Tres variaciones
Tres variaciones
Primera variación
Alexandra salió de su casa acompañada de su mejor amigo. Fueron a la parte trasera y cogieron la vieja y gastada bicicleta que años atrás había utilizado la madre de Alexandra. Mientras iban rodando sobre la bicicleta, notaban los dos el aire frío del crudo otoño y veían el triste paisaje que anunciaba el invierno que se avecinaba
Llegaron a un claro donde el camino que salía del pequeño pueblo se veía más hermoso, sólo que el paisaje a lo lejos no era agradable de ver: los postes telefónicos se alineaban interminablemente hasta el horizonte siguiendo el río.
Alexandra y su amigo bajaron de la bicicleta. Ella necesitaba protección, y sentía que con él podría descubrir nuevos mundos, caminos que la llevarían más allá, mucho más lejos, donde ella nunca podría llegar de otra forma. Se tumbó en el suelo y bajo las dulces páginas de su fiel amigo fue transportada a ese mundo en el que ella siempre quisiera estar y donde sólo él, el Libro, su fiel amigo, podría llevarla. Sabía que él nunca le fallaría porque sus desgastadas hojas siempre estarían allí, protegiéndola de todo mal, haciéndola viajar por mundos que ella nunca visitaría de otra forma que con la imaginación.
Segunda variación
Esta historia se sitúa cientos de años atrás, en un pueblecito de los alrededores de la ciudad de Barcelona. Los protagonistas de esta historia son Enric y Oriol Burat, dos hermanos.
Siendo muy jóvenes, se habían marchado de la casa de sus padres y habían recorrido toda España, pero habían acabado asentándose en el lugar más bonito que habían visto, aquel pueblecito junto al mar.
Como no tenían mucho dinero, tenían que trabajar en lo que podían. Pero Enric, en sus ratos libres, escribía novelas. Su verdadera vocación era la de escritor, y esperaba poder ganarse así la vida algún día.
Era un buen escritor —y él lo sabía—, muy ambicioso. Empezó a escribir un libro sobre una triste historia de amor finalmente no correspondido y lo tituló El libro eterno. Causó revuelo entre sus amigos cuando lo leyeron, y poco a poco el libro fue llegando a más manos, hasta que un hombre muy rico que también lo había leído decidió proporcionar a su autor y a su hermano todo el dinero que necesitasen para dedicarse por completo a sus libros. Oriol aconsejaba a su hermano y se encargaba de editar sus obras una vez terminadas.
Desgraciadamente, ninguna de sus siguientes obras tuvo la acogida que ellos esperaban, así que perdieron el apoyo económico que tenían. Decepcionado, Enric recurrió a un mago amigo suyo para que los ayudase. El mago hizo un conjuro para que todo lo que dijera Enric se cumpliera. Después de mucho pensar qué diría, pues era totalmente irreversible, dijo en voz alta: “Quiero que este libro sea tan recordado como yo.” Y así sería. Acto seguido, Enric se desvaneció ante los ojos de su amigo el mago y los de Oriol, que acababa de llegar.
Pasó mucho tiempo hasta que Oriol se diera cuenta de dónde había ido a parar su querido hermano: ¡era el protagonista de El libro eterno! Desesperado, acudió otra vez al mago, pero éste no podía ya hacer nada. Así que Enric estaba condenado a vivir aquella triste historia eternamente, cada vez que alguien la leyera. Oriol no podía dejar que su hermano sufriera el peor mal del mundo: la muerte del amor. Por lo tanto, volvió nuevamente al mago para pedirle consejo. Éste le dijo que velara por la seguridad de su hermano. Pero no podía hacerlo eternamente, así que el mago lo convirtió en un animal ágil, fuerte, inteligente, agradable para los humanos, y muy fiel. Lo convirtió en un gato.
Cuando hubo conocimiento en el pueblo de la desaparición de los hermanos, sus objetos personales y demás propiedades fueron entregadas a sus familiares. Entre esas pertenencias estaban el libro y el gato.
Con el paso del tiempo, como pasa con muchos escritores, las obras de los dos hermanos tomaron un valor extraordinario, y fueron pasando de generación en generación en la familia. Sorprendentemente, el gato sobrevivía (nadie conocía su verdadera y enigmática historia).
Con el tiempo, como había pasado antaño, los libros de los dos hermanos perdieron el valor que habían alcanzado. Oriol, bajo la forma de gato, había velado por Enric durante muchos años y había agotado seis de sus siete vidas. Estaba ya muy viejo, casi no tenía fuerzas. Temiéndose lo peor, iba poco a poco debilitándose. Mucha gente había leído el libro. Enric debía estar sufriendo el mayor dolor del mundo al vivir en el único ejemplar original del autor.
Enric perdía la vida en el libro convertido en un caballero rechazado eternamente por su dama y Oriol, su buen compañero, el salvador del tiempo, también estaba amenazado por el peor de los depredadores, el olvido.
Poco a poco, las ratas se irían comiendo el libro ante la impotencia de Oriol, mientras su pobre hermano lloraría por el amor de su dama eternamente, atrapado por su historia en un mundo hipotético donde nada es verdad ni tampoco mentira.
Laura González Rodríguez (103)
Tercera variación
Es curioso cómo vuelan las palabras y cómo volamos nosotros al jugar con ellas. Es curioso que el mundo abstracto de las palabras sea capaz de dar al ser humano tanto poder, tanta libertad. Es curioso.
En la ciudad de Londres vivía no hace mucho el protagonista de esta historia, Paul Brown. Un hombre corriente: oficinista, soltero, conocido entre sus vecinos y entre sus compañeros de trabajo como amable y servicial. Nadie se explicaba por qué Paul no tenía esposa ni hijos. Todos pensaban que no había tenido suerte y que por eso no había encontrado a una buena mujer. Ninguno de sus conocidos se lo preguntaba a él directamente, por cortesía, y tampoco le preguntaban por qué salía tan poco de casa ni por qué no se le veía hablando nunca con algún amigo en algún café. La verdad es que era un hombre tan normal, que la gente no se paraba tampoco demasiado a mirarlo ni a plantearse muchas preguntas acerca de él.
Paul vivía en una habitación alquilada. Podía permitirse algo más caro, pero a él le gustaba aquella habitación y nadie se preguntaba por qué no se iba de allí.
Sí, Paul era una persona solitaria. No tenía esposa ni hijos, ni amigos, pero de hecho no estaba completamente solo. Paul había nacido con una misión, y por alguna extraña casualidad del destino, él lo supo desde muy pequeño. Nació conociendo la grandeza del ser humano: se conocía a sí mismo. Era un dios capaz de moldear el mundo a su antojo mediante las palabras, el arma más poderosa conocida por el ser humano.
Pero, en vez de dedicarse a jugar con las almas ajenas y a hacer con ellas lo que se le antojara, había decidido vivir humildemente en las condiciones que a él más le gustaban, las que él había elegido, a pesar de ser él la persona más libre que jamás hubiera pisado la faz de la tierra. Prefirió no dejar huellas de su paso por el mundo, para no dañar lo que tanto había amado, y decidió volar libre con su alma, y dejar que sus palabras se las llevara el viento.
Mónica Puentes (103)
[Aquests escrits van estar publicats a la revista Sota el cel del Puig, núm. 1, desembre de 2000.]