Homenatge a Miguel Hernández

per Institut Puig Castellar darrera modificació 2020-04-24T20:22:46+02:00
Ressenya d'un acte d'homenatge a Miguel Hernández i alguns escrits inspirats en altres seus

Miguel Hernández


El divendres 26 d’abril [de 2002], a Can Sisteré, es va celebrar un homenatge al poeta Miguel Hernández, pel seixantè aniversari de la seva mort.

Primer es va donar una conferència sobre la vida i l’obra d’aquest escriptor a càrrec de Josep Mercadé, i després alguns professors del nostre institut i altres persones van recitar un grapat dels seus poemes. Per concloure l’acte, Josep Mercadé, amb una guitarra, va cantar a l’estil de Joan Manuel Serrat las “Nanas de la cebolla”, un poema profund i emotiu que posa els pels de punta, de veritat.

Miguel Hernández, pel que ens va semblar, era un home valent i fort, i fins i tot, optimista. Havia nascut de pastor, però ell era un poeta: el poeta del poble maltractat, i estava disposat a lluitar pels seus ideals. Aquest valor el va portar a viure moltes desgràcies i també el va endur a la presó, però això ens sembla molt injust. Ell volia que el seu fill no passés  gana com ell, i que tingués una vida millor.
El que més ens va impressionar del que s’hi va dir és que, de jove, Miguel Hernández, s’havia promès amb un amic seu que quan algun dels dos morís, l’altre l’hauria d’enterrar. El seu amic, Ramón Sijé, va morir, i Miguel Hernández no va poder complir el pacte, i li va escriure un poema, on deia paraules com que “volia mossegar la terra i besar-li la calavera”... És impressionant!

I per acabar, recomanem i desitgem que llegiu Miguel Hernández, que no espereu més, perquè és increïble tot el que transmet i, sobretot, com va expressar-se als seus escrits aquell pobre home.

Montse Lancharro López (4t d’ESO) i Patricia Albarrilla Alonso (1r de Batxillerat)

[Aquesta ressenya va estar publicada a la revista Sota el cel del Puig, núm. 10, juny de 2002.]

Diez versiones de un cuento inconcluso


MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942). El 26 d’abril del 2002, a Can Sisteré, Josep Mercadé, professor de Llengua i Literatura Espanyola al nostre institut, va fer una xerrada sobre la vida i l’obra de Miguel Hernández, en el context d’un homenatge a aquest poeta pel seixantè aniversari de la seva mort (Sota el Cel del Puig, número 10, juny del 2002). Arran d’aquell homenatge, vam proposar als nostres alumnes de 1r, 3r i 4t d’ESO que continuessin un relat que Miguel Hernández va deixar sense concloure, “El gorrión y el prisionero", el títol del qual i el seu argument semblen inspirats pel “Romance del prisionero”: “...que vivo en esta prisión,/que ni sé cuándo es de día/ ni cuándo las noches son,/ sino por una avecilla/que me cantaba al albor...”. Vet aquí algunes versions de la història, escrites a finals del curs passat.

 

EL GORRIÓN Y EL PRISIONERO (Cuento inconcluso)

“Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. [...] Ave de decisión, gorrión bueno, mejor entre los mejores, era Pío-Pa. [...] Fue a detenerse en un agujero de un muro denso de piedra. [...] Consiguió Pío-Pa ver al hombre. [...] Continuó el preso: [...] Sólo una mujer pudiera salvarme, pero su casa está lejos de aquí. [...] Adivinó el hombre con asombro que el ave le comprendía, y no se hubiera asombrado si supiera que un gorrión rodado sabe más que una rata de cárcel. Se proveyó al instante de lápiz y papel, que tenía consigo, y escribió de prisa unas cortas letras. En seguida buscó algo con que atar el papel, y hubo de desgarrar la tela de su camisa, y con un girón de la misma anudó el papel al cuello de Pío-Pa, que no cesaba de insistir en su pío, pío, pío. [...] Avanza y avanza. Hasta que se siente rendido y en la necesidad de tomarse una tregua. Entonces, desciende y se detiene sobre un árbol para cobrar nuevos bríos.” [...]

