L'11 de Setembre
Ficciones sobre el 11 de Septiembre
Bendito Alá, las dudas golpean mi mente,
Sé que tu pueblo me necesita,
Pero... ¿es esto lo correcto?
Llegan a mi mente las imágenes de mis hijos y mi esposa.
Sé que nunca volveré a verlos
Hasta que nos reunamos en el paraíso
En el cual me tienes un lugar reservado.
Sé que éstos sólo son infieles,
Pero yo me pregunto, bendito Alá,
¿no sufrirán también sus hijos,
sus esposas, sus padres...?
¡Tengo que hacerlo! Nada frenará
el cumplimiento de mi misión,
con la cual habré obtenido el honor
de ser un mártir de Alá.
Dios mío, sólo quedan unos segundos y
Todo habrá acabado.
Creo que me estoy arrepintiendo...
¡Dame fuerzas! ¡Ayúdame!
[Silencio]
Sarai Martos (4º de ESO)
—Señora, ¿quiere usted tomar algo?
—No, gracias, voy a hacer una llamada telefónica. No queda mucho viaje, ¿no?
—No señora, no se preocupe.
—Bueno, voy a llamar a papá a ver si está en casa.
—Papá, hola, ¿dónde estás?
—Estoy en la montaña dando una vuelta con la bicicleta.
—¡Ah, muy bien! Yo casi estoy llegando a Nueva York. Estoy deseando llegar al hotel, ducharme e ir a ver las Torres Gemelas. ¡Por fin se cumplirá el sueño que tanto había esperado hasta este momento!
—Me alegro, hija, ¿qué, va bien el viaje?
—Sí, pero espera un momento, escucho gritos.
—Hija, ¡contesta, contesta!
—Papá, nos acaban de informar que estamos en un avión suicida y que chocaremos contra las Torres Gemelas.
—Hija, eso no es posible, ¿no os dejarán salir del avión?
—No, papá, me temo que esta va a ser nuestra última conversación telefónica. Papá, te quiero mucho, a ti y a mamá. Siempre me habéis apoyado en todo lo que he decidido y habéis sido los mejores padres sin duda. Este sueño se va a convertir en una pesadilla.
—Yo también te quiero, no te vayas... ¿Por qué...?
—Adiós, papá.
[Esta fue toda la conversación que tuvimos aquel maldito día. Nunca olvidaré el 11 de Septiembre.]
Marisol Carbajo Gervás (3º de ESO)
Hoy martes, 11 de septiembre, casi acabo de volver de mis vacaciones y ya vuelvo a estar en el aeropuerto. La verdad es que ya debería estar acostumbrada este lugar que prácticamente cada semana tengo que visitar. Mi trabajo me obligar a volar de un lado a otro y hoy toca Nueva York.
No sé por qué motivo, pero hoy estoy más nerviosa de lo habitual. Tengo un mal presentimiento aunque quizás sólo sea una tontería. Bueno, sea lo que sea, están llamando para embarcar, así que respiro profundamente y subo a ese maldito avión.
Aquí estoy. Llevamos prácticamente una hora de vuelo y hay un poco de alboroto entre una azafata y tres tipos que parecen de origen árabe, supongo que no será nada... O... o tal vez esa corazonada mía tiene un fundamento y esos tres tipos tienen la intención de hacer algo. Quizás sólo tengan ganas de armar follón. Pero, bueno, sea lo que sea, ya sonará. Ahora voy a intentar relajarme y escuchar un poco de música hasta que lleguemos a nuestro destino.
Miro mi reloj. Ya debemos estar a punto de llegar, así que me desconecto los auriculares y, de pronto, veo que uno de esos tipos se levanta y se dirige a la azafata y, seguidamente, los otros dos van hacia la cabina del avión. La verdad es que es un poco mosqueante, ¡pero igual tienen permiso para hacerlo y me estoy montando una película donde no la hay! ¡Bueno!, ¿qué está pasando? Ese tipo ha sacado un cuchillo y está amenazando a la azafata. Por cierto, ¿dónde están los otros dos?
Aquí algo huele fatal, ¿qué narices quiere esta gente? ¿Será que quieren entrar en el país sin pasaporte? ¿Será que quieren que suelten a algún preso político y nos han secuestrado? ¡Señor! Sea lo que sea, aquí está pasando algo muy gordo.
Dios mío, ese tipo dice que vamos a morir. Están locos. Uno de ellos parece que está pilotando el avión. Por favor, que les den lo que pidan. Tengo mucho miedo.
¿Qué está pasando? ¿Qué rollo nos está metiendo ese hombre sobre unas torres? ¿Qué dice sobre el fin? Casi no puedo entender lo que dice.
