con él. Fue hacia él y, cuando lo tuvo delante, cogió su garrote, lo puso  sobre sus piernas y le empezó a dar en trasero:

 

- ¡Esto te pasa por ser un maleducado, y faltar el respeto a la gente mayor!- dijo la abuelita enfadada.

- ¡Lo siento, lo siento!- gritaba llorando.

Mientras caperucita y yo nos estabamos riendo del animal.

- ¡Esto es para grabarlo en vídeo!- dije.

 

Y Caperucita no paraba de reirse.

Cuando la abuelita soltó al lobo, éste quería irse corriendo, pero como tenía la barriga llena de piedras, no pudo. Y la abuelita, para rematar el trabajo, cumplió mi sueño, ese que tanto estaba esperando.

Cogió al lobo y lo echó a la cazuela.

- Ya tenemos la comida para esta noche.- dijo satisfecha - y he de reconocer que olía muy bien, así que al cocido le dará un buen sabor.

 

Caperucita, cuando pudo recobrar el aliento de tanto reirse, le dio los pastelitos que su madre le había dado para ella.

Entonces la abuelita se puso muy contenta y nos invitó a comer.

La próxima vez, tendré que pensarme dos veces lo de decir algún chiste, porque como me escuche la abuelita, soy hombre muerto.

 

Y aquí acaba la aventura. Y la abuelita, Caperucita y yo, fuímos felices sin el lobo, y comimos pastelitos toda la tarde.

 

Cristina Sánchez (4º ESO)

 

La Caperucita Roja (crónica de un suceso)

Ayer, en un pueblo del Pirineo, gracias a Caperucita Roja, a su abuela y a un cazador, se dio muerte al lobo que habitaba en el bosque, motivo de todos los temores de la gente del pueblo.

Eran más o menos las tres de la tarde cuando Julia- madre de Caperucita Roja- envió a la niña a casa de su abuela, que vivía en medio del bosque. La abuela no se encontraba demasiado bien y Julia había decidido llevarle un poco de comida en una cesta. Pero ella tenía que ayudar a su hijo menor con los deberes y, por lo tanto, envió a su hija, previniéndole de que no se saliera del camino y que no se parase bajo ninguna circunstancia.

Según Caperucita, la primera media hora del trayecto fue muy tranquila, pero entonces vio, a unos metros del camino, unas magníficas flores. Sólo eran unos pocos metros, así que salió del camino y empezó a hacer un ramo de esas preciosas flores para su abuela. Cuando volvió al camino, se encontró con un lobo.

“ Iba vestido con un traje de chaqueta negro y estaba sentado en una gran roca. Parecía que me estuviera esperando” declaró ella.

Caperucita nos explicó que quiso gritar, pero que el lobo le dijo que no tuviera miedo, que no le haría daño.

“ Me preguntó qué llevaba en la cesta. Yo estaba atemorizada, pero igualmente le dije lo que llevaba”, nos contó Caperucita.

El lobo, al escuchar las palabras de ella, le preguntó a quién se lo llevaba.

“ Sí, se lo dije. ¡ Y ojalá no lo hubiera hecho! La verdad es que no imaginaba lo que podría pasar si se lo decía”, se lamentó Caperucita, mientras se abrazaba a su abuela.

Caperucita nos contó que después de decirle donde iba, el lobo insistió en acompañarla, alegando que últimamente el bosque era muy peligroso para una niña. Ella aceptó, ya que el lobo tenía parte de razón.

Al cabo de un cuarto de hora se encontraron que el camino se partía en dos. El lobo le dijo que fuera por el camino de la derecha, ya que era más corto.

“ La verdad es que lo encontré extraño. Yo siempre había ido por el de la izquierda. Mi familia y yo siempre íbamos por ese ya que pensábamos que era el más corto” declaró ella. “ Pero él me dijo que el de la derecha lo era más. Me preguntó si alguna vez había ido por ese, le contesté que no. Entonces me dijo que en tal caso era imposible que yo supiera que el de la derecha era más corto.”

El lobo consiguió convencerla y él se fue por el de la izquierda para que ella se diera cuenta de que le decía la verdad.

Cuando la Caperucita Roja llegó por fin a casa de su abuela eran pasadas las cuatro y media. El lobo la había engañado, el de la derecha era más largo.

Cuando entró en casa de su abuela la encontró en la cama. Se acercó a ella.

Caperucita nos explicó que desde el primer momento que la vio la encontró extraña pero no hizo caso, ya que pensaba que serían imaginaciones suyas.

Empezó a preguntarle con curiosidad por sus enormes manos, orejas, ojos y boca.

“ Cuando le pregunté lo de las manos me contestó que era para abrazarme mejor. Cuando le pregunté por las orejas, que era para escucharme mejor. A la pregunta de los ojos me contestó que eran para verme mejor. Y cuando le pregunté el porqué de esa boca tan grande... ¡me dijo que era para comerme mejor!”, nos dijo aterrorizada Caperucita. “ Fue horroroso.”

Después de esas temibles palabras, el lobo se abalanzó sobre ella y se la tragó de un bocado.

“ Fue una tortura escuchar como ese lobo del diablo hablaba con mi querida nieta. Sólo entrar por la puerta se abalanzó sobre mí y se me comió. Luego se puso ropa mía y se estiró en mi cama. Yo lo escuchaba todo desde su vientre. Cuando oí como mi querida nieta entraba en casa empecé a gritar con todas mis fuerzas para prevenirla, pero fue inútil, no me escuchaba. Diez minutos después, a ella también se la había comido y podía notar como ella estaba a mi lado” nos relató la abuela.

Caperucita y su abuela nos contaron que después de comérselas, el lobo se durmió.

“ Roncaba muchísimo”, apuntó Caperucita, divertida.

Estuvieron una media hora así, hasta que escucharon como se volvía a abrir la puerta de la entrada.

“ Cuando abrí la puerta y vi al lobo dormido en la cama de la abuela que yo llevaba dos semanas buscando, lo entendí todo” explicó el cazador. “ Fui directo a buscar unas tijeras y le abrí el vientre. Y, tal como pensaba, salió la abuela, ¡ pero también su nieta!” describió, aún sorprendido.

Sólo salir, Caperucita salió corriendo a fuera de la casa y volvió a entrar con dos grandes piedras. Entre los tres las pusieron dentro del vientre del lobo y lo cosieron.

“ Entonces solo faltaba esperar a que se despertara”, nos señaló el cazador.

Cuando el lobo se despertó, intentó salir corriendo, pero el peso de las piedras le hizo caer al suelo, y ahí mismo quedó muerto.

El cazador le arrancó la piel al lobo, y después de arreglarla la extendió en el salón de abuela.

“ Nunca más volveré a entretenerme cuando mi madre  me haya dicho que no me entretenga por el camino” nos prometió Caperucita, para concluir.