 

 

Primera versión


… El gorrión estaba en la rama, al acecho de cualquier peligro que se le pudiera presentar. De pronto, le pareció oír como un susurro, y antes de que se diese cuenta, ya tenía una culebra abalanzándose sobre él. Pudo escapar por los pelos, pero estaba algo aturdido y no advirtió que a unos metros de la rama en que se había posado, un halcón esperaba el momento para atacarlo. Cuando el halcón iba a ponerle las garras encima, se oyó un disparo y el halcón cayó muerto. El pequeño pájaro se asustó y se echó a volar lo más rápido que pudo. Entonces se dio cuenta de que el hilo que le sujetaba el mensaje se había roto y había dejado caer el papelito. Desesperado, el gorrión volvió rápidamente hacia la celda para ver al prisionero. Cuando llegó a la prisión, se posó junto a la ventana y se dio cuenta de que no era él. Preguntó qué  le había pasado a su amigo. El prisionero le contestó que ya lo habían ejecutado. Al oír esto, el gorrión se puso a llorar y lloró tanto, que se murió de pena.

José Luis Álvarez Culebras (1º de ESO)

Segunda versión

 

... Al posarse el gorrión en el árbol, se le tiró encima un gato que le estaba mirando escondido entre las ramas del árbol. El gorrión consiguió escapar, pero malherido en una pata. Al atardecer llegó a la casa blanca y azul en la que encontró al niño y a la mujer llorando. El gorrión se posó en el jarrón de la mesa y comenzó a piar: pío, pío, pío…

La mujer lo vio y se fijo en la nota. Asombrada al ver que el gorrión se dejaba tocar, se dio cuenta de que la tira de tela con que estaba atada la nota era del color de la camisa de su marido. Mientras ella la lee, el niño le da agua y pan al pajarito, que se sentía orgulloso de haber encontrado una familia que sabía tratar con animales. La mujer le ata en la pata unos papeles para el marido y lo echa a volar.

Como ya ha descansado mucho, el gorrión se propone  volar sin descanso y llegar antes del amanecer. Al llegar a la cárcel, como ve que el hombre está como dormido, comienza a piar hasta que lo despierta. El hombre lee los papeles que le ha traído el gorrión y luego se los entrega al director de la cárcel para que lo pongan en libertad.

El hombre, en honor del gorrión, escribe en el tejado de su casa el nombre de Pío-Pa y luego le construye un nido.

Alan García García (1º de ESO)

Tercera versión

 

... Esta vez Pío-Pa se posó sobre la rama de un viejo árbol que había en medio del parque de un pueblo. El árbol era alto, pero el peso de los años lo había hecho inclinarse hacia un lado, tanto que las ramas de la copa tocaban el suelo. Pío-Pa estaba cansado, pero no tenía mucho tiempo, volvió a volar veloz en busca de la mujer del prisionero. Llegó a un bosque muy espeso, pero no se paró a descansar, se estaba haciendo tarde y tenía que ir rápido. A Pío-Pa le dolían ya las alas de tanto volar, y cuando llegó al lugar que buscaba, cayó al suelo, rendido. Una mujer que pasaba por allí lo recogió y lo llevó a su casa. Vivía con otra mujer que, al ver al pajarito herido, decidió curarlo. Tratando de comprobar si tenía heridas, la mujer se dio cuenta de que llevaba atada una notita. La leyó y enseguida se fue en busca de quien la había escrito, su esposo. La mujer viajó en coche mientras que Pío-Pa iba volando. Pío-Pa se cansaba cada vez más, pero tenía que seguir. Pío-Pa nunca supo si con su esfuerzo había salvado al preso, porque nada más llegar, cayó al suelo y murió de cansancio.

Francisco Cruz Illán (1º de ESO)

Cuarta versión


... Cuando el pájaro se posó en el segundo árbol, no se dio cuenta de que estaba encima de una serpiente que estaba enroscada en una rama. Cuando la serpiente lo vio, intentó comérselo, pero el pájaro empezó a volar y volar hasta que la serpiente lo perdió de vista.

Llegó un momento en que el pájaro estaba tan cansado, que se paró a beber agua en un estanque donde había cocodrilos, cosa que él no sabía. Mientras el pájaro bebía, un cocodrilo abría la coma para comérselo, pero en el momento en que la cerró el pájaro salió volando para buscar a la mujer del prisionero. Después de tantas aventuras, el pájaro llegó a la costa donde estaba la mujer. Cuando ésta lo vio, se fijó en la nota, se la desató y echó a volar al pájaro. Cuando leyó la nota, la mujer se puso a llorar: si moría su marido ya no podría conocer al hijo que ella estaba esperando. La mujer no podía saber que en ese momento en que ella leía la nota, estaban fusilando a su marido.