Ya veo la ciudad y creo que volamos demasiado bajo. Veo la Gran Manzana tan cerca que casi puedo tocarla. Tengo muchísimo miedo. Ahí están las Torres Gemelas. Ese tipo va directo a ellas, ¡Dios mío! ¡Es el final, nos vamos a estrellar!
Nerea Moyano (4º de ESO)
Bueno, aquí estoy. Subido en el avión. Sentado en mi butaca. Nadie se ha dado cuenta de nada, porque no llevo pistola sino un cuchillo y la máquina no lo ha detectado. Pobres inocentes, no tienen ni idea de lo que les espera. Tengo ganas de ver las caras que se les pondrán a los pasajeros, ja, ja, ja.
¡Camarera, camarera! ¡Póngame un wiskhy, el mejor que tenga. Bueno, ya queda poco para que dé mi gran salto. El mejor de todos, aunque seguramente después nadie lo sabrá valorar. Bueno, al menos saldré en la televisión, en la radio, en los periódicos... Ahora que lo pienso, si yo estaré muerto y no me daré cuenta de nada. ¡Bah! Es igual, que más da. Venga, llegó la hora. A ver dónde he metido el cuchillo... ¡Aquí está! Por fin. Bueno, a la de tres, salgo, qué emoción. Una, dos y tres... Todo el mundo quieto o me pongo a matar a la gente, coño. Ahora me dirijo a la cabina de los pilotos, a ver si me dejan dar una vueltecita, ja, ja, ja. Venga, vosotros dos, fuera de ahí. Joder, cago en la, que os corto el cuello, y si hacéis un movimiento raro, peor, porque os haré sufrir, ¿entendido? Bueno, ya casi estoy llegando a las Torres Gemelas. Ya estoy, aquí se acaba el viaje. Hay que joerse lo bonitas que son esas torres, qué rabia no haber ido a verlas a pie... Ahora que lo pienso, toda mi vida no habrá servido para nada. Mi familia, mis amigos, todo, todo a la mierda... ¡No, no, no...! ¡Ah! ¡Bummm!
Javier Matos Batuecas (4º de ESO)
¿Por qué tengo que estar yo aquí dentro? Me podrían haber mandado otro día a trabajar a la famosa ciudad de Nueva York y no éste. Sólo sé que ahora tengo a un loco zumbado delante de mí, y dice que nos va a estampar. Por aquí hay más gente que me parece sospechosa. ¡Que se calle ya la vieja de mi lado! No para de rezar. Y el niño ése, no para de llorar. ¡Niño, cállate! ¡Cá-lla-te! Estos hombres parecen subnormales. ¿Qué van a lograr? ¿Matar a 65 pasajeros y quedarse ellos sin vida? ¡Ton-tos! Acabo de oír un chillido. Voy a ir al lavabo, si me dejan. Iré sin que me vean. ¡Ah! ¿Qué es esto? ¡Han matado a una azafata! ¿Tienen cerebro estos hombres? Otro chillido. Y otra azafata. Regreso con cuidado. He llegado a mi sitio. Y la vieja sigue rezando. ¡Acaba de pasar el piloto amordazado y con los brazos atados! Lo acompañaba uno de esos hombres que me parecían sospechosos. No es sospechoso, es cómplice y ayudante. Como los demás. Lo ha sentado atrás. ¿Quién pilota el avión? ¡Qué miedo! Creo que vamos a morir. ¿Por qué me ha tocado a mí? Toda la gente está chillando. A lo lejos veo las Torres Gemelas. Hay mucho humo. ¿Y la otra? ¿Se está quemando? Hay mucha gente ahí abajo. Nos estamos acercando demasiado. ¡Vamos directos a la torre norte! Familia: os amo; amigos: os quiero; asesinos: ¡suicidaos solos! ¡Esquivad la torre!...