Ahora, extendido en este salón, el lobo ya no parece tan feroz.

Sara López-Grado Vela (4º ESO)





Relato de una vieja

Había una vez una hermosa niñita a la que llamaban Caperucita Roja porque su madre le había hecho una caperuza de ese mismo color. Un día su madre la mandó con una cestita con víveres a casa de la abuelita, ya que ésta estaba enferma. Caperucita empezó a andar por el bosque y por el camino se encontró al lobo feroz. Éste le preguntó adónde iba y la niña se lo explicó. El lobo, hambriento como estaba, se las ingenió para decir que él también quería visitar a la abuelita, para saber dónde vivía y para mandar a la pequeña por el camino más largo y tirar él por el más corto. Cuando llegó a la casa, fingió ser Caperucita para que la abuela le dejara pasar, y en cuanto entró devoró a la pobre mujer. Después se puso su ropa y se metió en la cama. Al rato llegó Caperucita, y el lobo, desfigurando su voz, la hizo pasar. Después de mantener una absurda conversación, se comió a la niña…

¡Mentira! ¡Eso es más falso que el matrimonio de Michael Jackson! Esto es lo que realmente pasó:

Venía yo de mi encuentro sexual con mi profesor de yoga, cuando pasé por delante de la casa de mi hija. Decidí hacerle una visita; pero antes de que picase a la puerta oí voces que salían por una ventana abierta:

-         ¡La vieja loca de tu abuela no estira la pata! La muy guarra tiene una salud de hierro…- Dijo la inconfundible voz de mi hija.

-         ¡Joder! ¡Pues yo quiero cobrar ya la herencia!- Replicó mi nieta.

-         Tengo un plan. ¿Sabes lo que vamos a hacer? Vamos a envenenar a la abuela.

-         ¿Qué vas a hacer? ¿Cocinar para ella?

-         No, idiota. Vamos a echarle matarratas a estas pastitas con miel.

Y con horror vi como mi propia hija, mi única hija, echaba veneno a un manjar que probablemente luego debería comer yo. Efectivamente, después mi hija le dijo a Caperucita que llevase las pastas a mi casa. Las metió en una cesta y se las dio.

- Yo no quiero ir sola por el bosque.- dijo la niña.

- ¿Por qué?- Preguntó mi hija.

- Porque soy demasiado sexy y si me ve el lobo me hará cosas malas.

- Está bien. Yo te acompañaré.

Y antes de que saliesen las dos traidoras de la casa, eché a correr a toda velocidad (para algo había sido campeona de atletismo en el 1849) en dirección a mi morada. Por el camino, en el bosque, me encontré a mi amigo el lobo feroz y le dije:

- Si ves a una mujer andar por aquí con una niña, les tiras una pedrada a las dos.

El lobo asintió y yo seguí mi camino. En cuanto llegué a casa me metí en la cama. Al rato picaron a la puerta y yo le dije a la visita que entrase. No sé por qué, pero sólo venía mi nieta. Vino a besarme la muy hipócrita y se sentó a mi lado. Como siempre que venía a verme me hacía preguntas estúpidas: - ¿Qué tal?; ¿Viste Sexo en Nueva York el otro día?, etc. Al finalizar la conversación, llegó el momento que más temía. Mi nieta me dijo:

-         Abuela, te he traído estas pastitas con miel. Toma una.- Cogió una y me la ofreció. Entonces yo exploté y le dije:

-         ¡Se las va a comer tu puta madre montada en bicicleta!

Y salté de la cama y la enganché del cuello. Entre tantos gritos y golpetazos, alguien le dio una patada a mi puerta, la abrió, y vi que el que fuese llevaba una escopeta: era un cazador.

- ¡¿Qué pasa aquí?!- gritó él muy chulo.

- ¡Yo no quiero armas en esta casa!- grité yo.

Y me lancé hacia él y le arrebaté la escopeta. En ese momento llegó el lobo a mi casa y dijo:

- ¡Ya tengo fuera de juego a la madre, pero la niña se me ha…!- Enmudeció de golpe al ver a mi nieta.

Mi nieta me miró a mí y yo puse cara de dignidad. Yo ya estaba harta de esa situación así que di un tiro al aire y dije:

-         ¡Venga, todos fuera de esta casa menos el lobo!

Y a los dos elementos les faltó terreno para salir corriendo.

Esta es la verdadera historia.

Os interesará saber que con mis ahorros (un dinero que nunca verán ni mi hija ni mi nieta), me compré una mansión en Miami al lado de la de Julio Iglesias, y que ahora estoy tomándome un mojito al lado de mi gran piscina junto a mi marido, el lobo.

Por cierto, yo no sé lo que le hizo mi esposo a mi hija (porque siempre que se lo pregunto se hace el loco), pero sé que desde entonces mi hija le ha cogido miedo a ir al zoológico.

Sergio Fernández (4º ESO)

 

El cuento de Caperucita Roja contado por la abuela loba a sus nietos lobeznos




Os voy a explicar lo malas que pueden llegar a ser las caperucitas. Para que lo entendáis mejor, os explicaré lo que le sucedió a un lobo amigo mío hace ya un tiempo.

Este lobo estaba un día en su casa haciendo la siesta cuando de pronto escuchó unos pasos en su jardín y un canto algo desafinado que hizo huir a los pájaros de allí. Se levantó con la intención de ver quien era, de decirle que se fuera de su jardín y que además con sus gritos molestaba a los animales del campo. Vio que era una niña de unos nueve años que iba vestida de rojo con una capucha, como si no quisiera que la vieran. Tenía el pelo largo y rubio, los ojos muy azules e iba con una cestita en la mano. Estaba saltando y canturreando, pisoteando sus flores y arrancándolas, cosa que no le hizo mucha gracia ya que le costaba mucho trabajo mantenerlas bonitas y la jardinería le apasionaba.

De todos modos, ya que era muy valiente, se acercó a la niña y le preguntó que qué hacía ella allí.

La niña sin miedo y con un tono de vacilación le dijo que recogía flores para llevárselas a su abuela. Después se dio media vuelta y siguió arrancando flores de los arbustos del lobo y gritando una canción. Se puso a trepar por los árboles fruteros del lobo y empezó a coger manzanas y limones.

El lobo le preguntó con buenos modales, ya que era una niña pequeña, qué hacía, que ya le había dicho antes que ese era su jardín y que se marchara. La niña le dijo que no se iba a ir hasta que no acabara de coger las frutas para su abuela. Y como el que oye llover siguió con su faena.

Al lobo se le estaba acabando ya la paciencia porque esa niña tan repelente no le hacía ni caso. Caperucita, desobediente, se dirigió al árbol de las naranjas y como ya estaba cansada de trepar y no alcanzaba a coger una naranja, cogió un palo largo y le empezó a dar al árbol intentando hacer caer la fruta.