Jennifer Calvillo López (1º de ESO)

Quinta versión


... Pío-Pa está tan cansando que va dando cabezadas mientras vuela y, en una de éstas, choca contra una gran chimenea, ¡ha llegado a la ciudad! Pío-Pa se siente muy acalorado. Mira hacia arriba y allá, en el alto cielo azul celeste, ve un gran sol abrasador. Pío-Pa empieza a revolotear dando vueltas sobre sí mismo. Está feliz, ha encontrado el lugar deseado; ahora sólo le queda encontrar a la mujer que salvará al pobre preso.

El pequeño gorrión mira por cada una de las ventanas que va encontrando en su camino. Por fin, en una casita rosa muy pequeñita y con un jardín lleno de flores, precioso, observa a una mujer con el pelo de color de oro. Se dirige hacia ella. El pájaro comienza a revolotear y a piar alrededor de la mujer; ella se queda mirándolo. El pájaro parece escribir en un árbol con su pico: “SÍGUEME”, y la mujer le hace caso.

Cuando por fin llegan a la prisión, la mujer pregunta por su amado esposo. El carcelero le dice que ese hombre, José, ha muerto, que ha sido ejecutado esa misma madrugada. La mujer, María, rompe a llorar. Cuando vuelve hacia casa, se tira por un acantilado gritando el nombre de su amado.

Noelia Ruiz Gallego (3º de ESO)

Sexta versión


... El gorrión llamado Pío-Pa se detuvo un momento a descansar en la copa de un árbol. De repente, apareció una gran águila dispuesta a atacarlo. Pío-Pa se puso nervioso al verlo, se quedó quieto como una estatua en el árbol. El águila, ya a punto de atacarlo, cayó desplomada al suelo por el tiro de la escopeta de un cazador. Pío-Pa se quedó unos instantes confuso; al rato echó a volar de nuevo en busca de la casa azul y blanca de la que le había hablado el prisionero. Pío-Pa siguió volando con toda su furia y su energía durante un buen rato, hasta que llegó a un pueblo al lado del mar. El gorrión recordó lo que le había dicho el prisionero; fue volando sobre la orilla del mar hasta hallar una casa grande pintada de blanco y azul. Vio una ventana abierta; se dirigió hacia allí. Al acercarse, vio a una mujer con su hijo; lloraba y tenía la cara muy triste. La mujer parecía árabe (lo era), igual que su hijo. El gorrión se puso a piar repetidamente, hasta que la mujer se dirigió a la ventana y, al ver el trozo de papel que llevaba atado el pájaro, lo desató y lo leyó en voz alta: “Esposa mía, soy yo, tu marido. Pensarás que he desaparecido porque aquel día me fui de casa y ya no volví más. En realidad me detuvieron unos hombres de Franco y ahora estoy encerrado en prisión. Sólo tú puedes salvarme. Sigue a este gorrión; él te llevará donde estoy.”

La mujer, cuando leyó esto, bajó a la calle. Llevaba el gorrión el hombro. Cogió el tren. Anochecía. Tendrían que darse prisa para salvar al marido. Después de un largo viaje, llegaron a una estación. El gorrión echó a volar para que la mujer lo siguiera. El gorrión se detuvo donde estaba el prisionero, atado y amordazado. El prisionero, al ver al gorrión, supo que su mujer estaba allí; se tranquilizó al ver que el pajarillo había cumplido su misión. En la puerta de la prisión había dos guardias y otro en la puerta de cada celda. La mujer no podía entrar por ninguna de las puertas, así que tuvo que trepar por la pared hasta poder mirar por la reja de la ventana. Las rejas no estaban bien sujetas, la mujer empezó a tirar de ellas y a darles patadas, desesperada por salvar a su marido. La reja estaba medio desprendida por uno de los lados y ella consiguió meterse por debajo. Desató rápidamente a su esposo y los dos salieron sin decirse nada; el gorrión se quedó solo en la celda por un momento. De repente, entró uno de los guardias en la celda. Cuando vio que el prisionero no estaba, se enfadó tanto, que cogió a Pío-Pa con sus manazas, lo tiró contra el suelo y lo pisoteó hasta matarlo.

Y así terminó la vida del pobre Pío-Pa, asesinado por un guardia en una desgraciada cárcel.