Elisabeth Aguilar (1º de bachillerato)
Hoy, día 11 de septiembre de 2001, voy a viajar por primera vez a Nueva York, con mis padres. Estoy muy emocionado porque antes nunca he viajado en avión. Vamos a Manhattan a ver a mis tíos y a pasar unos días allí, así podremos ver los monumentos más conocidos de allí, como el Empire State o las Torres Gemelas. Son las 7.00 y ya es hora de subir al avión. Primero dejamos el equipaje y después tuvimos que pasar por el detector de metales (qué guay, como en las pelis). Llegó el momento de subir. Había mucha gente para ir a Nueva York. Estaba muy ilusionado y ya tenía ganas de despegar. Bueno, total, que llegamos a despegar y, claro, cómo no, me puse al lado de la ventanilla para ver nubes y el suelo desde arriba. Era lo mejor que me había pasado en la vida. La gente estaba muy callada, lo único que se escuchaba era el ruido del motor. Sólo se oía a alguna persona toser. Estoy esperando llegar ya a Manhattan. Por encima del silencio se escucha de repente un brusco golpe. Todo el mundo se vuelve para ver qué había sido. Y de repente, un señor árabe que se levanta y enseña una pistola. Todo el mundo se puso a chillar y yo me puse a llorar pensando lo más horrible que podía ocurrir. Me agarré bien fuerte a mis padres. Ellos intentaban tranquilizarme, pero yo sabía que ellos seguro que también estaban muy asustados. El árabe se puso a hablar con otro hombre árabe. Se ve que este otro hombre también iba con él. El ambiente en el avión era horroroso: todo el mundo chillando, llorando, porque la gente, por lógica, sabía que el avión había sido secuestrado. Lo único que yo desearía es que alguien hiciera algo, que les quitaran las pistolas, ¡alguna cosa! Mucha gente, a escondidas, llamaba a sus familiares asustados, contando lo que ocurría en el avión, pero, claro, eso no iba a solucionar nada. Los árabes empezaron a chillar diciendo que se callaran que, si no, empezarían a disparar. De repente se escucharon chillidos más fuertes, yo ya me estaba asustando demasiado, estaba rezando para que esto se acabase y llegar de una vez al destino, y mis padres seguro que pensarían lo mismo, igual que toda la gente. La gente de repente ha empezado a chillar: “Las Torres, las Torres”, “¡Nooo!, gente chillando, desesperada. Y yo estaba muy asustado para saber por qué decían: “¡Las Torres!”... Muy poco a poco me acerqué a la ventana y... ¡nooo! Lo que querían ver... ¡eran las Torres! Íbamos directos hacia ellas. Mis padres también miraban y lo primero que dijeron fue: “¡Dios mío, ¿por qué?, ¿por qué...?” Ya teníamos el destino delante de nosotros. Ya sabíamos qué iba a pasar. Lo primero que dije a mis padres fue: “Os quiero mucho”, y después me puse a rezar diciendo: “No quiero morir, ¡nooo! No quiero morir, ¡nooo!...” Toda la gente decía lo mismo, y lo último que oí fue la risa de los árabes... Y la torre delante de nosotros, y dije: “Hijos de...”, y seguro que toda la gente de aquel avión pensó lo mismo.
Sandra Moral (4º de ESO)
Ahora son las 14.33 horas. Voy a subir en este avión, voy a visitar a mi familia, y mi madre me acompaña. Estoy un poco nerviosa porque nunca he subido a un avión y tengo ganas de pasar por esta experiencia, y por eso voy a entrar a ver cómo es por dentro. A mi madre la ha tocado el asiento número 22 y a mí el 23. Menos mal que me he traído un libro para leer ya que soy muy nerviosa y no paro de moverme.
—¡Mira, mamá! El avión está despegando.
No han pasado ni diez minutos y ya tengo hambre.
—Perdone, ¿puede traerme algo para comer?
—Sí, en un momento se lo traigo.
—Muchas gracias.
—Mamá, ¿no crees que la azafata está tardando mucho?
—No seas impaciente, hija, sé que han pasado quince minutos, pero hay mucha gente en este avión y eso es normal.
Sigo leyendo y mi madre se relaja, ¿qué ha pasado? El avión se acaba de mover de un lado hacia otro. Yo estoy muy asustada y... Acabo de escuchar gritos de las azafatas. ¿Qué estará pasando? Se acaba de abrir la puerta de los pilotos y ha salido un hombre. La verdad es que no tienen muy buena pinta.
—Señores pasajeros, no se pongan nerviosos, pero el piloto y el copiloto acaban de ser asesinados. Este avión se estrellará en unos minutos contra las Torres Gemelas. Os dejaremos llamar a vuestros familiares para que podáis despediros de ellos.
—Mamá, coge mi móvil. Déjame llamar a papá. No sé si esto será una broma, pero me huele muy mal.
—Está puesto el contestador, pero es la única manera de despedirme de papá.
—No llores, hija. Yo también lo estoy pasando muy mal.
—Hola, papá, soy Ángela. Te llamo para decirte que en estos momentos estoy en el avión, no nos podremos ver ya que este avión se va a estrellar contra las Torres Gemelas. Te pongo con mamá. Te quiero mucho. No nos olvides nunca. Adiós.
—Hola, cariño. Como ya te ha dicho nuestra hija, este avión se estrellará en unos minutos. Siempre te he llevado en mi corazón. Cuídate mucho, te quiero. Adiós.
—Bueno, mamá, no me lo puedo creer. Me gustaría que todo esto fuera un sueño. Dame la mamo y abrázame muy fuerte...
Àngela Borràs (3º de ESO)
[Aquests textos van estar publicats a la revista Sota el cel del Puig, núm. 5, novembre de 2001.]