El lobo, enfadado ya, se dirigió hacia la niña y le quitó el palo. Ella enrabiada, empezó a chillar, y el lobo sin hacerle caso se dio media vuelta para marcharse, pero Caperucita de un salto se le subió encima y  empezó a tirar de los pelos al lobo. El lobo se sacó a la niña de encima y le dijo por última vez que se marchara. La niña le sacó la lengua y se marchó mirándolo por encima del hombro. Mientras se iba mató a una avispa que iba volando libremente ya que el bosque era su casa.

Así que el lobo decidió darle una lección para que aprendiera a respetar el bosque, a sus habitantes y a comportarse. Como el lobo ya sabía donde estaba la casa de la abuelita, se adelantó a Caperucita y logró hablar con la abuela. Cuando llegó le abrió la puerta una simpática viejecita de baja estatura y de ojos saltones. Le explicó la situación y ella estuvo de acuerdo en que su nieta merecía una lección. La abuelita aceptó permanecer fuera de la casa hasta que el lobo la llamara y se fue a dar una vuelta por el bosque. Le prestó al lobo algunas prendas suyas y él se disfrazó de ella.

Cuando llegó la niña el lobo la invitó a pasar a la habitación donde estaba él acostado.

Llegó cansada  y le dijo algo desagradable acerca de sus grandes orejas, pero el lobo trató de ser amable y le contestó que sus grandes orejas eran para oírla mejor. Después le preguntó por su gran nariz, que bastante acomplejaba al lobo. Él le dijo que era para olerla mejor. Luego hizo un comentario sobre sus ojos saltones. El lobo ya estaba cansado de los comentarios tan despreciables de esa niña y le respondió que eran para verla mejor. Pero su siguiente insulto sí lo cabreó. Siempre había tenido problemas con sus grandes y feos dientes. Había llevado ortodoncia durante más de tres años. Y esa niña le hizo un comentario muy despreciable. El lobo, que ya no podía contenerse más, saltó de la cama y le gruñó, enseñándole toda su dentadura y diciéndole que eran así de grandes para comerla mejor.

El lobo corrió detrás de ella para intentar calmarla, ni mucho menos se la iba a comer, pero la niña no paraba. Empezó a correr por toda la habitación y a gritar como si fuera un cochinillo al que están matando. De repente, la puerta se abrió y apareció un cazador con una gran escopeta en la mano. El lobo, sabiendo que corría peligro, saltó por la ventana y escapó.

Esta es la historia de un amigo mío.

 

Tenéis que saber que las caperucitas son unas niñas pequeñas muy repelentes, crueles y que no tienen ningún respeto por nada.

Las reconoceréis por su capa y su capucha roja, por su pelo rubio y rizado y los ojos azules. Tienen una cara muy bonita, de niña buena, pero engañan. Su chillido se escucha a un kilómetro a la redonda y cantan muy mal.

Si os cruzáis con alguna huid, porque la historia de mi amigo el lobo tuvo un final feliz pero podía no haberlo sido.

Maria García Jiménez (4º A)


Cabeza de Lechuga y la Caperucita Loca

 

Había una vez un lobito muy pequeñito. Su madre le había hecho un gorro verde y el lobito lo llevaba tan a menudo que todo el mundo le llamaba Cabeza de Lechuga.

Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela loba que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí la Caperucita Loca.

Cabeza de Lechuga, recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. El lobito tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita loba, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...

De repente vio a la Caperucita, que era enorme, delante de él.

- ¿A dónde vas, lobito?- le preguntó la Caperucita Loca con su voz ronca.

- A casa de mi Abuelita- le dijo Cabeza de Lechuga.

- No está lejos- pensó Caperucita para sí, dándose media vuelta.

Cabeza de Lechuga puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo setas: - La Caperucita Loca se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso cesto de setas además de los pasteles.

Mientras tanto, la Caperucita Loca se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era su nieto. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada de la Caperucita.

La Caperucita metió a la Abuelita en una olla de la cocina, y se puso el gorro verde de ésta, se metió en la cama y cerró los ojos.

No tuvo que esperar mucho, pues Cabeza de Lechuga llegó enseguida, muy contento.

El lobito se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.

- Abuelita, abuelita, ¡qué pelo más rubio tienes!

- Es porque hoy fui a la peluquería- dijo la loca tratando de imitar la voz de la abuela.

- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más azules tienes!

- Es porque me he puesto lentillas- siguió diciendo la Caperuzita.

- Abuelita, abuelita, ¡qué olor viene de la cocina!

- Es para…- y diciendo esto, la Caperuzita Loca se abalanzó sobre el lobito y lo echó en la olla, tras haberlo atado con cuerdas, lo mismo que había hecho con la Abuelita. Luego, se zampó a las dos.

Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y, creyendo adivinar las malas intenciones de la Caperucita, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y a la Caperuzita tumbada en la cama, dormida, de tan llena que estaba.

El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre de la Loca. La Abuelita y el lobito estaban allí, ¡Vivos!.

Para castigar a la Capetuzita Loca, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísimo frío, y se dirigió a la chimenea para calentar sus sucias manos. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el fuego de cabeza y muriño quemada.

En cuanto a Cabeza de Lechuga y su Abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Cabeza de Lechuga había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no fiarse de ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, llevaría siempre una navaja en la cesta, por si alguna Caperucita Loca, se atrevía a meterse con él.

Sarái Vázquez (4º A)

La Caperucita Roja

(Por la abuela)


Bueno, voy a contaros una historia en la que le di un buen escarmiento a mi nietecita Caperucita.

Yo estaba en casa con un resfriado de mil demonios, cuando sonó el teléfono. Era mi hija, que me contaba que estaba harta de Caperucita que siempre estaba comportándose mal y que no la obedecía, que si yo podía hacer alguna cosa…

Así que ideé un plan.

Yo vivo en el bosque, y tengo muchos amigos que me vienen a visitar para tomar café y mi apreciado pastel de frambuesa (que me sale divino), y bueno, entonces llamé a mi amigo Lobachón, un lobo de la zona muy simpático.

 

Entonces le dije:

-Lobachón, soy yo, Mercedes, la abuelita, quería contarte una cosita, verás…-y le conté- le quiero dar un buen escarmiento a Caperucita, mi nieta, de la que tanto te he hablado, porque esta niña nos tiene a todos con la cabeza como un bombo. Yo ahora la llamaré y le diré que venga por el camino que venía siempre de pequeña conmigo, que estoy enferma y que de paso me traiga frambuesa y más ingredientes para hacerle mi famoso pastel del bosque. Entonces ahí es cuando tú entras… tendrás que ir y hablarle, caerle simpático y decirle que conoces un atajo, que será el camino largo. Entonces, cuando ella tome el camino largo, tú vienes por el corto, llegas a mi casa y allí te disfrazaras de mí y harás como si te la fueras a comer. Cuando llegues a mi casa te lo acabo de explicar, ¿de acuerdo?