Javier Linde León (4º de ESO)

Séptima versión


... Pío-Pa, cansado y con mucha sed, intentó descansar sobre una piedra, pero pensó en aquel hombre, aquel hombre tan desesperado que podía morir. Agitando sus alas y con el cuello hacia arriba, alzando la mirada, contempló algo que alumbraba el sol, el poco sol que brillaba en ese tiempo. Entonces se acordó de que el hombre le había dicho que la casa estaba cerca del mar, así que sólo le hacía falta buscar aquella una pintada de azul y blanco con una palmera delante; allí encontraría a la mujer que el hombre tanto necesitaba.

Su mirada estaba fija. Contemplaba todas las casas, pero no encontraba la que buscaba, hasta que pudo ver una gran palmera. Se fue acercando; sí, aquélla era la casa. Miró por si había alguien y vio una pequeña luz. Intentó entrar por la ventana más cercana, pero estaba cerrada, así que se dirigió a la chimenea. Bajó por ella y salió todo manchado de negro. Se sacudió un poco, pero no se entretuvo mucho y fue hacia la habitación de aquella señora. La mujer se extrañó al ver un pájaro dentro de la casa y, más, sabiendo que todas las ventanas estaban cerradas, pero al verlo tan sucio, comprendió que había entrado por la chimenea.

El pájaro se paró en la mesita de noche; la mujer se acercó y pudo ver un trozo de papel atado en el cuello del pájaro. Se lo desató y lo intentó leer, pero no entendía nada. El papel estaba ennegrecido, seguramente por el polvillo de la chimenea. La mujer intentó limpiarlo pero no podía hacer nada. El pájaro parecía inquieto y picaba con el pico en el cristal de la ventana para que la mujer se la abriera. El pájaro se fue volando. La mujer se quedó intrigada, nunca más supo nada de Pío-Pa.

El pájaro volvió volando a la cárcel, pero esta vez tardó más en llegar, no tenía fuerzas y estaba triste por no haber conseguido realizar su misión. Cuando llegó a la celda no vio a nadie, tampoco al hombre. Tanta fue su pena, tanto su cansancio, que se quedó tumbado junto a la reja y no despertó nunca más.

Àngela Borràs Martínez (3º de ESO)

Octava versión


... Esta vez nuestro héroe descansa sobre un tejado. Se aposenta sobre una teja y descansa un rato en una cómoda posición. Ajeno al peligro que corre, Pío-Pa sigue descansando un rato mientras un enorme gato negro de ojos saltones se le acerca por detrás. Justo antes de abalanzarse sobre Pío-Pa, el gato pisa una teja suelta y alerta sin querer a nuestro amigo, que reemprende la marcha hacia la casa azul y blanca.

Por la tarde, nuestro pájaro necesita otro descanso. Pero esta vez se asegura de que no haya peligro allí donde va a descansar y decide posarse en una alta rama, ajeno a todo peligro. Cuando su cuerpecillo se encuentra provisto de nuevas energías, emprende el vuelo hacia su destino. Por el camino, la noche cae, se hace oscuro. A Pío-Pa se le agotan las fuerzas y el tiempo. Nuestro héroe sabe que si no encuentra pronto la casa será demasiado tarde, ya que tendrá que darse más prisa en volver y eso sería demasiado duro e incluso fatal.

Pío-Pa divisa una casa a lo lejos, una pequeña casa azul y blanca, que coincide con la descrita por el preso, así que nuestro intrépido aventurero se precipita hacia la casa. Pero son muchos los peligros de la noche y un solo gorrión no puede hacer más que esconderse y dormir, por lo que nuestro amigo es presa fácil, una presa fácil para los ojos de un mochuelo, que se dirige hacia su objetivo, derriba a Pío-Pa, lo devora y así se desvanecen las esperanzas de nuestro pobre preso.

La mano opresora del mal ha ganado la batalla.

Fernando Porrino (4º de ESO)

Novena versión


... Pío-Pa se acercó a un charco que había divisado desde lo alto. Se acercó a beber un poco de agua para avivar sus fuerzas y con ellas su vuelo. Mientras nuestro aventurero pajarito bebía del charco, unos niños comenzaron a tirarle piedras y él, con gran maestría, consiguió esquivarlas y seguir su camino.