-Hecho, ¡hasta luego! voy marchando hacia la entrada del bosque pero a cambio del esfuerzo quiero una recompensa…-le dijo Lobachón

-No te preocupes… tendrás también tu trocito de pastel de frambuesa

-¡Gracias, Mercedes! Hasta luego.

-No, gracias a ti, adiós.

 

Llame a mi nieta:

-¿Caperu? Soy yo, tu abuelita Mercedes, que estoy muy malita y me gustaría que vinieras a verme…

-¿Ahora? Jopeé… abuela… es que estaba jugando en el ordenador y no me apetece…

-¿No quieres ver a tu abuelita?

-Sí pero…

-¡no hay peros que valgan! Ven a verme y tráeme los ingredientes de siempre, que de paso te hago tu pastel preferido- le cortó Mercedes antes de que pudiera protestar.

-Vale…, ahora iré…, hasta ahora.-y Caperucita colgó el teléfono.


Caperucita se puso en marcha, cogió el cesto de mimbre con los ingredientes en su interior y se despidió de su madre bruscamente.

Por lo que me contó Lobachón, vio a Caperucita por el bosque con el cesto y escuchando música con un aparato que llevaba.

Él se acercó a mi nieta y entabló conversación con ella.

-Hola, bonita, ¿qué te trae por este bosque tan frío y húmedo?

-Pues mira, que le tengo que llevar esto a la pesada de mi abuela, que siempre está igual, que si tráeme esto o lo otro… claro, como ella ya esta vieja, viene a molestar a los demás.

-No tienes que ser así…

-A ¿no? Pues vale, ya tengo suficiente gente que me lleva la contraria, no me hace falta hablar contigo para ponerme más de mal humor.

Lobachón como tenía que ganarse su confianza actuó como si Caperucita tuviera razón.

-Oye, perdona, lo siento, me he comportado muy mal, perdóname, tienes razón, te tratan mal, tú sólo tienes 15 años y lo que necesitas es libertad y hacer tu vida, no que los demás estén encima de ti.

-Vaya…, veo que me comprendes… ¡por fin alguien que me entiende!

-Sí, yo también tuve tu edad, pasé por lo mismo…

-Ya

-Bueno, ¿cómo te llamas?-preguntó Lobachón

-Caperucita, sí, lo sé, es un nombre un tanto cutre.

-Para cutre el mío, que me llamo Lobachón.

-ja ja ja-rió. Tienes razón.

-¿Dónde vive tu abuela?

-Al lado del riachuelo, entre los dos árboles mayores.

-Ah… sí, ya sé dónde está, ¿me dejas que te explique un atajo que no tiene pérdida?

-Vale, pero, ¿me acompañas?

-No puedo, es que he quedado con una amiga mía.

 

Lobachón le explicó la ruta que debía tomar y Caperucita le hizo caso y la cogió. (A veces mi nieta se deja influenciar demasiado, así está de rebelde, seguro que son sus amistades.)

Mientras Lobachón estaba a punto de llegar llamé a un cazador de la zona (un buen amigo mío, con él que de joven había tenido alguna aventurilla.)

Le expliqué toda la historia y le dije que él tenía que llegar cuando Lobachón hiciera que se iba a comer a mi nieta y que me sacara del armario que yo estaría allí, como si me hubiese secuestrado Lobachón para comerme después. Juan (era el nombre del cazador) aceptó la aventura, pero si le daba también después un poco de pastel que iba a preparar.

Lobachón llegó a casa enseguida, y se puso mi bata de guata, mis rulos y mi mascarilla anti-arrugas para que no se le reconociera mucho la cara y se metió en mi cama. Yo me escondí dentro de mi armario en el que, como soy chiquitina, entraba bien.

Al cabo de un rato llamaron a la puerta:

-¡Abuela!, soy yo ¡tu nieta Caperu! Por fin he llegado, ¡abre!

Lobachón, haciéndose pasar por mí, dijo:

-Caperucita, pasa, hija mía, que está abierta. Estoy en la cama.

Entró y la saludó:

-Hola, por fin he llegado, me he encontrado con un lobo muy majo al principio, pero luego ha sido un mentiroso, me ha engañado.

-¿Qué dices? ¿Cómo ha sido eso?

-Me ha dicho que conocía un camino más corto y ¡vaya si era corto que mira todo lo que he tardado, casi una hora!.

-Ya hablaré yo con ese lobo malo, hombre, mira que engañar a mi nieta…-dijo Lobachón.-deja la cesta allí en la cocina y ven a darle un beso a tu abuela, mal educada.

-Vooooy…

Se fue a la cocina, dejó el cesto, se acercó a la cama y le dio un beso a Lobachón. Sospechando un poco y Caperucita dijo:

-Ay abuela, hueles raro, hueles a perro, ¿tienes un perro?

-No, cariño, sólo es que antes he salido y, mira, no me he podido resistir en acariciarlo, debe ser por eso.

-Qué orejas más grandes, pareces Dumbo, ¿te han crecido?

-No hija mía, que me he operado para escucharte mejor, que, como ves, estoy algo sorda ya…

-Y qué nariz más grande que se te ha puesto…

-Deja de sacar defectos de tu abuela, ya te harás vieja tú también.

-Es que no sé, te veo rara…

-¿Más vieja quizás?

-No, con los dientes más grandes, no sé…

-Mira, ¡ya me has cansado, no soy tu abuela, soy Lobachón y te voy a comer, porque a tu abuela ya me la he comido y estaba algo reseca y quiero carne joven y fresca!

-¡No!


En ese momento apareció Juan, mi cazador amante, e hizo como si atrapara a Lobachón.

Entonces, Caperu, llorando, le dijo a Juan:

-¡Señor! Este lobo me quería comer y también se ha comido a mi abuela Mercedes.

-No… ¿a Mercedes también?

-¡Sí! ¡Mi abuelita! No le he podido decir que en verdad la quería y que no me porto mal con ella ni con mi madre por su culpa, soy yo la mala… y ahora ¡no está! ¡Se ha marchado para siempre por culpa de este lobo asqueroso!

-ja ja ja- se rieron Juan y Lobachón

-Y, ¿de que os reís?


Abrí el armario y salí, mi nieta se quedó con una cara pálida como si hubiese visto un fantasma, estupefacta.

Le expliqué todo lo que había planeado para escarmentarla para que dejara de ser tan egoísta y mirara más por los demás, que no sólo viviera en su mundo sino pensando que tiene una familia que se preocupa por ella.

Al principio se puso a llorar del susto, pero después se le pasó la llorera y se enfadó un poquito conmigo pero, preparé el pastel de frambuesa y me perdonó, y pidió perdón.

Así que nos sentamos a la mesa a comer: Caperucita, Lobachón, Juan y yo. ¡Ah! y mi hija Hansel (a la que ya había llamado, para decirle que viniera y le explicábamos todo lo sucedido, mientras comíamos el pastel.

Hoy en día han pasado dos años y aún cuando comemos todos recordamos la historia y nos reímos.

Caperucita aprendió a no ser tan borde, a no vivir sólo en su mundo, y a pensar en los demás antes de decir las cosas.

Yo me he casado con Juan, aquel cazador tan apuesto y bonachón y Lobachón se ha vuelto vegetariano.

Sandra Valera (4º B)

Caperuza, la Horrorosa

En un pueblo americano, al pie de las montañas, vive nuestra amiga Caperuza, que era más fea que pegarle a un maestro y su madre estaba tan descontenta con la fealdad de su hija, que vivía chala perdía, pero mas chalada aún estaba su abuela, que en vez de nietos, quería maniquíes sin ningún defecto. Por eso, estaba tan abrumada con su fealdad, que decidió regalarle un pañuelo para taparle la cara, desde entonces la llamaron: Caperuza la Horrorosa.

Cierto día, Caperuza la Horrorosa llegó a casa llena de arañazos y toda pintorrrojeada. Su madre cuando la vio le preguntó:

-Caperuza, ¿que te ha pasado? - preguntó la madre-.

-¿Y a ti qué te importa, acaso te importa lo que hago yo? –Respondió Caperuza-.

- Pues vale, si no me lo quieres contar no me lo cuentes, pues ahora, como castigo, le vas a preparar  unos pasteles a tu abuela y se los vas a llevar- dijo la madre-.

- Los preparas tú y de camino, me lío con el lobo, que me tratará mejor que tú- dijo Caperuza-.

- Está bien, si te quieres liar con él líate, a mí me la suda. Bueno, toma, ya te lo he preparado, hala adiós.-respondió la madre-

-Hasta nunca, pringá- respondió  Caperuza-.

Ella se iba tan contenta por el bosque y diciendo:

-¿Lobo, lobito, dónde estás?- pregunto Caperuza-.

-Estoy aquí, preciosa-contestó el lobo-.

Y en ese instante surgió el amor entre el lobo (que era más feo que Caperuza) y Caperuza (que era más fea que el lobo).Cuándo acabaron de echar un polvo, entonces  fueron chino-chano hasta la casa de su abuela y una vez que estuvieron allí llamaron a la puerta.

-¿Quién goza molestarme a estas horas de la noche?- pregunto la abuela-.

- Soy yo, vieja, que te traigo unos pasteles para que te los comas y ya de paso me pagas una cirugía estética para la cara y las tetas- contesto Caperuza-.

- No hace falta, Caperuza, porque ahora mismo tú y el lobo moriréis, je, je, je- repúso la abuela, furiosa-.

Pero antes tendrás que atraparnos, vieja chocha, jo, jo, jo- dijeron el lobo y Caperuza a la vez-.

Entonces la vieja se quitó la careta y apareció la madre,  transformada en mujer loba, y gritó:

¡Os comeré! Así pagarás todo lo que he hecho por ti,  maldita desagradecida

Y la mujer loba se comió a Caperuza y al lobo, luego se fue a su casa y se echó un rato en la cama,  mientras que el cazador fue a casa de Caperuza, abrió la barriga a su madre y sacó a Caperuza (mucho más guapa) y al feroz lobo (convertido en un apuesto príncipe) y no fueron felices porque Caperuza se gastó todo su dinero en Corporación Dermoestética y el lobo también se hizo unos arreglillos. Y de esta manera fueron infelices y comieron Corporación Dermoestética.

Cristian Piqué (4º C)

La Caperucita Roja y los refranes


Había una vez una niña, de unos nueve años, que vivía con su madre en una humilde casita en la montaña. La niña era muy gandula, y un día la madre le dijo:

- ¡Caperucita, levanta!

- Que sí mama, pero déjame cinco minutos más.

- Caperucita, a quien madruga, Dios le ayuda.

- Vale, mamá.

Caperucita se levantó de la cama, se duchó y se puso su capa roja, mientras su madre la esperaba en el comedor, para decirle que tendría que ir a casa de su abuelita. Cuando llegó Caperucita, su madre le dijo:

- Mira hija, la abuelita está malita, y no puede levantarse de la cama y mucho menos salir de casa. Entonces te pediría por favor que le llevases, este plato de lentejas y este trozo de pastel.

- Anda, mamá, que me acabo de levantar y no tengo ganas.

- Contra pereza, cuatro palos a la cabeza. ¿Vale, Caperucita?

- Vale mamá.

- Y recuerda, esto que te digo, haz bien y no mires a quien.

- Que sí, mamá.

- Recuerda, ve por el camino y no te metas por dentro del bosque,  puede ser peligroso. Sobre todo recuerda: junta de lobos, muerte de ovejas y habla siempre que debas y calla siempre que puedas.

- Vale, mamá, tampoco hablaré con extraños y, si me dicen algo, a palabras necias, oídos sordos.

- Sobre todo, no te vayas a meter con ningún cazador, porque esté cazando, a quien tiene malas pulgas, no le vayas con burlas.

- Bueno, que sí, mamá, que iré por el camino y no hablaré con nadie, ya sabes que soy mayorcita y esas cosas no las hago. Venga, me voy a casa de la abuelita. ¡Adiós!

- ¡Adiós!

Caperucita salió de su casa rumbo a casa de la abuelita. Cuando se incorporaba al camino, vio la señal que ponía: Bosque y otra que ponía: Casa de la Abuelita, la primera señalaba hacia la izquierda y la segunda hacia la derecha. Caperucita empezó a dubitar. ¿Qué camino debo tomar?, pensaba para sí. ¿El camino corto y bonito, en el cual puedo coger flores, aunque hayan lobos y fieras, o el largo y monótono, por donde nada más vería tierra y piedra. La niña tomó el camino del bosque y pensó:

- A la abuelita le hará ilusión que le lleve un ramillete de flores recién cogidas.

Entonces recordó, que cuando ella era pequeña su madre le había llevado flores a su abuelita y ésta le había dicho: Adiós las flores, yo con el aroma tengo bastante. Y ella se quedó perpleja. Aun así la niña se internó en el camino del bosque en busca de las flores. Se metió por el camino del bosque.

Cuando llevaba unos cinco minutos caminando y dando saltitos, oyó que los matorrales se movían. Caperucita se quedó quieta unos instantes cuando de ellos salió un lobo. El lobo se abalanzó sobre ella e intentó comérsela. Caperucita gritó:

- No me comas, por favor, que soy muy pequeña, y tengo muchos huesos y poca carne.

- A buen hambre, no hay pan duro, ni falta salsa a ninguno, y te comeré igual.

Caperucita corrió unos cien metros y el lobo le gritó:

- ¡A cada cerdo le llega su San Martín!