No se paró ni un momento más. Cada vez le quedaba menos tiempo. Por fin, vio la casa que le había descrito el hombre de la celda. Con gran entusiasmo se acercó a un ventana que estaba abierta y, dentro, vio a una mujer, quien se acercó cordialmente a Pío-Pa y lo acarició. Al ver la mujer que Pío-Pa tenía algo en el cuello, se lo quitó. Se puso a leer atentamente lo que ponía en el papel y, al darse cuenta de lo que era, escribió en otro papel una contestación y lo que era preciso para que soltaran a aquel hombre. Se acercó a Pío-Pa, le ató el papel en una patita y lo besó en señal de agradecimiento y deseándole suerte. Pío-Pa no esperó ni un momento. Estaba a punto de anochecer y si no llegaba pronto a la celda matarían a aquel hombre que tanto ansiaba su llegada. Se puso a volar, esta vez con más ahínco, con más fuerza, con más alegría, porque sabía que le faltaba poco para cumplir su cometido.

Acababa de anochecer cuando Pío-Pa se detuvo a descansar unos segundos mientras observaba si había alguien al acecho, pero esta vez no tuvo que salir volando. Se puso de nuevo en marcha, pero esta vez no iba tan deprisa como a la ida, por el cansancio acumulado y por el frío del duro invierno que se acercaba. Era ya medianoche cuando Pío-Pa decidió descansar. Ese descanso le sirvió para coger las fuerzas suficientes como para llegar a la celda del prisionero.

Unas horas antes de ponerse el sol, Pío-Pa, abatido y sin fuerzas, vislumbó la celda donde aquel hombre yacía impaciente, esperando que sus alas salvadoras llegaran con buenas noticias. Pío-Pa se armó de valor y, de donde pudo, sacó renovadas fuerzas que le fueron suficientes como para llegar hasta ese lugar donde estaban prisioneros tantos hombres. Se posó en la ventana de la celda y empezó a piar por última vez en su vida. El hombre se le acercó, cogió el papel salvador y mientras lo leía, Pío-Pa murió.

El hombre fue liberado. Y cuando se vio libre, lo primero que hizo fue enterrar al pajarillo en señal de agradecimiento por todo su esfuerzo y toda su valentía.

¡Ah!, y otra cosa. Este hombre, cada noche, contaba la historia de su querido amigo Pío-Pa a su hijo, antes de que este se fuera a dormir. Y hasta hoy ha llegado la pequeña pero gran aventura de nuestro amigo Pío-Pa.

Susana Gil (4º de ESO)

Décima versión


… Pero el cansando pajarillo se encuentra en medio del mar  y aún tiene que atravesarlo para poder descansar. Una vez lo ha atravesado, decide reposar en una palmera de la orilla donde una ligera y cálida brisa le acaricia el plumado pecho. Una vez ha recuperado el aliento, decide alzar de nuevo el vuelo. Ve delante la casa azul y blanca. Se acerca hasta una de las ventanas en cuyo interior, en una pequeña cunita, se halla un niño dormido y, a su vera, una bella mujer.

El pájaro, muy alegre por haber llegado después de tan largo y cansado viaje, se pone a piar. La mujer lo ve y se fija en la nota que lleva en el cuello. Se acerca cuidadosamente y lo acaricia, le coge la nota y la lee. La mujer, limpiándose las lágrimas que caen por su fino rostro, busca una pluma escribe unas palabras que Pío-Pa no puede leer y le coloca de nuevo el papelito en el cuello con un ligero llanto.

—Vuela, pájaro, vuela. Y llega antes del amanecer.

El pájaro, de vuelta, vuela más rápido que nunca, y aunque esté cansado, no quiere parar, ya que, al final del trayecto, le espera un hombre destinado a morir al amanecer.

Ya ha anochecido y le queda aún mucho camino.

Pío-Pa no puede más, pero vuela y vuela. Ya ve desde lo alto el agujero donde se encuentra aquel hombre. No siente sus alas, lo intenta, pero no puede más, y el pobre pájaro cae hacia el suelo muy rápido y, al chocar, muere.

Al amanecer los guardias encuentran el pájaro en el patio de la cárcel y al lado la nota, la leen, pero ya es demasiado tarde: el hombre ha sido ejecutado aquella misma madrugada.

Natalia Ginés Díaz (4º de ESO)

[Aquestes versions del relat inacabat de Miguel Hernández van estar publicades al número 11 de la revista Sota el cel del Puig, novembre de 2002.]