La niña, cuando el lobo no miraba, cogió una piedra y se la lanzó, impactando  sobre su cabeza. El lobo ya cabreado, le voceaba:

- ¡Bromas y aceitunas, pocas o ninguna!

Caperucita, muy asustada, siguió corriendo, con tan mala suerte que el cesto se le cayó. La mitad de los pasteles fueron al suelo. El lobo se paró, se los metió todos en la boca y siguió corriendo mientras decía con la boca llena:

- A nadie le amarga un dulce, aunque tenga otro en la boca, o sea que por muchos que corras te acabaré pillando y te comeré y donde las dan allí las toman.

La niña, cuando ya no veía al lobo, dejó de correr y siguió dando saltitos. Entonces vio un montón de flores que estaban en una planta muy bonita. Caperucita se agachó, cogió unas cuantas y las metió en la cesta. Siguió a su ritmo cuando vio unas ardillas que saltaban de árbol en árbol.

Entre tanto el lobo fue a casa de la abuelita. Picó a la puerta y oyó:

- Ahora voy.

El lobo esperó pacientemente hasta que la abuelita abrió, y se le abalanzó encima. La abuelita, que era muy amante de los refranes le dijo:

- Buenas y malas artes hay en todas partes.

El lobo se la miró atónito, y abrió la boca y la abuela salió corriendo como pudo a meterse en un viejo armario que tenía llave.

En esos momentos Caperucita estaba llegando a la casa, cuando picó a la puerta. El lobo se puso todo lo rápido que pudo el pijama de repuesto de la abuelita y se metió en la cama y se tapó.

- ¿Puedo entrar?- dijo la niña.

- Sí, cariño.

- Hola, abuelita.

- ¡A buena hora, mangas verdes!, tu madre me dijo que llegarías sobre las doce del medio día y ya es casi la una.

- Lo siento, abuelita, es que me he parado en el bosque a coger unas florecillas, para ti.

- Buenas acciones valen más que buenas razones, así me gusta que me traigas florecillas.

- Eso es verdad abuela.

- ¿Qué traes en esa cesta?

- Pues te traigo unos pastelitos abuela.

- Dime cuántos traes y te diré cuánto vales.

La Caperucita se sonrió, ya que sabía que su abuela era muy golosa. Entonces empezó a observarla y le comentó:

- Ui, abuelita, ¡que ojos más grandes tienes!

- Son para verte mejor, cariño.

- Y que nariz más grande tienes…

- Es para oler esas preciosas flores mejor.

- Y que orejas más grandes tienes…

- Son para oírte tu melódica voz mejor…

- La niña empezó a mirársela de nuevo y gritó:

- Buen pie y buena oreja, señal de buena bestia. ¡Eres el lobo!

El lobo saltó de la cama y se abalanzó sobre ella, cuando Caperucita salió corriendo de la casa. Entonces el lobo vio que fuera había un cerdito indefenso, con pinta de estar muy tierno. Cuando el lobo fue a cogerlo se oyó un tiro y el animal cayó al suelo de repente. Entonces apareció un cazador y le dijo:

- El cebo es el que engaña, no la caña.

El lobo se retorcía de dolor cuando llegó Caperucita, y le preguntó:

- ¿Mala bestia, dónde esta mi abuelita?

- Se escondió en el armario cuando intenté comérmela.

Caperucita corrió hasta la casa, abrió el armario y se encontró a la abuelita allí sentada con muy mala cara.

Las dos fueron hasta donde estaba el lobo, y la abuela le dijo al cazador:

- Muchas gracias, señor.

- No se preocupe, señora, que este lobo ya no volverá a comer carne. Porque el gato escaldado, del agua fría huye, y como mucho ahora se atreverá a comerse las hierbas del bosque.

- Eso haré, ya no volveré a intentar comerme a nadie.-dijo el lobo-.

- A ver si ahora, después de esto  cazo algo, que encuentro algún pájaro por aquí, ya que el ave que vuela, a la cazuela.

- Espero que tengas suerte – le dijo la abuelita-.

- Si es que genio y figura hasta la sepultura. – dijo el cazador-.

Y empezaron todos a reírse, con él. El lobo empezó a recordar un viejo cuento que le contaba mamá loba cuando era pequeño. Y se dio cuenta de que la Caperucita del cuento era la abuelita. Y dijo:

-         De tal palo tal astilla.

Todos se quedaron mirándolo sin saber qué pasaba. Desde ese momento el lobo no volvió a comer carne, la abuelita se recuperó de la enfermedad y vivió muchos años más, y Caperucita aprendió la lección. Siempre hay que hacer caso de lo que dice una madre.

Así vivieron todos felices y comieron lechuga.

Álex Tomás (4º A)

 

 

Caperusita Roja


Erase una vé, una chiquiya a la que llamaban Caperusita roja porque llevaba una caperuza de este coló.

Un dia su mare le dijo:

-Vete a casa la agüela que está mu malamente.

Su mare le preparó una cestita con sus quesos, pan, pasteliyos y una jarriya de mié.

Entonses la niña se fue pal bosque recordando que su mare le había dixo:

-“Muxo cuidaico con el lobo que tié la mano mu larga”.

Cuando Caperusita llegó al bosque, se encontró con el lobo que estaba apoyao en un arbo y le dijo:

-¿Caperusita ande vaa?

- A casa de mi agüelica Paca que está mu mala”.

- ¡Cuxa!, ¿Y por este camino tan largoo? Ve por el otro lao que va a yegá ante.

Er lobo mu espabilao aprovexó que Caperusita se iba por el camino mas largo, pa irse y yegar primero a casa de la agüela.

El lobo llamó a la puerta de Paca y ésta creyendo que era su nieta, le dijo que pasara.

El lobo que era mu sinverguensa, le dio una somanta palos a la agüela ¡que pa qué! amos que la dejó molía, y se vistió con su camisón, su gorro de dormí y tó, y se metió en la cama, el mu canaya.

Cuando Caperusita llegó a la casa, el lobo imitando la vó de Paca le dijo:

-“Pasa hija mia que estoy acostá”

Caperusita entró y al asercarse a la cama, vió a la agüela mu malamente y hasta desfigurá, y pensó:

- Si que está mala si, por dios.

-Agüela ¿Qué ojo ma grande tiene?.

- Si hija mia pa verte mejó.

- ¡Y que narí tan grande tienee!.

- Es pa olette mejó

- ¡Y que mano tan grande tiene también!

- Son pa tocatte mejó.

-¡Y que boca tan grande tienee!.

- ¡Ea, pa comette mejooooó!.

La Caperusita empesó a chiyá como una loca, montó un griterío….

El lobo detrá corriendo como un condenao, ven pacá ven pacá que te como.

Entonse resultó que un casador que pasaba por ahí, escuxando lo grito, se fue pallá pa vé que é lo que pasaba.

Cuando llegó a casa de la agüela se encontró con tó el panorama y comensó a pegá tiro y el lobo salió escopeteao de allí.

Caperusita que estaba atacá de los nervio le dijo que sacara a su pobre agüela del armario, que estaba medio afisiá y ya llevaba un buen rato aporreando la puerta.

Asina que el casador sacó a la agüela que estaba más pallá que pacá.

Totá que ar finá se pudieron librá der lobo y se montaron un jaleo con er pastel de la agüela y tó. Amos que se pusieron moraos.

Y fueron felise y comieron “papas”.

Adrià García (4º B)

El cuento de la caperucita roja explicado por la abuela del lobo que se la cuenta a los lobeznos.

 

Hace mucho tiempo, en un bosque que estaba cerca de un poblado, vivía una familia de lobos. Los lobos tenían mucho miedo a los humanos desde que ocurrió la horrible historia de Caperucita, en la cual uno de los miembros de la familia murió a causa de un cazador, y solo porque se comió a Caperucita Roja y a su abuelita.

 

- Cory, ¿No crees que ya somos mayores para ir solos por el bosque y buscarnos solos la comida?

- Sí, John, el bosque tiene que ser muy “guay” y aun no lo hemos podido explorar nunca. Siempre acompañados por un mayor, que si no vayas solo por el río, que si no te acerques a las casas de los humanos que si esto que si lo otro… ya estoy harto de todas esas tonterías, ¡Quiero ir de una vez al bosque!

- ¿Tú qué opinas? –preguntó Cory.

- Yo creo que el bosque tiene que ser muy divertido. Ya no somos unos lobeznos, tenemos casi dos años pero… -dijo Lya un poco nerviosa y como asustada.

- ¿Pero qué? –preguntó John impaciente.

- ¿Nunca habéis oído hablar de la historia de Caperucita Roja?

- No –dijeron los dos lobeznos a la vez, un poco extrañados.

- ¿Qué es eso de Caperucita Roja? –preguntó Cory.

- No me puedo creer que nunca hayáis oído a mamá, a la abuela Mercedes o a la abuela Catalina hablar de Caperucita roja, esa horrible humana que provocó la muerte a papá.

- ¡Qué dices! Papá murió de una enfermedad. Me lo dijo la abuela –explicó Cory.

- ¡No!, Eso es lo que dice siempre, pero yo alguna vez le he escuchado decir que papá murió por culpa de esa humana.

- ¿Y por qué nos querría mentir la abuela? –preguntó John.

- Pues no lo sé. Supongo que es porqué cree que aun no somos suficientemente mayores como para escucharla ya que pensará que si sabemos la verdad nos dará miedo el bosque –aclaró Lya.

- Cuéntanos la historia entera, Lya –dijo John.

- Es que sólo sé eso. Pero mañana iremos a casa de la abuela a que nos la cuente. Tenemos que convencerla.

 

- ¡Sí! La tenemos que saber –dijo Cory.

- Pero… ¿Y si hay más caperucitas de esas qué? –dijo John con un poco de miedo.

- Por eso mismo nos la tiene que contar. Tenemos que saber toda la verdad. –aclaró Cory.

 

Y así lo hicieron. Los trillizos convencieron a su madre para que les llevara a casa de la bisabuela Catalina (ellos la llamaban abuela, ya que desde pequeños había sido como una segunda madre para ellos) y una vez allí, los trillizos empezaron a jugar con ella como hacían siempre y le pidieron que les trajera uno de esos pájaros recién cazados por Bobby, el mejor cazador de todos los lobos, que de vez en cuando traía la comida a Catalina, ya que ella estaba muy mayor para cazar sola por el bosque. Ya tenía casi dieciséis años.

Los lobeznos pensaron que la abuela no les querría contar la historia e idearon un plan.  Dijeron a la madre que la abuela les había pedido que se quedaran a dormir en su casa y entonces, cuando llegara la hora en la que la madre les venía a buscar siempre, le dirían a la abuela que se iban solos a casa, y de esa manera Catalina les contaría la historia de Caperucita.

 

- Bueno, lobitos, ya son las ocho y está empezando a oscurecer. ¿Cuándo viene vuestra madre?

- No viene –dijeron Cory y Lya a la vez.

- ¿Cómo que no viene?

- No, nos ha dicho que ya somos mayorcitos como para ir solos a casa –dijo John.

- ¿Solos? ¿Pero que le pasa a vuestra madre? Ni hablar, no vais a andar solos por el bosque a estas horas.

- Pero ¿Por qué? Ya nos sabemos el camino, ¿Qué nos va a pasar? –preguntó Lya.

- El bosque es mucho más peligroso de lo que vosotros os pensáis. Esos horribles humanos…

- Bueno, abuela, dame un beso que nos vamos –dijo Cory.

- ¡No! Llamaré a vuestra madre para decirle que os quedáis a dormir.

- Imposible, -inventó John- dijo que se iba a cenar a casa de la vecina de al lado, y que cuando llegáramos que la picáramos.

 

Los trillizos se levantaron y abrieron la puerta lentamente. Estaban esperando a que la abuela les contara la historia.

 

- ¡Esperar, lobitos! Os contaré la verdad del por qué murió mi nieto, es decir, vuestro padre y ya veréis como se os quitan las ganas de ir solos.

 

- Nuestro padre murió a causa de una enfermedad, ¿no? –disimuló Cory.

- No. Eso os lo dijimos para que no tuvierais miedo al bosque. Pero ahora os contaré la verdadera historia. Ya sois mayorcitos para tener tanto miedo.

 

Los lobeznos se callaron y empezaron a escuchar atentamente.

 

- Todo empezó una mañana, hace ya un año y once meses, cuando la abuela Mercedes dijo a vuestro padre que fuera a cazar solo por el bosque, ya que quería que se buscara la comida solo, porqué creía que ya era mayor. Leo estaba hambriento ya que llevaba dos días sin comer, pues aún no sabía cazar y por eso aquel día se dispuso a saltarse la decimoséptima norma de la comunidad de los lobos: “los humanos no son comida, son amigos, ya que pueden ser muy peligrosos”.

Vio a una humana pequeña que le dijo que iba a llevar unas flores a su abuelita. Entonces, Leo, le indicó un camino muy largo mientras él se iba por uno más corto. Al llegar a la casa devoró a la humana abuela, se puso su ropa y se metió en la cama. Más tarde llegó la humana Caperucita y le hizo unas cuantas preguntas, pensando que era su abuela.

 

- ¡Abuelita, qué orejas más grandes tienes!

- Es para oírte mejor –dijo vuestro padre.

- ¡Y que ojos más grandes tienes!

- Es para verte mejor.

- ¡Y que dientes más grandes tienes!

- ¡Es para comerte mejor!

 

- ¿Se comió a Caperucita y a la abuela? ¿Entonces cómo murió él? –preguntó Lya.

- Después del banquete que se había dado le entró mucho sueño y fue a descansar al río. Y cuando se despertó fue cuando pasó lo que pasó…

–mientras Catalina decía estas últimas palabras, no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas.

- ¿Qué pasó? –preguntaron los trillizos impacientes.

- Pues que fue a beber agua y notó como se hundía hasta que se ahogó.

 

Lya y Cory empezaron a llorar. John, que estaba bastante triste y un poco enfadado, pues en ese momento no podía contener la rabia que sintió por esa niña, preguntó:


- ¿Por qué se hundió?

- Porqué un cazador, cuando se enteró de lo de Caperucita Roja y la abuela, le abrió la barriga y se la llenó de piedras. Esa es la historia, lobitos.

- Entonces si Caperucita está muerta, no hay nada que temer, ¿no?–preguntó John.

- Pero puede haber más cazadores por el bosque y además, dicen que cuando el cazador abrió la barriga a tu padre las dos humanas salieron vivas. Hay gente que dice haberlas visto y dicen que sus espíritus andan por el bosque.

- ¡Qué miedo! –dijo Lya.

- No tengáis miedo, eso sólo son invenciones de los lobos. La verdadera historia ya os la he contado. Ahora esperaremos a que lustra madre llegue de casa de la vecina y la llamaremos para que venga a buscaros.

- Puedes llamar ya –dijo John- Todo eso nos lo hemos inventado para que nos contaras la historia ya que Lya os había escuchado hablar de eso.

- ¿Y habéis montado todo esto para eso? Si me lo hubierais dicho os la hubiera explicado directamente –dijo Catalina con la primera sonrisa en la boca, desde que había empezado a contarles la historia.

 

Catalina llamó a la madre le los trillizos y le contó lo que había pasado. La madre se enfadó un poco con ellos por haberle mentido pero a la vez les entendió y no les castigó, ya que sabía que llegaría un día en que escucharían la verdadera historia de Leo, pues al fin y al cabo era el padre.

Los lobeznos quedaron impresionados y decidieron que nunca irían solos por el bosque, al menos hasta que fueran como la madre.

Y descubrieron que ir solos por el bosque no era lo más importante ya que había muchas otras diversiones en las que no correrían peligro.

Ana Gómez Fernández (4º B)


La Caperucita Roja (Guión cinematográfico)La Caperucita Roja


ESCENA 1. Caperucita y su madre. De día

En toda la escena se ve a la madre de Caperucita haciendo los pasteles en su casa.

 

Se oyen pasos y viene la niña con su capa roja.

 

 

 

 

 

 

Se oye la puerta cerrarse.

 

- Madre de Caperucita: (En un tono de voz elevado.) ¡Caperucita, ven aquí!

- Caperucita: ¿Qué quieres, mamá?

- Madre de Caperucita: Lleva estos pasteles a tu abuelita. No se encuentra muy bien y los pasteles la pondrán contenta.

- Caperucita: De acuerdo, mamá, ahora mismo voy. ¡Hasta luego!

 

 

 

ESCENA 2. Caperucita conoce al lobo. Al mediodía.

 

En toda la escena se aprecia la presencia de un gran bosque con varios árboles y un camino lleno de flores. Se oye de fondo el canto de los pájaros. Un sol resplandeciente.

Bajo la sombra de un gran árbol se observa un lobo.

 

 

 

 

 

El lobo se marcha corriendo entre los árboles del bosque.

Se observa a Caperucita recogiendo castañas y cortando flores.

 

- Lobo: Caperucita, hacia dónde vas con tanta prisa?

- Caperucita: (Un tanto tímida.) Voy a llevar unos pasteles a mi abuelita.

- Lobo: ¿Vive muy lejos tu abuelita?

- Caperucita: Su casa está al otro lado del bosque, cerca del molino.

- Lobo: Lástima que yo no vaya por ese camino, así que hasta otra ocasión.

 

 

 

 

ESCENA 3. La abuela y el lobo.

Se constata un escenario más antiguo que el anterior que pertenece a la casa de la abuela. Se oye una puerta.

 

 

Se puede ver al lobo comerse a la anciana abuelita y ponerse su camisón y su gorro de dormir.

Abuela: ¿Quién está ahí?

- Lobo: (Con voz aniñada.) Soy yo, Caperucita Roja.

- Abuela: (Desde la cama.) Entra, querida.

 

ESCENA 4. Caperucita llega a casa de la abuela.

Se oye otra vez la puerta. En un ambiente más oscuro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Caperucita se acerca a la cama.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se ve al lobo abalanzándose encima de Caperucita y entrar a un cazador que la salva de las fauces del lobo.

 

- Lobo: (Con voz extraña y ronca.) ¿Quién está ahí?

- Caperucita: Soy yo, Caperucita Roja. Te traigo unos pasteles muy ricos que te ha hecho mamá.

- Lobo: (Metido en la cama.) Entra, querida.

- Caperucita: ¿Cómo te encuentras, abuela?

- Lobo: Muy bien, querida. Pon los pasteles encima de la mesa y ven a darme un beso.

 

 

- Caperucita: Abuelita, qué brazos tan grandes tienes.

- Lobo: Son para abrazarte mejor, querida.

- Caperucita: (Con la voz temblante.) Abuelita, qué ojos tan grandes tienes.

- Lobo: Son para verte mejor, hijita.

- Caperucita: (Cada vez más asustada.) Abuelita, qué orejas tan grandes tienes.

- Lobo: Son para oírte mejor, cariño.

- Caperucita: Abuelita, qué dientes tan grandes tienes.

- Lobo: (Con un tono elevado.) ¡Son para comerte mejor!

 

 

 

 

ESCENA 5. Caperucita vuelve a su casa. Por la tarde.

Se vuelve a ver la casa de la madre de Caperucita.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se enfoca el bosque y el precioso paisaje y así finaliza el cuento de la Caperucita Roja.

 

- Madre de Caperucita: (Asustada.) ¿Cómo has tardado tanto?

- Caperucita: Me ha encontrado con el lobo en el bosque y se ha comido a la abuela.

- Madre de Caperucita: (Horrorizada.) ¡Dios mío!

- Caperucita: No te preocupes que un cazador la ha salvado de las fauces del lobo.

- Madre de Caperucita: (Con cierto alivio)¡Gracias a Dios! Tienes que tener cuidado cuando andes por el bosque y nunca más vuelvas a hablar con un lobo.

- Caperucita: (Con un hilo de voz.) De acuerdo, mamá.

Se ve a Caperucita abrazando a su madre.

 

 

Adela Gallardo (4º A)

[Aquestes versions de la història de la Caputxeta van estar publicades al número 28 de la revista Sota el cel del Puig, maig de 2008. Per llegir més versions de la història de la Caputxeta, cliqueu aquí.]